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Sus labios acariciaron los míos como un soplo, llamándome. Abrí los ojos sintiendo que el corazón latía con fuerza en mi pecho y allí estaba, hermosa, dulce, irresistible, tendiéndome una mano con una sonrisa adorable. Su cabellera de nieve caía sedosa sobre el escote del enagua que le había regalado cuando llegara al castillo, insinuando su pecho palpitante, y sus ojos purpúreos encontraron los míos sin rastros de miedo ni rechazo.

Sabía que era un sueño. No era la primera vez que hallaba a Risa tras una noche de plenilunio lejos de ella. Sin embargo, era el sueño más vívido que tuviera jamás.

Me instó a incorporarme cuando tomé su mano. Yo seguía en la galería de la morada de Alanis, hundido en el sillón junto a las puertas abiertas. Me puse de pie y la dejé guiarme hacia la laguna. Su mano se sentía t

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