28. VESTIRSE DE RABIA

Cielo ha estado inusualmente callada desde que regresó. No estoy segura si la embarga la tristeza o la decepción, pero sin duda, algo profundo ocurrió en su encuentro con el capitán Jaime. No quiero invadir sus recuerdos ni presionarla. Prefiero esperar… esperar a que ella decida hablar.

Debe pensar un rato, así que no pienso molestarla por hoy. Seré valiente y afrontaré mi día, además, hoy llega mi amiga Odeth, así que realmente no estaré sola. Una sonrisa se instala en mi rostro al pensar que la veré nuevamente.

Al incorporarme, noto algo extraño: los botones superiores de mi pijama están desabrochados. La imagen de aquel hombre contemplando mi busto mientras duermo se impone en mi mente como un fantasma incómodo, y una sensación áspera y desagradable me recorre el cuerpo. Qué horror… Ojalá el duque no lo haya notado.

Me dirijo a mi habitación–armario con la intención de vestirme. Por costumbre, estiro la mano hacia un vestido de tonos claros, pero una duda se cuela de pronto en mis pensamientos: ¿Realmente me gusta... o solo estoy acostumbrada a usarlo?

Lo observo con más atención y, al hacerlo, me doy cuenta de que ese modelo, aunque bonito, parece diseñado para una jovencita. No para mí. No quiero parecer vulgar, desde luego, pero sí quiero lucir como lo que soy: una mujer.

Uno a uno, empiezo a sacar los vestidos. Todos aquellos que me hacen ver como una muñeca llena de encajes y arandelas acaban sobre la silla. No me representan. No más.

—Todos estos son para regalar —digo convencida.

Al fondo, Cielo "abre los ojos" perezosamente y vuelve a cerrarlos de inmediato. No tiene sueño, pero no le interesa mi actividad.

Por fin hay espacio para los nuevos vestidos que pienso comprar. Elijo un hermoso vestido azul sencillo, pero que se ciñe hermosamente a mi cintura además de tener un escote discreto. Lo combino con un hermoso sombrero tejido café para evadir el sol, un hermoso abanico y otra gargantilla similar a la de ayer pero en azul oscuro.

Descubrí que me gusta como se ve mi cuello con ello.

Al llegar al comedor, me sorprendo al encontrar a todas las empleadas tan diligentes. El desayuno fue abundante, así que me dispuse a disfrutar de todo, a fin de cuentas es la primera vez que me atienden así.

—¿Fue de su agrado, duquesa? —pregunta la mujer llamada Camila.

—Totalmente —respondo tras dar los últimos sorbos a mi té.

Escucho un par de risitas contenidas, pero las ignoro y me levanto de ahí y voy directo a la puerta. En cualquier momento llegará el carruaje con Odeth y obviamente sus cosas para volver a instalarse en la mansión.

No tuve que esperar mucho, fueron solo dos minutos y el carruaje con los caballos azabache hicieron su arribo levantando una gran nube de polvo delatando el calor sofocante de hoy. Pero no importa, lo único importante es que ella ya está aquí.

Mi amiga se ve más delgada. Su rostro delataba noches enteras sin dormir, marcadas por la angustia. Mi mente se pone en alerta al imaginar lo que puede haber pasado en su vida. Entonces un recuerdo espantoso llega a mi memoria y hace que la misma Cielo se muestre interesada en el momento. "¿Qué hacemos con la otra?" Había preguntado uno de mis captores refiriéndose a Odeth, "Lo que quieran siempre y cuando no la maten. Necesito que le diga al Duque lo que pasó".

Siento que el estómago se me revuelve, pero trato de suprimir las náuseas. Estoy segura de que alguno de esos desgraciados me tocó estando inconsciente, pero afortunadamente no tengo forma de recordarlo, pero en el caso de Odeth fue diferente. El mensaje de lo que me pasaría fue enviado fuerte y claro a través de su cuerpo.

—Ustedes —digo a uno de los mozos del carruaje sin despegar la vista de Odeth —lleven las cosas de la señorita a su habitación, nosotras partiremos de inmediato en otro coche, tenemos mucho que hacer.

Odeth me mira con curiosidad, posiblemente intrigada por mi ropa, pero sobre todo porque la gente está siguiendo mis instrucciones.

—Te lo explicaré en el camino —le digo en voz baja llegando hasta ella.

Subo al carruaje y ella sube detrás de mí como es lo indicado, la puerta se cierra y una vez que el carruaje se pone en movimiento no resisto más y la abrazo. Las lágrimas inundan mi rostro, así como también el de ella.

—Me alegra que esté bien, su excelencia.

—Cuando estemos a solas, por favor llámame Elizabeth —le digo separándonos por fin— para mí eres mucho más que una empleada, eres una amiga.

Las lágrimas de Odeth ahora no son lo único que veo en su rostro. Una suave sonrisa ahora las acompañan y le dan otra connotación a su bello rostro. Odeth tiene mi edad y un hermoso cabello rubio que mantiene siempre en una trenza, pero ha tenido que vivir una vida mucho más dura. Trabaja desde muy joven y ha tenido que apañárselas para sacar a su hermanito adelante cuando la fiebre amarilla se llevó a sus padres. El niño vive con sus abuelos, pero es Odeth quien sostiene todo ese pequeño mundo con su trabajo incansable.

—¿A dónde vamos con tanto afán? —pregunta curiosa al ver que ingresamos al área comercial del poblado.

—A gastarnos la fortuna del duque —digo sin dudar.

Sus ojos se abren con asombro ante la fuerza con que digo mis palabras.

—Sé que hay cosas importantes que debemos hablar, hay mucho que contar, pero por favor espera hasta la noche y lo haremos con un par de botellas de vino que tomaremos de la cava del duque.

Sus manos cubrieron sus labios con una rapidez increíble mientras que ahora sus ojos delatan que lo que digo para ella representa una gran picardía. La verdad es que es la primera vez que me sentaré a tomar con una amiga y también lo considero una travesura, pero quiero hacerlo. Prefiero confesarme con Odeth que volverlo a hacer con un cura.

Todo parecía ir de maravilla.  Encontramos vestidos y accesorios hermosos e incluso obligué a Odeth a elegir unos cuantos con la excusa de que ahora tendremos fiestas y reuniones y ella como mi dama de compañía debe estar siempre a la altura. Aún no sabe del motivo de las reuniones, pero espero que el vino ayude a explicarle todo de mejor forma.  Un sudor frío me recorre, así que supongo que temo un poco la reacción que pueda tener mi amiga.

Un codazo disimulado por parte de Odeth me hace prestar atención.

—Lo he descubierto ya varias veces mirándola —afirma señalando con los ojos a uno de nuestros escoltas— ¿es nuevo?

Miro con disimulo hacia dónde me indica y efectivamente no recordaba haber visto a ese hombre antes.  Tiene muy buen porte como para no haberlo notado antes.

—Sí.  Debe ser nuevo. —respondo tratando de contener una sonrisa.  

Y entonces… vomito.

—Su excelencia —dice preocupada Odeth en medio de la tienda.

—Me duele el estómago y sigo con náuseas —digo doblada del dolor.

Entonces Cielo ruge en mi interior.

—No sé cómo no se me ocurrió. Esas malditas te enfermaron.

—¿Qué? ¿Quiénes? —le pregunto sin entender a quienes se refieren.

—Apuesto que hasta Lady Catalina debe estar involucrada en esto —sigue gritando en mi mente sin prestarme atención.

—Pediré que suban las cosas al carruaje y alisten todo para volver a la mansión —afirma Odeth tomando el primer paquete, pero entonces Cielo toma el control de mi cuerpo y la frena agarrándola del brazo.

—No vamos a hacer eso.  Vamos a tomar una bebida caliente y a planear cómo vamos a devolverles el favor —dice en voz alta a Odeth, para luego seguir hablando solo conmigo — Me alegra sentir que no tienes miedo, sino rabia. Y esa, también puede ser una forma de fuerza.  Vamos a aprovecharla.

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