No tengo idea qué se habló durante la comida, porque mi cabeza estaba en otra parte. En el pabellón del bosque, para ser preciso. A pesar de todo, me sorprendió que Bardo regresara tan pronto. La tormenta había amainado un poco y sólo lloviznaba, así que me excusé para salir al balcón a escuchar su mensaje solo.
—¡Mael! —exclamó, y escuchar mi nombre en su voz me hizo estremecer de pies a cabeza—. Ven cuando quieras.
No era usual que los cuervos repitieran más de dos palabras, pero ya me sorprendería en otro momento. En ése me quedé mirando a Bardo, procesando que, contra toda lógica, Risa me permitía visitarla. El cuervo se sacudió el agua de las alas y me picoteó el brazo, como diciendo que lo dejara irse o entrar a secarse.
—Risa —le dije, tocándole el pico.
—¡Risa! —r
El susurro de pasos ligeros sobre el piso de piedra me despertó al amanecer. Había vuelto a cambiar para pasar la noche en el comedor, frente al fuego que ya casi se había apagado. Alcé la cabeza y vi que Risa se detenía bruscamente a mitad de camino del hogar. Ya se había vestido para el día, los hombros envueltos en un grueso chal de lana.Encontró mis ojos y apretó los dientes, el ceño levemente fruncido, respirando hondo. Y por primera vez desde aquella noche en que me rechazara volví a percibir su esencia de amapola y orquídeas salvajes. A pesar de que su corazón latía casi con tanta fuerza como el mío, no había rastros de temor en su agitación, y ese detalle resultó un bálsamo para mi espíritu.Dándome cuenta que no se acercaba al hogar por mí, me apresuré a incorporarme y retroceder, haciéndole lu
Se había detenido a varios pasos y me volví a medias para enfrentarla. Asentí tratando de sonreír, porque la tenía a contraluz y el sol me daba de lleno en los ojos. Bardo estaba posado en su hombro, y volteaba la cabeza para mirarme con sus ojos dorados.—Sí, gracias por venir —dije tratando de sonar tan normal como podía con el corazón latiéndome en la garganta, y aunque no veía bien su cara, advertí su rápida inspiración al escuchar mi voz—. Quisiera saber qué planes tienes para esta noche.Mi pregunta pareció sorprenderla, y aun a contraluz vi su ceño fruncido. Sólo entonces reparé en las palabras que utilizara. Incliné la cabeza, tentado de reír por lo bajo.—Lo siento. Me refiero al clan de Ragnar y el plenilunio —aclaré.—Oh, por supuesto —murmuró, como si
Un silencio tenso reinaba en el claro bajo la fría luz de las estrellas. Todos sentíamos la creciente influencia de la luna llena que pronto asomaría más allá de las montañas. A mitad de camino entre el pabellón y los primeros árboles, los hombres del clan de Ragnar se habían alineado de cara al bosque, cada uno con uno de nosotros a su lado. Todos vestíamos sólo mantas aseguradas en torno a las caderas bajo los mantos, y nosotros habíamos agregado gruesas ramas colgando de nuestros cintos.Si lograban cambiar, nosotros cambiaríamos también para acompañarlos en su primera noche en cuatro patas. Si no cambiaban y el poder de la luna alienaba sus mentes, habíamos acordado que los golpearíamos para desmayarlos y que no le hicieran daño a nadie.Lo mismo ocurría detrás del pabellón con las mujeres.Atisbé sobre mi
Todo sucedió tan rápido que no tuve tiempo de pensar lo que hacía.Garold y los suyos comenzaron a temblar y gruñir apenas los condujimos de vuelta al aire libre, sosteniéndolos para que no tropezaran con sus propios pies. Bastó que la luz de la luna los tocara para que comenzaran a cambiar. Pero no de la forma lenta y controlada en que lo hicieran más temprano, sino en un abrir y cerrar de ojos.Se reunieron en un apretado montón como la primera vez, bamboleándose con esos ruidos guturales mezcla de rugido y gruñido, olfateando el aire. Retrocedimos hacia el bosque, listos para usar los palos si intentaban ganar la espesura.Entonces vi que una puerta lateral se abría y Risa se deslizaba fuera con sigilo. Antes que pudiera siquiera hacerle señas de que se detuviera, Garold y los demás voltearon hacia el pabellón. Se abalanzaron hacia Risa con esos rugidos horribles
Creo que lo que me despertó fue el profundo silencio que llenaba el pabellón. Yacía boca abajo con la cara vuelta hacia la ventana, las mantas aún por la cintura. El tenue olor del carbón del brasero flotaba en el aire, pero no era el único. Sin molestarme por cambiar de posición, los brazos bajo la almohada y los ojos apenas entreabiertos a la luz matinal, olí miel y lavanda, lo que Risa usara para curar el zarpazo en mi espalda la noche anterior. Y algo más.Volví a olfatear el aire con cuidado. Sí, ahí estaba, apocada como un rastro de un par de horas atrás, pero era la esencia de Risa.Respiré hondo y alcé la cabeza lo indispensable para volverla hacia el otro lado de la habitación, aguantando el tirón de los zarpazos que ya comenzaban a cicatrizar. Un gemido sofocado acompañó mi movimiento y descubrí a Risa sentada en el fr&ia
Se apretó contra mí con una interjección sofocada, su esencia otra vez el mismo torbellino de emociones encontradas.—Si quieres quedarte, puedo regresar al castillo y enviar a Declan y su compañera a quedarse contigo hasta que regresen los demás.Sentirla menear la cabeza contra mi pecho me hizo sonreír, y aflojé mi abrazo para permitirle retroceder. Se apartó un paso de mí, alzando la vista para mirarme a los ojos una vez más. Imaginé que era lo más difícil para ella: reunir en un mismo hombre el cuerpo, la voz, el olor, las palabras que tanto conociera, con mi cara y mi verdadera identidad.Cruzó las manos sobre su pecho bajando los ojos con expresión atribulada. Me preparé para escuchar al fin lo que más temía, y que al mismo tiempo sabía inevitable.—Yo… —musitó, y se interrumpió s
Por la tarde se me ocurrió que tal vez podríamos dar un paseo a caballo, y Risa aceptó de inmediato. Desde que llegara había estado dedicada día y noche al clan de Ragnar, de modo que no había visto del bosque más que lo que flanqueaba la huella que llevaba del camino al pabellón. Me encargué de ensillar a mi semental y a su yegua Briga mientras ella preparaba una merienda para el camino, por las dudas, y nos alejamos al paso hacia el sur, con Bardo volando bajo frente a nosotros.Cruzamos el bosque sin prisa, conversando sobre el futuro de los lobos de Ragnar, y la llevé a la cañada donde habían vivido los dos últimos años, hasta que los rescatáramos.Risa la recorrió a paso lento, transida de pena al ver las chozas precarias, desnudas, y la absoluta ausencia de hasta los elementos más básicos para la vida cotidiana.Entre tanto, fui al
Nos demoramos en el claro hasta que sentí que Risa temblaba de frío. Entonces, muy a mi pesar, me incorporé y le lamí la mejilla con suavidad antes de dar un par de pasos hacia el pabellón.—Sí, buena idea, mi señor —murmuró poniéndose de pie, y me siguió frotándose las manos.Ya dentro, la dejé agregando leña al hogar en el comedor mientras iba a vestirme. A último momento decidí jugarle un poco sucio a mi pequeña y me puse sólo los pantalones, echándome encima una bata de piel. Tal como iba a verla por las noches en el castillo.Su reacción me ilustró a la perfección el proceso que enfrentaba a cada paso.Primero me miró arriba abajo con expresión interrogante, como si hubiera algo que le resultaba familiar pero no lograra darse cuenta qué. Cerró los ojos un instante, y