Cielo ha estado inusualmente callada desde que regresó. No estoy segura si la embarga la tristeza o la decepción, pero sin duda, algo profundo ocurrió en su encuentro con el capitán Jaime. No quiero invadir sus recuerdos ni presionarla. Prefiero esperar… esperar a que ella decida hablar.
Debe pensar un rato, así que no pienso molestarla por hoy. Seré valiente y afrontaré mi día, además, hoy llega mi amiga Odeth, así que realmente no estaré sola. Una sonrisa se instala en mi rostro al pensar que la veré nuevamente.
Al incorporarme, noto algo extraño: los botones superiores de mi pijama están desabrochados. La imagen de aquel hombre contemplando mi busto mientras duermo se impone en mi mente como un fantasma incómodo, y una sensación áspera y desagradable me recorre el cuerpo. Qué horror… Ojalá el duque no lo haya notado.
Me dirijo a mi habitación–armario con la intención de vestirme. Por costumbre, estiro la mano hacia un vestido de tonos claros, pero una duda se cuela de pronto en mis pensamientos: ¿Realmente me gusta... o solo estoy acostumbrada a usarlo?
Lo observo con más atención y, al hacerlo, me doy cuenta de que ese modelo, aunque bonito, parece diseñado para una jovencita. No para mí. No quiero parecer vulgar, desde luego, pero sí quiero lucir como lo que soy: una mujer.
Uno a uno, empiezo a sacar los vestidos. Todos aquellos que me hacen ver como una muñeca llena de encajes y arandelas acaban sobre la silla. No me representan. No más.
—Todos estos son para regalar —digo convencida.
Al fondo, Cielo "abre los ojos" perezosamente y vuelve a cerrarlos de inmediato. No tiene sueño, pero no le interesa mi actividad.
Por fin hay espacio para los nuevos vestidos que pienso comprar. Elijo un hermoso vestido azul sencillo, pero que se ciñe hermosamente a mi cintura además de tener un escote discreto. Lo combino con un hermoso sombrero tejido café para evadir el sol, un hermoso abanico y otra gargantilla similar a la de ayer pero en azul oscuro.
Descubrí que me gusta como se ve mi cuello con ello.
Al llegar al comedor, me sorprendo al encontrar a todas las empleadas tan diligentes. El desayuno fue abundante, así que me dispuse a disfrutar de todo, a fin de cuentas es la primera vez que me atienden así.
—¿Fue de su agrado, duquesa? —pregunta la mujer llamada Camila.
—Totalmente —respondo tras dar los últimos sorbos a mi té.
Escucho un par de risitas contenidas, pero las ignoro y me levanto de ahí y voy directo a la puerta. En cualquier momento llegará el carruaje con Odeth y obviamente sus cosas para volver a instalarse en la mansión.
No tuve que esperar mucho, fueron solo dos minutos y el carruaje con los caballos azabache hicieron su arribo levantando una gran nube de polvo delatando el calor sofocante de hoy. Pero no importa, lo único importante es que ella ya está aquí.
Mi amiga se ve más delgada. Su rostro delataba noches enteras sin dormir, marcadas por la angustia. Mi mente se pone en alerta al imaginar lo que puede haber pasado en su vida. Entonces un recuerdo espantoso llega a mi memoria y hace que la misma Cielo se muestre interesada en el momento. "¿Qué hacemos con la otra?" Había preguntado uno de mis captores refiriéndose a Odeth, "Lo que quieran siempre y cuando no la maten. Necesito que le diga al Duque lo que pasó".
Siento que el estómago se me revuelve, pero trato de suprimir las náuseas. Estoy segura de que alguno de esos desgraciados me tocó estando inconsciente, pero afortunadamente no tengo forma de recordarlo, pero en el caso de Odeth fue diferente. El mensaje de lo que me pasaría fue enviado fuerte y claro a través de su cuerpo.
—Ustedes —digo a uno de los mozos del carruaje sin despegar la vista de Odeth —lleven las cosas de la señorita a su habitación, nosotras partiremos de inmediato en otro coche, tenemos mucho que hacer.
Odeth me mira con curiosidad, posiblemente intrigada por mi ropa, pero sobre todo porque la gente está siguiendo mis instrucciones.
—Te lo explicaré en el camino —le digo en voz baja llegando hasta ella.
Subo al carruaje y ella sube detrás de mí como es lo indicado, la puerta se cierra y una vez que el carruaje se pone en movimiento no resisto más y la abrazo. Las lágrimas inundan mi rostro, así como también el de ella.
—Me alegra que esté bien, su excelencia.
—Cuando estemos a solas, por favor llámame Elizabeth —le digo separándonos por fin— para mí eres mucho más que una empleada, eres una amiga.
Las lágrimas de Odeth ahora no son lo único que veo en su rostro. Una suave sonrisa ahora las acompañan y le dan otra connotación a su bello rostro. Odeth tiene mi edad y un hermoso cabello rubio que mantiene siempre en una trenza, pero ha tenido que vivir una vida mucho más dura. Trabaja desde muy joven y ha tenido que apañárselas para sacar a su hermanito adelante cuando la fiebre amarilla se llevó a sus padres. El niño vive con sus abuelos, pero es Odeth quien sostiene todo ese pequeño mundo con su trabajo incansable.
—¿A dónde vamos con tanto afán? —pregunta curiosa al ver que ingresamos al área comercial del poblado.
—A gastarnos la fortuna del duque —digo sin dudar.
Sus ojos se abren con asombro ante la fuerza con que digo mis palabras.
—Sé que hay cosas importantes que debemos hablar, hay mucho que contar, pero por favor espera hasta la noche y lo haremos con un par de botellas de vino que tomaremos de la cava del duque.
Sus manos cubrieron sus labios con una rapidez increíble mientras que ahora sus ojos delatan que lo que digo para ella representa una gran picardía. La verdad es que es la primera vez que me sentaré a tomar con una amiga y también lo considero una travesura, pero quiero hacerlo. Prefiero confesarme con Odeth que volverlo a hacer con un cura.
Todo parecía ir de maravilla. Encontramos vestidos y accesorios hermosos e incluso obligué a Odeth a elegir unos cuantos con la excusa de que ahora tendremos fiestas y reuniones y ella como mi dama de compañía debe estar siempre a la altura. Aún no sabe del motivo de las reuniones, pero espero que el vino ayude a explicarle todo de mejor forma. Un sudor frío me recorre, así que supongo que temo un poco la reacción que pueda tener mi amiga.
Un codazo disimulado por parte de Odeth me hace prestar atención.
—Lo he descubierto ya varias veces mirándola —afirma señalando con los ojos a uno de nuestros escoltas— ¿es nuevo?
Miro con disimulo hacia dónde me indica y efectivamente no recordaba haber visto a ese hombre antes. Tiene muy buen porte como para no haberlo notado antes.
—Sí. Debe ser nuevo. —respondo tratando de contener una sonrisa.
Y entonces… vomito.
—Su excelencia —dice preocupada Odeth en medio de la tienda.
—Me duele el estómago y sigo con náuseas —digo doblada del dolor.
Entonces Cielo ruge en mi interior.
—No sé cómo no se me ocurrió. Esas malditas te enfermaron.
—¿Qué? ¿Quiénes? —le pregunto sin entender a quienes se refieren.
—Apuesto que hasta Lady Catalina debe estar involucrada en esto —sigue gritando en mi mente sin prestarme atención.
—Pediré que suban las cosas al carruaje y alisten todo para volver a la mansión —afirma Odeth tomando el primer paquete, pero entonces Cielo toma el control de mi cuerpo y la frena agarrándola del brazo.
—No vamos a hacer eso. Vamos a tomar una bebida caliente y a planear cómo vamos a devolverles el favor —dice en voz alta a Odeth, para luego seguir hablando solo conmigo — Me alegra sentir que no tienes miedo, sino rabia. Y esa, también puede ser una forma de fuerza. Vamos a aprovecharla.
Siempre me consideré una joven afortunada. Nací en el seno de una familia de alta alcurnia y, como tal, jamás me faltó nada. He vivido rodeada de comodidades, atenciones y elogios que me han acompañado desde la infancia. Para dicha mía, la gente suele hablar con aprecio de mi temperamento apacible, y no son pocos quienes alaban mi belleza.Sé que puede sonar presuntuoso que lo diga yo misma, pero soy consciente de mi apariencia. Mis ojos, de un azul más profundo que los de mi padre, no pasan desapercibidos, y mi cabello, largo y castaño como las tardes de otoño, cae con suavidad sobre una piel clara que, según dicen, recuerda a la porcelana. Más de una mirada se ha posado en mí durante los paseos por los jardines o los salones, bajo la orgullosa mirada de mis padres.Siempre supe que mi matrimonio sería una tarea sencilla para ellos. Un buen esposo no sería difícil de encontrar. Y, sin embargo, en lo más recóndito de mi alma, aún albergaba la esperanza —tal vez ingenua, pero sincera— d
Han pasado cuatro meses desde aquel nefasto día y aún me siento como una extraña en esta mansión.Nada me falta. Poseo un armario casi tan grande como mi antigua habitación en casa de mis padres, rebosante de vestidos y accesorios tan finos que, de verlos, mi madre se pondría verde de envidia.Odeth es el nombre de mi dama de compañía. Es una joven amable, de trato dulce, cuya presencia ha sido mi único consuelo. Con el tiempo, he aprendido a confiar en ella hasta el punto de hacerla mi confidente.—Recuerde que usted es la señora de esta casa. La gran duquesa Elizabeth —me dice en un intento de animarme tras otro de los desplantes de Lord Marcus, el menor de los dos hijos del duque—. Su esposo la estima, señora. Usted es intocable.Puede ser verdad, pero, ¿cómo no sentirme intimidada si ese hombre es mucho mayor que yo? Él y su hermano están ofendidos por la gran diferencia de edad que tengo con el Duque. "Arribista" me dice. Afirma que yo seduje a su padre para apoderarme de su vasta
El desagradable sujeto avanza con lentitud hasta quedar al pie de la cama. Sus dedos se deslizan bajo la tela de sus pantalones en un intento patético de avivar una virilidad que, conmigo, jamás podrá usar.—Qué infortunio el tuyo, ser la esposa de un anciano. Pero no temas, esta noche conocerás a un hombre de verdad.Se desviste con torpeza, relamiéndose los labios con lascivia, sin apartar de mí su mirada hambrienta.Lo miro con aburrimiento. Lo que veo no es algo que valga la pena desde ningún punto de vista, así que solo debo levantar mi mano y concentrar un poco de mi energía en la punta de mis dedos para que el sujeto se desplome.—¿Tanto alarde por eso? —musito con una sonrisa burlona, posando la vista sobre su desnudez insignificante. Una risa clara y despreocupada escapada de mis labios.—Ya verás... Y yo que pensaba ser amable contigo —gruñe antes de lanzarse hacia mí.Su pecho está a punto de tocar mis dedos cuando lo siento: algo anda mal. Mi energía está allí, pero no
Aquella mirada gris brilla con frialdad a la par que presiona un puñal contra el cuello del hombre. No titubea y ante una nueva señal de peligro, le rompe con agilidad el cuello sin hacer ruido.Estoy atrapada al interior de Elizabeth y eso me desespera. Este es el hombre que anhelé con fuerza en mi juventud, pero por más que lo busqué no pude encontrarlo y ahora sé el porqué... Mi Musa, aquel ser que debía ser mi complemento aún no nacía y tampoco pertenecía a mi realidad.Un segundo hombre se percata de su presencia y se enfrascan en una pelea cuerpo a cuerpo en el cual su cuchillo sale disparado cayendo a escasos metros de mí. El corazón de Elizabeth se siente desbocado, pero no estoy segura si es por el miedo o si está sintiendo lo mismo que yo por ese hombre.—Pronto vendrá el otro, toma el cuchillo —le digo.Tiembla más que antes, y su reacción me desconcierta. Antes no estaba así de asustada. Entonces lo comprendo: su atención no está fija en mi Musa, sino en el hombre que fue
Indiscutiblemente, este lugar es muy diferente del que vengo. Observo la ropa y costumbres de la duquesa y de mi Musa y definitivamente no son las mismas de mi mundo, pero lo que lo confirma es la falta de celulares.Cuando veía a mi musa en sueños, creí que era un actor en alguna obra o película clásica, pero por más que lo busqué no lo encontré... y así poco a poco el tiempo fue pasando y dejando rastros en mi cuerpo. Mis primeras canas, líneas de expresión más profundas que poco a poco se fueron convirtiendo en arrugas.Otros aspectos no fueron evidentes a simple vista, pero sí pesaron en mi alma. Empecé a detestar los cambios, entre ellos algunos nuevos géneros musicales y estilos de vestir. Así fue como me di cuenta de que los mejores años de mi vida ya habían pasado.Ahora lo miro con la melancolía de quien observa desde la distancia aquello que más ha anhelado. A través de los ojos de esta joven, lo veo más cerca que nunca y, sin embargo, sigue siendo inalcanzable.Él se muestr
Cuando pasó frente a mí, no vi más que la promesa de una jugosa recompensa y la oportunidad de cobrar una deuda de gratitud por parte del gran duque. Sin duda, lo haría. Pero algo sucedió, algo que lo cambió todo.No fue su osadía al arrebatarle la vida a ese hombre ni el deplorable estado de sus ropas, que, a pesar de su miseria, ofrecían a mis ojos un espectáculo tan inesperado como inapropiado. No, nada de eso. Lo verdaderamente impactante llegó después, cuando el fuego crepitaba y la noche prometía sosiego, en ese instante en que los ánimos deberían haberse enfriado... y, sin embargo, ardieron más que nunca.No soy un santo, pero tengo claros los pilares que rigen mi vida: familia, lealtad y justicia. Todo lo que hago gira en torno a ellos y, aunque mis métodos puedan considerarse cuestionables, creo firmemente que el camino es irrelevante si me conduce al resultado correcto.Por eso, apenas tuve oportunidad, le ofrecí a la duquesa una de mis camisas. No era justo, ni honorable, p
Pese a los ruegos y lloriqueos de mi obligada compañera, estoy dándome un baño y pensando en la forma en que propiciaré un encuentro más... íntimo con mi musa.Sé que es inadecuado no siendo este mi cuerpo y teniendo un polizonte en mi cabeza, pero en mi defensa hace mucho no me sentía tan bien. Ser joven otra vez es algo casi embriagador. Cada parte de este cuerpo es suave y está justo dónde debe estar, mis rodillas no duelen y la sensación de deseo volvió.Quizás sea una de las consecuencias de que mi cuerpo real envejeciera, pero después de cierta edad dejé de sentir deseo carnal aun cuando en mis mejores años el sexo fuera una gran motivación. Para una bruja los poderes se potencializan con las emociones y yo por mucho prefería esta forma de hacerlo. No se equivoquen, siempre deseé encontrar a mi musa, pero mientras la buscaba no tenía por qué ser abstemia.Tuve muchos amantes, hombres y mujeres por igual. Lo único que importaba era esa chispa, esa química que, aunque efímera, me
El aire vibra con una energía extraña, casi irreal. La temperatura ha descendido de golpe, y aunque el cielo sigue despejado, la lluvia cae con una intensidad inquietante. Cada fibra de mi ser me alerta de que algo fuera de lo común está ocurriendo, pero, sorprendentemente, no siento miedo.—¿Por qué se queda ahí afuera? Entre —su voz, suave pero firme, me invita mientras hace espacio a su lado en la carpa.—No se preocupe por mí, estaré bien. Esto es apenas una brizna. Estoy acostumbrado a la intemperie. Además... —respondo, aunque una parte de mí anhela aceptar su invitación— sería inapropiado compartir un espacio tan reducido.Sus labios se curvan en una sonrisa ladina, una expresión que la hace peligrosamente encantadora, aún más con mi ropa cubriendo su cuerpo.—Como diga... —murmura, con esa cadencia que convierte sus palabras en un desafío— pero parece que lloverá con más fuerza.Como si el cielo respondiera a su insinuación, la tormenta arrecia de golpe.Ella extiende una mano