15. LLEGANDO AL DUCADO

Después de eso no tuve la oportunidad de volver a verlo hasta que llegó el momento de la despedida. La duquesa fue quien se hizo cargo de la salida y despedida cordial. Por el momento yo solo pongo cuidado a las costumbres para no desentonar ahora que habrá más gente a nuestro alrededor.

Es extraño que una escolta me espere, pero Elizabeth dice que eso es normal para ella. “Fuera de la residencia del gran Duque, rara vez estaremos solas”, dice.

Mi musa la acompaña al carruaje, pero antes de ayudarla a subir toma su mano y la besa conservándola por un momento entre la suya, diciendo en voz baja.

—Dile que la estaré vigilando a lo lejos. Que no quiero saber de cosas extrañas y que en definitiva… no tiene permiso para estar con otro.

La duquesa lo mira con asombro, pero asiente con una sonrisa verdadera.

—Lo ha escuchado, Capitán.

Sube al carruaje. Antes de partir mira por la ventanilla hacia el segundo piso de la casa, desde donde se distingue la silueta de una mujer que nos observa. Sin duda ella debe ser la famosa Marta, la esposa del Capitán Ortega a quien de manera indirecta le debo que mi Musa hiciera ese viaje gracias al cual lo pude encontrar.

No logro distinguirla bien semi oculta entre la cortina, pero supongo que debe ser una mujer muy hermosa debido a la cantidad de problemas que ha causado.

El carruaje comienza a moverse, y mi mirada se aferra a la figura de Jaime hasta que la distancia la vuelve irreal. Quiero ser optimista, pensar que aún me quedan meses en este mundo… y que eso será suficiente para volver a verlo. Cuando llegue ese momento, lo viviré como debe vivirse lo inevitable: sin remordimientos, con cada sentido despierto.

Fuera del pueblo, los caminos son de tierra reseca y piedra irregular, marcados por el paso constante de carretas y el peso del clima. Dormir durante el viaje no parece una opción atractiva, así que decido dividir esas largas horas entre lecciones de magia con Elizabeth y prepararme a su lado, para no llamar peligrosamente la atención en lo que ella llama el ducado.

✿ ------------- ✿ ---------------- ✿

—Estamos entrando al ducado —le aviso a Cielo, sintiendo cómo el nerviosismo me recorre como una corriente eléctrica.

Corro la persiana del carruaje y los terrenos del Gran Duque se despliegan ante mí como una pintura antigua: vastos, majestuosos, irreales.

—Parece el paisaje de un maldito cuento de hadas… solo faltan los animalitos parlantes —comenta Cielo, sarcástica.

Esa tontería me arranca una sonrisa triste. Hasta antes de casarme, yo creía vivir en un cuento de hadas. Pero después del “los declaro marido y mujer”, el relato encantado se volvió uno oscuro.

—¿El ducado es esa mansión al fondo? —pregunta Cielo, con algo que suena a asombro genuino.

—La mansión… el pueblo… y parte de esa montaña —respondo, con la voz apagada.

En teoría soy en parte dueña de todo cuando alcanzan mis ojos en este momento, pero la realidad es que no tengo poder alguno. Soy una pieza decorativa, una especie de mueble que se usa o un cuadro que se exhibe.

La mansión está cercada por muros bajos que dan paso a rejas de hierro, y en el intermedio florece un jardín perfectamente cuidado, casi cruel en su belleza. El sonido de los cascos cambia al entrar al camino empedrado; un mensajero ya había anunciado mi regreso, así que al llegar, las rejas se abren y la servidumbre forma una línea silenciosa a ambos lados del sendero.

Solo hay una razón para tanta ceremonia: él está en casa.

—Tranquila —susurra Cielo desde lo profundo de mi mente—. Estoy contigo. Ya sabemos qué hacer. Y te juro… todos pagarán.

Las palabras de Cielo en el fondo de mi cabeza me dan fortaleza. Es verdad, no estoy sola. Hasta que ella conozca la forma correcta de tratar a la gente y referirse a ellos, yo estaré presente en las actividades públicas normales, mientras que ella se encargará de aquellas que sean un evidente riesgo y necesite defensa.

El duque y su hijo menor en compañía de su esposa ubican en la puerta en medio de los empleados. Charles, el mayordomo se acerca hasta el carruaje que ha sido nuestro refugio obligatorio durante seis largos días y abre la puerta.

—Su Excelencia, bienvenida a casa —dice con una reverencia.

Tomo su mano como apoyo para bajar, teniendo cuidado de no enredarme con la falda.

—Gracias, señor Charles. Es… bueno estar de vuelta.

Todos se inclinan al verme descender. Mis ojos recorren el grupo, pero no encuentro a mi querida Odeth. El temor me atraviesa como una flecha, pero no puedo permitirme flaquear.

Ensayamos este momento una y otra vez. Cielo lo dibujó en mi mente hasta el cansancio. La primera impresión es crucial: debo mirarlos a todos a los ojos, con firmeza. No puedo titubear, ni dar pie a rumores sobre lo que pudo ocurrirme estando lejos. Siembro duda, gano terreno.

—Esposa —se acerca el viejo y me abraza con recelo, para guardar las apariencias—me alegra que hayas regresado sana y salva a tu hogar.

—Recuerda —murmura Cielo—: sé melosa con este viejo… hasta que logremos lo que queremos.

Fuerzo el abrazo. Luego, una sonrisa que es más máscara que gesto sincero.

—Estoy en casa, su Excelencia —respondo dulcemente, y entonces me inclino hacia su oído, tal como Cielo hacía con el Capitán. Le hablo en un susurro apenas audible—: El viaje fue largo, esposo. Estoy cansada. ¿Podríamos retirarnos pronto… a nuestra habitación?

El asunto es simple. Inmediatamente después de mi llegada no puedo dejar que ninguna de estas personas hable con el Duque a solas y lo pongan en mi contra. Necesito tenerlo de mi lado. Cielo me abrió los ojos: él no me eligió por amor, sino por deseo. Y si eso es lo que lo ata a mí… lo usaré. Me asquea, pero no volveré a ser una víctima pasiva.

“Vamos a explotar todo el gusto que ese viejo verde siente por ti. Ya no serás una víctima pasiva”.

Sus ojos se clavan en los míos, sorprendidos. Hablé de nuestra habitación. Después de nuestra primera noche de bodas hemos tenido habitaciones separadas, pero existe una conjunta a la que debo asistir sin falta cuando él me convoca y he sido muy clara al decirle que esa es a la que quiero ir. Esta vez, tomo la iniciativa y así lo entendió claramente él.

—Nos alivia que, contra todo pronóstico, esté bien —interviene Lord Marcus, su hijo, con una sonrisa tan falsa que duele mirarla—. Imaginamos… lo peor.

—No imagines tragedias, Lord Marcus —respondo, con voz clara—. Como puedo ver, estoy perfectamente. Los bandidos no tuvieron tiempo de nada. La ley los perseguía muy de cerca.

—Bueno, ya escucharon. Nada ocurrió —ataja el Duque—. La Duquesa necesita descansar.

Su mano, aún aferrada a la mía, me guía hacia la entrada. Camino con la frente en alto, cruzando las puertas de la mansión como una reina que ha regresado de entre sombras. Una reina que ya no esta sola, tengo miedo, claro, pero también valor.

Continue lendo este livro gratuitamente
Digitalize o código para baixar o App

Capítulos relacionados

Último capítulo

Explore e leia boas novelas gratuitamente
Acesso gratuito a um vasto número de boas novelas no aplicativo BueNovela. Baixe os livros que você gosta e leia em qualquer lugar e a qualquer hora.
Leia livros gratuitamente no aplicativo
Digitalize o código para ler no App