CAPÍTULO 22

Christian caminaba por el sendero del campus, sus pensamientos ocupados con la imagen de Alya. De repente, vio a Clara acercándose y decidió interceptarla.

—Clara, necesito hablar contigo —dijo, su voz firme.

Clara lo miró con desdén. —¿Qué quieres, Christian?

—¿Dónde está Alya? —preguntó, ignorando el tono hostil de Clara.

Clara se cruzó de brazos, su mirada dura. —No está en condiciones para tus juegos, Christian. Búscate a otra chica con quien pasar el rato. Con Alya no es.

Christian frunció el ceño, su paciencia agotándose. —Alya me importa, Clara.

—Si te importa como dices, aléjate de ella y haz algo bien por primera vez —replicó Clara, su voz llena de desafío.

Christian se quedó solo, confundido y enojado. No podía dejar las cosas así. Decidió que iría a buscar a Alya, sin importar lo que tuviera que hacer.

Con determinación, se dirigió hacia el dormitorio de Alya. Si tenía que usar la fuerza bruta y palabras dolorosas para hacerla entrar en razón, lo haría. No permitiría que se encerrara en su dolor.

Christian llegó al dormitorio de Alya y comenzó a golpear la puerta con insistencia.

—¡Abre la jodida puerta! —gritó, su voz resonando en el pasillo.

Alya, confundida por su comportamiento, abrió la puerta lentamente. Christian entró sin pedir permiso, y ella cerró la puerta detrás de él.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Alya, su voz apenas un susurro.

Christian la observó de pies a cabeza, sintiéndose un poco mal al ver su aspecto demacrado, con los ojos hinchados y toda desaliñada. La miró con oscuridad y enojo, preguntándose cuánto significaba Enrique para ella.

—¿Tan importante era ese cabrón que te tiene así? —comenzó a decir Christian, su voz cargada de ira—. Nunca te quiso y nunca lo hará. No dejes que eso te afecte.

Alya, confundida por sus palabras, le preguntó:

—¿Por qué me dices eso?

Christian la miró con una mezcla de oscuridad y determinación.

—Sé que Enrique te ha estado viendo la cara de estúpida todo este tiempo. Y aún así, la primera vez se lo perdonaste, toda ingenua.

Ella, aún más confundida, le preguntó:

—¿Cómo sabes todo eso?

Christian se acercó a ella, hasta estar a centímetros de su rostro.

—Deberías darme las gracias —dijo con una voz baja y peligrosa—. Yo fui tu héroe que te sacó de esa burbuja en la que vivías.

Alya, con una expresión de confusión, lo miró directamente a los ojos. Christian sonrió y le dijo:

—Yo te mandé todo, te abrí los ojos.

En un arrebato de enojo, Alya le dio una cachetada. Christian quedó inmóvil, procesando lo que acababa de suceder.

—Eres un cabrón de la chingada —dijo Alya, su voz temblando de rabia—. No tenías el derecho de meterte en mi vida privada porque es PRIVADA. No eres nadie para mí y nunca lo serás. Quédatelo bien guardado, hijo de puta.

Comenzó a empujarlo, pero él le agarró las manos y la miró enojado.

—Deberías darme las gracias, malagradecida —dijo entre dientes.

Ella, furiosa, intentó darle otra cachetada, pero él le detuvo el brazo.

—Ni te atrevas a hacerlo de nuevo —dijo con enojo—. Podrás estar muy enojada, pero por dentro sabes que estás agradecida de que te haya abierto los ojos.

Alya lo miró con odio.

—Antes muerta que agradecerte algo —dijo, jalando su brazo para librarse de él—. Vete. No me busques. Vete a la m****a.

Christian la miró, apretando la mandíbula, y salió del dormitorio azotando la puerta. Alya se quedó en medio de la habitación, procesando todo, y comenzó a sollozar. No podía creer lo que estaba pasando.

Christian salió del dormitorio de Alya, azotando la puerta con fuerza. Su corazón latía con furia, y sus pensamientos eran un torbellino de emociones. Mientras caminaba por el pasillo, apretaba los puños, tratando de controlar la rabia que sentía. No podía creer que Alya no entendiera que él solo quería ayudarla.

"¿Cómo puede ser tan ciega?", pensó, su mandíbula apretada. "Todo lo que hice fue por su bien."

A medida que se alejaba del dormitorio, los recuerdos de su historia con Alya inundaban su mente. Recordaba los momentos en que había intentado acercarse a ella, solo para ser rechazado una y otra vez. Y ahora, verla tan destrozada por Enrique, le dolía más de lo que quería admitir.

Llegó a la salida del edificio y se detuvo un momento, respirando profundamente. Miró hacia el cielo, tratando de calmarse. Sabía que había cruzado una línea al irrumpir en su dormitorio y confrontarla de esa manera, pero no podía evitarlo. Su preocupación por ella lo había llevado a actuar impulsivamente.

"Quizás me odie ahora", pensó, sintiendo una punzada de dolor en el pecho. "Pero algún día entenderá que lo hice por ella."

Con un último suspiro, Christian se alejó del edificio, decidido a darle a Alya el espacio que necesitaba. Pero en el fondo, sabía que no podía alejarse por completo. Su preocupación por ella era demasiado fuerte, y aunque ella no lo viera, él siempre estaría ahí, vigilando desde las sombras.

Alya se quedó en medio de la habitación, procesando todo lo que acababa de suceder. Las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas mientras se dejaba caer al suelo, abrazando sus rodillas. No podía creer la intensidad de la confrontación con Christian. Su mente estaba llena de preguntas y confusión.

"¿Cómo pudo hacerme esto?", pensó, su corazón latiendo con fuerza. "¿Por qué se metió en mi vida de esa manera?"

El dolor de la traición de Enrique aún era fresco, y ahora se sumaba la revelación de Christian. Se sentía atrapada en una tormenta de emociones, sin saber cómo salir de ella. Recordó las palabras de Christian, su tono de voz cargado de ira y determinación. Aunque odiaba admitirlo, una parte de ella sabía que él tenía razón. Enrique nunca la había querido de verdad, y ella había sido ingenua al perdonarlo.

Pero eso no justificaba lo que Christian había hecho. No tenía derecho a intervenir en su vida de esa manera, a manipularla y a exponerla a esa verdad tan brutalmente. Alya se levantó lentamente, secándose las lágrimas con el dorso de la mano. Miró alrededor de su habitación, buscando consuelo en los objetos familiares.

"Necesito hablar con Clara", pensó. Su amiga siempre había sido su roca, su apoyo incondicional. Sabía que Clara la ayudaría a ver las cosas con claridad y a encontrar una manera de seguir adelante.

Con pasos vacilantes, Alya se dirigió hacia su teléfono destrozado y marcó el número de Clara. Mientras esperaba a que su amiga contestara, respiró profundamente, tratando de calmarse. Necesitaba fuerzas para enfrentar lo que venía, y sabía que no podía hacerlo sola.

—¿Alya? —la voz de Clara sonó preocupada al otro lado de la línea.

—Clara... —Alya comenzó a sollozar de nuevo—. Necesito verte. Es urgente.

—Voy para allá ahora mismo —respondió Clara sin dudarlo—. No te preocupes, todo va a estar bien.

ALYA

Colgué el teléfono y me dejé caer en la cama, sintiendo una pequeña chispa de esperanza. Sabía que con Clara a mi lado, podría encontrar la manera de superar este dolor y reconstruir mi vida.

Me quedé en la cama, esperando a Clara. Los minutos parecían horas mientras mi mente seguía dando vueltas a la confrontación con Christian. Cada vez que cerraba los ojos, revivía el momento, las palabras duras y la mirada intensa de Christian.

Finalmente, escuché la puerta del dormitorio abrirse y salí de mi habitación, encontrándome con Clara, quien me abrazó de inmediato.

—Alya, ¿qué ha pasado? —preguntó Clara, preocupada.

Me aparté un poco, tratando de encontrar las palabras. —Christian... él... me dijo cosas sobre Enrique. Cosas que no quería escuchar, pero que sé que son verdad. Y lo hizo de una manera tan... cruel.

Clara frunció el ceño. —¿Qué te dijo exactamente?

Respiré hondo, tratando de calmarme. —Me dijo que Enrique nunca me quiso de verdad, que solo estaba jugando conmigo. Y aunque sé que tiene razón, no tenía derecho a decírmelo así. Me siento tan confundida y traicionada.

Clara me miró con compasión, pero también con una chispa de preocupación.

—Alya, ¿cómo es que Christian se enteró de eso?

Me quedé en silencio, procesando las palabras de Clara. Nunca había pensado en cómo Christian había obtenido esa información. —No lo sé, Clara. Nunca le pregunté. Solo asumí que... bueno, que de alguna manera lo sabía.

Clara asintió, pero su expresión seguía siendo seria. —Tenemos que ser cuidadosas, Alya. No sabemos qué más podría estar haciendo Christian. Tal vez deberíamos averiguar más sobre él antes de confiar en lo que dice.

Asentí lentamente, sintiendo una nueva ola de incertidumbre. —Tienes razón. No puedo seguir así, sin saber en quién confiar.

Clara me abrazó de nuevo. —Vamos a superar esto juntas, Alya. Tómate el tiempo que necesites para procesar todo. Estoy aquí para ti, siempre.

Me sentí un poco más tranquila con las palabras de mi amiga. Me aparté del abrazo de Clara y me sequé las lágrimas.

—Gracias, Clara. No sé qué haría sin ti.

Clara sonrió con ternura. —Para eso están las amigas. Ahora, ¿qué te parece si empezamos a investigar un poco sobre Christian? Tal vez podamos encontrar algo que nos dé una pista sobre sus verdaderas intenciones.

Negué con la cabeza, mi expresión decidida. —No, Clara. Creo que lo mejor es alejarme de él. No puedo seguir en esta incertidumbre. Necesito tiempo para pensar y aclarar mis sentimientos.

Clara asintió, comprendiendo. —Tienes razón, Alya. A veces, la distancia es lo mejor.

Suspiré, sintiéndome un poco más tranquila. —Hablando de eso, ¿cómo te va con Marco? Desde la vez que fuimos al bar no lo he visto. ¿Han podido hablar?

Clara frunció el ceño, su expresión se volvió seria. —No mucho, la verdad. Últimamente se está comportando raro. No sé qué le pasa, pero parece que está evitando hablar conmigo.

La miré con preocupación. —Eso no suena bien. ¿Crees que algo le está molestando?

Clara se encogió de hombros. —No lo sé. Tal vez debería intentar hablar con él de nuevo. Pero no quiero presionarlo si no está listo para hablar.

Tomé la mano de Clara y la apreté suavemente. —Estoy segura de que encontrarás la manera de llegar a él. Solo dale tiempo y espacio. Y recuerda, estoy aquí para ti, siempre.

Clara sonrió, agradecida. —Gracias, Alya. Lo mismo digo.

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