Se apretó contra mí con una interjección sofocada, su esencia otra vez el mismo torbellino de emociones encontradas.
—Si quieres quedarte, puedo regresar al castillo y enviar a Declan y su compañera a quedarse contigo hasta que regresen los demás.
Sentirla menear la cabeza contra mi pecho me hizo sonreír, y aflojé mi abrazo para permitirle retroceder. Se apartó un paso de mí, alzando la vista para mirarme a los ojos una vez más. Imaginé que era lo más difícil para ella: reunir en un mismo hombre el cuerpo, la voz, el olor, las palabras que tanto conociera, con mi cara y mi verdadera identidad.
Cruzó las manos sobre su pecho bajando los ojos con expresión atribulada. Me preparé para escuchar al fin lo que más temía, y que al mismo tiempo sabía inevitable.
—Yo… —musitó, y se interrumpió s
Por la tarde se me ocurrió que tal vez podríamos dar un paseo a caballo, y Risa aceptó de inmediato. Desde que llegara había estado dedicada día y noche al clan de Ragnar, de modo que no había visto del bosque más que lo que flanqueaba la huella que llevaba del camino al pabellón. Me encargué de ensillar a mi semental y a su yegua Briga mientras ella preparaba una merienda para el camino, por las dudas, y nos alejamos al paso hacia el sur, con Bardo volando bajo frente a nosotros.Cruzamos el bosque sin prisa, conversando sobre el futuro de los lobos de Ragnar, y la llevé a la cañada donde habían vivido los dos últimos años, hasta que los rescatáramos.Risa la recorrió a paso lento, transida de pena al ver las chozas precarias, desnudas, y la absoluta ausencia de hasta los elementos más básicos para la vida cotidiana.Entre tanto, fui al
Nos demoramos en el claro hasta que sentí que Risa temblaba de frío. Entonces, muy a mi pesar, me incorporé y le lamí la mejilla con suavidad antes de dar un par de pasos hacia el pabellón.—Sí, buena idea, mi señor —murmuró poniéndose de pie, y me siguió frotándose las manos.Ya dentro, la dejé agregando leña al hogar en el comedor mientras iba a vestirme. A último momento decidí jugarle un poco sucio a mi pequeña y me puse sólo los pantalones, echándome encima una bata de piel. Tal como iba a verla por las noches en el castillo.Su reacción me ilustró a la perfección el proceso que enfrentaba a cada paso.Primero me miró arriba abajo con expresión interrogante, como si hubiera algo que le resultaba familiar pero no lograra darse cuenta qué. Cerró los ojos un instante, y
Cuando quedé solo, me procuré un hacha y salí en busca de leña. Y mientras trabajaba en la mañana fría y húmeda de otoño, me pregunté cómo le diría a Risa lo que había ocurrido con Alanis. No importaba que hubiera sido una trampa, ni que para mí esa mujer, ni ninguna otra, no significaba nada. Risa necesitaba saberlo, y como humana, seguramente tendría otra perspectiva.Comenzaba a entrar en calor cuando escuché los pasos ligeros que se acercaban por la hierba. Giré secándome el sudor de la frente y me encontré con Risa, que llegaba envuelta en su chal de lana y una sonrisa iluminando su expresión.—¿Quieres desayunar, mi señor? —me preguntó llegando a mi lado.—Ya di cuenta de lo que quedó de la cena, gracias —respondí, y me obligué a sobreponerme a mi vacilaci&oacu
La escena en el claro me detuvo cuando salía del establo con mi semental de la brida.Las mujeres del clan de Ragnar descansaban en cuatro patas rodeando a Risa, que cepillaba el lomo de Engla, sus claras pelambres color arena brillantes al sol como la cabellera de nieve de mi pequeña. Bardo volaba en círculos sobre ella, seguramente buscando una presa. Sigrid y Brenan estaban echados juntos a pocos pasos, mordisqueándose y jugando como cachorros.—Cada vez quedamos menos —le dije a Declan burlón, para que su hermano me escuchara.Brenan alzó las orejas, volviéndose hacia nosotros, y ladró moviendo la cola para no responderme ante todos.Eso atrajo la atención de Risa, que al vernos acercarnos se incorporó y se las compuso para salir de en medio de las lobas sin tropezar con ninguna.Vino a mi encuentro sonriendo y Declan se adelantó para dejarnos solos. Después de nuestra conversación sobre lo que ocurriera con Alanis, habíamos pasado los dos días
Hola a tod@s!Muchísimas gracias por acompañarme hasta el final!Quería contarles que la historia de Risa y Mael no termina aquí. Ya estoy trabajando en la continuación, que por ahora se llama La Reina del Norte. No tengo ningún adelanto para dejarles, pero les puedo contar un par de cosas.*¡Vamos a tener boda en el Valle!*Va a estar llena de vampiros, de ahí el título tentativo.*La primera parte va a estar contada desde Mael, y la segunda desde Risa, pero no como en Valle y Alfa: las dos van a contar cosas diferentes. *Mucho de lo que leyeron en la última parte de este libro les va a servir para el próximo.*Va a ser mucho más oscura y cruda que Valle y Alfa. No sé si será del gusto de tod@s ustedes, aunque espero que sí.*Todavía no sé cuándo empezaré a subirla. Ya saben que me gusta actualizar aunque sea un capítulo por día, así que la voy a publicar tan pronto tenga suficientes capítulos escritos para estar segura de que puedo mantener el ritmo y no dejar a nadie colgando.*Ta
**Esta historia es paralela a Valle de los Lobos, contada desde el otro protagonista, y termina después del final de Valle. Actualizaciones: como máx cada 2 días**Las oscuras nubes de tormenta ocultaban las estrellas, reflejando con un ominoso tinte sangriento las llamas que devoraban la aldea abandonada. Y en los campos vecinos, la escarcha tardía crujía bajo los cascos de los caballos de batalla y las patas de los gigantescos lobos. Gritos, relinchos y aullidos llenaban la noche en aquella lucha feroz, a muerte.Los jinetes, liderados por un guerrero de larga cabellera rubia, intentaban contener la embestida de los lobos con lanzas y espadas de plata, pero poco a poco cedían terreno. Los lobos esquivaban sus lances para atacar primero a sus cabalgaduras, desgarrando tendones, cuellos, vientres, para desmontar a los jinetes. Entonces se lanzaban sobre ellos, indiferentes a cortes o puntazos, los enormes colmillos listos para cerrarse sobre los cuellos de sus enemigos.Una decena de g
LIBRO 1: INVIERNO*Un simple vistazo a la expresión de mi hermano bastó para que riéramos burlones.—Alguien terminará el año sin haber cazado un solo león —se mofó Milo.—¿Recuérdame cuántos osos cazaste en los últimos meses? —replicó Mendel molesto.—Ya, ya. Tendré que encargarme yo mismo —tercié, apartándome de ellos.—¿Qué haces? —me preguntó Milo sorprendido—. Se suponía que regresemos a casa esta noche.—Ustedes, imprimados —repliqué—. Yo puedo pasar la noche donde quiera.—No hagas trampa —dijo Mendel a mis espaldas—. Un solo intento. Si regresas con la piel después de mañana, no cuenta.—Salúdenme a mis hermanas —repliqué alejándome al trote.El sol aún estaba alto. Si seguía el río, podría llegar a la cascada al anochecer. La hora perfecta para emboscar al león y terminar aquella breve temporada de descanso con un trofeo más que mis hermanos, aunque no fuera un oso. Bien, tal vez tuviera suerte y encontrara uno por el camino.Cacé un zorro desprevenido poco antes de alcanzar
Pasé la noche en el Nicho, al tope del barranco, donde quedaran ropas de nuestra última visita. Y temprano en la mañana, me encaminé a pie hacia la aldea. La sanadora me reconoció de inmediato, y se llevó un dedo a los labios atisbando hacia atrás por sobre su hombro.—Aguarda —susurró.Dejó la puerta abierta para retroceder hacia la cocina. Di un paso dentro de la casa y me asaltó una verdadera avalancha de olores, no todos agradables. Espié lo que hacía y descubrí la figura dormida en el suelo frente al hogar. La sanadora le destapó la cabeza para vendarle los ojos, dejando a la vista la larga cabellera blanca. Verla me causó un escalofrío de rechazo, y detecté su esencia apocada en medio de aquel caos de aromas.La anciana notó mi expresión al regresar hacia mí.—¿En qué puedo ayudarte, mi señor? —preguntó en voz baja, intentando disimular su súbita aprensión.—Tal vez podrías decirme por qué das refugio a un maldito vampiro —gruñí cruzándome de brazos.—¿Un…?Alcé las cejas, señal