04 Nuevo hogar

Pov Leina

Me quedé en silencio observando al hombre que miraba mi mano sin decir una palabra.

Mi tío Benjamín y su compañera Sara están a un lado en silencio.

El aspecto del hombre es limpio; una barba canosa perfectamente cortada y una capa azul oscuro con bordados rojos caían sobre sus hombros.

Sus ojos tenían apenas unas líneas de expresión que no contrastaban para nada con su pulida piel.

Los hombres lobo de alto rango suelen vivir más años que cualquiera, pero él no parecía del todo un lobo.

—No lo soy, querida; por mi sangre corre magia antigua. Podría decir fácilmente que soy más mayor de lo que piensas.

Él no me miró directamente; en cambio, dejó mi mano y miró directo a mi tío.

—Es mejor que mantengas esto en secreto. Estoy seguro de que ya sabes que ella es una loba lunar, o también conocidas como lobas bendecidas.

¿Una loba lunar? ¿Qué es?

—Sí, la reconocí cuando su loba se salió de control en estos días, destrozando toda la habitación.

Me lanzó una mirada aguda y yo solo desvié la mirada sin saber qué decir.

Desde entonces, ella no ha vuelto a despertar; sigue ahí, es solo que no sé cómo llegar a ella.

—Los Alfas son los primeros en reconocerla. Será muy peligroso para ella transformarse en público; es mejor que mantengan esto lo más callado posible, que solo las personas más cercanas sepan.

Todos ahora enfocaron su atención en mí, lo que me hizo sentir incómoda.

—Su compañero destinado podría protegerla, pero dado que él la rechazó…

Bajé la cabeza sin decir nada. Todos saben que rechazar a un compañero es destinarse a vivir en soledad; las segundas oportunidades son casi imposibles.

—Leina, sé que estás confundida, pero debes entender que ahora debes ser más cuidadosa.

—Ni siquiera puedo hablar con ella. Se supone que esa noche ella no despertó. Fui expulsada, encarcelada y condenada a muerte. Me gustaría que al menos me explicaran eso.

Miré fijamente al hombre, que mantenía su mirada seria y distante.

—Ella llegó a ti incluso antes de que nacieras, Leina, solo que su conexión contigo estuvo cerrada hasta esa noche…

—No te preocupes, cuando ella esté lista, regresará a ti. Déjala pasar su duelo; ambas lo necesitan.

¿Duelo de pérdida? La única pérdida que voy a llorar es no poder ver más a mi padre. Reiner, por mí, puede irse al infierno.

Necesito averiguar qué es una loba lunar, qué somos y por qué es importante mantenerme oculta.

Escuché cómo mi tío despidió al hombre antes de poner su atención en mí.

—Muy bien, Leina, ahora dime: ¿quieres tu tiempo a solas para superar tu dolor o quieres entrenar? Lo necesitarás; tanto tú como tu loba deben entrenar para poder protegerse.

—Por hoy solo quiero descansar. ¿Sabes algo de las lobas bendecidas? —le pregunté, esperando que pudiera sacarme de mis dudas.

—No sé mucho, Leina. Se supone que son un mito, una leyenda, pero si nuestra historia la menciona, es porque nuestra diosa las creó. Solo sé que son especiales y muy codiciadas; lo mejor será mantenerlas siempre ocultas hasta que tengas un compañero elegido.

—Sabes que eso no va a pasar.

—Tal vez sí. Alguien que haya sido rechazado y cumpla tus estándares puede ser tu compañero elegido; así no hay riesgos de que aparezca su verdadera elegida.

Solo sonreí sin decir nada; ya no me siento tan segura de eso. No soy tan bonita y mi figura no es la mejor.

—Vamos, quiero que conozcas la manada, te adaptes a ella y mañana a entrenar para que seas una mujer implacable.

Me reí al escucharlo, pero aun así lo seguí.

La manada era más abierta que donde vivía; podría decir que era más moderna. La nuestra tenía calles de tierra, mientras que esta las tiene de piedra.

Las jóvenes visten vestidos ostentosos y elegantes, mientras que yo… bueno… cargo uno bastante sencillo.

—¿Dónde están mis primos?

—En sus manadas. Evelyn encontró pareja en el baile que se hizo hace dos años en el palacio; esa misma noche se aparearon y se marcaron. Eder consiguió a su compañera hace un tiempo en una pequeña manada…

Vi cómo su semblante se ponía duro; parecía que allí había algo más y yo no iba a presionar.

—Tal vez tenga más cachorros en el futuro.

—Olvídalo, Benjamín, ya no tenemos edad para eso.

—Mi hermosa Luna, aún somos jóvenes.

Me reí al verlos juguetear y coquetear frente a mí. Me hubiese gustado un amor así, pero ya ves, todo es ganar y perder.

Perdí un compañero y gané a una loba bastante amargada.

Al día siguiente, me coloqué un pantalón que me quedaba bastante holgado, una camisa blanca y, sobre esta, un corsé bastante ajustado para que mis niñas estuvieran cómodas.

Me dirigí al campo de entrenamiento y me sentí anticuada al ver a varias mujeres entrenar prácticamente sin ropa.

La desnudez entre nosotros es algo común, pero aun así me sentí avergonzada.

Caminé hasta donde estaba mi tío; parecía dar instrucciones a quien reconozco como su beta.

—Muy bien, ya que estás lista, comencemos con lo básico: defensa.

—¿Cuándo pasaremos a las armas? —pregunté, mirando entusiasmada al otro grupo mover sus espadas y cuchillos.

—Cuando tu loba quiera despertar, ahora en guardia.

El primer golpe que lanzó me dejó con el brazo inmóvil.

—Vamos, Leina, concéntrate— lanzó otro golpe de la misma forma; lo esquivé con éxito, tomando su mano y doblando su muñeca hacia arriba para ejercer la presión necesaria.

—Muy bien, aprendes rápido.

Sonreí, sintiendo que mi seguridad volvía poco a poco.

Nunca antes quise entrenar porque no lo vi necesario; siempre pensé que mi padre y Reiner estarían allí para mí.

Cargaba cucarachas en la cabeza.

Me acabo de dar cuenta de que quiero ser una guerrera y lo voy a lograr.

******

Pov Narrador

Todos se apartaban para darle paso a la mujer que se dirigía con seguridad a ver a su líder.

Sus vestiduras eran blancas, sus dedos adornados con anillos y, en su cuello, un collar con tres piedras azules.

Llegó a la tienda más grande del campamento, observando al hombre que se ocultaba en la oscuridad, apenas iluminado por la luz de las velas que casi se apagaban.

—Parece que la has encontrado.

El hombre permaneció en silencio, acariciando con sumo cuidado y anhelo aquel collar.

—Como verás, no está aquí.

—No es su destino estar en tu camino ahora; solo la Diosa decidirá.

—Está bien, esperé por ella más de quinientos años; por unos pocos más, puedo esperar.

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