Era un viernes por la noche, y Clara estaba decidida a que Alya asistiera a la fiesta con un atuendo que dejara a todos boquiabiertos.
—Tienes que ir súper sensual —insistió Clara, sosteniendo una falda de cuero negra y una blusa transparente. Alya negó con la cabeza, sintiéndose incómoda con la idea. Pero Clara no aceptó un no por respuesta. —Confía en mí, te verás increíble —dijo Clara mientras le entregaba la falda y la blusa. Alya suspiró y se cambió, completando el look con unos tacones altos. Clara, por su parte, llevaba un vestido negro ajustado que resaltaba sus curvas. Ambas se miraron en el espejo y sonrieron. —Nos vemos sensacionales —dijo Clara, guiñándole un ojo a Alya. Al llegar a la fiesta, las miradas de los hombres se posaron sobre ellas. Alya sintió una mirada especialmente intensa y, al buscar su origen, encontró a Christian sentado en un sofá, con un vaso en una mano y un cigarro en la otra. Encima de él, Laura reía coquetamente. Alya levantó una ceja y apartó la mirada, sintiendo una mezcla de celos y frustración. —Vamos por algo de beber —sugirió Clara, llevándola hacia la mesa de las bebidas. Allí se encontraron con Marco, quien les presentó sus amigos. un grupo de chicos que parecían encantados de conocer a Clara y Alya. La música retumbaba en el fondo, y las luces de colores creaban un ambiente casi irreal. Alya intentaba concentrarse en la conversación, pero no podía dejar de sentir la mirada de Christian sobre ella. —Alya, ¿quieres algo de beber? —preguntó uno de los amigos de Marco, ofreciéndole un vaso. —Claro, gracias —respondió ella, tomando el vaso y sonriendo educadamente. Mientras Clara se sumergía en una animada charla con otro de los chicos, Alya se sentía cada vez más inquieta. Decidió que necesitaba un respiro y se dirigió hacia el balcón para tomar aire fresco. Al abrir la puerta, se encontró cara a cara con Christian. —¿Huyendo de la fiesta? —preguntó él, con una sonrisa ladeada. —Solo necesitaba un poco de aire —respondió Alya, intentando mantener la compostura. Christian se acercó, su presencia llenando el espacio entre ellos. Podía sentir el calor de su cuerpo y el aroma de su colonia mezclado con el humo del cigarro. —Te ves... diferente esta noche —dijo él, sus ojos recorriendo su atuendo. —Clara insistió —respondió Alya, sintiendo cómo su corazón latía más rápido. La tensión entre ellos era palpable, una mezcla de deseo y algo más que ninguno de los dos estaba dispuesto a admitir. Christian levantó una mano y le apartó un mechón de cabello del rostro, sus dedos rozando suavemente su piel. Ella se apartó y se apoyó en la barandilla del balcón, sintiendo el aire fresco de la noche acariciar su rostro. La música de la fiesta resonaba a lo lejos, pero en ese pequeño rincón, todo parecía más tranquilo, casi íntimo. Christian estaba a su lado, su presencia era magnética y perturbadora a la vez. —¿Te estás divirtiendo? —preguntó él, rompiendo el silencio. Su voz era suave, pero cargada de una intensidad que hizo que Alya se estremeciera. —Sí, aunque necesitaba un respiro —respondió ella, tratando de mantener la compostura. Había algo en la mirada de Christian que la desarmaba, una mezcla de misterio y peligro que la atraía irremediablemente. Christian sonrió, una sonrisa que no alcanzaba sus ojos. —A veces, un poco de aire fresco es justo lo que necesitamos para aclarar la mente. Alya asintió, aunque sabía que su mente estaba lejos de estar clara. Desde que había conocido a Christian, sus pensamientos eran un torbellino de emociones contradictorias. Sabía que no era bueno para ella, pero no podía evitar sentirse atraída por él. —¿Qué te trae a esta fiesta? —preguntó, intentando desviar la conversación hacia terrenos más seguros. —Curiosidad, supongo —dijo él, encogiéndose de hombros—. ¿Y tú, qué te trajo aquí? —Mis amigos —respondió Alya, mirando hacia el interior de la casa donde sus amigos seguían bailando y riendo—. Y necesitaba un poco de distracción de la universidad. Christian la observó en silencio por un momento, como si estuviera evaluando cada una de sus palabras. —La universidad puede ser un gran cambio —dijo finalmente—. Pero también una oportunidad para descubrir quién eres realmente. Alya sintió un nudo en el estómago. Sus palabras resonaban con una verdad que no podía ignorar. —Sí, supongo que tienes razón. Christian dio un paso más cerca, acortando la distancia entre ellos. —A veces, para descubrir quiénes somos, necesitamos dejar atrás lo que creemos que sabemos. El corazón de Alya latía con fuerza. Sabía que debía alejarse, que debía regresar con sus amigos y mantenerse alejada de Christian. Pero en ese momento, la tentación era demasiado fuerte. Alya sintió que el mundo se detenía mientras Christian se acercaba. Su proximidad era intoxicante, y aunque sabía que debía alejarse, sus pies parecían anclados al suelo. —¿Qué es lo que realmente quieres, Alya? —susurró Christian, su voz apenas un murmullo en la noche. La pregunta la tomó por sorpresa. ¿Qué quería realmente? Había venido a la fiesta para divertirse, para distraerse antes de la universidad, pero ahora, con Christian tan cerca, sus deseos parecían más confusos que nunca. —No lo sé —admitió, su voz temblando ligeramente. Christian levantó una mano y rozó suavemente su mejilla. El contacto fue eléctrico, enviando una oleada de calor por todo su cuerpo. —A veces, es mejor no saber —dijo él, sus ojos fijos en los de ella—. A veces, es mejor simplemente sentir. Alya cerró los ojos, dejándose llevar por el momento. Podía sentir su respiración, lenta y constante, mezclándose con la suya. El mundo exterior desapareció, dejando solo a ellos dos en ese balcón. —Esto no está bien —murmuró, aunque su voz carecía de convicción. —¿Por qué no? —replicó Christian, acercándose aún más—. ¿Porque tienes novio? ¿Porque estás a punto de empezar una nueva etapa en tu vida? Alya abrió los ojos y lo miró. Había algo en su mirada, una mezcla de desafío y comprensión, que la desarmaba por completo. —Sí —dijo finalmente—. Porque todo eso es cierto. Christian sonrió, una sonrisa triste y resignada. —Entonces, tal vez deberíamos dejarlo aquí —dijo, dando un paso atrás. Alya sintió una punzada de decepción, pero también de alivio. Sabía que tenía razón, que lo mejor era alejarse antes de que las cosas se complicaran aún más. —Tal vez —repitió, aunque una parte de ella deseaba que él no se alejara. Christian la miró por un momento más, luego asintió lentamente. —Cuídate, Alya —dijo, antes de girarse y desaparecer en la oscuridad de la noche.Alya se quedó en el balcón, sintiendo el vacío que dejaba su partida. Sabía que había tomado la decisión correcta, pero eso no hacía que fuera más fácil. Con un suspiro, se dio la vuelta y regresó a la fiesta, decidida a seguir adelante, aunque una parte de ella siempre recordaría esa noche en el balcón.Mientras caminaba de regreso al interior de la casa, no podía dejar de pensar en lo que había dicho. Había mentido a Christian sobre tener novio, cuando en realidad había terminado con Enrique semanas atrás. La traición de Enrique aún dolía, y quizás por eso había usado esa mentira como un escudo, una forma de protegerse de volver a salir herida."¿Por qué le mentí?" se preguntó a sí misma, sintiendo una mezcla de culpa y confusión. Sabía que Christian no era bueno para ella, pero había algo en él que la atraía de una manera que no podía explicar. Tal vez era el misterio, o tal vez era simplemente la necesidad de sentir algo diferente después de la decepción con Enrique.Alya se detuv
El sábado por la mañana, Alya y Clara se preparaban para su visita al museo. Alya se puso unos jeans ajustados y una blusa oversize, complementando su atuendo con un bolso cruzado. Clara, por su parte, eligió un vestido azul que resaltaba su figura.—¿Estás lista, Alya? —preguntó Clara mientras se miraba en el espejo.—Sí, ya casi. ¿Qué te parece? —Alya giró sobre sí misma, mostrando su atuendo.—Te ves genial. Vamos a divertirnos mucho hoy —respondió Clara con una sonrisa.Al llegar a la entrada del museo, se encontraron con Marco, quien las esperaba con una sonrisa.—¡Hola, chicas! —saludó Marco—. ¿Listas para una dosis de cultura?—¡Claro! —respondió Clara entusiasmadaAlya sintió un nudo en el estómago al ver a Christian acercándose. No esperaban verlo allí, y la incomodidad de Alya era evidente.—Hola a todos —dijo Christian, con una mirada fija en Alya.—Hola, Christian —respondió Alya, tratando de sonar casual.Mientras recorrían las exposiciones, Alya intentaba mantener la cal
Esa noche, Alya estaba en su habitación, tratando de concentrarse en sus estudios, cuando su teléfono vibró. Miró la pantalla y vio un mensaje de Enrique, su exnovio. Dudó un momento antes de abrirlo.Enrique: Alya, te extraño. No dejo de pensar en ti.Alya sintió una punzada en el corazón. Había sido difícil dejar atrás su relación con Enrique, pero sabía que era lo mejor. Aun así, las palabras de él la hicieron dudar.Alya: Enrique, no quiero saber nada de ti. Lo que hiciste me lastimó mucho.Enrique: Por favor, Alya. Lo que hice fue en un momento de debilidad. Te lo ruego, dame otra oportunidad.Alya dejó el teléfono a un lado, su mente en un torbellino. Pensaba en el dolor que Enrique le había causado, pero también en los momentos felices que habían compartido. Y luego estaba Christian, con sus ojos oscuros y su presencia dominante, que la confundía aún más.Decidió no responderle a Enrique. Necesitaba tiempo para pensar. Sin embargo, Enrique no se dio por vencido. Al día siguient
Pasaron semanas desde que Enrique se fue, y durante ese tiempo, Alya evitó a Christian a toda costa. Cada vez que él intentaba acercarse, ella encontraba una excusa para alejarse. Esta situación lo frustraba profundamente, y la tensión entre ellos crecía con cada día que pasaba.Una noche, después de una larga jornada en la universidad, Christian decidió que ya no podía soportarlo más. Sabía que Alya solía quedarse en la biblioteca hasta tarde, así que fue allí con la esperanza de encontrarla. Al entrar, la vio sentada en una mesa al fondo, absorta en sus libros.—Alya —dijo con firmeza, acercándose a ella.Ella levantó la vista, sorprendida y un poco nerviosa. Intentó ignorarlo, pero él no se lo permitió. Se sentó frente a ella, su mirada intensa y decidida.—No podemos seguir así —dijo Christian, su voz baja pero cargada de emoción—. Necesitamos hablar.Alya suspiró, sintiendo el peso de sus palabras. Sabía que tenía razón, pero también sabía que enfrentarlo significaba abrir una pu
El bar estaba lleno de gente, la música alta y las luces tenues creaban el ambiente perfecto para perderse. Christian se acercó a la barra y pidió un whisky doble. Mientras bebía, sus ojos recorrieron el lugar hasta que se detuvieron en una chica que estaba sola en una mesa. Era atractiva, con una sonrisa fácil y una mirada que prometía distracción.Se acercó a ella con su habitual confianza.—¿Te importa si me siento? —preguntó, aunque ya estaba tomando asiento.La chica sonrió, intrigada.—Claro, adelante. Soy Zoe.—Christian —respondió él, extendiendo la mano—. ¿Qué hace una chica como tú sola en un lugar como este?Zoe se rió suavemente.—Solo necesitaba un respiro. ¿Y tú?—Buscando olvidar —dijo Christian, su voz más seria de lo que pretendía.La conversación fluyó fácilmente, y pronto, Christian la llevó a su dormitorio. Todo fue rápido, casi mecánico. Se besaron apasionadamente, pero en su mente, Christian no podía dejar de pensar en Alya. Cada caricia, cada beso, solo le recor
A la mañana siguiente, Alya se despertó sintiéndose un poco más clara. Sabía que tenía que mantenerse firme en su decisión. Christian era una distracción peligrosa, y no podía permitirse el lujo de dejarse llevar por sus sentimientos. Tenía un futuro que construir, y no dejaría que nada ni nadie se interpusiera en su camino.Mientras se preparaba para el día, su teléfono vibró con un mensaje de Enrique. Sonrió al ver su nombre en la pantalla. Su relación a distancia con Enrique estaba resultando super bien. Abrió el mensaje y leyó sus palabras cariñosas, sintiendo una calidez en su corazón.—Buenos días, mi amor. Espero que hayas dormido bien. Te extraño mucho —decía el mensaje.Alya respondió rápidamente, sintiendo que su día mejoraba solo con leer sus palabras.—Buenos días, Enrique. Yo también te extraño. Espero que tengas un buen día.Guardó el teléfono y se dirigió a la cocina para preparar el desayuno. Clara se unió a ella, y las dos amigas compartieron una conversación ligera m
El bar estaba lleno de luces parpadeantes y música ensordecedora. Clara, Marco y Alya se movían al ritmo de la música, riendo y disfrutando de la noche. Los tres estaban un poco borrachos, pero eso solo hacía que la noche fuera más divertida.En un momento, Clara y Marco se alejaron, dejándola sola en la pista de baile. Alya, con una sonrisa en el rostro, seguía moviéndose al ritmo de la música, disfrutando de la libertad del momento.De repente, sintió una presencia detrás de ella. Un chico desconocido se acercó demasiado, intentando bailar con ella. Alya se giró rápidamente, negando con la cabeza.—No, gracias —dijo, tratando de ser educada pero firme.El chico no se dio por vencido y volvió a acercarse, insistiendo.—Vamos, solo un baile —dijo con una sonrisa que no le gustó nada a Alya.Antes de que pudiera responder, sintió otra presencia, esa voz más familiar y reconfortante. Christian apareció detrás del chico, su mirada oscura y dominante.—Ella dijo que no —dijo Christian con
Sus labios se funden, el mundo a su alrededor desaparece, solo existe el calor de sus cuerpos y el deseo que los consume.Pero de repente, Alya siente un mareo, el alcohol que ha ingerido comienza a hacer estragos. Se separa bruscamente de Christian, su rostro pálido y sus ojos vidriosos. Intenta mantener la compostura, pero es inútil. Con un gemido ahogado, se inclina hacia un lado y vomita, el sonido resonando en el bar.La vergüenza la invade, sus mejillas arden de humillación. Christian, sorprendido, da un paso atrás, su expresión cambiando de deseo a preocupación.—Alya... —murmura, extendiendo una mano hacia ella.Ella se limpia la boca con el dorso de la mano, evitando su mirada.—Lo siento... —susurra, su voz quebrada.Christian se acerca, su mano cálida en la espalda de Alya, ofreciéndole apoyo.—No te preocupes, nena. Vamos a sacarte de aquí —dice con suavidad, su voz llena de comprensión.Alya asiente, agradecida por su gesto. Aunque el momento se ha vuelto vergonzoso, la c