Cuando quedé solo, me procuré un hacha y salí en busca de leña. Y mientras trabajaba en la mañana fría y húmeda de otoño, me pregunté cómo le diría a Risa lo que había ocurrido con Alanis. No importaba que hubiera sido una trampa, ni que para mí esa mujer, ni ninguna otra, no significaba nada. Risa necesitaba saberlo, y como humana, seguramente tendría otra perspectiva.
Comenzaba a entrar en calor cuando escuché los pasos ligeros que se acercaban por la hierba. Giré secándome el sudor de la frente y me encontré con Risa, que llegaba envuelta en su chal de lana y una sonrisa iluminando su expresión.
—¿Quieres desayunar, mi señor? —me preguntó llegando a mi lado.
—Ya di cuenta de lo que quedó de la cena, gracias —respondí, y me obligué a sobreponerme a mi vacilaci&oacu
La escena en el claro me detuvo cuando salía del establo con mi semental de la brida.Las mujeres del clan de Ragnar descansaban en cuatro patas rodeando a Risa, que cepillaba el lomo de Engla, sus claras pelambres color arena brillantes al sol como la cabellera de nieve de mi pequeña. Bardo volaba en círculos sobre ella, seguramente buscando una presa. Sigrid y Brenan estaban echados juntos a pocos pasos, mordisqueándose y jugando como cachorros.—Cada vez quedamos menos —le dije a Declan burlón, para que su hermano me escuchara.Brenan alzó las orejas, volviéndose hacia nosotros, y ladró moviendo la cola para no responderme ante todos.Eso atrajo la atención de Risa, que al vernos acercarnos se incorporó y se las compuso para salir de en medio de las lobas sin tropezar con ninguna.Vino a mi encuentro sonriendo y Declan se adelantó para dejarnos solos. Después de nuestra conversación sobre lo que ocurriera con Alanis, habíamos pasado los dos días
Hola a tod@s!Muchísimas gracias por acompañarme hasta el final!Quería contarles que la historia de Risa y Mael no termina aquí. Ya estoy trabajando en la continuación, que por ahora se llama La Reina del Norte. No tengo ningún adelanto para dejarles, pero les puedo contar un par de cosas.*¡Vamos a tener boda en el Valle!*Va a estar llena de vampiros, de ahí el título tentativo.*La primera parte va a estar contada desde Mael, y la segunda desde Risa. *Mucho de lo que leyeron en la última parte de este libro les va a servir para el próximo.*Va a ser mucho más oscura y cruda que Valle y Alfa. No sé si será del gusto de tod@s ustedes, aunque espero que sí.*Todavía no sé cuándo empezaré a subirla. Ya saben que me gusta actualizar aunque sea un capítulo por día, así que la voy a publicar tan pronto tenga suficientes capítulos escritos para estar segura de que puedo mantener el ritmo y no dejar a nadie colgando.*Tal vez no sea la última historia en este universo.Tanto Valle como A
**Esta historia es paralela a Valle de los Lobos, contada desde el otro protagonista, y termina después del final de Valle. Actualizaciones: como máx cada 2 días**Las oscuras nubes de tormenta ocultaban las estrellas, reflejando con un ominoso tinte sangriento las llamas que devoraban la aldea abandonada. Y en los campos vecinos, la escarcha tardía crujía bajo los cascos de los caballos de batalla y las patas de los gigantescos lobos. Gritos, relinchos y aullidos llenaban la noche en aquella lucha feroz, a muerte.Los jinetes, liderados por un guerrero de larga cabellera rubia, intentaban contener la embestida de los lobos con lanzas y espadas de plata, pero poco a poco cedían terreno. Los lobos esquivaban sus lances para atacar primero a sus cabalgaduras, desgarrando tendones, cuellos, vientres, para desmontar a los jinetes. Entonces se lanzaban sobre ellos, indiferentes a cortes o puntazos, los enormes colmillos listos para cerrarse sobre los cuellos de sus enemigos.Una decena de g
LIBRO 1: INVIERNO*Un simple vistazo a la expresión de mi hermano bastó para que riéramos burlones.—Alguien terminará el año sin haber cazado un solo león —se mofó Milo.—¿Recuérdame cuántos osos cazaste en los últimos meses? —replicó Mendel molesto.—Ya, ya. Tendré que encargarme yo mismo —tercié, apartándome de ellos.—¿Qué haces? —me preguntó Milo sorprendido—. Se suponía que regresemos a casa esta noche.—Ustedes, imprimados —repliqué—. Yo puedo pasar la noche donde quiera.—No hagas trampa —dijo Mendel a mis espaldas—. Un solo intento. Si regresas con la piel después de mañana, no cuenta.—Salúdenme a mis hermanas —repliqué alejándome al trote.El sol aún estaba alto. Si seguía el río, podría llegar a la cascada al anochecer. La hora perfecta para emboscar al león y terminar aquella breve temporada de descanso con un trofeo más que mis hermanos, aunque no fuera un oso. Bien, tal vez tuviera suerte y encontrara uno por el camino.Cacé un zorro desprevenido poco antes de alcanzar
Pasé la noche en el Nicho, al tope del barranco, donde quedaran ropas de nuestra última visita. Y temprano en la mañana, me encaminé a pie hacia la aldea. La sanadora me reconoció de inmediato, y se llevó un dedo a los labios atisbando hacia atrás por sobre su hombro.—Aguarda —susurró.Dejó la puerta abierta para retroceder hacia la cocina. Di un paso dentro de la casa y me asaltó una verdadera avalancha de olores, no todos agradables. Espié lo que hacía y descubrí la figura dormida en el suelo frente al hogar. La sanadora le destapó la cabeza para vendarle los ojos, dejando a la vista la larga cabellera blanca. Verla me causó un escalofrío de rechazo, y detecté su esencia apocada en medio de aquel caos de aromas.La anciana notó mi expresión al regresar hacia mí.—¿En qué puedo ayudarte, mi señor? —preguntó en voz baja, intentando disimular su súbita aprensión.—Tal vez podrías decirme por qué das refugio a un maldito vampiro —gruñí cruzándome de brazos.—¿Un…?Alcé las cejas, señal
Aquella plática con madre me dejó un resabio amargo que no logré quitarme en los días siguientes. Sabía que no servía de nada discutir y argumentar. Mi única alternativa era probarle con hechos concretos que no estaba obsesionado con la guerra, sino con la paz. Y de momento no podía hacerlo.Al fin me harté de estar encerrado en el castillo con mis cavilaciones. Dejé a Milo a cargo de todo y me marché con los hijos de mi hermana hacia el oeste.Los curas del monasterio eran nuestro principal vínculo con lo que llamábamos los clanes perdidos, manadas sin vínculos de sangre con nosotros, diseminados en las tierras más allá de las montañas, con quienes teníamos escaso contacto directo debido a la distancia que nos separaba de sus territorios.Cada año, las exploradoras intentaban contactar una de esas manadas, pero no siempre tenían éxito. En ocasiones, los parias y los humanos daban cuenta de ellos, o los obligaban a buscar un nuevo territorio, y las exploradoras pasaban semanas viajand
Le dije a Brenan que se adelantara, a ver si Artos podía enviar a una madre para ayudarnos. Mientras esperábamos, fuimos a echarnos al sol, apenas tibio ya, y traté de explicarles a los cachorros que esa gente era como nosotros, y como ellos. Intenté recordar cómo lo había aprendido yo, pero no servía. Todos nosotros nos habíamos criado viendo cambiar a nuestros padres, y aprendíamos a cambiar a voluntad antes de los cinco años. Para nosotros, tomar una forma u otra era una cuestión de comodidad, algo instintivo.Artos envió a su propia esposa, que llegó corriendo cuesta arriba por delante de Brenan, alborozada al ver a los huerfanitos. Como Luna, compartía la capacidad del Alfa de comunicarse con lobos de otras manadas, y recibió a los pequeños con palabras y gestos afectuosos que calmaron su recelo instintivo sin dificultad.A pesar de todo, no logramos convencer a los cachorros de que cruzaran el umbral de la gran morada en la que vivían Artos y su familia, junto a los padres de lo
Considerando que los hijos de Mora habían venido al sur conmigo, recayó en los hijos de Mendel encargarse de montar el campamento, cerca del Nicho, para nuestra estúpida visita anual al pueblo. Y allí se fueron, guiando los caballos porteadores y los de refresco, a sacudirse lo que les quedaba de la borrachera con la que recibieran el año. Los despedimos compartiendo nuestras dudas de que serían capaces de llegar sin caerse de la silla, y de que hallaríamos el campamento en el lugar correcto.Dos días después, me disponía a dejar el castillo al anochecer cuando madre me llamó. Les avisé a mis hermanos que tal vez demorara y recorrí a paso rápido la galería hacia los aposentos de madre.Lenora me esperaba con la puerta abierta. Era una de mis hermanas de la última camada y dama de compañía de madre, que me recibió de pie en medio de su salón. Me tendió una mano para ir a sentarnos juntos frente al fuego y advertí que Lenora se llevaba a las otras damas, hijas de mis primos, dejándonos