CAPÍTULO 10

Era un viernes por la noche, y Clara estaba decidida a que Alya asistiera a la fiesta con un atuendo que dejara a todos boquiabiertos.

—Tienes que ir súper sensual —insistió Clara, sosteniendo una falda de cuero negra y una blusa transparente.

Alya negó con la cabeza, sintiéndose incómoda con la idea. Pero Clara no aceptó un no por respuesta.

—Confía en mí, te verás increíble —dijo Clara mientras le entregaba la falda y la blusa.

Alya suspiró y se cambió, completando el look con unos tacones altos. Clara, por su parte, llevaba un vestido negro ajustado que resaltaba sus curvas. Ambas se miraron en el espejo y sonrieron.

—Nos vemos sensacionales —dijo Clara, guiñándole un ojo a Alya.

Al llegar a la fiesta, las miradas de los hombres se posaron sobre ellas. Alya sintió una mirada especialmente intensa y, al buscar su origen, encontró a Christian sentado en un sofá, con un vaso en una mano y un cigarro en la otra. Encima de él, Laura reía coquetamente. Alya levantó una ceja y apartó la mirada, sintiendo una mezcla de celos y frustración.

—Vamos por algo de beber —sugirió Clara, llevándola hacia la mesa de las bebidas.

Allí se encontraron con Marco, quien les presentó sus amigos.

un grupo de chicos que parecían encantados de conocer a Clara y Alya. La música retumbaba en el fondo, y las luces de colores creaban un ambiente casi irreal. Alya intentaba concentrarse en la conversación, pero no podía dejar de sentir la mirada de Christian sobre ella.

—Alya, ¿quieres algo de beber? —preguntó uno de los amigos de Marco, ofreciéndole un vaso.

—Claro, gracias —respondió ella, tomando el vaso y sonriendo educadamente.

Mientras Clara se sumergía en una animada charla con otro de los chicos, Alya se sentía cada vez más inquieta. Decidió que necesitaba un respiro y se dirigió hacia el balcón para tomar aire fresco. Al abrir la puerta, se encontró cara a cara con Christian.

—¿Huyendo de la fiesta? —preguntó él, con una sonrisa ladeada.

—Solo necesitaba un poco de aire —respondió Alya, intentando mantener la compostura.

Christian se acercó, su presencia llenando el espacio entre ellos. Podía sentir el calor de su cuerpo y el aroma de su colonia mezclado con el humo del cigarro.

—Te ves... diferente esta noche —dijo él, sus ojos recorriendo su atuendo.

—Clara insistió —respondió Alya, sintiendo cómo su corazón latía más rápido.

La tensión entre ellos era palpable, una mezcla de deseo y algo más que ninguno de los dos estaba dispuesto a admitir. Christian levantó una mano y le apartó un mechón de cabello del rostro, sus dedos rozando suavemente su piel.

Ella se apartó y se apoyó en la barandilla del balcón, sintiendo el aire fresco de la noche acariciar su rostro. La música de la fiesta resonaba a lo lejos, pero en ese pequeño rincón, todo parecía más tranquilo, casi íntimo. Christian estaba a su lado, su presencia era magnética y perturbadora a la vez.

—¿Te estás divirtiendo? —preguntó él, rompiendo el silencio. Su voz era suave, pero cargada de una intensidad que hizo que Alya se estremeciera.

—Sí, aunque necesitaba un respiro —respondió ella, tratando de mantener la compostura. Había algo en la mirada de Christian que la desarmaba, una mezcla de misterio y peligro que la atraía irremediablemente.

Christian sonrió, una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.

—A veces, un poco de aire fresco es justo lo que necesitamos para aclarar la mente.

Alya asintió, aunque sabía que su mente estaba lejos de estar clara. Desde que había conocido a Christian, sus pensamientos eran un torbellino de emociones contradictorias. Sabía que no era bueno para ella, pero no podía evitar sentirse atraída por él.

—¿Qué te trae a esta fiesta? —preguntó, intentando desviar la conversación hacia terrenos más seguros.

—Curiosidad, supongo —dijo él, encogiéndose de hombros—. ¿Y tú, qué te trajo aquí?

—Mis amigos —respondió Alya, mirando hacia el interior de la casa donde sus amigos seguían bailando y riendo—. Y necesitaba un poco de distracción de la universidad.

Christian la observó en silencio por un momento, como si estuviera evaluando cada una de sus palabras.

—La universidad puede ser un gran cambio —dijo finalmente—. Pero también una oportunidad para descubrir quién eres realmente.

Alya sintió un nudo en el estómago. Sus palabras resonaban con una verdad que no podía ignorar.

—Sí, supongo que tienes razón.

Christian dio un paso más cerca, acortando la distancia entre ellos.

—A veces, para descubrir quiénes somos, necesitamos dejar atrás lo que creemos que sabemos.

El corazón de Alya latía con fuerza. Sabía que debía alejarse, que debía regresar con sus amigos y mantenerse alejada de Christian. Pero en ese momento, la tentación era demasiado fuerte.

Alya sintió que el mundo se detenía mientras Christian se acercaba. Su proximidad era intoxicante, y aunque sabía que debía alejarse, sus pies parecían anclados al suelo.

—¿Qué es lo que realmente quieres, Alya? —susurró Christian, su voz apenas un murmullo en la noche.

La pregunta la tomó por sorpresa. ¿Qué quería realmente? Había venido a la fiesta para divertirse, para distraerse antes de la universidad, pero ahora, con Christian tan cerca, sus deseos parecían más confusos que nunca.

—No lo sé —admitió, su voz temblando ligeramente.

Christian levantó una mano y rozó suavemente su mejilla. El contacto fue eléctrico, enviando una oleada de calor por todo su cuerpo.

—A veces, es mejor no saber —dijo él, sus ojos fijos en los de ella—. A veces, es mejor simplemente sentir.

Alya cerró los ojos, dejándose llevar por el momento. Podía sentir su respiración, lenta y constante, mezclándose con la suya. El mundo exterior desapareció, dejando solo a ellos dos en ese balcón.

—Esto no está bien —murmuró, aunque su voz carecía de convicción.

—¿Por qué no? —replicó Christian, acercándose aún más—. ¿Porque tienes novio? ¿Porque estás a punto de empezar una nueva etapa en tu vida?

Alya abrió los ojos y lo miró. Había algo en su mirada, una mezcla de desafío y comprensión, que la desarmaba por completo.

—Sí —dijo finalmente—. Porque todo eso es cierto.

Christian sonrió, una sonrisa triste y resignada.

—Entonces, tal vez deberíamos dejarlo aquí —dijo, dando un paso atrás.

Alya sintió una punzada de decepción, pero también de alivio. Sabía que tenía razón, que lo mejor era alejarse antes de que las cosas se complicaran aún más.

—Tal vez —repitió, aunque una parte de ella deseaba que él no se alejara.

Christian la miró por un momento más, luego asintió lentamente.

—Cuídate, Alya —dijo, antes de girarse y desaparecer en la oscuridad de la noche.

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