Capítulo 13

El sonido insistente de mi celular me arranca de mis sueños. Con los ojos aún entrecerrados, veo el nombre de mi madre en la pantalla.

—Hola, mamá —digo, tratando de sonar más despierta de lo que realmente estoy.

—Sam, cariño, solo quería informarte que regresamos la semana que viene —responde ella con un tono animado.

El anuncio me hace sentarme de golpe en la cama, mi corazón acelerándose. ¿Cómo les diré a mis padres que estoy saliendo con Edward, el socio de mi padre?

—¿Por qué tan pronto? —pregunto, tratando de disimular mi preocupación.

—Pensé que te ibas a alegrar —dice mamá, sorprendida por mi reacción.

—Sí... claro —digo, frotándome los ojos —Es que recién me despierto.

—Ya veo. No te preocupes, hablaremos más tarde. Te quiero, Sam.

—Yo también te quiero, mamá. Te llamo luego, adiós.

Cuelgo la llamada y dejo escapar un suspiro. Miro el reloj y veo que apenas son las ocho de la mañana. La luz del sol se filtra a través de las cortinas, iluminando suavemente la habitación. A mi lado, Edward sigue durmiendo, ajeno a la tormenta de pensamientos que revolotea en mi cabeza.

Me levanto con cuidado para no despertarlo y me dirijo al baño. Mientras me lavo la cara, miro mi reflejo en el espejo y trato de calmarme. La semana que viene mis padres estarán aquí y tengo que encontrar una manera de explicarles lo que está pasando entre Edward y yo.

Decido darme una ducha para despejar la mente. El agua caliente relaja mis músculos, pero no puede eliminar la ansiedad que siento. ¿Cómo reaccionarán mis padres? ¿Podrán entenderlo? Y más importante aún, ¿podrán aceptarlo?

Termino de vestirme y salgo del baño, encontrando a Edward ya despierto, apoyado contra el marco de la puerta, mirándome con una sonrisa perezosa.

—Buenos días —dice, su voz aún ronca por el sueño.

—Buenos días —le devuelvo la sonrisa, aunque siento que no llega a mis ojos.

—¿Todo bien? —pregunta, acercándose para darme un beso en la frente.

—Sí... bueno, mis padres regresan la semana que viene —respondo, buscando sus ojos.

—¿Qué? ¿Tan pronto?

—¿Por qué te pones así? —le digo, rodando los ojos —Estás algo alterado. Mis papás no van a decir nada por estar contigo.

—No quiero separarme de ti —responde, su voz revelando una mezcla de ansiedad y determinación.

—¿Y quién te dijo que vamos a separarnos?

—Nena, esta noche quiero que salgamos con mis amigos.

—¿Qué? —pregunto, sorprendida por el cambio de tema.

—¿No quieres? —veo que se preocupa un poco, su expresión se suaviza.

—Sí, claro —acepto, aunque la idea de conocer a sus amigos me pone algo nerviosa.

Justo en ese momento, mi celular comienza a sonar y veo el nombre de Luke en la pantalla. Voy a contestar, pero Edward me quita el celular y declina la llamada.

—¿Qué estás haciendo? —intento mantener la calma.

—¿Para qué demonios te llama? —frunce el ceño, sus ojos llenos de celos.

—Está claro que no tengo idea porque declinaste la llamada. ¿Qué te pasa, Ed?

—Creí que no volverías a hablar con él.

—¿Cuándo he dicho eso? —le respondo, frustrada.

Nunca le he dicho que no hablaría más con Luke. Solo le mencioné que dejaría de salir tanto con él y de invitarlo a ver películas en mi casa por respeto a lo que tenemos.

—Estaré afuera —dice, levantándose de la cama de forma brusca.

—¿A dónde vas?

—A fumar.

—Patético —ruedo los ojos, molesta por su comportamiento.

Edward sale de la habitación y yo me quedo mirando el teléfono, dudando si llamar a Luke de vuelta. La relación con Edward es complicada, llena de momentos intensos y malentendidos.

—Lo siento, nena. Es solo que me pongo algo inseguro cuando mencionas a Luke.

—No deberías.

—¿Estás molesta?

—Ven aquí —pongo mi mano en su cabello y le doy un profundo beso —No tienes que preocuparte de nada, Ed.

—Llama a Luke y sal con él en la tarde. Yo confío mucho en ti.

—Lo llamaré en un momento —suspiro —Debo ir a la oficina.

—Debo hacer unas cosas con mi madre. Te buscaré a la hora del almuerzo, nena. Y recuerda que en la noche salimos.

—Sí, amor —le respondo con una sonrisa.

Me visto rápidamente y manejo hasta la empresa. Al llegar, subo a la oficina de mi padre y me encuentro con Noah en la puerta.

—Buenos días, Sam —me saluda con una formalidad inusual.

—¿Cómo estás?

—Bien. Vine a recoger las cosas que dejó tu padre.

—¿Y por qué tan formal? —le pregunto, extrañada por su actitud.

—Porque tu novio me dejó claro que no debía coquetear contigo.

—¿Qué te dijo?

—No dijo nada verbalmente. Lo dejó todo claro con la mirada ese día.

Nos sentamos en la oficina y comienzo a buscar los documentos que mi papá había dejado para el padre de Noah. La conversación fluye con facilidad y el tiempo se nos pasa volando. Noah pide un café granizado para cada uno y me entrega el mío antes de despedirse.

—Gracias por el café, Noah —le digo, sonriendo.

—De nada, Sam. Nos vemos pronto.

Miro el reloj y me doy cuenta de que se acerca la hora del almuerzo. Salgo de la oficina con los documentos en mano, pensando en lo rápido que pasó la mañana y en la noche que me espera con Edward.

Edward

Voy subiendo a la oficina de Sam y veo que Noah sale del ascensor con una enorme sonrisa en su rostro.

—Hola, Sam —entro a la oficina, intentando mantener mi voz tranquila.

—Ed —me sonríe, irradiando calidez— El tiempo se me pasó volando. Déjame enviar este correo y nos vamos.

—¿Por qué Noah estaba aquí? —pregunto, sintiendo los celos arder en mi interior.

Pongo los ojos en blanco ante mi falta de autocontrol mientras me acerco a ella. Sam se inclina sobre su escritorio y tira de mí, haciendo que me ponga frente a ella.

—Amor, solo te quiero a ti. No quiero estar con nadie más —me dice, mirándome con firmeza.

—No lo soporto —admito, sintiendo la frustración en cada palabra.

—¿Qué hago para que se te quite el enojo? —se pasa la lengua por el labio inferior, provocándome.

La miro, intentando calmarme. —Solo... solo quédate conmigo, Sam. Eso es todo lo que necesito.

—Siempre —me asegura, abrazándome con fuerza—, siempre estaré contigo, Ed.

Ella desliza las manos hasta mi cinturón mientras se levanta y se pone de puntillas para besarme. Lame con la lengua mi labio inferior. Gruño inmediatamente y la coloco sobre la mesa. Sus manos juguetean de nuevo con mi cinturón y se deshace de él. Agarro el dobladillo de su falda y se la levanto hasta la parte superior de los muslos

—Te quiero, Ed —besa mi cuello.

Gimo al oír esas palabras saliendo de sus carnosos

labios, y me encanta su repentina toma de control cuando empieza a bajarme los pantalones.

—Sam...

Ella toma mi pene en sus manos y comienza a masturbarme.

—Te lo quiero hacer aquí mismo.

Su mano sigue en mi miembro, meneándose lentamente. Le separo más las piernas. Ella se baja y se inclina sobre el escritorio, levantándose la falda hasta el culo.

Joder, esto es lo más excitante que he visto en mi vida.

Samantha.

Mi excitación aumenta cuando Edward me levanta la gruesa tela de la falda hasta la cintura.

Me agarra de la cadera con una mano y del pelo con

la otra para mantenerme en el sitio.

—Me encanta estar dentro de ti, nena —dice con voz

grave mientras entra y sale.

Su mano pasa de mi pelo a mis senos. Tira del escote

y deja mi pecho al descubierto. Encuentra mi pezón y lo retuerce suavemente entre los dedos.

—Mierda —aprieto mis labios para que nadie me escuche.

Soy consciente de que estamos en la oficina, pero por alguna razón no me preocupa tanto como me preocuparía habitualmente. Mis pensamientos empiezan con Edward y acaban con el placer.

—Te gusta, ¿verdad, amor?

Casi me resbalo del borde de la mesa cuando cambia de posición y me coloca tumbada con la espalda contra la dura madera.

—Puedo hacer esto contigo todo el tiempo —me dice.

Mi cuerpo se tensa y él endereza la espalda y acerca

los dedos para acariciar mi clítoris. Me asomo para intentar ver cómo los dedos hacen magia con mi cuerpo, pero la sensación es demasiado para mí.

—Amor, córrete para mí —me pide con la respiración entrecortada.

Pone los ojos en blanco, y yo estoy tan cerca de un clímax tan intenso y tan abrumador que no veo nada más que estrellas mientras me aferro a sus brazos tatuados. Aprieto los labios con fuerza para evitar gritar su nombre mientras pierdo el control. El final de Edward no es tan silencioso, se inclina hacia abajo, entierra la cabeza en mi cuello y grita mi nombre una vez antes de pegar la boca a mi piel para acallar su voz.

Me levanto y acomodo toda mi ropa, al igual que mi cabello.

—El mejor de mi vida —me da un corto beso.

—Tengo hambre —paso mis manos alrededor de su cuello —¿Qué vamos a almorzar?

—¿Quieres pollo frito?

—Sí.

Bajamos en el ascensor y noto que está algo nervioso. No entiendo la razón.

—¿Qué te pasa?

—Estoy ansioso por la llegada de tus padres.

—Puedo hablar con ellos.

—¿Y qué les dirás?

—Que Edward es genial y estamos empezando a salir.

—Puedo esperar y decirles que estamos juntos.

—Está bien —le respondo, apretando suavemente su mano, intentando calmar sus nervios.

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