La vida de Leina cambia a sus 18 años en su primera transformación. Se supone que esa noche conocería a su loba; sin embargo, nada pasó. Su compañero, el futuro Alfa de la manada, ya la había reconocido, pero se decepcionó al saber que no tenía una loba. —Jamás te reconoceré como mi Luna, quedas expulsada de la manada, no regreses o acabaré contigo. Rechazada y expulsada, tuvo que irse de la manada y mudarse a la manada de su tío. Tres años después, su loba despertó, pero con ella, traía un regalo muy poderoso y a la vez peligroso. En medio de una celebración al Alfa mayor, Leina se ve obligada a transformarse para defender a su familia. Aquí es donde comienza su infierno. Tratando de escapar de las garras del Alfa, considerado el Rey, se ve obligada a conocer un mundo lleno de crueldad donde solo intentan cazarla. Un error la llevo a las tierras del Rey de los bárbaros, un hombre conocido por ser sangriento y despiadado. Escapando del peligro terminando en uno mayor. Fue encerrada hasta que llegara su líder que para su mala suerte terminó siendo su compañero destinado. —Jamás aceptaré ser tu compañera, te rechaz… —No pequeña mía, no me rechazarás, te he esperado por más de quinientos años y ahora que te he encontrado no escaparás de mí. Leina deberá decidir si quedarse y darle una oportunidad a un nuevo vínculo o huir y enfrentarse de nuevo al mundo cruel. Solo dos opciones podía tener, siendo una loba codiciada por un poder que no conocía, no tenía más opciones. Pero si decidía quedarse, tendría que enfrentar el mundo único y salvaje que su compañero conocía y con él, aceptar su mayor secreto, uno por el que muchos perecían.
Ler maisPov KeiraEl bosque entero resuena con garras y colmillos, enviando una amenaza clara hacia nosotros.Tratan de intimidarnos, esperando a que nos detengamos a toda costa.Entre las sombras hay algo más que se mueve con la brisa que bate las hojas con fuerza, una energía que no pasa desapercibida.Se mueve rápido, trata de cortarnos el paso y, si no hacemos algo pronto, nos rodearán.Desesperada, miro a Ethan, esperando que entienda lo que quiero decirle; sin embargo, no hay respuesta, no hay nada.Alba está menguando, puedo sentirlo en sus músculos cansados, en sus resoplidos erráticos tratando de soportar el ardor que nos atraviesa a ambas.El primer eco de un rugido llega a mis oídos, luego el golpe de su cuerpo al caer sobre la tierra. Nos tienen, ya nos tienen.Pronto, toda la brisa se detiene de golpe, el ambiente a nuestro alrededor se vuelve frío y el aire tan denso que se te hace casi imposible respirar.Giramos hacia un lado para ver la niebla alzándose a nuestro alrededor, c
Pov Keira Avanzar tanto en el día como en la noche ya no era seguro. Hay más movilizaciones de esas bestias con garras y grandes colmillos. No se veían igual que la última vez; parecían más grandes, más siniestras, con una energía abrumadora. Nos escondimos entre algunos arbustos más allá de ellos. Teníamos el viento a nuestro favor y la luna hoy estaba totalmente oscura, lo que significa que Xantea ya debe estar dando su golpe. «Ojalá lo logre», dice Alba. Ethan analiza con cuidado sus movimientos, lo que hacen, cómo se mueven y por qué. Alba da algunos pasos acercándose a él, tratando de ver algo, pero somos las más bajas de todo el grupo. Sus garras afiladas acarician nuestro pelaje con suavidad, aunque toda su concentración esté en lo que tenemos al frente. Veo que sus ojos brillan; debe estar comunicándose con Mara. Yo solo puedo permanecer en la oscuridad por ahora. Un suave empujón me anima a seguir; una vez que Anouk avanza, vamos tras él. No los estamos evitando; lo
Pov Ethan Hoy era el día; por fin regresaríamos a casa después de tanto. No es que fuera mucho, pero se sintió como una eternidad. Parado frente a la reja que nos separa del mundo exterior, recorro el lugar con la mirada: el bosque denso que pronto nos recibirá, la suave brisa moviendo sus hojas verdes mientras los primeros rayos de sol iluminan el cielo. Me doy la vuelta mirando la manada, dos magníficas estructuras que te permiten ver la inmensidad desde las alturas. La cascada que cae en medio de ellas crea una humedad que flota en el aire, convirtiéndose en un arcoíris cuando los rayos del sol la acarician. Cierro los ojos, dejando que el frío matutino calme mis músculos tensos y el remolino de pensamientos sobre lo que se viene. Se puede percibir en el aire la oscuridad, la tensión palpable de una guerra que ya está a las puertas, de una guerra que dejará a su paso más destrucción que esperanza. Espero que la Diosa nos ayude porque esto no será fácil. —Ethan. Abro los oj
Pov Keira ¿Cómo puedes luchar contra algo que simplemente no puedes tocar? Esa era la pregunta que nos hacíamos todos con nuestras expresiones, dándonos cuenta de que nuestro enemigo no sería nada fácil de destruir. —Mis visiones llegan hasta aquí; necesitarán estar juntos si piensan ganar—. Ella se giró hacia Xantea, que permanecía en silencio. —Es momento de que tomes lo que es tuyo. Mis hermanos te ayudarán; debes estar en tres días en tu Reino. Una vez que la luna en el cielo desaparezca, da el golpe final, Xantea, o será muy tarde. Ella asintió, abrazándose a sí misma mientras sus compañeros se acercaban para dejar un beso en cada lado de su cuello, donde llevará sus marcas. —Los demás, retírense. Déjenme a solas con Ethan y su compañera. La cueva volvió a su estado natural; todos comenzaron a salir, dejándonos a los tres solos. —Acerquense. Ethan tomó mi mano, guiándome hasta el borde del estanque, donde pude admirar a los peces, mejor. —Sé lo que buscas, Ethan,
Pov Keira Corrí hacia Ethan para ayudarlo a levantarse; se veía tan mal como los otros. Creo que recibió una prueba de su propia medicina. Trataba de no reírme; no era lo correcto, pero no podía evitar sacar una sonrisita de mi cara al ver cómo esa mujer simplemente lo doblegó. —Lo siento… amor… yo… —Tranquilo, no te esfuerces. Tomé las ropas que me pasó la doncella y lo ayudé a vestir. Lo guié hasta una silla para sentarnos, esperando que esto no vaya a formar otra enorme pelea. —Me alegra verlos a todos ya mejor. No podemos perder la calma en estos momentos, sobre todo tú, príncipe Ethan. Entiendo que estás molesto y frustrado, pero a lo salvaje no resolverás nada. Escuché su gruñido bajo, así que coloqué mi mano en su pecho para lograr calmarlo. —Veo que saliste igual a tu padre… en la mayoría de las cosas. —¿Tú qué sabes? Solo eres una niñita —respondió Ethan con veneno; no sé qué se trae. —Soy mucho mayor que tu padre, jovencito. Te sorprenderías. Pasó de largo con la
Pov Keira Frente a nosotros hay un mapa en relieve extenso que muestra no solo dónde estamos, sino todos los reinos. Ethan y Kian analizan todo con mucho cuidado, rodeando la enorme mesa, mirando cada espacio, cada montaña e incluso las pequeñas edificaciones que muestran dónde están ubicados los castillos. —¿Cómo se supone que tienen eso? —Eso es peligroso. —Son nuestros compañeros, pero yo podría romperle el cuello a los míos. Juliette y yo soltamos risitas bajitas ante las locuras de Xantea, que ya se anda estirando el cuello y apretando sus nudillos. —Por favor, si bien que te la debes pasar con ellos, no más mira tu cuello y ni hablar de la piel de tu escote. Se puso roja hasta las orejas, así que tratamos de no reírnos alto para no interrumpir a los hombres. Ethan se detuvo en el Reino de las Sombras, una mancha oscura en medio de diferentes colores. Su edificación es sencilla: un pequeño castillo con dos simples torres de vigilancia al frente. El resto es solo eso; no
Pov Keira Gritos, gruñidos, golpes, el suelo vibrando; todo parecía dar a entender que estábamos a mitad de una guerra. Ethan y yo corrimos hacia los ruidos, la doncella delante de nosotros corriendo tan espantada como yo. —Ethan… Nos detuvimos solo un segundo para ver a Mara venir corriendo hacia nosotros con la palabra "preocupación" escrita en su cara. Seguimos avanzando hasta llegar al pasillo que dobla hacia el comedor. Lo primero que sale por la puerta es el lobo de uno de los Alfas, que se estrella directamente contra la pared y la puerta de madera volando en astillas por todos lados. Su pelaje es idéntico al de Asher, pero este tiene una luna roja en su pecho. Gruñe regresando adentro, mientras los alaridos de batalla siguen resonando. Ethan va de primero, manteniéndonos a su espalda hasta que se asoma a la puerta y sus músculos se contraen. Mara y yo sacamos la cabeza detrás de él, mirando todo el caos que hay adentro. La mesa de comedor, a pesar de ser de madera g
Pov Keira Sobre el pecho desnudo de mi compañero, miro los primeros rayos del sol que entran por la ventana. Mis dedos juegan en su piel, trazando los tatuajes en su brazo. Este lugar se siente cálido, lleno de paz; me gusta que todas las habitaciones parecen distantes de las otras. Las mejillas me comienzan a arder al recordar la noche que tuvimos. Tomo la piedra de mi cuello; su brillo se ha ido apagando en los últimos días. Sé que algo está pasando en mi Reino y me pregunto cómo estará mi madre. Algo en mí también se debilita; es como si la conexión que tengo con los dragones se estuviera esfumando. ¿Qué has hecho, padre? Ethan se remueve, tomando un gran suspiro, envolviendo sus manos en mi trasero como si quisiera dejarlo ahí, a pesar de que su cosa sigue entre mis piernas, de donde aún escurre toda la evidencia de lo que hicimos anoche. —Buenos días, mi Reina— dice aún con los ojos cerrados, empujando sus caderas hacia arriba. —Buenos días— respondí, saliendo rápido de
Pov Mara Me había dado mi tiempo en el baño no solo para bañarme, sino para pensar un poco sobre esto. Miro su marca a través del espejo, trazando con los dedos los pequeños puntos en mi piel. Cierro los ojos, dejando que ese escalofrío se expanda como electricidad que recorre hasta mis extremidades. Siena se remueve en mi mente; aún con los ojos cerrados, desearía que ella despertara, que me guiara, pero creo que aquí es cuando entiendo que la decisión que estoy por tomar es solo mía. Salgo del baño envuelta en una toalla; mi cabello húmedo cae en mi espalda mientras pequeñas gotas de agua se deslizan por mi piel. Me quedo quieta al ver a Asher sentado al borde de la cama. Una de sus manos está apoyada contra su muslo y la otra desliza suavemente un collar entre sus dedos. Su mirada recorre mi cuerpo ligeramente expuesto con mucha atención; no es solo lujuria lo que veo, sino algo que comienza a calentar mi corazón de una forma que ya no creí posible. Se levanta caminando haci