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Los humanos se apartaban amedrentados del camino al vernos llegar al galope, precedidos por las exploradoras en cuatro patas. Su mensaje nos había encontrado a las afueras del pueblo que rodeaba el castillo, obligándonos a lanzarnos en aquella carrera desesperada: “Se los llevaron. Noreia herida.”

Nuestras exploradoras nos esperaban en las afueras de la ciudadela para guiarnos al pabellón de caza por el camino más corto.

—Fui al amanecer a ver cómo seguía todo —explicó una sin aminorar la marcha—. La cañada estaba desierta, y encontré a Enyd y Noreia en el sendero al pabellón. Los guardias se presentaron antes del alba, armados hasta los dientes, en busca de los lobos. Enyd y Noreia cambiaron para enfrentarlos, pero no pudieron hacer nada para evitar que se los llevaran.

—¿Qué le ocurrió a Noreia? —pregunté.

—Cuatro lanzazos, uno de ellos en el pecho. Ayudé a Enyd a cargarla de regreso a la cañada y volví al convento para enviarles el cuervo.

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