Início / Romance / EL DESPERTAR DE LA DUQUESA / 9. CIELO Y ELIZABETH - CONVERSACIÓN
9. CIELO Y ELIZABETH - CONVERSACIÓN

Estoy atrapada dentro de mi cuerpo y lo siento y veo todo. Nunca había sido besada ni tocada de esta manera. Su aliento cálido se mezcla con mi respiración temblorosa, y su lengua, húmeda y audaz, no ha dejado ni un centímetro de mi ser sin explorar.

La vergüenza que siento es abrumadora, pero más lo es la extraña sensación de deseo y expectación que tiene ahora mi cuerpo.

Con mi esposo, el contacto es repulsivo, una condena disfrazada de deber conyugal. Todos estos meses creí que el placer era solo una farsa, una fantasía ajena a mí.

Mis dedos se enredan el cabello de este hombre para luego prenderme a su espalda firme como parte de una urgencia que no sabía que podía tener. Cielo, es quien tiene el control, pero las emociones y sensaciones son compartidas. Lujuria y éxtasis son palabras que antes de esta noche solo representaban un tabú social para mí, aquellas palabras que sabes que existen, pero que no deben ser nombradas o conocidas por una mujer de bien.

El cuerpo humano, sobre todo el cuerpo desnudo de un hombre me parecía no solo pecaminoso, sino desagradable a la vista, pero con el capitán, no es el caso. Es muy diferente un cuerpo joven y bien trabajado al cuerpo de un anciano y no quiero ni ahondar en la diferencia de tiempo y sensaciones que tienen los encuentros de uno con respecto al otro.

Mi cuerpo vibra ante cada toque y parece deshacerse en búsqueda de un mayor contacto.

¿Por qué Cielo mantiene los ojos tan abiertos? ¿Por qué centra su atención en partes tan específicas de la anatomía de este caballero que me llena de vergüenza? No entiendo a esta mujer, de verdad que no lo hago, pero la envidio. Mira con adoración aquella mirada gris y palpa sin limitarse el pecho y otras zonas las cuales yo no podría.

Ella se desvive por él. Realmente lo buscó toda su vida y por eso, ahora lo considera suyo.

Jadeos y suspiros escapan de nuestros cuerpos sin que alguno de los dos trate de ocultarlos. Envidio la determinación de esa mujer, esa fuerza que parece la impulsa, ¿será solo debido a la magia? Es una bruja, eso ya me quedó claro. Pero no creo que sea solo por eso.

La tanda de recuerdos que encuentro en su mente me enseña un poco sobre su mundo, su vida y todo es tan diferente al mío que la envidio. En ese mundo una mujer no solo es la sombra de un hombre, una mujer tiene poder, derechos y capacidad de actuar, tiene... libertad.

Libertad... qué sueño tan hermoso.

Por Dios, no. Otra vez lo están haciendo. Lo que hacen lo disfruto y sufro en partes iguales.

Cuando terminan de hacer el amor, vuelvo a sentirme extraña, entonces las dos sabemos lo que va a pasar aquí... voy a retomar el control de mi cuerpo.

—No te atrevas a tocarlo. Es mío —dice ella con firmeza—. Dile que ahora tú eres la duquesa, y que cuando llegue el momento, yo misma le explicaré todo.

No era necesario que lo dijera. Yo no podría mirarlo a los ojos... mucho menos entregarme a él. Aunque tomo el control, permanezco un largo rato con los ojos cerrados, fingiendo dormir. Poco después, siento cómo su respiración se hace más lenta, y es él quien cae en el sueño, abrazándome con suavidad.

Cielo, al fondo de mi conciencia, está tensa. Quiere quedarse, quiere vivir este momento, mientras yo me debato entre el deseo de escapar y el temor de despertarlo. Necesito cubrir mi desnudez, limpiar mi cuerpo... pero su abrazo me ancla. Finalmente, con paciencia y sigilo, logro deslizarme fuera de sus brazos.

Me visto con rapidez y me dirijo al riachuelo. Allí, el agua helada me despierta por completo. El murmullo constante del agua y el canto tímido de las aves del amanecer logran tranquilizarme. No escucho a Cielo, así que supongo que duerme, como el capitán. Es lógico, después del torbellino de emociones y energía de hace unas horas.

Mi cuerpo se siente extraño, especialmente esa parte íntima que ahora parece ajena, sensible. Pero en general, me embarga una sensación de paz extraña. Me siento en una raíz, dejo que mis pies toquen el agua y me quedo contemplando el fluir cristalino, mientras mis pensamientos se agolpan.

¿Tendré el valor para cambiar mis condiciones? La verdad es que no quiero vivir en la calle, pero después de lo que he visto y sentido tampoco me imagino volviendo a permitir intimidad con mi marido, no después de saber lo que es el placer. Se debo obediencia, eso hace parte del matrimonio, pero...me siento muy cobarde para afrontar esto, si tan solo pudiera dormir y nunca despertar eso sería perfecto para mí, no tendría alegrías pero tampoco sufrimiento.

No sé cuánto tiempo llevo allí, cavilando. Lo que sí sé es que Cielo vuelve a hablarme, con esa voz que siempre suena como si riera por dentro.

—Eres una chica muy triste. Supongo que por eso el universo me mandó contigo. Para enseñarte a divertirte... o quizás simplemente a vivir.

¿Cómo puede tomar esto con tanta ligereza?

—No te asusta estar aquí, ¿así? ¿Y si esta situación se vuelve permanente? —Estaba lista para vaciarle mis miedos cuando ella me interrumpe.

—Claro que no. Yo ya era una mujer vieja. Aunque no quería morir, estaba preparada. Esto, para mí, es una segunda oportunidad. Quizás fugaz, pero valiosa.

—¿Fugaz?

Siento que lo dice con una resignación serena.

—Sí. La extraña aquí soy yo. Compartir un cuerpo no es natural. Tarde o temprano, la naturaleza encontrará el modo de corregirse. Lo único que puedo hacer es vivir este regalo mientras dura. Ya lo conocí a él, y aunque no pueda tenerlo, no permitiré que lo tenga otra mientras yo esté aquí. Pero cuando me haya ido... quiero que tú lo cuides. No aceptaré a nadie más a su lado.

Sus palabras me helaron.

— ¿Qué clase de locuras estás diciendo? Soy una mujer casada. Y puede que, cuando todo esto termine... sea una mujer rechazada.

Cielo suelto una carcajada vibrante que resuena en mi mente como un eco de fuego.

—No mientras yo siga aquí, querida. Pienso aprovechar mi tiempo y dejarte en una mejor situación. Quizás... hasta viuda te vuelvas pronto.

¿Lo dijo en serio? ¿Insinúa que sería capaz de...? No amo a mi esposo, claro que no. Pero pensar en su muerte... ¿Y todo por dejarme al hombre que ella ama?

—No me importaría ceder mi cuerpo —le susurro, con una mezcla de emociones que no sé nombrar—. Tú sabrías aprovecharlo mejor que yo.

—No creo que eso sea posible —responde con dulzura—. Pero por ahora, necesito que te fortalezcas, que confíes en ti. Así que vamos a empezar con una lección básica de magia: sentir el poder que fluye dentro de ti.

Continue lendo este livro gratuitamente
Digitalize o código para baixar o App

Capítulos relacionados

Último capítulo

Explore e leia boas novelas gratuitamente
Acesso gratuito a um vasto número de boas novelas no aplicativo BueNovela. Baixe os livros que você gosta e leia em qualquer lugar e a qualquer hora.
Leia livros gratuitamente no aplicativo
Digitalize o código para ler no App