Indiscutiblemente, este lugar es muy diferente del que vengo. Observo la ropa y costumbres de la duquesa y de mi Musa y definitivamente no son las mismas de mi mundo, pero lo que lo confirma es la falta de celulares.
Cuando veía a mi musa en sueños, creí que era un actor en alguna obra o película clásica, pero por más que lo busqué no lo encontré... y así poco a poco el tiempo fue pasando y dejando rastros en mi cuerpo. Mis primeras canas, líneas de expresión más profundas que poco a poco se fueron convirtiendo en arrugas.
Otros aspectos no fueron evidentes a simple vista, pero sí pesaron en mi alma. Empecé a detestar los cambios, entre ellos algunos nuevos géneros musicales y estilos de vestir. Así fue como me di cuenta de que los mejores años de mi vida ya habían pasado.
Ahora lo miro con la melancolía de quien observa desde la distancia aquello que más ha anhelado. A través de los ojos de esta joven, lo veo más cerca que nunca y, sin embargo, sigue siendo inalcanzable.
Él se muestra tan joven, tan lleno de vida, que mi verdadero yo se encoge de vergüenza. Morí, eso es indiscutible. Pero... ¿Por qué estoy aquí? ¿Qué capricho del destino lo pone frente a mí en este momento?
La expresión en el rostro de mi musa se endureció. Compren perfectamente las palabras de la duquesa, y en ese instante una nueva idea se asienta en mi mente. ¿Y si solo estoy aquí para ayudarla a ella? Sí, eso tendría más sentido. Ella sí podría ser una compañera digna para él.
Me sumerjo en su mente y encuentro los recuerdos correctos para entenderla. No es difícil; están justo en la superficie, atormentándola. Por primera vez, siento una compasión genuina por ella.
Recuerdo sus palabras: «Si pudiera cambiar de lugar contigo, lo haría». Y, de pronto, esa frase cobra un significado más profundo.
Está en silencio, pero ya sé su respuesta. En los últimos meses, ha perdido toda ilusión. No espera nada del futuro, salvo una vida de infelicidad.
—No sé cómo cambiar de lugar —le digo con determinación—, pero te prometo algo: no volverás a pelear sola. Te enseñaré a ser fuerte, a usar mi poder. Solo debes confiar en mí.
Si este es el propósito de mi extraña existencia aquí, entonces la ayudaré. De cualquier manera, no es como si pudiera abandonarla. Mientras esté atrapada en su cuerpo, todo lo que ella sufra, yo lo sufriré también.
«¿Quién eres? ¿Por qué estás en mi cuerpo?» Me pregunta, su voz resonando en mi mente.
Sonrío al ver que la joven tiene potencial. Ha entendido cómo comunicarse conmigo sin parecer una lunática ante los demás. Mantiene la vista fija en el suelo, pero antes de que pueda responderle, Jaime habla.
—Entiendo que esta no es una situación fácil, duquesa, pero sé que saldrá adelante. Usted es una mujer joven y bella, pero no es solo eso —su voz capta nuestra atención por completo—. Lo que acaba de hacer no es algo que cualquiera haría. Eso ya la ha marcado de por vida.
Sonrío internamente. Tiene razón. Elizabeth ya no es la muchacha asustadiza que todos conocían. El sufrimiento y la muerte dejan cicatrices en el alma... pero también la endurecen, la transforman.
—Una mujer que decide dejar de ser víctima encontrará siempre la manera de sobresalir. Estoy seguro de ello.
El corazón de la duquesa se acelera. Esta vez, sí estás viendo a Jaime. No puede contener el flujo de sus pensamientos, y son tan ingenuos que, sorprendentemente, no siento celos. En su mente, se imagina lo afortunada que habría sido de haber sido desposada por un hombre honorable como él.
Me divierte que use palabras como desposada y honorable; en el mundo del que vengo, no se usan, son considerados términos anticuados.
«También tiene buenos brazos y un trasero muy firme... ¿Te imaginas una noche de pasión con este hombre?» Bromeo, imaginando la escena.
No puedo evitar reír cuando ella, horrorizada, aparta la mirada de Jaime y su rostro se calienta.
«¡Yo jamás pensaría en algo así!» Protesta con los ojos apretados.
La diversión que me provoca su reacción me hace olvidar, por un momento, el enigma de nuestra extraña conexión. Pero, en el fondo, sé que este es solo el principio de un destino que ahora compartimos.
—¿Duquesa? ¿Se encuentra bien? —Jaime se acerca con el ceño fruncido, su voz cargada de preocupación.
Ella retrocede instintivamente un paso, pero en ese preciso instante algo sucede.
Siento que me desvanezco.
Cuando recobro la conciencia, estoy nuevamente en control del cuerpo de Elizabeth... y entre los brazos de Jaime.
—¡Duquesa! ¡Duquesa! ¿Me escucha?
¿Que si estoy bien? Estoy en el cielo.
«Elizabeth», la llamo en mi mente, atrayendo su atención. «No tendrás que imaginarlo... Vas a vivirlo. Y, por supuesto, lo disfrutaremos. Tu juventud y belleza, combinadas con mi experiencia, harán que esta noche sea inolvidable.»
Ella protesta en algún rincón de nuestra conciencia compartida, pero la ignoro.
Mi cabeza descansa sobre el firme pecho de Jaime, y su aroma me envuelve. Es embriagador, masculino, con un dejo de cuero y madera. Apoye la mano sobre él, sintiendo la calidez de su piel a través de la tela. Su tez es fuerte pero armoniosa; sin duda, un cuerpo moldeado por el entrenamiento militar.
—Necesito un baño y cambiarme de ropa —anuncio, recordando la fuente de agua cercana—. ¿Podría vigilar el área mientras lo hago?
Él frunce el ceño.
—Pero acaba de desmayarse. Podría ser peligroso.
—Le aseguro que estoy perfectamente bien.
Levanto el rostro, buscando su mirada.
—¿Podría soltarme? —le pido con un deje de desafío—. Soy más que capaz de valerme por mí misma.
Jaime duda por un instante, pero finalmente afloja el abrazo y me libera. Luego, sin decir nada más, se gira y rebusca en su tula.
—Puede ponerse esto —dice, alcanzándome un par de prendas—. Son las más pequeñas que llevo conmigo.
Tomo la ropa con una sonrisa fugaz.
—Gracias.
—Después del baño le prepararé algo de comer. Debe estar hambrienta.
La verdad es que sí lo estoy. Pero, en este momento, tengo otras urgencias más apremiantes.
—Claro —respondo, con una mirada traviesa—. Después del baño.
Cuando pasó frente a mí, no vi más que la promesa de una jugosa recompensa y la oportunidad de cobrar una deuda de gratitud por parte del gran duque. Sin duda, lo haría. Pero algo sucedió, algo que lo cambió todo.No fue su osadía al arrebatarle la vida a ese hombre ni el deplorable estado de sus ropas, que, a pesar de su miseria, ofrecían a mis ojos un espectáculo tan inesperado como inapropiado. No, nada de eso. Lo verdaderamente impactante llegó después, cuando el fuego crepitaba y la noche prometía sosiego, en ese instante en que los ánimos deberían haberse enfriado... y, sin embargo, ardieron más que nunca.No soy un santo, pero tengo claros los pilares que rigen mi vida: familia, lealtad y justicia. Todo lo que hago gira en torno a ellos y, aunque mis métodos puedan considerarse cuestionables, creo firmemente que el camino es irrelevante si me conduce al resultado correcto.Por eso, apenas tuve oportunidad, le ofrecí a la duquesa una de mis camisas. No era justo, ni honorable, p
Pese a los ruegos y lloriqueos de mi obligada compañera, estoy dándome un baño y pensando en la forma en que propiciaré un encuentro más... íntimo con mi musa.Sé que es inadecuado no siendo este mi cuerpo y teniendo un polizonte en mi cabeza, pero en mi defensa hace mucho no me sentía tan bien. Ser joven otra vez es algo casi embriagador. Cada parte de este cuerpo es suave y está justo dónde debe estar, mis rodillas no duelen y la sensación de deseo volvió.Quizás sea una de las consecuencias de que mi cuerpo real envejeciera, pero después de cierta edad dejé de sentir deseo carnal aun cuando en mis mejores años el sexo fuera una gran motivación. Para una bruja los poderes se potencializan con las emociones y yo por mucho prefería esta forma de hacerlo. No se equivoquen, siempre deseé encontrar a mi musa, pero mientras la buscaba no tenía por qué ser abstemia.Tuve muchos amantes, hombres y mujeres por igual. Lo único que importaba era esa chispa, esa química que, aunque efímera, me
El aire vibra con una energía extraña, casi irreal. La temperatura ha descendido de golpe, y aunque el cielo sigue despejado, la lluvia cae con una intensidad inquietante. Cada fibra de mi ser me alerta de que algo fuera de lo común está ocurriendo, pero, sorprendentemente, no siento miedo.—¿Por qué se queda ahí afuera? Entre —su voz, suave pero firme, me invita mientras hace espacio a su lado en la carpa.—No se preocupe por mí, estaré bien. Esto es apenas una brizna. Estoy acostumbrado a la intemperie. Además... —respondo, aunque una parte de mí anhela aceptar su invitación— sería inapropiado compartir un espacio tan reducido.Sus labios se curvan en una sonrisa ladina, una expresión que la hace peligrosamente encantadora, aún más con mi ropa cubriendo su cuerpo.—Como diga... —murmura, con esa cadencia que convierte sus palabras en un desafío— pero parece que lloverá con más fuerza.Como si el cielo respondiera a su insinuación, la tormenta arrecia de golpe.Ella extiende una mano
Estoy atrapada dentro de mi cuerpo y lo siento y veo todo. Nunca había sido besada ni tocada de esta manera. Su aliento cálido se mezcla con mi respiración temblorosa, y su lengua, húmeda y audaz, no ha dejado ni un centímetro de mi ser sin explorar.La vergüenza que siento es abrumadora, pero más lo es la extraña sensación de deseo y expectación que tiene ahora mi cuerpo.Con mi esposo, el contacto es repulsivo, una condena disfrazada de deber conyugal. Todos estos meses creí que el placer era solo una farsa, una fantasía ajena a mí.Mis dedos se enredan el cabello de este hombre para luego prenderme a su espalda firme como parte de una urgencia que no sabía que podía tener. Cielo, es quien tiene el control, pero las emociones y sensaciones son compartidas. Lujuria y éxtasis son palabras que antes de esta noche solo representaban un tabú social para mí, aquellas palabras que sabes que existen, pero que no deben ser nombradas o conocidas por una mujer de bien.El cuerpo humano, sobre
No la sentí levantarse.Cuando abrí los ojos me encontré solo en aquella pequeña carpa y fui golpeado por la ola de recuerdos de la noche anterior.El exceso de luz hace que proteja mis ojos con el antebrazo para por fin detenerme a pensar en lo que acabo de hacer. Aunque no está a mi lado no me preocupo, supongo que está en las mismas que yo allí afuera, pensando.No voy a engañarme diciéndome que solo estuvo bien y que sexo me lo puede dar cualquier mujer. Esta situación fue diferente, no fui el villano que sedujo a una damisela, no le robé su virtud y definitivamente no fue un servicio ocasional de esos que se pagan. No, algo me atrae a ella y aunque no lo pude evitar ni quise hacerlo, podría llevarme a la muerte si alguien se entera.Todo es culpa de aquella mirada: Tentadora, fuerte y divertida... mágica.Me negué a ceder ante ella. Cada fibra de mi ser buscaba demostrarle que soy un hombre capaz de domar ese fuego, de no acobardarme ante una mujer... aunque, al final, terminamos
No pude seguir apuntando a la joven que temblaba frente a mí.—Ella lo daría todo por usted —suplicó la duquesa, casi en un susurro—. Por favor… cuando pueda regresar… escúchela.Una parte de mí se escandaliza ante lo que está ocurriendo. Pero otra… otra vibra con una emoción difícil de ignorar ante aquellas palabras.¿Lo daría todo por mí?—Explícate —dije, en tono frío, señalando un tronco cercano—. Cuéntamelo todo, desde el principio.Su relato fue atropellado, rayano en lo fantástico. Nunca había escuchado algo parecido.—Supongamos que te creo, y que compartes el cuerpo con esa bruja —corté, sin ocultar mi escepticismo—. Pero, ¿esperas que crea que ella y yo estamos destinados?—Ella asegura que usted es su Musa. Y yo misma vi el hilo rojo que los une por el dedo meñique —añadió, jugando nerviosamente con sus manos—. Vibraba como si tuviera vida propia.¿De qué demonios están hablando?—Es el hilo rojo del destino —explicó—. Une a los amantes. Ella sabe que, por mi condición, no
Tras doce largas horas de camino, finalmente llegamos al pueblo de La Herradura, un rincón apartado entre colinas suaves y caminos polvorientos. Allí reside mi estimado amigo Iván Felipe Ortega, razón principal de este viaje apresurado. Algo insólito —casi inverosímil— ha sucedido con respecto a su esposa, y como consecuencia, ha lanzado un desafío a duelo contra su medio hermano.En estos tiempos, los duelos están prohibidos por ley. Sin embargo, tratándose de mi vieja camarada, y de un asunto tan apasionante como ese, no podía negarme a venir. Iván Felipe, al igual que yo, ostenta el rango de capitán, aunque con más años de servicio. Podría decirse que es casi un superior, y por ello sé que no me negará un favor: escoltar discretamente, en mi nombre, a la duquesa hasta los terrenos del condado.—Nada de magia ni de excentricidades mientras estés bajo este techo —le advierto en voz baja.—No se preocupe —responde ella, con una sonrisa leve—. No tengo intención de acabar en una hoguer
El desdoblamiento es un arte sutil que todo ser humano puede lograr, basta con guiar la mente hacia un estado profundo de relajación. Me acomodo nuevamente en aquella cama y comienzo mi preparación. Poco a poco, me dejo caer en ese suave abismo de inconsciencia, pero justo antes de perderme por completo, fuerzo a mi mente a permanecer alerta, permitiendo que solo el cuerpo repose.Siento que el peso se desvanece y flota. No quiero flotar. Podría perder el control, alejarme demasiado de mi cuerpo y terminar… quién sabe dónde. Con esfuerzo, intento mantenerme cerca del suelo, anclada.Esperaba ver proyectada la imagen de una mujer de sesenta y cinco años, como dicta mi edad, pero frente a mí se encuentra la versión de veinte, con una bata blanca tan sencilla como pura.Me invade una felicidad extraña al volver a verme así. No comprendo del todo el porqué. Varias teorías revolotean en mi cabeza, pero la más fuerte sostiene que, al haber estado cerca de cuerpos jóvenes, al haber visto y s