CAPÍTULO 18

Sus labios se funden, el mundo a su alrededor desaparece, solo existe el calor de sus cuerpos y el deseo que los consume.

Pero de repente, Alya siente un mareo, el alcohol que ha ingerido comienza a hacer estragos. Se separa bruscamente de Christian, su rostro pálido y sus ojos vidriosos. Intenta mantener la compostura, pero es inútil. Con un gemido ahogado, se inclina hacia un lado y vomita, el sonido resonando en el bar.

La vergüenza la invade, sus mejillas arden de humillación. Christian, sorprendido, da un paso atrás, su expresión cambiando de deseo a preocupación.

—Alya... —murmura, extendiendo una mano hacia ella.

Ella se limpia la boca con el dorso de la mano, evitando su mirada.

—Lo siento... —susurra, su voz quebrada.

Christian se acerca, su mano cálida en la espalda de Alya, ofreciéndole apoyo.

—No te preocupes, nena. Vamos a sacarte de aquí —dice con suavidad, su voz llena de comprensión.

Alya asiente, agradecida por su gesto. Aunque el momento se ha vuelto vergonzoso, la conexión entre ellos sigue siendo palpable, una chispa que no se apaga fácilmente.

Christian la sostiene con firmeza mientras salen del bar, su brazo alrededor de su cintura para darle apoyo. Alya se siente débil, el mundo girando a su alrededor, pero la presencia de Christian la reconforta.

Llegan al dormitorio de Alya, y Christian la ayuda a entrar. Con cuidado, la guía hasta la cama y la acomoda entre las sábanas. Alya cierra los ojos, agradecida por la suavidad del colchón y la tranquilidad del cuarto.

Christian se sienta en el borde de la cama, observándola con ternura.

—Descansa, Alya.—dice en voz baja, su mano acariciando suavemente su cabello.

Alya abre los ojos, mirándolo con una mezcla de gratitud y vergüenza.

—Gracias, Christian... Lo siento por lo de antes —murmura, su voz apenas un susurro.

Christian sonríe, inclinándose hacia ella.

—No tienes nada de qué disculparte.—responde, su voz llena de comprensión.

Antes de levantarse, Christian se inclina y deposita un suave beso en la frente de Alya.

—Duerme bien, nena. Estoy aquí si me necesitas —añade, su voz un susurro cálido.

Alya asiente, sintiendo una paz inesperada. Mientras Christian se aleja, sus ojos se cierran lentamente, el cansancio y el alcohol finalmente tomando el control.

Christian se detiene en la puerta, echando un último vistazo a Alya antes de salir. La conexión entre ellos, aunque marcada por un momento vergonzoso, se siente más fuerte que nunca.

Alya despertó con un dolor de cabeza punzante, la resaca golpeándola con fuerza. Se llevó una mano a la frente, intentando recordar qué había pasado la noche anterior. "No volveré a tomar en mi vida", se prometió, aunque sabía que era una promesa vacía.

De repente, los recuerdos comenzaron a inundarla. Flashbacks de Christian y ella besándose apasionadamente bajo las luces del bar. Sintió una oleada de vergüenza al recordar el momento en que vomitó, rompiendo la magia del momento. Con un gemido ahogado, agarró una almohada y se la colocó en la cara, soltando un grito de frustración.

—¡No puede ser! —murmuró para sí misma—. Haré como si no hubiera pasado nada. No recuerdo nada.

Pero la culpa no la dejaba en paz. Pensó en Enrique, su novio, con quien estaban tratando de llevar de nuevo su relación. La traición la golpeó con fuerza, y la culpa se hizo más intensa.

—Esto no se va a volver a repetir —se dijo, repitiendo la frase como un mantra—. No se va a volver a repetir.

Alya se levantó de la cama con esfuerzo, su cabeza aún palpitando por la resaca. Decidida a despejarse, se dirigió al baño y se metió bajo la ducha. El agua caliente la ayudó a relajarse un poco, pero los recuerdos de la noche anterior seguían atormentándola.

Al salir de la ducha, se dio cuenta de que Clara no había llegado aún. Preocupada, intentó contactarla, pero no obtuvo respuesta. Luego, decidió llamar a Marco, pero tampoco contestó. La preocupación creció en su pecho, y decidió salir a buscarla.

Justo cuando estaba a punto de salir, escuchó el sonido de la puerta de entrada abriéndose. Se giró y vio a Clara entrando, recién duchada y con ropa de hombre, sus tacones en las manos. Clara la miró apenada, mientras Alya la observaba con una mezcla de sorpresa y alivio.

—Tenemos que hablar —dijo Alya, su voz firme pero preocupada.

Clara asintió, dejando los tacones en el suelo.

—Sí, hay mucho de qué hablar —respondió, su voz cargada de emociones.

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