¿Por qué Edward tuvo que invitarme a salir hoy? No tengo ropa para ir a cenar con sus amigos.
Así es, me dijo que quería presentarme a sus amigos y no puedo evitar sentirme nerviosa. Quiero causar una buena impresión. Reviso mi armario minuciosamente, mirando cada prenda que tengo hasta que me decido por un body negro, una falda negra y unos tacones. —Te ves preciosa —dice mi mejor amiga, Lucy. —Lucy, ¿a dónde crees que vamos a ir? —A un restaurante elegante o a un bar elegante. Empiezo a peinarme y decido hacerme una cola alta. Siento que me hace ver segura y empoderada. —Sam, tengo que confesarte algo. Me volteo a verla —¿Qué pasa? —Estoy feliz por ti, de que él finalmente haya confesado sus sentimientos hacia ti. Solo quiero que tengas mucho cuidado, por favor. —Tendré mucho cuidado —le aseguro. Mi celular comienza a sonar y Edward me dice que ya está abajo. Me despido de Lucy y me dirijo a la puerta con el corazón en la garganta. ¿Por qué estoy tan nerviosa? Al salir a la calle, veo la camioneta negra parada frente a la casa. Sus vidrios oscuros no me dejan ver nada del interior. Me esfuerzo por caminar derecha, aunque no sé por qué me cuesta tanto. Me subo en el asiento del copiloto y noto que Edward me está mirando de pies a cabeza. Él se quita el cinturón, me agarra de la nuca y junta sus labios con los míos. Su boca se mueve suavemente sobre la mía, sus deliciosos labios se sienten tan jodidamente bien sobre los míos. —Estás hermosa, Sam —me da un corto beso. —Gracias a Dios —suspiro —Pensé que no te iba a gustar. Él vuelve a su lugar, se pone el cinturón y arranca. Su teléfono comienza a sonar y él contesta en altavoz. —Hola, Mark. —Ya estamos en el restaurante club —dice Mark. —Yo voy en camino con Sam. Al único que conozco es a Mark y me agrada demasiado; por ese lado, puedo estar tranquila. —Las chicas ya vienen en camino —dice Mark y me tenso un poco. —Te veo allá. Paramos en una casa bastante grande y Edward me dice que venimos a recoger a uno de sus amigos. Un chico de cabello negro abre la puerta de atrás y comienza a hablarme de inmediato. —Un gusto —me dice—. Eddie ha hablado mucho de ti. —Espero que sean cosas buenas —digo riendo. —Oigan, ellos están pidiendo las bebidas. ¿Qué van a tomar? —pregunta Mark. —Estoy conduciendo —Edward rueda los ojos—. ¿Y tú, vas a tomar algo? —Un cóctel que pediré cuando lleguemos. Al llegar al lugar, lo reconozco de inmediato. Es un bar elegante que abrió hace poco. De hecho, el día de la inauguración vine con Luke, pero prefiero no mencionar eso delante de Edward. Lo primero que me sorprende son las luces de todos colores y los efectos por todo el lugar. Pasamos al lado de la barra, donde bartenders hacen trucos con botellas y copas. Guau, todo el mundo parece estar pasándola bien. Subimos unas escaleras decoradas con pequeñas luces de colores. —Edward, cariño —escucho una voz bastante chillona desde la mesa. Una chica de cabello negro se levanta de la mesa y me fijo en su vestido rojo de... mejor no digo nada por ahora. Ella se cuelga del cuello de Edward y me ignora por completo. —Jennifer, ella es mi novia —me presenta. —Soy Samantha —digo con una sonrisa victoriosa. Jennifer solo sonríe falsamente para luego empezar a hablar con Edward, ignorándome deliberadamente. —¿Qué vamos a tomar, chicos? —pregunta Mark, rompiendo la tensión. —Un cóctel, por favor —respondo, aún sintiendo la mirada de Jennifer sobre mí. Nos sentamos y trato de relajarme. Edward, siempre atento, me toma la mano bajo la mesa y me sonríe, dándome una sensación de seguridad. La noche sigue con risas y conversaciones, pero no puedo dejar de notar los pequeños gestos de Jennifer hacia Edward, como si yo no estuviera allí. Edward, sin embargo, no le presta mucha atención, enfocándose en mí y en sus otros amigos. Esto parece molestar a Jennifer aún más, quien finalmente decide ir al baño, dejándonos solos. —Estás manejando esto muy bien —me susurra Edward, acercándose a mí—. Lo siento por Jennifer, puede ser algo intensa. —No te preocupes, estoy bien —le aseguro, aunque mi estómago todavía está en un nudo. La puta esa sigue coqueteando con Edward con mucha tranquilidad, ignorándome por completo. Le acaricia el brazo y de vez en cuando le toca su cabello. Siento que han pasado años, aunque solo han sido segundos de estar aquí, como una idiota. Lucho contra el impulso de salir corriendo, de escapar de todas esas miradas escrutadoras, y aprieto mis manos a mis costados. —Ella es así —me dice Mark—. A nadie le agrada. —Pues a Eddie sí —respondo mientras bebo mi cóctel—. Y no voy a tomar más porque en cualquier momento me levanto y la dejo calva. ¿Para qué diablos me invitó a salir? Lo único que está logrando es hacerme sentir miserable aquí sentada. —Voy a ir al baño, Mark —él asiente. La música está demasiado fuerte en este lugar, y agradezco el momento de silencio cuando entro al baño. Me refugio en un cubículo y le mando un mensaje de texto a mi mejor amiga: "Quiero irme de aquí." Tal vez mi mejor amiga pueda venir por mí. Salgo del cubículo y veo a Jennifer retocándose el labial frente al espejo. —¿Te escondes? —se burla—. Al final de todo, solo eres una niña. Decido no caer en su juego y reviso mi celular. —Niña, creo que ya sabes que no eres lo suficientemente madura como para estar con alguien como Edward. Solo eres su juguete nuevo. —¿Y quién es lo suficientemente madura? —me acerco a ella—. ¿Tú? —Edward ni siquiera se ha dado cuenta de que no estás en esa mesa, y eso es porque no le importas. —Te aseguro que le importo más que tú. —¿Y por qué no está a tu lado? —se ríe—. Debe ser porque le das pena ajena. Debe estar arrepentido de estar con una niña como tú. Me hierve la sangre, pero mantengo la calma. No puedo dejar que Jennifer tenga razón. Ella solo busca desestabilizarme, y no le voy a dar ese poder. Me acerco un poco más, con una sonrisa tranquila en mi rostro. —Tú sigue aquí, retocándote el labial, mientras él está conmigo. Piensa en eso. —Eres una niña. —Una niña que lo hace venirse con solo tocarlo —me acerco a ella —Puede que seas mayor que yo, pero ambas sabemos que soy mejor que tú en muchos sentidos. —¿Y qué me dices de ti? —mira mi ropa —Te vistes como una prostituta. —Me visto mejor que tú —le lanzo un beso —Y sé que estás dolida porque Edward está conmigo. Salgo del baño y me siento al lado de Edward. Él me sienta en su regazo y me da un profundo beso. —Nena, ¿dónde estabas? —besa mi mano—. Y lamento mucho no haberme sentado a tu lado. Es solo que Jennifer es algo... —Es una zorra —completo yo. —¿Qué te dijo? —Nada que me afecte —bebo de su vaso—. Solo me dijo unas cuantas cosas, pero sé que lo hace porque está dolida de que tú estés conmigo y no con ella. —Dime qué fue lo que te dijo. —Tranquilo. Yo misma la puse en su lugar. —Me encantas —me besa—. Amo que seas así de segura, amo todo de ti. Le vuelvo a dar un trago a su bebida y él me la quita de las manos de inmediato. Lo miro con cara de enojo y él solo ríe. —No pienso dejar que te emborraches, nena. —Eddie, no me voy a emborrachar probando de tu vaso. Él sonríe, sus ojos brillan con ternura. Me acaricia la mejilla suavemente antes de volver a besarme. La música retumba a nuestro alrededor, pero en este momento, todo lo que escucho es el latido de mi corazón y el roce de sus labios. —Te quiero demasiado —susurra contra mis labios—. No quiero que nada ni nadie te haga sentir menos. —Lo sé —respondo—. Y te quiero igual, Eddie. —¿Te quedas conmigo esta noche en mi apartamento? —Solo si me prestas tu ropa. —Todo lo mío es tuyo, nena. —Oye, Eddie, ¿qué vas a hacer en Navidad? —Estar contigo —me besa—. Hablé con tus papás y estamos viendo si nos vamos de viaje. Lo habíamos planeado desde hace mucho. —¡Omg! Eso suena grandioso. —Eddie, ¿bailamos? —la idiota se acerca a nosotros y le lanzo una mirada. —Estoy con mi novia —él la mira mal—. Y tampoco pienso bailar con alguien que no sea ella. —¿Hablas en serio? —ella me mira furiosa—. Es solo una niña, date cuenta de eso. —Pues es mucho más madura que tú en muchos sentidos —él le levanta la voz—. Si vuelves a decir algo de mi novia... —Yo misma te pondré en tu lugar, perra —lo interrumpo y él sonríe—. Largo. —Debes de dar muy buen sexo —ella se inclina hacia mí—. No encuentro otra razón para que él esté contigo, niña. —Doy muy buen sexo —sonrío—. Y no sabes lo que siento al escuchar mi nombre salir de sus labios. Y con eso basta para que todo el trago termine encima de nosotros dos. Intento levantarme, pero Eddie me detiene con sus manos alrededor de mi cintura. —Perra, te mataré —le grito cuando la veo irse. —Mark, nosotros vamos a casa. —Nos vemos pronto —él se despide de nosotros. Salimos del bar, ambos empapados y riendo por lo absurdo de la situación. A pesar del enfrentamiento con Jennifer, siento que nuestra conexión se ha fortalecido. Eddie me ayuda a subir a su camioneta y nos dirigimos a su apartamento.Salimos del club y subimos al auto. Mi respiración está agitada, el enojo me consume. En mi mente, me imagino arrastrando a Jennifer por el suelo, arrancándole esas extensiones baratas que tanto presume. Cuando llegamos al apartamento de Edward, noto con sorpresa que su madre está allí. Su presencia inesperada sólo añade tensión a mi ya revuelta emoción. —Te esperaré en la habitación —le digo mientras nos dirigimos hacia la entrada. —¿Por qué? —responde Edward con una sonrisa pícara—. Dúchate conmigo. —Tu madre está en la habitación de al lado —le explico en voz baja, tratando de mantener la calma. —Sam, es solo un baño. Relájate —dice él, con una sonrisa que refleja la confianza que tiene en su capacidad para desarmar mi resistencia. No puedo negarme a su propuesta, y él lo sabe. La sonrisa triunfante en su rostro al ver mi suspiro de derrota es la prueba de que ha ganado esta pequeña batalla. —¿Me bajas la cremallera? —le pido, y me pongo de espaldas a él. Me levanto el pelo
Hoy llegan mis padres y no puedo evitar sentirme algo nerviosa. Sé que ellos no tienen problema con que Edward y yo tengamos una relación, pero aun así estoy nerviosa y es inevitable. —¿Quieres desayunar? —Edward besa mi frente. —Sí. ¿Salimos? —Por supuesto —se queda viéndome —Tal vez puedas ayudarme, amor. Odio las erecciones en la mañana. —¿De verdad? —me burlo. —Es difícil controlarla y más cuando estás vestida así. Tienes un cabello tan hermoso, Sam —su boca se encuentra cerca de mi oído y siento su aliento, aunque sus labios no me tocan —Eres solo mía. —Ed... —suelto un gemido. —Silencio —me advierte —Tan hermosa —dice mientras deshace de su bóxer. Cada palabra es un placer. Cierro los ojos e inclino la cabeza, dándole un acceso más fácil a mi cuello. —Mía —susurra una vez más —Date la vuelta — me dice con su voz de repente ronca. Lo hago y él jadea. Llevo puesta su camisera negra y mi panty de encaje color blanco. —¿Te gusta? —susurro. —Más que eso, nena. Te v
Abro la puerta y una ráfaga de aire frío me golpea en la cara.—Eddie, ¿apagaste la calefacción? —Sam pregunta, su voz temblando de frío.—No, la dejé encendida esta mañana —respondo, sorprendido. Me acerco al termostato y veo que marca veinticinco grados, pero claramente la temperatura en la sala no está ni cerca de eso.—Voy a llamar al servicio técnico —dice ella, sacando su teléfono con determinación.La escucho hablar con urgencia mientras marco el número del servicio técnico.—Hola, tengo un problema con la calefacción. Mi novia está temblando de frío y necesitamos que vengan a arreglarlo lo antes posible. ¿Pueden enviar a alguien ya?La operadora promete enviar a alguien en diez minutos. Sam cuelga y me lanza una mirada de alivio mientras se sienta en el sofá, intentando recuperar el calor.—Ya vienen en camino —le digo mientras me siento a su lado.La observo temblar ligeramente y veo cómo trata de disimularlo. No puedo evitar sonreír ante su esfuerzo por mantener la calma.—G
Hace tiempo que no salgo con Luke. De hecho, no he tenido mucho tiempo para mis amigos desde que me he dedicado a estar con Edward. —¡Lucy! —grito cuando contesta la llamada—. ¿Qué planes tienes hoy?—Estaba pensando en organizar algo tranquilo. ¿Te gustaría una fiesta en la piscina?—Suena perfecto —digo con entusiasmo—. Cuéntame más detalles.—Le diré a la gente que venga. ¿Te parece si te espero a las cuatro?—Claro, comenzaré a arreglarme.Busco mi bikini rosa en el armario y me miro en el espejo mientras me lo pongo. Encima, me coloco un short negro y una blusa blanca de tirantes. Me siento lista y a gusto con el look.—¿A dónde vas? —me pregunta mi mamá mientras paso por la sala.—Iré a casa de Lucy.—¿Alguien viene por ti?—Voy a pedir un Uber, mamá.Pido un Uber y le doy la dirección de Lucy. Me pregunto si debería contarle a Edward sobre mis planes, pero al final decido que no es necesario. No creo que tenga que informarle de cada detalle de mi vida.Cuando llego a la casa d
La familia de Edward había programado un viaje familiar, y por supuesto, yo estaba invitada. En otras circunstancias, este momento habría sido genial, pero estamos peleados y no pienso hablar con él. Llegamos a la cabaña y voy a la habitación que los padres de Ed nos han asignado. Miro alrededor y noto que afuera hay un jacuzzi. Sé que si no estuviéramos enfadados, mi novio me estaría haciendo el amor en ese jacuzzi ahora mismo. —No fue para tanto —dice Edward, tumbándose en la cama. —Edward, llamaste a mi mejor amigo a mis espaldas y le dijiste que se alejara de mí o lo matarías. —Tu mejor amigo con el que te has besado. ¿Ya lo olvidaste? —Creí que ya habíamos superado ese tema. Además, en ese tiempo tú y yo no éramos nada. No sé qué hacer en este momento. Edward se queda en silencio, mirando al techo, mientras yo me siento en la orilla de la cama, tratando de no llorar. La tensión en el aire es palpable, cada palabra que decimos parece añadir más distancia entre nosotros. —¿P
—¿Quieren brownies? —pregunta Dorotea, sacudiendo una caja de mezcla para brownies. —¡Sí! —respondemos Drake y yo al unísono, con entusiasmo. Dorotea es una experta en la cocina, especialmente cuando se trata de repostería. Le encanta preparar pasteles, galletas y, por supuesto, brownies. La casa siempre huele a dulces cuando ella está en la cocina. —Ya está oscuro y Edward aún no llega —murmura Dorotea, mirando hacia la puerta principal con preocupación. Edward lleva fuera casi tres horas, y estoy haciendo todo lo posible por no preocuparme. Sé que está bien; si algo le sucediera, lo sabría. Es una de esas corazonadas inexplicables que me dicen que todo está bajo control. Sin embargo, mi mente no puede evitar imaginar el peor escenario: que su frustración se convierta en una excusa para buscar un bar. Aunque desearía que se alejara de mí, la idea de verlo regresar tambaleándose, con el aliento a alcohol, me resulta insoportable. Dorotea comienza a hacer una mueca mientras mezcla
—¿Le prohibiste ver a su mejor amigo? —Roxy parece incrédula. —¿Es tan malo? —frunzo el ceño, y ella asiente con firmeza. Mientras paseamos hacia la cabaña de sus padres, un par de faros iluminan el camino. Inicialmente, tenía la intención de regresar a la de mi padre, pero Roxy es bastante persuasiva. Me pidió que la acompañara a su casa para terminar nuestra charla, y acepté. —No puedo creer que ella no haya terminado contigo —dice, poniéndose del lado de Sam. Eso no puede pasar. No puedo imaginar mi vida sin Sam a mi lado. —Oye, ¿qué piensas hacer al respecto? —pregunta Roxy mientras abre la puerta de la cabaña de sus padres. Me detengo, considerando sus palabras. No tengo una respuesta clara, solo sé que necesito arreglar las cosas con Sam antes de que sea demasiado tarde. Roxy me invita a entrar con un gesto, como si diera por hecho que voy a hacerlo. Al entrar, me doy cuenta de que la cabaña es lujosa, mucho más grande que la nuestra. —Ellos están arriba —sonríe. —¿Quié
Toco el lado de la cama de Sam y noto que está vacío. Me levanto, alarmado, y la veo en el balcón, sentada en una silla, con la mirada perdida en el horizonte.—Buenos días —digo, caminando hacia ella.—Buenos días —responde sin mirarme, su voz cargada de desdén.—¿Qué tienes? —pregunto, sintiendo la tensión en el aire.—¿De verdad me preguntas eso? —rueda los ojos sin mirarme.—¿Estás así por lo de anoche? —me atrevo a preguntar, aunque sé que puede no ser la mejor pregunta.—Sí —responde con un tono frío.—Pero...—En vez de venir y hablar conmigo para solucionar las cosas, te fuiste a la maldita cabaña a beber con esa... —ella misma se detiene, mordiéndose el labio.—No seas ridícula, Sam.—¿Ridícula? —levanta ambas cejas con incredulidad—. Espero que tú no me digas nada cuando yo haga lo mismo.—Sabía que no te ibas a quedar calladita —ruedo mis ojos, frustrado.—¿Disculpa? —se levanta de la silla con indignación—. ¿Crees que puedes hacer lo que te dé la gana y voy a quedarme call