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Todo sucedió tan rápido que no tuve tiempo de pensar lo que hacía.

Garold y los suyos comenzaron a temblar y gruñir apenas los condujimos de vuelta al aire libre, sosteniéndolos para que no tropezaran con sus propios pies. Bastó que la luz de la luna los tocara para que comenzaran a cambiar. Pero no de la forma lenta y controlada en que lo hicieran más temprano, sino en un abrir y cerrar de ojos.

Se reunieron en un apretado montón como la primera vez, bamboleándose con esos ruidos guturales mezcla de rugido y gruñido, olfateando el aire. Retrocedimos hacia el bosque, listos para usar los palos si intentaban ganar la espesura.

Entonces vi que una puerta lateral se abría y Risa se deslizaba fuera con sigilo. Antes que pudiera siquiera hacerle señas de que se detuviera, Garold y los demás voltearon hacia el pabellón. Se abalanzaron hacia Risa con esos rugidos horribles

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