13. DESDOBLAMIENTO

El desdoblamiento es un arte sutil que todo ser humano puede lograr, basta con guiar la mente hacia un estado profundo de relajación. Me acomodo nuevamente en aquella cama y comienzo mi preparación. Poco a poco, me dejo caer en ese suave abismo de inconsciencia, pero justo antes de perderme por completo, fuerzo a mi mente a permanecer alerta, permitiendo que solo el cuerpo repose.

Siento que el peso se desvanece y flota. No quiero flotar. Podría perder el control, alejarme demasiado de mi cuerpo y terminar… quién sabe dónde. Con esfuerzo, intento mantenerme cerca del suelo, anclada.

Esperaba ver proyectada la imagen de una mujer de sesenta y cinco años, como dicta mi edad, pero frente a mí se encuentra la versión de veinte, con una bata blanca tan sencilla como pura.

Me invade una felicidad extraña al volver a verme así. No comprendo del todo el porqué. Varias teorías revolotean en mi cabeza, pero la más fuerte sostiene que, al haber estado cerca de cuerpos jóvenes, al haber visto y sentido a mi Musa —tan joven—, mi alma se siente joven, y por eso me proyecto así.

Tras atravesar la puerta, desciendo al primer piso. Nada parece fuera de lugar, así que avanzo hasta la estancia donde vi entrar a mi Musa junto a su amigo. El salón, como el resto de la casa, destila un aire vintage, pero decorado con un gusto indudablemente masculino: grandes muebles de cuero, un escritorio de madera imponente, cenicero, minibar, un par de mesitas y cortinas beige que marcan la escena principal.

El pobre hombre se ahoga en su propio dolor, remojando sus penas en alcohol. Ignora, quizás, que las penas nadan mejor que uno. Mi Musa lo acompaña, copa en mano, mientras escucha sus lamentos. Pobre hombre… pero así le tocó vivir.

Avanzo un par de pasos dentro de la habitación. De pronto, la mirada de mi Musa se clava en mí. Le sonrío con picardía y levanto la mano para saludarlo, atravesando sin esfuerzo una de las mesas del salón. Es lógico que él pudiera verme, nuestras almas están destinadas a unirse.

—¿Quién… qué…? —balbucea, confundido.

Llevo un dedo a los labios para que guarde silencio.

— ¿Qué pasa? ¿Qué miras? —pregunta su amigo, siguiendo su mirada.

—Tu amigo no puede verme ni oírme en este momento —le digo divertida—. Mucho gusto, soy Cielo. Tu Cielo —y le lanzo un beso al aire.

—Nada… creí que había entrado un bicho, pero debía ser mi imaginación —responde, tratando de disimular.

Me río por lo bajo. Aunque intente ignorarme, no puede evitar buscarme con la mirada.

—Necesito hablar contigo antes del viaje. Estaré durmiendo, pero apenas puedas, sube. Si no, me veré obligada a hacer algo mucho más llamativo para captar tu atención.

Su rostro permanece frío. No le gusta que una mujer le imponga reglas. No soporta que alguien le gane. Eso me fascina. Puede que mi Musa no tenga el rostro cálido del Capitán Ortega, pero hay algo en su expresión que adoro. Es todo un reto que hace todo más interesante: arrancarle una sonrisa, una mirada suave, una palabra gentil… y saber que esas expresiones son solo mías, que no las anda repartiendo a diestra y siniestra por el mundo.

De pronto, una sombra cruza velozmente el salón. No logro distinguir qué es, pero no percibo peligro. Curiosidad solamente. Lanzo un último guiño a mi Jaime antes de dejarlo en paz, por ahora.

Llego al comedor, pero no encuentro rastro de la sombra. Continúo explorando, hasta que entro a una sala amplia y luminosa. Allí la tal Enola borda en silencio vigilando desde lejos la entrada de la habitación en que está mi Musa.

—Es toda una arpía… y yo, un perfecto idiota. Todavía no entiendo cómo llegué a hacerla mi mujer.

El espíritu que me habla es el de un hombre imponente, atractivo, con esa aura inconfundible de los lobos. Lo reconozco de inmediato: sin duda, fue el padre del capitán Ortega.

—Vaya, qué mal gusto tuvo en la vida —comento con ironía, ganándome una mirada entre divertida y perpleja—. Aunque supongo que el verdadero mal gusto fue quedarse… terminó asesinado por ella, ¿no?

—¿También la mató ella?

No puedo evitar reírme por su ocurrencia.

—No le daría esa oportunidad. Todavía respiro —le contesto con una sonrisa ladeada —¿Cuánto lleva muerto?

La pregunta nace de mi curiosidad. Su forma se mantiene estable, aunque percibo leves vibraciones en los bordes de su figura. Señales de que pronto podría dejar de ser un espíritu y convertirse en un espanto.

—Diecisiete años —responde.

Una voluntad admirable. Pero está al límite. Cuando esa fuerza se agote, tendrá un muy mal final.

— Debes partir antes de que sea tarde —le advierto con suavidad—. No vale la pena arriesgar la eternidad solo por verla arder.

— ¿Y usted cree que me conformo con causarle unas simples jaquecas? —su voz se oscurece—. No. Quiero estar ahí, mirarla cuando el infierno se abra bajo sus pies… y se la trague.

Entiendo su deseo. Comprendo su sed de justicia o venganza, pero también sé que el precio podría ser demasiado alto. No es mi trabajo redimirlo, así que me alejo. Regreso a la habitación donde reposa mi cuerpo, y me deslizo de nuevo en él con cuidado.

No despierto de inmediato. Permanezco en ese limbo de reposo, hasta que su voz, cálida y cercana, rompe el silencio:

— ¿Qué parte de “sin magia ni cosas raras” no entendiste?

Abro los ojos lentamente, como si saliera de un sueño profundo, y me estiro sobre la cama con la languidez de una gata satisfecha.

— Deberías acostarte un rato conmigo —murmuro con voz perezosa—. Serías una almohada perfecta.

— ¿Qué es lo que quieres, bruja?

Su postura rígida intenta mostrar control y hosquedad, pero sus ojos… esos no me mienten. No apartan la mirada ni por un segundo. Mi cuerpo le gusta. Mucho más de lo que se atrevería a admitir.

—Verte todo lo que pueda —respondo, sentándome despacio en la cama, con la falda tan mal acomodada que apenas cubre mis muslos—. Y hacerte una promesa.

Él no dice nada, pero su atención se agudiza.

—Voy a resolver los problemas de la duquesa en un mes —digo con firmeza, mientras lo observo con intensidad—. Y después… vendré por ti.

Continue lendo este livro gratuitamente
Digitalize o código para baixar o App

Capítulos relacionados

Último capítulo

Explore e leia boas novelas gratuitamente
Acesso gratuito a um vasto número de boas novelas no aplicativo BueNovela. Baixe os livros que você gosta e leia em qualquer lugar e a qualquer hora.
Leia livros gratuitamente no aplicativo
Digitalize o código para ler no App