Esa noche, la fiesta en la casa de la fraternidad estaba en pleno apogeo. La música retumbaba y las luces parpadeaban, creando un ambiente casi hipnótico. Alya y Clara, ya bastante borrachas, reían y bailaban sin preocuparse por nada más.
Alya se tambaleó ligeramente mientras intentaba mantener el equilibrio. Clara, a su lado, no estaba en mejor estado. Un grupo de chicos se acercó a ellas, con intenciones que no eran del todo inocentes. —¿Por qué no nos vamos a un lugar más tranquilo, chicas? —dijo uno de los chicos, sonriendo de manera insinuante. —No, gracias. Estamos bien aquí —respondió Alya, riendo. Antes de que los chicos pudieran insistir, Christian apareció, con el ceño fruncido y una mirada de desaprobación. A su lado, su amigo Marco, quien también parecía preocupado. —Creo que es hora de que se vayan —dijo Christian con voz firme. —¿Y tú quién eres para decirnos qué hacer? —replicó otro de los chicos, desafiante. —Somos sus amigos. Y no creemos que quieran irse con ustedes —intervino Marco. Los chicos, al ver la determinación en los ojos de Christian y Marco, decidieron retroceder. Christian se acercó a Alya, quien lo miraba con una mezcla de sorpresa y gratitud. —Eres... eres muy sexy, ¿sabes? Pero también muy misterioso —dijo Alya con voz arrastrada. Christian no pudo evitar sonreír ligeramente ante el comentario de Alya, aunque su preocupación por ella era evidente. —Vamos, Alya. Es hora de que te vayas a casa —suspiró Christian. —¡Sí, vamos! ¡La fiesta se acabó para nosotras! —rió Clara. Christian y Marco ayudaron a las chicas a salir de la casa de la fraternidad. Mientras caminaban hacia los dormitorios de la universidad, Alya no podía dejar de mirar a Christian, sus palabras anteriores resonando en su mente. Había algo en él que la intrigaba profundamente, algo que no podía ignorar. A medida que se alejaban de la fiesta, Alya se dio cuenta de que, aunque Christian era un enigma, había algo en su presencia que la hacía sentir segura. Y en ese momento, decidió que quería conocer más sobre él, sin importar lo difícil que pudiera ser. El sábado por la mañana, Alya y Clara despertaron con una resaca monumental. La luz del sol que se filtraba por las cortinas les resultaba insoportable y sus cabezas latían con fuerza. —¿Qué pasó anoche? —murmuró Clara, frotándose las sienes. —No lo sé, pero mi cabeza va a explotar —respondió Alya, tratando de recordar los eventos de la noche anterior. De repente, un recuerdo fugaz cruzó su mente: Christian. El chico misterioso ahora tenía un nombre, y recordaba vagamente que él y su amigo Marco las habían llevado de vuelta a los dormitorios. —Christian... —dijo Alya en voz baja. —¿Qué? —preguntó Clara, levantando una ceja. —El chico misterioso. Se llama Christian. Él y Marco nos trajeron de vuelta anoche. Clara se quedó pensativa por un momento antes de asentir lentamente. —Sí, ahora lo recuerdo. Pero, ¿cómo conoce Marco a Christian? —preguntó Clara, intrigada. Decidieron buscar a Marco para obtener respuestas. Lo encontraron en la cafetería, tomando un café y leyendo un libro. —¡Marco! —exclamó Clara, acercándose a él—. Necesitamos hablar contigo. Marco levantó la vista, sorprendido por la urgencia en la voz de Clara. —Claro, ¿qué pasa? —dijo, cerrando su libro. —Anoche... —comenzó Alya—. Nos trajiste de vuelta con Christian. ¿Cómo lo conoces? Marco sonrió ligeramente y se recostó en su silla. —Christian y yo somos amigos desde la secundaria. Nos conocimos en un campamento de verano y hemos sido inseparables desde entonces. —¿Y por qué nunca nos dijiste nada sobre él? —preguntó Clara, cruzando los brazos. —Christian es... complicado —admitió Marco—. No le gusta socializar mucho y prefiere mantenerse al margen. Pero es un buen tipo, solo necesita tiempo para abrirse. Alya asintió, recordando la indiferencia de Christian la noche anterior. —¿Por qué estaba tan molesto anoche? —preguntó Alya. —Estaba preocupado por ustedes —respondió Marco—. Vio que esos chicos no tenían buenas intenciones y quiso asegurarse de que estuvieran a salvo. Alya sintió una mezcla de gratitud y curiosidad. Christian seguía siendo un enigma, pero ahora tenía más razones para querer conocerlo mejor. —Gracias, Marco —dijo Alya, sonriendo—. Creo que necesito hablar con Christian. —Buena suerte con eso —dijo Marco, sonriendo—. No es fácil, pero vale la pena. Más tarde, Alya decidió buscar a Christian por la universidad. Mientras caminaba por los pasillos, su teléfono vibró con un mensaje de Enrique, su novio a distancia. —Alya, tenemos que hablar. Es importante. Alya sintió un nudo en el estómago. No podía evitar preocuparse por lo que Enrique quería decirle, pero en ese momento, su prioridad era encontrar a Christian y agradecerle por la noche anterior. Finalmente, lo vio sentado en un banco, leyendo un libro. Se acercó con cautela, sin saber cómo iniciar la conversación. —Hola, Christian —dijo, tratando de sonar casual. Christian levantó la vista y la miró con una expresión neutral. —Hola, Alya. ¿Cómo te sientes hoy? —Un poco mejor, gracias. Quería agradecerte por anoche. Tú y Marco nos ayudaron mucho. Christian asintió, pero no dijo nada. Alya sintió la tensión en el aire y decidió ser directa. —¿Por qué eres tan distante? —preguntó, mirándolo a los ojos. Christian suspiró y cerró su libro. —No es fácil para mí abrirme a la gente. Pero me alegra que estés bien. Alya sonrió ligeramente, sintiendo que había dado un pequeño paso hacia conocer mejor a Christian. Sin embargo, la preocupación por el mensaje de Enrique seguía rondando en su mente. —Gracias, Christian. De verdad. Christian asintió de nuevo y volvió a su libro, mientras Alya se alejaba, pensando en la conversación que tendría que tener con Enrique. Alya se sentó en su cama, su teléfono en la mano, mirando el mensaje de Enrique. Con un suspiro profundo, decidió llamarlo. Necesitaba saber qué era tan importante. —Hola, Enrique —dijo, tratando de mantener la voz firme. —Alya, tenemos que hablar —respondió Enrique, su tono serio. —¿Qué pasa? —preguntó, sintiendo un nudo en el estómago. —No puedo con la distancia —dijo Enrique, suspirando—. Por eso te sugerí una relación abierta. Anoche salí con mis amigos y... no pude resistirme. Terminé acostándome con una chica. Alya sintió como si el suelo se desmoronara bajo sus pies. Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos mientras trataba de procesar lo que acababa de escuchar. —¿Cómo pudiste? —susurró, su voz quebrándose—. Pensé que podíamos superar esto juntos. —Lo siento, Alya. De verdad lo siento. Pero creo que es mejor que terminemos. No quiero seguir haciéndote daño. Alya colgó el teléfono sin decir una palabra más. Se quedó sentada en silencio, las lágrimas corriendo por su rostro. Después de unos minutos, se levantó y salió de su habitación, dirigiéndose a la azotea de la universidad. Necesitaba estar sola. Al llegar a la azotea, se sentó en una banca y dejó que las lágrimas fluyeran libremente. Miró al cielo, preguntándose por qué le pasaba esto. ¿Por qué no había terminado esa relación antes? Siempre había sentido que Enrique nunca la había tomado en serio, que estaban juntos más por costumbre que por amor verdadero. —¿Por qué me pasa esto? —murmuró, hablando sola—. ¿Por qué no terminé con él antes? Sabía que no me tomaba en serio... Pasó una hora en la azotea, sumida en sus pensamientos y en su dolor. Finalmente, decidió que era hora de dejar ese lugar. Se levantó y se dirigió hacia la puerta, sin saber que alguien la había estado observando y escuchando todo el tiempo. Christian, apoyado contra la pared, apagó su cigarro y la miró con una mezcla de preocupación y curiosidad. Había escuchado cada palabra, y aunque no quería entrometerse, no podía evitar sentir una conexión con el dolor de Alya. Alya, sin darse cuenta de la presencia de Christian, se alejó de la azotea, sintiéndose un poco más ligera después de haber dejado salir sus emociones. Christian la observó hasta que desapareció de su vista, pensando en cómo podría ayudarla sin invadir su espacio.Alya y Clara estaban en su dormitorio, ambas aún sintiendo los efectos de la resaca. Alya se sentó en su cama, mirando fijamente su teléfono, recordando la dolorosa conversación con Enrique.—Clara, terminé con Enrique —dijo finalmente, su voz temblando.Clara levantó la vista, sorprendida.—¿Qué pasó? —preguntó, acercándose a Alya.—Me engañó con una chica. Dijo que no podía soportar la distancia —respondió Alya, las lágrimas comenzando a brotar de nuevo.Clara la abrazó con fuerza, tratando de consolarla.—Lo siento tanto, Alya. No te mereces esto.Alya sollozó en el hombro de Clara, sintiendo un alivio al compartir su dolor. Después de unos minutos, Clara se levantó y abrió el congelador.—Creo que necesitamos helado —dijo, sacando dos botes y unas cucharas.Se sentaron en la cama de Alya, comiendo helado directamente del bote y buscando una película para ver. Eligieron una comedia romántica, esperando que les levantara el ánimo. A medida que la película avanzaba, ambas comenzaron
Alya y Clara salieron del laboratorio, sus estómagos rugiendo de hambre. Se dirigieron a la cafetería, ansiosas por comer algo. Mientras estaban en la fila, Alya notó a Christian al final de las mesas, rodeado de sus amigos. Encima de él, una chica esbelta de cabello ondulado y muy linda, reía y coqueteaba con él.Alya no pudo evitar compararse con la chica. Era muy bella, y al pensar en cómo Enrique la había engañado, sintió una presión en el pecho. La imagen de Christian prestando atención a esa chica la hizo sentir rara, como si algo se rompiera dentro de ella.—¿Qué tienes? —preguntó Clara, notando la expresión de Alya.Alya no respondió de inmediato, pero Clara siguió su mirada y vio lo mismo. Le agarró la mano y le dijo con firmeza:—Olvídalo. Recuerda que dijiste que te ibas a alejar de los chicos. Además, tienes a medio campus detrás de ti.Alya sonrió débilmente y asintió.—Me da igual. No me importa —dijo, tratando de convencerse a sí misma.Cuando regresó la vista a la com
Mientras comían, Alya y Clara no pudieron evitar notar cómo Christian se levantaba de su mesa junto con sus amigos y la chica de cabello ondulado. Salieron de la cafetería riendo y conversando animadamente. Alya sintió una punzada de curiosidad y algo más que no podía identificar del todo.Marco, que estaba sentado frente a ellas, notó la mirada fija de las dos chicas y levantó una ceja, intrigado.—¿Qué están mirando? —preguntó, siguiendo la dirección de sus ojos.Clara fue la primera en hablar, con un tono casual pero curioso.—¿Quién es esa chica que estaba con Christian? —preguntó, tratando de sonar despreocupada.Marco se encogió de hombros y respondió con naturalidad.—Esa es Laura, una amiga de Christian. Han sido amigos desde hace años. Es con quien tiene sus encuentros, ya que él no tiene relaciones formales. Es lo más cercano que ha tenido a una relación.Al escuchar esto, Alya sintió una presión en el pecho. La información la golpeó más fuerte de lo que esperaba, pero dec
Era un viernes por la noche, y Clara estaba decidida a que Alya asistiera a la fiesta con un atuendo que dejara a todos boquiabiertos.—Tienes que ir súper sensual —insistió Clara, sosteniendo una falda de cuero negra y una blusa transparente.Alya negó con la cabeza, sintiéndose incómoda con la idea. Pero Clara no aceptó un no por respuesta.—Confía en mí, te verás increíble —dijo Clara mientras le entregaba la falda y la blusa.Alya suspiró y se cambió, completando el look con unos tacones altos. Clara, por su parte, llevaba un vestido negro ajustado que resaltaba sus curvas. Ambas se miraron en el espejo y sonrieron.—Nos vemos sensacionales —dijo Clara, guiñándole un ojo a Alya.Al llegar a la fiesta, las miradas de los hombres se posaron sobre ellas. Alya sintió una mirada especialmente intensa y, al buscar su origen, encontró a Christian sentado en un sofá, con un vaso en una mano y un cigarro en la otra. Encima de él, Laura reía coquetamente. Alya levantó una ceja y apartó la m
Alya se quedó en el balcón, sintiendo el vacío que dejaba su partida. Sabía que había tomado la decisión correcta, pero eso no hacía que fuera más fácil. Con un suspiro, se dio la vuelta y regresó a la fiesta, decidida a seguir adelante, aunque una parte de ella siempre recordaría esa noche en el balcón.Mientras caminaba de regreso al interior de la casa, no podía dejar de pensar en lo que había dicho. Había mentido a Christian sobre tener novio, cuando en realidad había terminado con Enrique semanas atrás. La traición de Enrique aún dolía, y quizás por eso había usado esa mentira como un escudo, una forma de protegerse de volver a salir herida."¿Por qué le mentí?" se preguntó a sí misma, sintiendo una mezcla de culpa y confusión. Sabía que Christian no era bueno para ella, pero había algo en él que la atraía de una manera que no podía explicar. Tal vez era el misterio, o tal vez era simplemente la necesidad de sentir algo diferente después de la decepción con Enrique.Alya se detuv
El sábado por la mañana, Alya y Clara se preparaban para su visita al museo. Alya se puso unos jeans ajustados y una blusa oversize, complementando su atuendo con un bolso cruzado. Clara, por su parte, eligió un vestido azul que resaltaba su figura.—¿Estás lista, Alya? —preguntó Clara mientras se miraba en el espejo.—Sí, ya casi. ¿Qué te parece? —Alya giró sobre sí misma, mostrando su atuendo.—Te ves genial. Vamos a divertirnos mucho hoy —respondió Clara con una sonrisa.Al llegar a la entrada del museo, se encontraron con Marco, quien las esperaba con una sonrisa.—¡Hola, chicas! —saludó Marco—. ¿Listas para una dosis de cultura?—¡Claro! —respondió Clara entusiasmadaAlya sintió un nudo en el estómago al ver a Christian acercándose. No esperaban verlo allí, y la incomodidad de Alya era evidente.—Hola a todos —dijo Christian, con una mirada fija en Alya.—Hola, Christian —respondió Alya, tratando de sonar casual.Mientras recorrían las exposiciones, Alya intentaba mantener la cal
Esa noche, Alya estaba en su habitación, tratando de concentrarse en sus estudios, cuando su teléfono vibró. Miró la pantalla y vio un mensaje de Enrique, su exnovio. Dudó un momento antes de abrirlo.Enrique: Alya, te extraño. No dejo de pensar en ti.Alya sintió una punzada en el corazón. Había sido difícil dejar atrás su relación con Enrique, pero sabía que era lo mejor. Aun así, las palabras de él la hicieron dudar.Alya: Enrique, no quiero saber nada de ti. Lo que hiciste me lastimó mucho.Enrique: Por favor, Alya. Lo que hice fue en un momento de debilidad. Te lo ruego, dame otra oportunidad.Alya dejó el teléfono a un lado, su mente en un torbellino. Pensaba en el dolor que Enrique le había causado, pero también en los momentos felices que habían compartido. Y luego estaba Christian, con sus ojos oscuros y su presencia dominante, que la confundía aún más.Decidió no responderle a Enrique. Necesitaba tiempo para pensar. Sin embargo, Enrique no se dio por vencido. Al día siguient
Pasaron semanas desde que Enrique se fue, y durante ese tiempo, Alya evitó a Christian a toda costa. Cada vez que él intentaba acercarse, ella encontraba una excusa para alejarse. Esta situación lo frustraba profundamente, y la tensión entre ellos crecía con cada día que pasaba.Una noche, después de una larga jornada en la universidad, Christian decidió que ya no podía soportarlo más. Sabía que Alya solía quedarse en la biblioteca hasta tarde, así que fue allí con la esperanza de encontrarla. Al entrar, la vio sentada en una mesa al fondo, absorta en sus libros.—Alya —dijo con firmeza, acercándose a ella.Ella levantó la vista, sorprendida y un poco nerviosa. Intentó ignorarlo, pero él no se lo permitió. Se sentó frente a ella, su mirada intensa y decidida.—No podemos seguir así —dijo Christian, su voz baja pero cargada de emoción—. Necesitamos hablar.Alya suspiró, sintiendo el peso de sus palabras. Sabía que tenía razón, pero también sabía que enfrentarlo significaba abrir una pu