Destinada al Último Rey Lycan
Destinada al Último Rey Lycan
Por: Fénix Vm
01 Expulsada

Pov Leina

Creí que esta sería la noche más especial de mi vida, que por fin conocería a mi loba como tanto deseé, pero nada de eso sucedió.

Ahora solo escucho como mi padre, el ex beta de la manada, discute con el antiguo Alfa y su hijo, el Alfa actual; sobre mi expulsión.

La manada al rededor se mantiene en silencio, las miradas con burla de las lobas que codiciaban mi lugar no se hacen esperar.

—Ella es tu compañera Reiner, expulsarla sería dejarla sin protección, allá afuera hay demasiados renegados y bárbaros.

—Yo necesito una compañera fuerte, una Luna que pueda ser capaz de proteger a su gente, su loba no despertó, por lo tanto, no le sirve ni a la manada ni a mí.

Las palabras de mi compañero se clavaron como un fuerte puñal en mi corazón. Las lágrimas querían salir, pero no dejaría que ellos vieran mi debilidad.

—Reiner, por favor, es mi hija, piensa en estos dos años que tardaste esperándola.

Apreté los puños de rabia, observando como mi padre se arrodillaba ante él, suplicando por mí, cuando era obvio que mi compañero ya había tomado su decisión.

Él ya no me quería en su vida por no haber sido bendecida con una loba.

Dos años esperando por mí, diciendo que me amaba sin importar lo que sucediera, haciendo promesas que ahora son palabras vacías.

—Papá, está bien, no te preocupes, estaré bien— dije casi quebrándome al final.

Di un paso al frente y tomé la valentía de mirar directo a sus ojos, a esos ojos que ahora me miraban con asco y desprecio cuando antes lo hacían con amor.

Iba a rechazarme y aunque nunca me preparé para esto, lo iba a aceptar con la frente en alto.

—Yo, Reiner, Alfa de la manada Copo de nieve, te rechazo como mi compañera y Luna, a partir de este momento ya no serás reconocida como una de nosotros y por ende quedas expulsada de la manada.

Apreté los puños a mi costado, cerré los ojos y me mordí el labio con tanta fuerza que sentí el sabor de mi propia sangre.

El dolor me asfixiaba, pero pasaría, estaba segura.

Enderecé mi postura después de unos minutos y abrí los ojos de nuevo, tenía que terminar con esto.

—Yo, Leina, acepto tu rechazo.

Cuando aquellas palabras salieron de mi boca sentí un enorme peso que se liberaba dentro de mí. El dolor pasó de inmediato, pero no podía decir lo mismo de Reiner.

Cayó al suelo de rodillas, tomándose con fuerza el pecho, sus venas se marcaban en su piel roja, jadeaba con fuerza y comenzó a sangrar por la nariz.

El pánico llenó a toda la manada, yo me quedé en estado de shock observando la cantidad de sangre que ahora también salía por sus oídos.

Mi padre gritaba a mi lado, un rugido se escuchó al fondo, pero nada de eso importaba.

Ver a Reiner sufrir de esa manera me dolía a pesar de que él mismo me había condenado a vivir sin pareja y me había expulsado de mi hogar.

Unas fuertes manos me tomaron y comenzaron a arrastrarme hasta las celdas.

Me lanzaron adentro con fuerza, haciendo que golpeara la cabeza contra el suelo, dejándome aturdida por un momento.

—Vas a ser ejecutada por esto, algo le hiciste a mi hijo y juro que te haré pagar.

La reja se cerró de golpe y sus pasos se alejaron.

Mis ojos captaron la luz de la luna que entraba por la pequeña rendija en lo alto.

Me arrastré hasta ella y me quedé allí, bajo esa pequeña luz. La luna afuera parecía cuidarme, vigilando a través de aquella pequeña abertura.

—¿Qué fue lo que hice para no merecer tu bendición Diosa?— susurré a ella. Cerré los ojos y con la oscuridad; se fue mi dolor.

Al día siguiente desperté con un enorme dolor de cabeza.

Me recosté a la pared húmeda, con el estómago revuelto por el olor a podrido y a desechos humanos.

No puedo creer que mi vida haya cambiado de esta forma, apenas recuerdo que ayer estaba feliz.

******

Hoy, cumplía 18 años, conocería por fin a mi loba y estaba algo nerviosa, dicen que la primera transformación duele.

—Leina, hija, ya es hora, Reiner está aquí.

Sonreí, al escuchar su nombre, es el Alfa de la manada Copo de nieve, su padre le cedió el mando hace dos años cuando su lobo despertó.

Ese día me reconoció como compañera, aunque yo aún no podía hacerlo.

Esperamos dos años para esto y hoy es el gran día.

Me acomodé el vestido blanco de ceremonia y bajé, al verme se acercó, dándome un beso largo, hasta que mi padre carraspeo para interrumpirnos.

Nos fuimos a la cascada donde todos los rituales de primera transformación se daba.

Una plataforma redonda nos esperaba a mitad del agua, la cascada al fondo iluminada por la luna y nuestros atuendos blancos reflejando la pureza de nuestra Diosa.

Solo habíamos tres esta noche, otra chica que estaba nerviosa y un joven de cabellos rebeldes que miraba su reflejo en el agua.

Cuando el momento llegó, sentí que mi cuerpo se llenaba de fuerza, la luz de la luna brillaba con más intensidad.

Cerré los ojos escuchando el soplar de la brisa, un suave susurro llegó a mis oídos, quería atrapar las palabras, pero se perdían.

Nada importaba más que el suave sonido de esa voz, dejando palabras que no podía entender, hasta que se fue dejando un beso en mi mejilla.

Al abrir los ojos, volteé hacia mi izquierda, veía dos hermosos lobos observando su reflejo en el agua.

Yo hice lo mismo para por fin conocer a mi loba, pero la sonrisa se me fue al verme a mí misma, sentí tristeza al ver qué no fui bendecida con un lobo.

Todos los demás felicitaban a los recién cambiados, mientras que yo solo recibí el desprecio de mi compañero y el único abrazo de consuelo de mi padre.

******

Pasó todo el día, nadie vino a darme al menos agua.

Al caer la noche, un estruendo en la entrada llamó mi atención.

Me paré aferrándome con fuerza a los barrotes, tratando de saber qué pasaba.

Todo se quedó en silencio hasta que el chirrido de la puerta se escuchó como eco en las paredes.

Los pasos apresurados de alguien se acercaron y en solo segundos ya tenía a mi papá al frente.

—Debemos sacarte hija, te van a ejecutar esta noche.

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