CAPÍTULO 19

Alya y Clara estaban sentadas en los sofás del dormitorio, la luz tenue del atardecer se filtraba por las cortinas. Alya miró a Clara con curiosidad y un toque de preocupación.

—Clara, ¿dónde estabas anoche? Cuéntame todo —dijo Alya, inclinándose hacia adelante.

Clara suspiró, sabiendo que no podía ocultar nada más.

—Después del bar, Marco y yo intentamos buscarte, pero no te encontramos. Así que seguimos bailando... y de repente, estábamos besándonos. Luego fuimos a su dormitorio y... bueno, ya sabes. Me levanté antes de que él despertara, me bañé y le agarré ropa para venir aquí —dijo Clara, avergonzada.

Alya la miró con una mezcla de sorpresa y diversión.

—¿Y cómo te sientes? —preguntó Alya.

—No lo sé. Me gustó, pero no sé si esto arruinará nuestra amistad o si será incómodo después —respondió Clara, con un tono de incertidumbre.

Alya asintió, comprendiendo la confusión de su amiga.

—Deberían hablarlo —sugirió Alya.

Clara asintió en silencio. Alya, tratando de aliviar la tensión, sonrió pícaramente.

—Y dime, ¿la tenía grande? —preguntó Alya en tono divertido.

Clara se puso roja de la vergüenza y se tapó la cara con las manos.

—¡Cállate! —dijo Clara, riendo nerviosamente.

Alya soltó una carcajada y luego, con una sonrisa, Clara le preguntó:

—Bueno, ¿y tú? ¿A dónde te fuiste?

Alya suspiró y comenzó a contarle todo.

—Seguí bailando sola y un chico se me acercó. Y siguió insistiendo aunque lo había rechazado. Pero entonces, Christian llegó a mi rescate. Hablamos un poco y... nos besamos —dijo Alya, recordando el momento.

Clara, sorprendida y emocionada, soltó pequeños gritos de emoción.

—¡No puedo creerlo! —exclamó Clara.

—Pero después vomité —añadió Alya, encogiéndose de hombros.

Clara se calló abruptamente y luego soltó una carcajada.

—¡No te burles! Estaba muy borracha —dijo Alya, recostándose en el sofá y cruzando los brazos, fastidiada.

Clara, aún riéndose, le dijo:

—¿Cómo te vas a vomitar después de besar a ese semental?

Alya suspiró.

—Fue un momento de borrachera y debilidad. Recuerda que tengo novio y me siento mal por eso.

Clara la miró con seriedad.

—Que se joda Enrique, él te engañó primero.

Alya negó con la cabeza.

—Yo no soy así, pero Christian me hace sentir cosas que con ningún otro chico había sentido.

Alya decidió que era hora de enfrentar sus sentimientos y hablar con Christian. No podía seguir con la incertidumbre que la consumía. Se dirigió al lugar donde sabía que él solía pasar el tiempo, con la esperanza de encontrarlo solo y poder hablar en privado.

Al llegar, su corazón se detuvo al ver a Christian. Pero no estaba solo. Laura, con su sonrisa encantadora y su cabello perfectamente peinado, estaba con él.

Alya observó, paralizada, cómo Laura se inclinaba hacia Christian y lo besaba. Él no se apartó; al contrario, correspondió al beso con la misma intensidad.

El corazón de Alya se encogió, sintiendo una punzada de dolor que la dejó sin aliento. En ese momento, todas las dudas y miedos que había tenido se confirmaron. Para Christian, ella no era más que una pieza más en su juego. No era especial, solo una más entre muchas.

Alya dio un paso atrás, tratando de contener las lágrimas que amenazaban con brotar. No quería que la vieran así, vulnerable y herida. Se dio la vuelta y se alejó rápidamente, buscando un lugar donde pudiera estar sola y procesar lo que acababa de ver.

Mientras caminaba, los recuerdos de los momentos compartidos con Christian pasaban por su mente como una película. Cada sonrisa, cada palabra, El beso... todo parecía ahora una mentira. Se sentía traicionada y estúpida por haber creído que podía ser diferente con él.

Finalmente, subió a la azotea de la universidad y se dejó caer en un banco. Las lágrimas comenzaron a caer libremente, y Alya se permitió llorar por lo que había perdido, por lo que nunca tuvo realmente. Sabía que tenía que ser fuerte, pero en ese momento, solo quería dejarse llevar por el dolor.

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