Samantha
Estoy demasiado aburrida en mi casa, así que le pregunto a Edward qué va a hacer hoy. Me responde que va a salir con una amiga llamada Rebekah. Me pregunto si Rebekah será solo una amiga o si también se acuesta con ella. Cualquiera que sea la respuesta, siento como me hierve la sangre al pensar que está con otra chica. Decido llamarlo para saber si va a venir o pasará todo el día con su estúpida amiga. —¿Hola? —contesta una mujer— ¿Quién es? Escucho a Edward en el fondo— ¿Sam? —toma el teléfono. —No sabía que estabas tan ocupado —es lo primero que le digo. —Oye, ¿qué sucede? Nada, solo soy una estúpida por haberte llamado. —Solo quería saber si vas a venir a almorzar. —No te preocupes por mí. —Bien —siento demasiada rabia. —Adiós. Cuelgo el teléfono y lanzo un suspiro de frustración. No soporto la idea de que esté con otra chica, aunque sé que no tengo derecho a sentirme así. Intento distraerme con cualquier cosa, pero no puedo sacármelo de la cabeza. Después de esa conversación, siento que se me han quitado las ganas de almorzar. Para consolarme, decido pedir una torta con helado; solo el dulce puede aliviar el dolor que tengo en estos momentos. Cuando llega mi postre, subo a mi habitación con la esperanza de perderme en una película romántica y así pasar el resto de la tarde. Me acurruco en la cama y dejo que las escenas de amor y finales felices me distraigan de mis pensamientos oscuros. Más tarde, decido llamar a Lucy para desahogarme y contarle todo lo que está sucediendo. —¡Lucy! —¿A qué se debe esta llamada? —responde, sorprendida. Empiezo a relatarle los eventos de los últimos días y lo confundida que me siento. —Sabes que tengo razón —me dice—. No puedes estar molesta con Edward. Tampoco lo vayas a demostrar porque vas a parecer loca. —Pero él se enoja porque salgo con Luke —le recuerdo—, y ahora él sale con una chica. Ni siquiera sé si es una de sus conquistas. La noche cae, y mi celular comienza a sonar. Es un mensaje de Edward diciendo que me recogerá en treinta minutos para salir a cenar. Me arreglo con un top blanco, un short rosa y unas sandalias blancas, tratando de parecer despreocupada aunque por dentro estoy llena de dudas. En el camino al restaurante, ninguno de los dos dice nada. La verdad es que no me apetece hablar con él. Siento la tensión acumulándose con cada kilómetro que recorremos en silencio. —Ya llegamos —dice Edward finalmente. Al entrar al restaurante, una chica se acerca a nosotros y nos lleva hasta nuestra mesa. Está ubicada en el segundo piso, una terraza techada con una decoración rústica que intenta parecer acogedora, pero a mí solo me hace sentir más incómoda. Nos sentamos, y Edward pide un vino y la especialidad del lugar: Pasta Alfredo. —Sam, has estado bastante callada. ¿Qué sucede? —pregunta, notando mi silencio. Quiero decirle que estoy muriendo de celos, que no puedo soportar la idea de que estaba en casa de una chica y no sé qué cosas habrán hecho. Pero en lugar de eso, solo suspiro, mirando mi copa de vino, tratando de encontrar las palabras adecuadas para expresar lo que realmente siento. —Lo siento —trato de sonreír—. ¿Cómo te fue hoy? Una sonrisa se dibuja en su rostro, y me maldigo por haber preguntado. —La pasamos bien —dice, aún sonriendo—. Rebekah es una muy buena amiga y hacía rato que no salíamos. —Súper —miro hacia otro lado, tratando de disimular mis celos—. ¿Y has hecho algo con ella? —¿De verdad quieres que responda? —hace una mueca. —No —doy un largo suspiro. Empiezo a pensar que enamorarme de Edward ha sido un error. Ha estado con muchas chicas, mientras que yo solo he tenido tres parejas, dos de ellas serias. Él se ha acostado con chicas solo por diversión, y me da miedo ser una más en su lista. —¿Con cuántas chicas te has acostado? —los celos me consumen. —Estás demasiado curiosa, Sam. He estado con varias chicas, pero sabes que ninguna me ha interesado realmente. —¿Y te cuidabas? —él niega con la cabeza al escuchar mi pregunta. —Por supuesto que sí —toma un sorbo de vino—. ¿Y tú te cuidabas con tus novios? —levanta una ceja. —Con uno —le informo—. Con el otro empecé a planificar, así que no usábamos protección. —¿Y tenían relaciones frecuentemente? Su pregunta me toma por sorpresa, pero decido responder con honestidad. —Sí, lo hacíamos con regularidad —admito, sintiendo cómo la incomodidad se instala entre nosotros. Edward asiente lentamente, procesando mi respuesta. Nos quedamos en silencio unos momentos, mientras el camarero trae la Pasta Alfredo. La comida humeante nos ofrece una distracción momentánea, pero la tensión sigue ahí, palpable. —¿Crees que me acosté con Rebekah? —frunce el ceño. —Pues... —Fui a pedirle un consejo —me interrumpe—. Quiero hacer las cosas bien contigo. Y para que estés tranquila, no he hecho nada con Rebekah. —Ed, es que... —¿Estás segura de querer estar conmigo? —Sí —respondo de inmediato. —La confianza es lo más importante. —Lo siento —tomo su mano—. De verdad me gustas mucho, Ed. No quiero salir lastimada. —No te voy a lastimar. —Te quiero —digo, besando su mejilla. Mi celular comienza a sonar y veo que es Luke. —Sam, te juro que yo mismo lo haré entender que no quieres estar con él. —No seas duro con él —le ruego—. Aún es mi mejor amigo. —Perdón —dice, tomando mi mano con ternura. —Está bien —susurro, agradecida por su comprensión. Siento una punzada de remordimiento por lo que ocurrió con Luke. Aunque mis sentimientos por él fueron genuinos, lo que siento por Edward es mucho más profundo y complicado. —Gracias —le digo mientras nos subimos al auto. El teléfono de Edward comienza a sonar; es mi padre quien llama. —Richard —dice Edward, activando el altavoz. —¿Cómo va todo? Espero que Sam no sea un dolor de cabeza para ti. —Se ha portado excepcionalmente bien —responde Edward con una sonrisa—. Todo va de maravilla. —¿En serio? —¿Por qué te sorprendes? —pregunto. —Sam, tú sueles ser algo rebelde. —Se ha comportado perfectamente —asegura Edward. —¿Y qué están haciendo ahora? —Salimos a comer. —Tengo algunas cosas que hacer, pero los llamaré más tarde. Cerramos la llamada y Edward me mira con curiosidad. —¿Niña rebelde? —No soy rebelde —me recuesto en el asiento—. ¿Qué vamos a hacer ahora? —Volver a casa —toma mi mano—. O si prefieres, podríamos hacer algo más. —Me apetece ver películas en casa. Edward me lleva a mi casa, y subimos a mi habitación para ver películas. —¿Qué te apetece ver? —me pregunta. —Toda la saga de *Crepúsculo*. —¿*Crepúsculo*? —frunce el ceño—. ¿El de los vampiros? —Sí. —¿No prefieres ver otra cosa? —¿Qué sugieres? —Podemos ver algo de acción. —¿Qué tal *Búsqueda Implacable*? —señalo la pantalla. —Esa me gusta —sonríe. Comenzamos a ver la película y Edward acaricia mi cabello durante la proyección. —Lamento mucho haber desconfiado de ti —le digo, mirándolo—. Me dejé llevar por los celos. —Te entiendo —dice, colocando su mano en mi rostro—. Yo también me pondría así. Quiero hacer las cosas bien contigo, Sam. —Yo también quiero lo mismo, Ed. —Tengo miedo de lo que tus padres puedan decir. —Ya soy mayor, Ed. Puedo decidir sobre mi vida. —Pero yo soy mayor que tú. —Tampoco es que tengas cuarenta años —ruedo los ojos. —Es que... —Yo me encargaré de hablar con ellos —lo interrumpo—. No te preocupes. —Lo haremos juntos —afirma—. No te dejaré sola, nena. Nos acercamos para besarnos cuando su celular suena nuevamente. —Es Rebekah. —Contesta —le digo, tratando de mantener la calma. Edward responde la llamada y le agradece a Rebekah por sus consejos. Ella menciona que le gustaría conocerme y, avergonzada, me niego inicialmente. —Claro, Bekah —sonríe Ed—. Podemos salir a cenar con ella y tu novio. ¿Novio? Pensé que Rebekah estaba soltera. —Te lo diré a Sam —le dice a Rebekah—. Adiós. Edward se sienta a mi lado y veo que me está mirando con preocupación. —No quiero salir con tus amigos. Suelo caerle mal a la gente. —Te aseguro que le caerás bien a Rebekah. Me recuesto en su pecho y comienzo a revisar mi celular. Quiero escribirle a Luke para asegurarme de que todo está bien entre nosotros. —¿Qué estás haciendo? —me responde en segundos. Estoy viendo una película. ¿Y tú? Le envío el mensaje omitiendo que estoy con Edward. Luego levanto la vista y veo a Edward caminando hacia la cama. Lleva solo el pantalón de pijama y su cabello está un poco mojado. —¿Listo? —pregunta mientras se lanza sobre mí, mojándome un poco con su cabello. —Ed, me vas a hacer enfermar. —Eres muy exagerada —me besa con ternura—. Descansa, Sam. —Igualmente tú.Samantha Mi celular empieza a sonar y, al escuchar el tono, noto que Edward emite un gruñido de frustración desde la cama. —¿Hola? —respondo, aún adormilada. —Señorita Jenner —dice una voz grave—. Soy Pedro, de la empresa de seguridad que trabaja para su familia. Hemos recibido una alerta de que las alarmas de seguridad están activadas. —Voy en camino —digo y cuelgo rápidamente. Me levanto de la cama con urgencia, mientras Edward abre los ojos y se sienta, preocupado. —¿Qué pasa? —pregunta, frotándose los ojos. —Las alarmas del edificio están sonando —le explico. —Vamos —se levanta de un salto—. No pienso dejarte ir sola, Sam. —Déjame ponerme algo —le digo, mientras me visto con un conjunto de sudadera rosa y unas zapatillas deportivas. Recojo mi cabello en una coleta rápida y veo a Edward esperando con las llaves del auto en la mano. —¿Qué crees que haya pasado? —pregunto mientras miro por la ventana del auto. —No estoy seguro —toma mi mano—. Probablemente se t
El sonido insistente de mi celular me arranca de mis sueños. Con los ojos aún entrecerrados, veo el nombre de mi madre en la pantalla. —Hola, mamá —digo, tratando de sonar más despierta de lo que realmente estoy. —Sam, cariño, solo quería informarte que regresamos la semana que viene —responde ella con un tono animado. El anuncio me hace sentarme de golpe en la cama, mi corazón acelerándose. ¿Cómo les diré a mis padres que estoy saliendo con Edward, el socio de mi padre? —¿Por qué tan pronto? —pregunto, tratando de disimular mi preocupación. —Pensé que te ibas a alegrar —dice mamá, sorprendida por mi reacción. —Sí... claro —digo, frotándome los ojos —Es que recién me despierto. —Ya veo. No te preocupes, hablaremos más tarde. Te quiero, Sam. —Yo también te quiero, mamá. Te llamo luego, adiós. Cuelgo la llamada y dejo escapar un suspiro. Miro el reloj y veo que apenas son las ocho de la mañana. La luz del sol se filtra a través de las cortinas, iluminando suavemente la habitaci
¿Por qué Edward tuvo que invitarme a salir hoy? No tengo ropa para ir a cenar con sus amigos. Así es, me dijo que quería presentarme a sus amigos y no puedo evitar sentirme nerviosa. Quiero causar una buena impresión. Reviso mi armario minuciosamente, mirando cada prenda que tengo hasta que me decido por un body negro, una falda negra y unos tacones. —Te ves preciosa —dice mi mejor amiga, Lucy. —Lucy, ¿a dónde crees que vamos a ir? —A un restaurante elegante o a un bar elegante. Empiezo a peinarme y decido hacerme una cola alta. Siento que me hace ver segura y empoderada. —Sam, tengo que confesarte algo. Me volteo a verla —¿Qué pasa? —Estoy feliz por ti, de que él finalmente haya confesado sus sentimientos hacia ti. Solo quiero que tengas mucho cuidado, por favor. —Tendré mucho cuidado —le aseguro. Mi celular comienza a sonar y Edward me dice que ya está abajo. Me despido de Lucy y me dirijo a la puerta con el corazón en la garganta. ¿Por qué estoy tan nerviosa? Al salir
Salimos del club y subimos al auto. Mi respiración está agitada, el enojo me consume. En mi mente, me imagino arrastrando a Jennifer por el suelo, arrancándole esas extensiones baratas que tanto presume. Cuando llegamos al apartamento de Edward, noto con sorpresa que su madre está allí. Su presencia inesperada sólo añade tensión a mi ya revuelta emoción. —Te esperaré en la habitación —le digo mientras nos dirigimos hacia la entrada. —¿Por qué? —responde Edward con una sonrisa pícara—. Dúchate conmigo. —Tu madre está en la habitación de al lado —le explico en voz baja, tratando de mantener la calma. —Sam, es solo un baño. Relájate —dice él, con una sonrisa que refleja la confianza que tiene en su capacidad para desarmar mi resistencia. No puedo negarme a su propuesta, y él lo sabe. La sonrisa triunfante en su rostro al ver mi suspiro de derrota es la prueba de que ha ganado esta pequeña batalla. —¿Me bajas la cremallera? —le pido, y me pongo de espaldas a él. Me levanto el pelo
Hoy llegan mis padres y no puedo evitar sentirme algo nerviosa. Sé que ellos no tienen problema con que Edward y yo tengamos una relación, pero aun así estoy nerviosa y es inevitable. —¿Quieres desayunar? —Edward besa mi frente. —Sí. ¿Salimos? —Por supuesto —se queda viéndome —Tal vez puedas ayudarme, amor. Odio las erecciones en la mañana. —¿De verdad? —me burlo. —Es difícil controlarla y más cuando estás vestida así. Tienes un cabello tan hermoso, Sam —su boca se encuentra cerca de mi oído y siento su aliento, aunque sus labios no me tocan —Eres solo mía. —Ed... —suelto un gemido. —Silencio —me advierte —Tan hermosa —dice mientras deshace de su bóxer. Cada palabra es un placer. Cierro los ojos e inclino la cabeza, dándole un acceso más fácil a mi cuello. —Mía —susurra una vez más —Date la vuelta — me dice con su voz de repente ronca. Lo hago y él jadea. Llevo puesta su camisera negra y mi panty de encaje color blanco. —¿Te gusta? —susurro. —Más que eso, nena. Te v
Abro la puerta y una ráfaga de aire frío me golpea en la cara.—Eddie, ¿apagaste la calefacción? —Sam pregunta, su voz temblando de frío.—No, la dejé encendida esta mañana —respondo, sorprendido. Me acerco al termostato y veo que marca veinticinco grados, pero claramente la temperatura en la sala no está ni cerca de eso.—Voy a llamar al servicio técnico —dice ella, sacando su teléfono con determinación.La escucho hablar con urgencia mientras marco el número del servicio técnico.—Hola, tengo un problema con la calefacción. Mi novia está temblando de frío y necesitamos que vengan a arreglarlo lo antes posible. ¿Pueden enviar a alguien ya?La operadora promete enviar a alguien en diez minutos. Sam cuelga y me lanza una mirada de alivio mientras se sienta en el sofá, intentando recuperar el calor.—Ya vienen en camino —le digo mientras me siento a su lado.La observo temblar ligeramente y veo cómo trata de disimularlo. No puedo evitar sonreír ante su esfuerzo por mantener la calma.—G
Hace tiempo que no salgo con Luke. De hecho, no he tenido mucho tiempo para mis amigos desde que me he dedicado a estar con Edward. —¡Lucy! —grito cuando contesta la llamada—. ¿Qué planes tienes hoy?—Estaba pensando en organizar algo tranquilo. ¿Te gustaría una fiesta en la piscina?—Suena perfecto —digo con entusiasmo—. Cuéntame más detalles.—Le diré a la gente que venga. ¿Te parece si te espero a las cuatro?—Claro, comenzaré a arreglarme.Busco mi bikini rosa en el armario y me miro en el espejo mientras me lo pongo. Encima, me coloco un short negro y una blusa blanca de tirantes. Me siento lista y a gusto con el look.—¿A dónde vas? —me pregunta mi mamá mientras paso por la sala.—Iré a casa de Lucy.—¿Alguien viene por ti?—Voy a pedir un Uber, mamá.Pido un Uber y le doy la dirección de Lucy. Me pregunto si debería contarle a Edward sobre mis planes, pero al final decido que no es necesario. No creo que tenga que informarle de cada detalle de mi vida.Cuando llego a la casa d
La familia de Edward había programado un viaje familiar, y por supuesto, yo estaba invitada. En otras circunstancias, este momento habría sido genial, pero estamos peleados y no pienso hablar con él. Llegamos a la cabaña y voy a la habitación que los padres de Ed nos han asignado. Miro alrededor y noto que afuera hay un jacuzzi. Sé que si no estuviéramos enfadados, mi novio me estaría haciendo el amor en ese jacuzzi ahora mismo. —No fue para tanto —dice Edward, tumbándose en la cama. —Edward, llamaste a mi mejor amigo a mis espaldas y le dijiste que se alejara de mí o lo matarías. —Tu mejor amigo con el que te has besado. ¿Ya lo olvidaste? —Creí que ya habíamos superado ese tema. Además, en ese tiempo tú y yo no éramos nada. No sé qué hacer en este momento. Edward se queda en silencio, mirando al techo, mientras yo me siento en la orilla de la cama, tratando de no llorar. La tensión en el aire es palpable, cada palabra que decimos parece añadir más distancia entre nosotros. —¿P