Sus labios se funden, el mundo a su alrededor desaparece, solo existe el calor de sus cuerpos y el deseo que los consume.
Pero de repente, Alya siente un mareo, el alcohol que ha ingerido comienza a hacer estragos. Se separa bruscamente de Christian, su rostro pálido y sus ojos vidriosos. Intenta mantener la compostura, pero es inútil. Con un gemido ahogado, se inclina hacia un lado y vomita, el sonido resonando en el bar. La vergüenza la invade, sus mejillas arden de humillación. Christian, sorprendido, da un paso atrás, su expresión cambiando de deseo a preocupación. —Alya... —murmura, extendiendo una mano hacia ella. Ella se limpia la boca con el dorso de la mano, evitando su mirada. —Lo siento... —susurra, su voz quebrada. Christian se acerca, su mano cálida en la espalda de Alya, ofreciéndole apoyo. —No te preocupes, nena. Vamos a sacarte de aquí —dice con suavidad, su voz llena de comprensión. Alya asiente, agradecida por su gesto. Aunque el momento se ha vuelto vergonzoso, la conexión entre ellos sigue siendo palpable, una chispa que no se apaga fácilmente. Christian la sostiene con firmeza mientras salen del bar, su brazo alrededor de su cintura para darle apoyo. Alya se siente débil, el mundo girando a su alrededor, pero la presencia de Christian la reconforta. Llegan al dormitorio de Alya, y Christian la ayuda a entrar. Con cuidado, la guía hasta la cama y la acomoda entre las sábanas. Alya cierra los ojos, agradecida por la suavidad del colchón y la tranquilidad del cuarto. Christian se sienta en el borde de la cama, observándola con ternura. —Descansa, Alya.—dice en voz baja, su mano acariciando suavemente su cabello. Alya abre los ojos, mirándolo con una mezcla de gratitud y vergüenza. —Gracias, Christian... Lo siento por lo de antes —murmura, su voz apenas un susurro. Christian sonríe, inclinándose hacia ella. —No tienes nada de qué disculparte.—responde, su voz llena de comprensión. Antes de levantarse, Christian se inclina y deposita un suave beso en la frente de Alya. —Duerme bien, nena. Estoy aquí si me necesitas —añade, su voz un susurro cálido. Alya asiente, sintiendo una paz inesperada. Mientras Christian se aleja, sus ojos se cierran lentamente, el cansancio y el alcohol finalmente tomando el control. Christian se detiene en la puerta, echando un último vistazo a Alya antes de salir. La conexión entre ellos, aunque marcada por un momento vergonzoso, se siente más fuerte que nunca. Alya despertó con un dolor de cabeza punzante, la resaca golpeándola con fuerza. Se llevó una mano a la frente, intentando recordar qué había pasado la noche anterior. "No volveré a tomar en mi vida", se prometió, aunque sabía que era una promesa vacía. De repente, los recuerdos comenzaron a inundarla. Flashbacks de Christian y ella besándose apasionadamente bajo las luces del bar. Sintió una oleada de vergüenza al recordar el momento en que vomitó, rompiendo la magia del momento. Con un gemido ahogado, agarró una almohada y se la colocó en la cara, soltando un grito de frustración. —¡No puede ser! —murmuró para sí misma—. Haré como si no hubiera pasado nada. No recuerdo nada. Pero la culpa no la dejaba en paz. Pensó en Enrique, su novio, con quien estaban tratando de llevar de nuevo su relación. La traición la golpeó con fuerza, y la culpa se hizo más intensa. —Esto no se va a volver a repetir —se dijo, repitiendo la frase como un mantra—. No se va a volver a repetir. Alya se levantó de la cama con esfuerzo, su cabeza aún palpitando por la resaca. Decidida a despejarse, se dirigió al baño y se metió bajo la ducha. El agua caliente la ayudó a relajarse un poco, pero los recuerdos de la noche anterior seguían atormentándola. Al salir de la ducha, se dio cuenta de que Clara no había llegado aún. Preocupada, intentó contactarla, pero no obtuvo respuesta. Luego, decidió llamar a Marco, pero tampoco contestó. La preocupación creció en su pecho, y decidió salir a buscarla. Justo cuando estaba a punto de salir, escuchó el sonido de la puerta de entrada abriéndose. Se giró y vio a Clara entrando, recién duchada y con ropa de hombre, sus tacones en las manos. Clara la miró apenada, mientras Alya la observaba con una mezcla de sorpresa y alivio. —Tenemos que hablar —dijo Alya, su voz firme pero preocupada. Clara asintió, dejando los tacones en el suelo. —Sí, hay mucho de qué hablar —respondió, su voz cargada de emociones.Alya y Clara estaban sentadas en los sofás del dormitorio, la luz tenue del atardecer se filtraba por las cortinas. Alya miró a Clara con curiosidad y un toque de preocupación.—Clara, ¿dónde estabas anoche? Cuéntame todo —dijo Alya, inclinándose hacia adelante.Clara suspiró, sabiendo que no podía ocultar nada más.—Después del bar, Marco y yo intentamos buscarte, pero no te encontramos. Así que seguimos bailando... y de repente, estábamos besándonos. Luego fuimos a su dormitorio y... bueno, ya sabes. Me levanté antes de que él despertara, me bañé y le agarré ropa para venir aquí —dijo Clara, avergonzada.Alya la miró con una mezcla de sorpresa y diversión.—¿Y cómo te sientes? —preguntó Alya.—No lo sé. Me gustó, pero no sé si esto arruinará nuestra amistad o si será incómodo después —respondió Clara, con un tono de incertidumbre.Alya asintió, comprendiendo la confusión de su amiga.—Deberían hablarlo —sugirió Alya.Clara asintió en silencio. Alya, tratando de aliviar la tensión, s
Alya se quedó en la azotea, tratando de calmar su respiración y ordenar sus pensamientos. Sabía que no podía quedarse allí para siempre, pero necesitaba un momento para recomponerse. Después de un rato, se levantó y decidió que lo mejor sería regresar a su dormitorio y hablar con Clara. Necesitaba el apoyo de su amiga más que nunca.Al llegar, Clara la recibió con una sonrisa, pero esta se desvaneció al ver la expresión en el rostro de Alya.—¿Qué pasó? —preguntó Clara, preocupada.Alya se dejó caer en el sofá y comenzó a contarle todo, desde su decisión de hablar con Christian hasta el momento en que lo vio besándose con Laura. Clara escuchó en silencio, su rostro reflejando una mezcla de sorpresa y enojo.—No puedo creer que te haya hecho eso —dijo Clara finalmente, abrazando a Alya con fuerza—. No merece ni un segundo más de tu tiempo.Alya asintió, sintiendo el consuelo en las palabras de su amiga. Pero aún así, el dolor seguía ahí, latente.—Sé que tienes razón, pero duele tanto
Christian se quedó inmóvil por unos segundos, su mente trabajando a toda velocidad. No estaba acostumbrado a que alguien le hablara de esa manera, y mucho menos a que lo dejaran plantado. Pero Alya era diferente, y eso solo hacía que la deseara más.Alya, por su parte, caminaba rápidamente, tratando de calmar su respiración y sus pensamientos. No podía creer que hubiera tenido el valor de enfrentarse a Christian de esa manera. Pero sabía que era necesario. Enrique, aunque lejos, era su ancla, y no podía permitir que Christian siguiera jugando con sus emociones.Al llegar a su dormitorio, cerró la puerta con fuerza y se dejó caer en el sofá. Las lágrimas comenzaron a brotar, no solo por la confrontación con Christian, sino por la confusión y el dolor que sentía en su corazón. ¿Cómo había llegado a este punto? ¿Cómo había permitido que su vida se complicara tanto?Mientras tanto, Christian, aún de pie en el mismo lugar, sacó su teléfono y marcó un número. Su voz era baja y controlada c
Christian caminaba por el sendero del campus, sus pensamientos ocupados con la imagen de Alya. De repente, vio a Clara acercándose y decidió interceptarla.—Clara, necesito hablar contigo —dijo, su voz firme.Clara lo miró con desdén. —¿Qué quieres, Christian?—¿Dónde está Alya? —preguntó, ignorando el tono hostil de Clara.Clara se cruzó de brazos, su mirada dura. —No está en condiciones para tus juegos, Christian. Búscate a otra chica con quien pasar el rato. Con Alya no es.Christian frunció el ceño, su paciencia agotándose. —Alya me importa, Clara.—Si te importa como dices, aléjate de ella y haz algo bien por primera vez —replicó Clara, su voz llena de desafío.Christian se quedó solo, confundido y enojado. No podía dejar las cosas así. Decidió que iría a buscar a Alya, sin importar lo que tuviera que hacer.Con determinación, se dirigió hacia el dormitorio de Alya. Si tenía que usar la fuerza bruta y palabras dolorosas para hacerla entrar en razón, lo haría. No permitiría que se
A la mañana siguiente, me desperté con una sensación de determinación renovada. Sabía que no podía seguir permitiendo que las palabras de Christian me afectaran. Tenía que tomar el control de mi vida y mis emociones.Después de desayunar, decidí salir a caminar para despejar mi mente. El aire fresco y el sol de la mañana me ayudaron a sentirme más centrada. Mientras caminaba, pensé en lo que Clara me había dicho sobre Marco. Sabía que ella estaba preocupada, y quería ayudarla tanto como ella me había ayudado a mí.Cuando regresé al departamento, encontré a Clara en la cocina, preparando café. Me acerqué y le di un abrazo.—Buenos días, Clara. ¿Cómo te sientes hoy?Clara me devolvió el abrazo y sonrió.—Buenos días, Alya. Estoy bien, gracias. ¿Y tú?—Mejor, gracias. He estado pensando en lo que dijiste sobre Marco. Tal vez deberías intentar hablar con él hoy. No tienes que presionarlo, pero podrías hacerle saber que estás ahí para él si necesita hablar —sugerí.Clara asintió, pensativa
Después de hablar con mi mamá, me sentí más tranquila y decidida a seguir adelante. Sabía que tenía el apoyo de las personas que más me importaban, y eso me daba fuerzas para enfrentar cualquier desafío.Al día siguiente, me desperté temprano y me preparé para ir a la universidad. Mientras caminaba hacia el campus, me encontré con Clara, quien también se dirigía a sus clases.—¡Buenos días, Alya! ¿Cómo te sientes hoy? —me saludó con una sonrisa.—Buenos días, Clara. Me siento bien, gracias. Hablé con mi mamá anoche y me hizo sentir mucho mejor —respondí, sonriendo.—Me alegra escuchar eso. Las mamás siempre saben cómo hacernos sentir mejor, ¿verdad? —dijo Clara, riendo.Asentí, sintiéndome agradecida por tener a Clara a mi lado.—Sí, definitivamente. ¿Y tú? ¿Cómo te fue con Marco anoche? —pregunté, curiosa. Ya que en la noche había vuelto a salir con el.Clara sonrió ampliamente.—Fue muy bien. Hablamos mucho y creo que estamos en un buen camino para resolver nuestras diferencias. Me
Alya se quedó en su dormitorio, tratando de calmarse. El silencio de la habitación solo hacía que sus pensamientos resonaran más fuerte en su mente. Sabía que debía alejarme de él; sus actitudes controladoras y su invasión a la privacidad de Enrique eran señales claras de que algo no estaba bien. Decidí enfocarme en mis estudios y dejar de lado mis sentimientos por Christian, aunque sabía que no sería fácil.Durante las siguientes semanas, me sumergí en mis clases y proyectos, tratando de mantener mi mente ocupada. Sin embargo, no podía evitar pensar en Christian. Me preguntaba si había hecho lo correcto al alejarme, si tal vez había sido demasiado dura con él. Pero cada vez que esos pensamientos me asaltaban, recordaba la intensidad en sus ojos y la forma en que había invadido mi espacio personal.Christian, por su parte, no podía aceptar la distancia que Alya había impuesto entre ellos. Intentó buscarla en la universidad, pero ella lo evitaba constantemente. La frustración y la sole
Mis pensamientos eran un torbellino de emociones y dudas. ¿Cómo había llegado todo a este punto? La empresa, nuestra familia, todo parecía desmoronarse.Caminé por los pasillos del campus, tratando de encontrar claridad. Las palabras de Gabriel resonaban en mi mente: "Somos familia. Tenemos que protegernos mutuamente." Pero, ¿a qué costo? No podía ser parte de algo que iba en contra de mis principios.Me detuve frente a una ventana en uno de los edificios del campus y miré hacia afuera. El jardín, normalmente un lugar de paz, ahora parecía un reflejo de mi confusión interna. Sentí una mezcla de tristeza y determinación. Sabía que mi decisión no solo afectaba a mí, sino a todos los que me rodeaban.De repente, escuché pasos detrás de mí. Me giré y vi a Gabriel, su rostro aún marcado por la desesperación.—Christian, por favor —dijo, su voz más suave esta vez—. No podemos hacerlo sin ti.Lo miré a los ojos, tratando de encontrar las palabras adecuadas.—Gabriel, entiendo lo que dices, p