CAPÍTULO 24

Después de hablar con mi mamá, me sentí más tranquila y decidida a seguir adelante. Sabía que tenía el apoyo de las personas que más me importaban, y eso me daba fuerzas para enfrentar cualquier desafío.

Al día siguiente, me desperté temprano y me preparé para ir a la universidad. Mientras caminaba hacia el campus, me encontré con Clara, quien también se dirigía a sus clases.

—¡Buenos días, Alya! ¿Cómo te sientes hoy? —me saludó con una sonrisa.

—Buenos días, Clara. Me siento bien, gracias. Hablé con mi mamá anoche y me hizo sentir mucho mejor —respondí, sonriendo.

—Me alegra escuchar eso. Las mamás siempre saben cómo hacernos sentir mejor, ¿verdad? —dijo Clara, riendo.

Asentí, sintiéndome agradecida por tener a Clara a mi lado.

—Sí, definitivamente. ¿Y tú? ¿Cómo te fue con Marco anoche? —pregunté, curiosa. Ya que en la noche había vuelto a salir con el.

Clara sonrió ampliamente.

—Fue muy bien. Hablamos mucho y creo que estamos en un buen camino para resolver nuestras diferencias. Me siento mucho más tranquila ahora —respondió con alivio.

—Me alegra escuchar eso, Clara. Sabía que hablar con él te haría sentir mejor —dije, contenta por ella.

Pasamos el día en la universidad, asistiendo a clases y estudiando juntas en la biblioteca. Sentía que poco a poco estaba recuperando mi equilibrio y mi enfoque en mis estudios.

Esa tarde, mientras revisaba mis apuntes en la biblioteca, recibí un mensaje de Marco. Me sorprendió verlo, ya que hacía tiempo que no hablábamos.

"Hola, Alya. ¿Podemos hablar? Me gustaría aclarar algunas cosas contigo."

Sentí una mezcla de nervios y curiosidad. No sabía qué esperar de la conversación, pero sabía que era necesario hablar con él y entender por qué se había alejado.

Le respondí rápidamente, acordando encontrarnos en un café cercano al campus.

Cuando llegué al café, vi a Marco sentado en una mesa, esperándome. Me acerqué y nos saludamos con una sonrisa.

—Hola, Marco. Gracias por venir —dije, sentándome frente a él.

—Hola, Alya. Gracias a ti por aceptar verme. Sé que he estado distante y quiero explicarte por qué —dijo Marco, con una expresión seria.

Lo miré, esperando sus palabras.

—He estado pasando por un momento difícil en el trabajo y eso me ha afectado más de lo que pensaba. Me alejé porque no quería cargar a nadie con mis problemas, pero me doy cuenta de que eso fue un error. Ustedes son mis amigos y debería haber confiado en ustedes —explicó, con sinceridad.

Sentí una oleada de comprensión y empatía por él.

—Lo entiendo, Marco. Todos pasamos por momentos difíciles y es importante apoyarnos mutuamente. Me alegra que hayas decidido hablar conmigo —respondí, sonriendo.

Marco asintió, aliviado.

—Gracias, Alya. Prometo que no volveré a alejarme así. Valoro mucho nuestra amistad y no quiero perderla —dijo con determinación.

Sonreí, sintiéndome más tranquila.

—Yo también valoro nuestra amistad, Marco. Vamos a superar esto juntos —dije, extendiendo mi mano hacia él.

Marco tomó mi mano y sonrió.

—Gracias, Alya. Vamos a estar bien —respondió con confianza

Nos pusimos al día, y le conté a Marco todo lo que había pasado con Enrique. Las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas mientras le relataba cada detalle de la traición y cómo me había sentido.

Marco me escuchaba atentamente, su expresión se volvía cada vez más seria.

—No puedo creer que Enrique te haya hecho eso, Alya. No te mereces pasar por algo así —dijo Marco, con un tono de voz lleno de indignación.

Asentí, secándome las lágrimas con la manga de mi suéter.

—Y eso no es todo —continué—. Christian ha estado actuando de manera muy extraña conmigo. Ha sido grosero y distante, y no entiendo por qué. Además, él fue quien me hizo llegar las fotos del engaño de Enrique. No entiendo cómo pudo tener acceso a algo tan privado.

Marco frunció el ceño, claramente molesto.

—Christian siempre ha sido un tipo complicado. Pero hay algo que debes saber, Alya. Él tiene un pasado oscuro. No me corresponde a mí contarte los detalles, pero por tu bien, te aconsejo que te alejes de él. No dejes que su oscuridad te arrastre, porque podría ser demasiado tarde.

Me quedé en silencio, procesando sus palabras. Sentí una mezcla de confusión y miedo. ¿Qué era lo que Christian ocultaba? ¿Y por qué Marco estaba tan seguro de que debía mantenerme alejada de él?

—Gracias por decírmelo, Marco. No sabía que las cosas eran tan serias —dije finalmente, tratando de calmar mis pensamientos.

Marco asintió, su expresión se suavizó un poco.

—Solo quiero lo mejor para ti, Alya. Eres una persona increíble y no quiero verte lastimada de nuevo.

Le sonreí, agradecida por su apoyo.

—Gracias, Marco. Valoro mucho nuestra amistad y tus consejos. Prometo tener cuidado.

Nos quedamos un rato más en el café, hablando de cosas más ligeras y tratando de dejar atrás los temas difíciles. A pesar de todo, me sentí un poco más tranquila sabiendo que tenía amigos como Marco a mi lado.

Esa noche, después de darle vueltas al asunto, decidí que necesitaba respuestas de inmediato. Me dirigí al dormitorio de Christian, sintiendo una mezcla de nervios y determinación. Cuando llegué, vi que la puerta estaba entreabierta y el humo de un cigarrillo se escapaba por la rendija. Mi corazón latía con fuerza mientras tocaba suavemente la puerta antes de entrar.

—Christian, ¿podemos hablar? —dije, tratando de mantener la calma en mi voz.

Christian levantó la vista, sorprendido al verme. Estaba sentado junto a la ventana, fumando, con una expresión seria en su rostro.

—Alya, ¿qué haces aquí? —preguntó, apagando el cigarrillo en un cenicero cercano.

—Necesito respuestas —respondí, cerrando la puerta detrás de mí—. Quiero saber cómo conseguiste esas fotos de Enrique. Esas imágenes eran muy privadas, y no entiendo cómo pudiste tener acceso a ellas.

Christian se levantó y se acercó a mí, su expresión se endureció, sus ojos brillaban con una intensidad que me hizo estremecer.

—¿De verdad vienes aquí a cuestionarme después de todo lo que he hecho por ti? —dijo, con un tono de voz molesto y una chispa de ira en sus palabras—. Te protegí, Alya. Hice lo que tenía que hacer para que supieras la verdad.

Sentí una oleada de miedo y enojo al mismo tiempo, mi voz temblaba mientras trataba de mantener la compostura.

—¡No tenías derecho a invadir la privacidad de Enrique así! —exclamé, mi voz se quebró un poco—. Aprecio que te preocupes por mí, pero esto es demasiado.

Christian se cruzó de brazos, su mirada se volvió fría y calculadora.

—¿Demasiado? ¿De verdad crees que es demasiado proteger a alguien de ser engañado? —respondió, con sarcasmo en su voz—. Tal vez deberías agradecerme en lugar de cuestionarme.

Me quedé en silencio por un momento, tratando de calmar mis pensamientos. Sabía que Christian tenía razón en parte, pero su actitud me hacía sentir incómoda y vulnerable.

—Solo necesito entender por qué lo hiciste de esta manera —dije finalmente, con un tono más suave, casi suplicante—. No quiero que esto se convierta en un problema mayor.

Christian suspiró y se pasó una mano por el cabello, su expresión se suavizó ligeramente, pero la tensión aún era palpable.

—Lo hice porque me importas, Alya. No podía quedarme de brazos cruzados sabiendo que alguien te estaba haciendo daño. Pero entiendo si estás molesta. Solo quería protegerte.

Asentí, sintiéndome un poco más tranquila pero aún confundida.

Su expresión se suavizó un poco más, pero la intensidad en sus ojos no desapareció.

Nos quedamos en silencio por un momento, cada uno perdido en sus propios pensamientos. Pero entonces, Christian dio un paso más cerca, invadiendo mi espacio personal. Sentí su aliento cálido y el aroma del tabaco mezclado con su colonia.

—Alya, ¿realmente no entiendes? —susurró, su voz baja y cargada de una tensión que me hizo estremecer—. Haría cualquier cosa por ti. Cualquier cosa.

Sus palabras me dejaron sin aliento. La habitación parecía encogerse a nuestro alrededor, el aire se volvía denso y cargado de una electricidad palpable.

Christian levantó una mano y acarició suavemente mi mejilla, su toque era a la vez intimidante y reconfortante.

—No tienes idea de lo que soy capaz de hacer para protegerte —continuó, sus ojos fijos en los míos, llenos de una intensidad que me hacía temblar—. Y no me arrepiento de nada.

Mi mente estaba en caos, una parte de mí quería alejarse, pero otra parte, una más profunda y primitiva, se sentía atraída por su fuerza y determinación. Antes de que pudiera procesar lo que estaba sucediendo, Christian inclinó su rostro hacia el mío y, en un movimiento lento pero decidido, sus labios encontraron los míos.

El beso fue intenso, lleno de una pasión contenida que explotó en el momento en que nuestros labios se tocaron. Sentí una mezcla de emociones: miedo, deseo, confusión. Pero en ese instante, todo lo que importaba era la conexión entre nosotros, la chispa que había encendido un fuego que no podía ignorar.

Finalmente, nos separamos, ambos respirando con dificultad. Christian me miró con una mezcla de desafío y ternura.

—Siempre estaré aquí para ti, Alya. Pase lo que pase —repitió, su voz ahora más suave pero igual de firme.

Alya no sabía qué decir ni cómo actuar. Sentía un nudo en la garganta y las lágrimas amenazaban con brotar. Sin decir una palabra, se dio la vuelta y corrió hacia su dormitorio, cerrando la puerta tras de sí. Se dejó caer en la cama, abrazando su almohada mientras las lágrimas finalmente caían. Necesitaba un momento a solas para procesar todo lo que estaba pasando.

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