Hace días no estaba sola en mi cabeza. El silencio que antes me parecía normal, ahora se siente monótono. He dormido mucho en el interior, así que, pese al cansancio de este cuerpo, no quiero seguirlo haciendo aquí. Por eso me pongo una bata y salgo de la habitación para buscar aire fresco en el jardín.
Es de noche, así que ya no hay nadie rondando por la casa. El cielo está despejado y las estrellas tapizan aquel lienzo gigante, haciéndome sentir pequeña, casi insignificante. Me acomodo en una banca y pienso en lo vivido en estos últimos días.
Caos. Esa palabra describe mi vida en este momento, pero, a la vez, nunca me había sentido más viva, más motivada, más libre. Antes de casarme y del revés económico de mi padre, creí tener una gran vida, pero ahora sé que fue solo una ilusión. Anteriormente mi mundo era dorado, sí, pero estaba hecho de barrotes y no lo sabía. Ahora el mundo es oscuro y abierto… y me asusta, pero también me emociona
Nunca tuve oportunidad de elegir algo por mí misma, diferente a un vestido o un adorno bonito que lo complementara. Mis clases y mi cuidado en belleza y salud siempre fueron dirigidos a encontrarme un buen partido. Así que eso me hace pensar: ¿si no hubiera llegado esa crisis, habría sido diferente la vida para mí? Lo digo porque, ahora que recuerdo, aunque mis padres reñían por dinero, la verdad es que nuestro ritmo de vida nunca cambió. Siempre se siguió gastando igual, por lo que deduzco ahora que, a ojos de todos, debíamos seguir siendo una familia prestante. Así que mis hermanos varones también habrían podido formalizar una unión.
Mi familia… aún no escucho nada de ellos, ni un gracias por tu sacrificio, menos palabras de disculpa. En los casi cinco meses que llevo de casada, solo los he visto tres veces, y no vienen realmente a verme a mí; Vienen por el duque.
Aunque me di cuenta en la segunda visita, había decidido mirar para otro lado. Dolía menos si hacía eso. En esa segunda visita, el duque debió partir de improviso poco después de la llegada de mis padres, y ellos partieron casi de inmediato también.
¿Casualidad? Ahora no lo creo.
Nunca preguntaron si era feliz o si me trataban bien; solo miraron el lujo en la decoración y lo costoso de mis vestidos. A mis hermanos aún no los veo, pero sí he escuchado que asisten ahora a las grandes galas de la alta sociedad, galas a las cuales me he negado a asistir para no aumentar las habladurías.
Yo estoy aquí atrapada, y ellos disfrutan de los beneficios.
Se supone que son mi familia, tenemos la misma sangre, y aun así siento que Odeth, una mujer que hasta hace poco era una completa desconocida para mí, se preocupa más por mí. Fue ella la única que prestó atención al dolor y vergüenza en mi mirada tras la noche de bodas. Fue ella quien, sin tener que decirle nada y sin conocerme, me dio el cálido abrazo que necesitaba y me dijo con una mirada que inspiraba confianza: "Ser mujer a veces apesta, pero somos más fuertes de lo que parecemos. Usted puede. Recuerde que ahora es la duquesa Elizabeth de Quiroga".
Los recuerdos que tiene Cielo de una amistad, aunque son extraños para mí debido a que es una amistad profunda con un hombre, me hacen anhelar un tipo de relación así. Quiero poder contarle abiertamente a alguien mis penas, sentir que, aunque no me puedan solucionar la vida, está ahí para escucharme y ayudarme a descargar el peso de mi alma. Y entonces, vuelvo a pensar en Odeth. Nunca la he llamado amiga, quizás por vergüenza, porque nunca había tenido una, pero ahora me siento lista para llamarla así.
Dejo escurrir con libertad las lágrimas por mi rostro. Nadie me mira, no hay de quién esconderme.
Estoy considerando seguir parcialmente el consejo de Cielo y cortar mis lazos con ellos. No quiero venganza realmente; Al fin de cuentas, son mi familia. Pero, a menos que sean ellos quienes vengan y quieran hablar expresamente conmigo, no los buscaré y le pediré al duque que elimine los beneficios que les ha brindado. Ellos deben buscar sus propias soluciones.
Por lo menos, ya no soy una carga para ellos. Eso debe hacerles la vida más fácil.
Siento que, poco a poco, tengo menos miedo a la vida, y eso debo agradecérselo a Cielo. Ella es extrema, apasionada, llena de ideas retadoras, y aunque posiblemente no llegue a ser tan desinhibida como ella, no puedo negar que la admiro y envidio su fuerza en partes iguales. Y no hablo solo de la magia.
Siento que me obliga a conocerme a mí misma, a pensar en temas que antes no me atrevía y a tener mi propio juicio.
Río con algo de amargura al darme cuenta de que, desde pequeña, soñé con un matrimonio, un hogar, y ni siquiera había pensado en las cualidades reales que deseaba para la persona que me acompañara el resto de la vida. Pensaba en un rostro, una fortuna y quizás una edad, nada más.
El capitán Jaime es el sueño de la vida de Cielo. Él es su Musa, la persona a la que está unida a través del hilo rojo del destino. Pero, aun antes de encontrarla, ella ya tenía en mente sus cualidades: carácter fuerte, competitivo, asertivo, territorial. Nunca le importó el físico, ni siquiera el sexo de esa persona.
Termino acostada en la banca, sin despegar la vista del cielo, y una conclusión emerge en mi cabeza: estoy viviendo una segunda oportunidad en la vida, y debo aprovecharla, porque no sé cuánto dure.
—¿Sabías que si pides un deseo a una estrella fugaz se puede hacer realidad?
La voz de Cielo resuena nuevamente en mi cabeza y eso me hace sonreír.
—No lo sabía —confieso.
Una suave brisa me obliga a retirar el cabello de mis ojos.
— Si pasara en este momento una estrella de esas, ¿qué le pedirías?— pregunto curiosa y ella responde sin dudar.
—Poder estar con quien amo.
Siempre me consideré una joven afortunada. Nací en el seno de una familia de alta alcurnia y, como tal, jamás me faltó nada. He vivido rodeada de comodidades, atenciones y elogios que me han acompañado desde la infancia. Para dicha mía, la gente suele hablar con aprecio de mi temperamento apacible, y no son pocos quienes alaban mi belleza.Sé que puede sonar presuntuoso que lo diga yo misma, pero soy consciente de mi apariencia. Mis ojos, de un azul más profundo que los de mi padre, no pasan desapercibidos, y mi cabello, largo y castaño como las tardes de otoño, cae con suavidad sobre una piel clara que, según dicen, recuerda a la porcelana. Más de una mirada se ha posado en mí durante los paseos por los jardines o los salones, bajo la orgullosa mirada de mis padres.Siempre supe que mi matrimonio sería una tarea sencilla para ellos. Un buen esposo no sería difícil de encontrar. Y, sin embargo, en lo más recóndito de mi alma, aún albergaba la esperanza —tal vez ingenua, pero sincera— d
Han pasado cuatro meses desde aquel nefasto día y aún me siento como una extraña en esta mansión.Nada me falta. Poseo un armario casi tan grande como mi antigua habitación en casa de mis padres, rebosante de vestidos y accesorios tan finos que, de verlos, mi madre se pondría verde de envidia.Odeth es el nombre de mi dama de compañía. Es una joven amable, de trato dulce, cuya presencia ha sido mi único consuelo. Con el tiempo, he aprendido a confiar en ella hasta el punto de hacerla mi confidente.—Recuerde que usted es la señora de esta casa. La gran duquesa Elizabeth —me dice en un intento de animarme tras otro de los desplantes de Lord Marcus, el menor de los dos hijos del duque—. Su esposo la estima, señora. Usted es intocable.Puede ser verdad, pero, ¿cómo no sentirme intimidada si ese hombre es mucho mayor que yo? Él y su hermano están ofendidos por la gran diferencia de edad que tengo con el Duque. "Arribista" me dice. Afirma que yo seduje a su padre para apoderarme de su vasta
El desagradable sujeto avanza con lentitud hasta quedar al pie de la cama. Sus dedos se deslizan bajo la tela de sus pantalones en un intento patético de avivar una virilidad que, conmigo, jamás podrá usar.—Qué infortunio el tuyo, ser la esposa de un anciano. Pero no temas, esta noche conocerás a un hombre de verdad.Se desviste con torpeza, relamiéndose los labios con lascivia, sin apartar de mí su mirada hambrienta.Lo miro con aburrimiento. Lo que veo no es algo que valga la pena desde ningún punto de vista, así que solo debo levantar mi mano y concentrar un poco de mi energía en la punta de mis dedos para que el sujeto se desplome.—¿Tanto alarde por eso? —musito con una sonrisa burlona, posando la vista sobre su desnudez insignificante. Una risa clara y despreocupada escapada de mis labios.—Ya verás... Y yo que pensaba ser amable contigo —gruñe antes de lanzarse hacia mí.Su pecho está a punto de tocar mis dedos cuando lo siento: algo anda mal. Mi energía está allí, pero no
Aquella mirada gris brilla con frialdad a la par que presiona un puñal contra el cuello del hombre. No titubea y ante una nueva señal de peligro, le rompe con agilidad el cuello sin hacer ruido.Estoy atrapada al interior de Elizabeth y eso me desespera. Este es el hombre que anhelé con fuerza en mi juventud, pero por más que lo busqué no pude encontrarlo y ahora sé el porqué... Mi Musa, aquel ser que debía ser mi complemento aún no nacía y tampoco pertenecía a mi realidad.Un segundo hombre se percata de su presencia y se enfrascan en una pelea cuerpo a cuerpo en el cual su cuchillo sale disparado cayendo a escasos metros de mí. El corazón de Elizabeth se siente desbocado, pero no estoy segura si es por el miedo o si está sintiendo lo mismo que yo por ese hombre.—Pronto vendrá el otro, toma el cuchillo —le digo.Tiembla más que antes, y su reacción me desconcierta. Antes no estaba así de asustada. Entonces lo comprendo: su atención no está fija en mi Musa, sino en el hombre que fue
Indiscutiblemente, este lugar es muy diferente del que vengo. Observo la ropa y costumbres de la duquesa y de mi Musa y definitivamente no son las mismas de mi mundo, pero lo que lo confirma es la falta de celulares.Cuando veía a mi musa en sueños, creí que era un actor en alguna obra o película clásica, pero por más que lo busqué no lo encontré... y así poco a poco el tiempo fue pasando y dejando rastros en mi cuerpo. Mis primeras canas, líneas de expresión más profundas que poco a poco se fueron convirtiendo en arrugas.Otros aspectos no fueron evidentes a simple vista, pero sí pesaron en mi alma. Empecé a detestar los cambios, entre ellos algunos nuevos géneros musicales y estilos de vestir. Así fue como me di cuenta de que los mejores años de mi vida ya habían pasado.Ahora lo miro con la melancolía de quien observa desde la distancia aquello que más ha anhelado. A través de los ojos de esta joven, lo veo más cerca que nunca y, sin embargo, sigue siendo inalcanzable.Él se muestr
Cuando pasó frente a mí, no vi más que la promesa de una jugosa recompensa y la oportunidad de cobrar una deuda de gratitud por parte del gran duque. Sin duda, lo haría. Pero algo sucedió, algo que lo cambió todo.No fue su osadía al arrebatarle la vida a ese hombre ni el deplorable estado de sus ropas, que, a pesar de su miseria, ofrecían a mis ojos un espectáculo tan inesperado como inapropiado. No, nada de eso. Lo verdaderamente impactante llegó después, cuando el fuego crepitaba y la noche prometía sosiego, en ese instante en que los ánimos deberían haberse enfriado... y, sin embargo, ardieron más que nunca.No soy un santo, pero tengo claros los pilares que rigen mi vida: familia, lealtad y justicia. Todo lo que hago gira en torno a ellos y, aunque mis métodos puedan considerarse cuestionables, creo firmemente que el camino es irrelevante si me conduce al resultado correcto.Por eso, apenas tuve oportunidad, le ofrecí a la duquesa una de mis camisas. No era justo, ni honorable, p
Pese a los ruegos y lloriqueos de mi obligada compañera, estoy dándome un baño y pensando en la forma en que propiciaré un encuentro más... íntimo con mi musa.Sé que es inadecuado no siendo este mi cuerpo y teniendo un polizonte en mi cabeza, pero en mi defensa hace mucho no me sentía tan bien. Ser joven otra vez es algo casi embriagador. Cada parte de este cuerpo es suave y está justo dónde debe estar, mis rodillas no duelen y la sensación de deseo volvió.Quizás sea una de las consecuencias de que mi cuerpo real envejeciera, pero después de cierta edad dejé de sentir deseo carnal aun cuando en mis mejores años el sexo fuera una gran motivación. Para una bruja los poderes se potencializan con las emociones y yo por mucho prefería esta forma de hacerlo. No se equivoquen, siempre deseé encontrar a mi musa, pero mientras la buscaba no tenía por qué ser abstemia.Tuve muchos amantes, hombres y mujeres por igual. Lo único que importaba era esa chispa, esa química que, aunque efímera, me
El aire vibra con una energía extraña, casi irreal. La temperatura ha descendido de golpe, y aunque el cielo sigue despejado, la lluvia cae con una intensidad inquietante. Cada fibra de mi ser me alerta de que algo fuera de lo común está ocurriendo, pero, sorprendentemente, no siento miedo.—¿Por qué se queda ahí afuera? Entre —su voz, suave pero firme, me invita mientras hace espacio a su lado en la carpa.—No se preocupe por mí, estaré bien. Esto es apenas una brizna. Estoy acostumbrado a la intemperie. Además... —respondo, aunque una parte de mí anhela aceptar su invitación— sería inapropiado compartir un espacio tan reducido.Sus labios se curvan en una sonrisa ladina, una expresión que la hace peligrosamente encantadora, aún más con mi ropa cubriendo su cuerpo.—Como diga... —murmura, con esa cadencia que convierte sus palabras en un desafío— pero parece que lloverá con más fuerza.Como si el cielo respondiera a su insinuación, la tormenta arrecia de golpe.Ella extiende una mano