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Los días siguientes demandaron un sinfín de decisiones y movimientos que requerían una evaluación cuidadosa antes de ser puestos en práctica. Éramos pocos para todo lo que necesitábamos hacer, y no teníamos más alternativa que esperar refuerzos. Eamon ya casi llegaba al puesto de Baltar, desde donde se adelantaría a la lenta columna de suministros para venir a nuestro encuentro.

En tanto, Mendel partió con sus hijos hacia el norte, para explorar y custodiar el único camino que llegaba del reino vecino. Baltar permaneció en el castillo con el grueso de nuestras magras fuerzas, poniendo orden en el excesivo personal de servicio y en el pueblo, donde por suerte contábamos con la asistencia de los sacerdotes y las monjas del convento, que se desvivían respondiendo dudas y calmando las lógicas inquietudes de los humanos.

Yo tuve que regresar al pabellón a pedido de Enyd, para ayudarla con el clan de Ragnar. Despojarlos de la plata los había afectado más de lo que creíamos,

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