Inicio / Romance / EL DESPERTAR DE LA DUQUESA / 26. SEGUNDO DESDOBLAMIENTO
26. SEGUNDO DESDOBLAMIENTO

Avanzo y el mundo parece moverse de forma vertiginosa. No tengo idea de dónde está mi musa, pero mi esencia lo busca y encuentra. Aparezco en una habitación amplia en la cual está dispuesta sobre la cama, sus ropas de dormir. Mi mirada se desliza por el espacio con anhelo: debe estar cerca.

Una puerta abierta revela lo que intuyo es el baño. Me acerco en silencio y entonces lo veo, reflejado en el espejo. Me detengo, sin atreverme a avanzar. No quiero sobresaltarlo. Podría ser peligroso interrumpirlo en medio de… eso.

Tiene el rostro cubierto de espuma, y ​​en su mano una navaja antigua, afilada y elegante.

Se está afeitando, de esa forma arcaica que solo había visto en viejas películas o en caricaturas de otro tiempo. Observa su propio reflejo con una concentración casi ritual. Desliza la cuchilla con precisión sobre su piel, sin lastimar su piel, y luego limpia el filo con un paño antes de repetir el movimiento.

Debo admitirlo: es hipnótico.

Ese acto íntimo, tan masculino, tan cotidiano y, sin embargo, tan cargado de sensualidad, me hechiza.

Me fascina verlo así.

Lamento haberme perdido el momento del baño, aquel en que el agua recorría su cuerpo, pero agradezco que aún solo una toalla lo proteja del mundo. Verlo así es un deleite. Y duele no poder rodearlo con mis brazos, besarle la nuca, sentir el calor de su piel contra la mía.

Cuánto daría por poder estar aquí, con cuerpo y no solo alma. Por hacerlo mío. Por dejarle saber cuánto lo deseo.

Pero no puedo.

Aún no.

Tendré que conformarme con este pequeño tentempié visual, esta ilusión que no puedo tocar.

Enjuaga su rostro, se gira y se encuentra conmigo, de pie, a pocos pasos de la puerta. El asombro cruza fugazmente su rostro, antes de que recupere la compostura.

—Te dije que nada de brujería ni cosas extrañas —dice reponiéndose y pasando por mi lado.

—Esto no es propiamente brujería —me defiendo caminando junto a él— pero admito que no es algo muy “común”.

Me observa de pies a cabeza con curiosidad por un momento y eso me agrada.

—¿Esa es tu verdadera apariencia? —pregunta mientras toma una prenda y la usa para cubrirse, sin que la toalla ni siquiera se mueva. Qué lástima.

—Es la apariencia que tenía cuando era joven —confieso con una media sonrisa—. ¿Te agrada?

Se detiene, intrigado. Sus ojos se clavan en los míos.

—Eres hermosa, lo admito. Puede que incluso más que la duquesa. Pero no entiendo… ¿“cuando eras joven"?

Titubeo un segundo. Podría mentir. Podría no haber dicho nada. Pero no sé cuánto tiempo me queda aquí, y no quiero irme con nada guardado. Quiero que lo sepa todo. Quiero que me vea.

—Termina de vestirte. Así me distraeré menos… y podré contarte mi historia.

Sus labios se entreabren, tal vez para protestar, pero se contiene. obedece. Se viste en silencio, luego se recuesta con la espalda apoyada en el cabecero de la cama, expectante.

No puedo sentarme, pero tampoco me canso. Soy solo una proyección, así que no genero sombra y tampoco tengo problemas con permanecer de pie por largo rato.

—Mi nombre es Cielo Seraphina Holloway y esta es mi historia…

Le cuento todo. Cómo descubrí la magia, mi nada bonita historia familiar, mi época de rebeldía y desenfreno y termino con mi encuentro casi mortal con una bruja más joven y la apertura de mis ojos en esta nueva realidad. Todo el relato, su rostro permaneció inexpresivo y eso me descoloca.

No sé si le disgusta, le asusta, le causo repulsión debido a mi verdadera edad o simplemente le soy indiferente. Aunque hay un vínculo que nos une, él es un experto en no dejar filtrar sus emociones, mientras que, por el contrario, en ese sentido soy como un libro abierto.

Él puede sentir mi angustia, mi odio, mi alegría y hasta mi excitación. Reprimirme nunca ha sido lo mío.

—Interesante. Si no hubiera visto todo lo que he visto, te tomaría por loca —afirma masajeando su sien— ¿Y dices que pronto desaparecerás de aquí?

Su mirada gris se clava en mí y me parece tan fría que por primera vez me asusta. Trato de no demostrarlo, soy la mayor aquí, no debería dejarme amedrentar, pero no lo puedo evitar.

— ¿Cuáles son tus planes exactamente? —pregunta con filo—. ¿Cómo se supone que encajo yo en todo esto?

—¿Qué…? —balbuceo, desconcertada.

Teniendo en cuenta lo santurrona de esta época y lugar, esperé reproches por mi vida desordenada y promiscua, rechazo debido a la diferencia de edad o a mi naturaleza mágica, pero, en cambio, recibo una pregunta que me hace pensar que él de verdad se está planteando aceptarme.

—Das por hecho que vas a morir, que vas a desaparecer de este mundo —continúa con dureza—. ¿Por qué me buscaste entonces? ¿Solo querías acostarte conmigo unas cuantas veces antes de desvanecerte? Eso lo podrías tener con cualquiera.

Tiene razón. Es una verdad brutal.

Una que no había querido mirar de frente.

Una que me desgarra.

—¿Esperas que te tome de amante hasta que eso pase? ¿Y luego qué? —dice parándose frente a mí —¿hago de cuenta que nada pasó? Habremos afectado la vida de la duquesa, habrá quedado ella con la cabeza revuelta de imágenes y de paso… yo también. Porque aunque ese es su cuerpo… no eres tú.

Si las proyecciones pudieran llorar, lo haría.

—No puedo hacer nada —susurro, temblando—. Si pudiera quedarme, lo haría. Jaime… tú fuiste mi sueño. Durante más tiempo del que puedes imaginar.

Él levanta una mano como para tocarme, pero su piel traspasa la mía sin encontrar sustancia. Me duele más que un golpe.

— Entonces, ¿de qué te sirve ser una bruja poderosa? —pregunta con amargura.

Levanto el rostro, obligándome a sostener su mirada.

Ya no es una mirada fría la que veo. Es herida.

Y ahora entiendo: no es desdén… es dolor.

—Le diste vuelta a mi mundo, Cielo —dice en voz baja pero firme—. Y ahora pretende desaparecer.

—Si no planeas quedarte… o al menos luchar por hacerlo, entonces no vuelvas a aparecer frente a mí.

Sus palabras me atraviesan como una daga bien lanzada. Aguda. Certera.

—No puedo —respondo con un hilo de voz—. El cuerpo es de Elizabeth, y…

—No me des excusas cobardes —interrumpe, con los ojos encendidos—. Creí que eras distinta. No tengo ningún interés especial en la duquesa. Disfruté de su cuerpo, sí. Pero nada más. Una vez que no estés tú, no hay forma en que yo me quede a su lado fingiendo. Ella pertenece a otro.

Hace una pausa. Su voz se vuelve grave. Íntima.

—Pero si tú estás aquí… puedo encontrar la manera de cuidar de ambas.

Lo dice con tal fuerza en la mirada que mi alma vibró. No me disgusta la idea de compartirlo solo si es con ella.

Aunque dudo mucho que la duquesa esté de acuerdo.

Y yo…

¿Podrías realmente encontrar la forma de quedarme?

Poco probable. Pero por primera vez, lo deseo con una fuerza que me da miedo.

El hilo dorado se tensa, tirando de mí. El llamado es ineludible.

Solo alcanzo a susurrar:

—Sabrás de mí…

Y me desintegro, absorbida de nuevo por el cuerpo de Elizabeth.

GPG

Hola grupo. Me gustaría saber que opinan de esta historia hasta el momento.

| 1
Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP