CAPÍTULO 25

Alya se quedó en su dormitorio, tratando de calmarse. El silencio de la habitación solo hacía que sus pensamientos resonaran más fuerte en su mente. Sabía que debía alejarme de él; sus actitudes controladoras y su invasión a la privacidad de Enrique eran señales claras de que algo no estaba bien. Decidí enfocarme en mis estudios y dejar de lado mis sentimientos por Christian, aunque sabía que no sería fácil.

Durante las siguientes semanas, me sumergí en mis clases y proyectos, tratando de mantener mi mente ocupada. Sin embargo, no podía evitar pensar en Christian. Me preguntaba si había hecho lo correcto al alejarme, si tal vez había sido demasiado dura con él. Pero cada vez que esos pensamientos me asaltaban, recordaba la intensidad en sus ojos y la forma en que había invadido mi espacio personal.

Christian, por su parte, no podía aceptar la distancia que Alya había impuesto entre ellos. Intentó buscarla en la universidad, pero ella lo evitaba constantemente. La frustración y la soledad comenzaron a consumirlo. Fue entonces cuando Laura, la chica con la que solía acostarse, comenzó a aparecer más seguido en su vida. Al principio, Christian la veía como una distracción, alguien con quien pasar el tiempo y olvidar sus problemas. Pero pronto, Laura empezó a ocupar un lugar más importante en su vida.

Alya no podía evitar sentirse celosa al verlos juntos. Aunque había decidido alejarse de Christian, ver a Laura tan cerca de él le provocaba una punzada de dolor en el pecho. Se preguntaba si había tomado la decisión correcta.

La llegada de un desconocido con aura de misterio y oscura, hizo que christian se pusiera a la defensiva. Alya no sabía quién era, pero podía sentir que su llegada traería consigo más problemas y revelaciones.

Christian se encontró cara a cara con el hombre, su expresión se endureció y sus ojos se llenaron de una mezcla de sorpresa y desconfianza.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Christian, su voz baja y tensa.

El hombre sonrió, una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.

—Tenemos asuntos pendientes, Hermano.

CHRISTIAN

Miré a mi alrededor, consciente de las miradas curiosas de los transeúntes. Sin decir una palabra más, tomé al hombre del brazo y lo llevé a mi dormitorio. Cerré la puerta detrás de nosotros, creando un espacio privado para la conversación que estaba por venir.

Una vez en mi dormitorio, Gabriel me miró con desesperación en sus ojos.

—Christian, necesitas regresar a la empresa —dijo, su voz temblando ligeramente.

Lo miré fijamente, sintiendo una mezcla de tristeza y determinación.

—No pienso regresar ahí, Gabriel —respondí con firmeza.

Gabriel suspiró, y pude ver en sus ojos que ya sabía la verdad.

—Sé que te enteraste de lo ilícito, pero una vez adentro ya no puedes salir. Es lo que nos tocó —dijo, su voz cargada de resignación.

Negué con la cabeza, sintiendo un nudo en el estómago.

—No puedo ser parte de eso, Gabriel. No puedo.

Gabriel se acercó, su desesperación palpable.

—Lo siento, Christian, pero necesito que regreses. Hay problemas grandes.

—No —respondí, mi voz más firme de lo que me sentía por dentro.

Gabriel, en un arrebato de desesperación, me gritó.

—¡Somos familia! ¡Tenemos que protegernos mutuamente!

Sentí una punzada de dolor en el corazón, pero mantuve mi decisión.

—No voy a regresar, lo siento —dije, antes de salir de la habitación, dejando a Gabriel atrás.

Caminé por el pasillo, confundido y sin saber qué hacer. La presión de la situación me abrumaba, y cada paso que daba me parecía más pesado que el anterior.

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