CAPÍTULO 8

Alya y Clara salieron del laboratorio, sus estómagos rugiendo de hambre. Se dirigieron a la cafetería, ansiosas por comer algo. Mientras estaban en la fila, Alya notó a Christian al final de las mesas, rodeado de sus amigos. Encima de él, una chica esbelta de cabello ondulado y muy linda, reía y coqueteaba con él.

Alya no pudo evitar compararse con la chica. Era muy bella, y al pensar en cómo Enrique la había engañado, sintió una presión en el pecho. La imagen de Christian prestando atención a esa chica la hizo sentir rara, como si algo se rompiera dentro de ella.

—¿Qué tienes? —preguntó Clara, notando la expresión de Alya.

Alya no respondió de inmediato, pero Clara siguió su mirada y vio lo mismo. Le agarró la mano y le dijo con firmeza:

—Olvídalo. Recuerda que dijiste que te

ibas a alejar de los chicos. Además, tienes a medio campus detrás de ti.

Alya sonrió débilmente y asintió.

—Me da igual. No me importa —dijo, tratando de convencerse a sí misma.

Cuando regresó la vista a la comida, sintió la mirada de Christian sobre ella. Levantó la vista y lo vio recorriendo su mirada por todo su cuerpo. Alya sintió un escalofrío, pero rápidamente desvió la mirada, tratando de concentrarse en qué comida escoger.

Clara, notando la tensión, le dio un apretón en la mano.

—Vamos, Alya. No dejes que esto te afecte. Eres increíble y no necesitas la aprobación de nadie.

Alya asintió, agradecida por el apoyo de Clara. Aunque seguía sintiéndose confundida y herida, decidió que no dejaría que la situación la derrumbara. Con una nueva determinación, se concentró en disfrutar su comida y la compañía de su amiga.

"¿Por qué me afecta tanto? No debería importarme."

CHRISTIAN

Christian se sentía cómodo con Laura, la chica de cabello ondulado que conocía desde hacía años. Su risa era familiar y reconfortante, un eco de tiempos más simples. Mientras ella coqueteaba y reía, él se dejaba llevar por la corriente, disfrutando de la compañía sin complicaciones.

Sin embargo, su mirada se desvió hacia Alya, que estaba en la fila de la cafetería. Había algo en ella que lo atraía de una manera que no podía ignorar. Alya era luz, una presencia brillante y pura que contrastaba con la oscuridad que sentía dentro de sí mismo. Sabía que no podía ofrecerle más que encuentros casuales y momentos fugaces. Su vida estaba llena de sombras y complicaciones que no quería compartir con ella.

Alya levantó la vista y sus ojos se encontraron. Christian sintió un escalofrío recorrer su espalda. Había una conexión innegable, una chispa que encendía algo profundo dentro de él. Pero rápidamente desvió la mirada, recordándose a sí mismo que no podía arrastrarla a su mundo.

Laura le dio un suave empujón en el

brazo, trayéndolo de vuelta a la conversación. Christian sonrió, pero su mente seguía con Alya. Sabía que debía mantener la distancia, por su bien y por el de ella. No podía permitirse el lujo de enamorarse, no cuando su vida estaba tan llena de oscuridad.

ALYA

Alya y Clara se sirvieron comida y buscaron una mesa en un rincón tranquilo de la cafetería. El bullicio de los estudiantes a su alrededor era un telón de fondo constante, pero ellas se concentraron en sus platos, tratando de disfrutar de un momento de calma.

—¿Qué tal si probamos ese nuevo postre? —sugirió Clara, tratando de animar a Alya.

Alya asintió, aunque su mente seguía divagando. Justo cuando empezaban a comer, Marco, se acercó con una sonrisa amplia.

—¡Hola, chicas! ¿Puedo unirme? —preguntó, señalando la silla vacía junto a ellas.

—Claro, Marco, siéntate —respondió Clara, dándole la bienvenida.

Marco se sentó y comenzó a hablar sobre su día, compartiendo anécdotas divertidas y logrando arrancar algunas sonrisas a Alya. La conversación fluyó con naturalidad, y poco a poco, Alya empezó a relajarse.

—¿Han oído sobre la nueva exposición en el museo? —preguntó Marco, cambiando de tema. —Dicen que es increíble.

Deberíamos ir juntos este fin de semana.

Clara asintió con entusiasmo, y Alya, aunque aún un poco distraída, también mostró interés.

—Podría ser divertido —dijo Alya, tratando de dejar atrás sus preocupaciones.

Mientras hablaban, Alya sintió una mirada sobre ella. Levantó la vista y vio a Christian observándola desde su mesa. Sus ojos se encontraron por un breve instante antes de que él desviara la mirada. Alya sintió un nudo en el estómago, pero decidió concentrarse en la conversación con sus amigos.

—Entonces, ¿qué opinan? —preguntó Marco, esperando una respuesta.

—Me parece una excelente idea —respondió Clara, mirando a Alya para asegurarse de que estaba de acuerdo.

—Sí, vamos —dijo Alya, sonriendo. —Será una buena distracción.

Con la compañía de sus amigos y la promesa de una salida divertida, Alya se sintió un poco más ligera. Aunque la sombra de sus sentimientos por Christian seguía presente, decidió no dejar que eso arruinara su día.

Narrador

Alya se sentía atrapada en una maraña de emociones que no lograba desenredar. Mientras observaba a Christian desde la distancia, una sensación de traición la invadía, pero no entendía por qué. No tenía ningún derecho a sentirse así; después de todo, Christian no le debía nada. Sin embargo, cada vez que lo veía con otra chica, una punzada de dolor atravesaba su corazón.

"¿Por qué me afecta tanto?", se preguntaba una y otra vez. "No debería importarme. Apenas lo conozco y ya estoy sintiendo cosas que no tienen sentido."

La reciente traición de Enrique seguía fresca en su memoria, como una herida que se negaba a cicatrizar. Tal vez, pensó, estaba proyectando esos sentimientos de traición y desconfianza en Christian.

Quizás su corazón aún no había sanado del todo, y cualquier indicio de interés en otra persona reavivaba ese dolor.

"¿Estoy confundiendo las cosas?", se preguntó. "¿Es posible que esté viendo fantasmas donde no los hay? Christian es solo un chico más, alguien que apenas conozco. No debería sentirme así."

Pero había algo en Christian que la atraía de una manera inexplicable. Era como si una parte de ella reconociera una oscuridad en él que resonaba con sus propios miedos y dudas. Y, sin embargo, también veía una luz en él, una chispa que la hacía querer conocerlo más.

"Tal vez estoy buscando algo que no existe", pensó Alya, tratando de racionalizar sus sentimientos. "O tal vez solo necesito tiempo para sanar y entender lo que realmente quiero."

Con un suspiro, decidió que no dejaría que esos pensamientos la consumieran. Tenía que concentrarse en sí misma, en su nueva vida y en las oportunidades que tenía por delante. Christian podía esperar. Primero, tenía que encontrar su propio equilibrio

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