CAPÍTULO 13

Esa noche, Alya estaba en su habitación, tratando de concentrarse en sus estudios, cuando su teléfono vibró. Miró la pantalla y vio un mensaje de Enrique, su exnovio. Dudó un momento antes de abrirlo.

Enrique: Alya, te extraño. No dejo de pensar en ti.

Alya sintió una punzada en el corazón. Había sido difícil dejar atrás su relación con Enrique, pero sabía que era lo mejor. Aun así, las palabras de él la hicieron dudar.

Alya: Enrique, no quiero saber nada de ti. Lo que hiciste me lastimó mucho.

Enrique: Por favor, Alya. Lo que hice fue en un momento de debilidad. Te lo ruego, dame otra oportunidad.

Alya dejó el teléfono a un lado, su mente en un torbellino. Pensaba en el dolor que Enrique le había causado, pero también en los momentos felices que habían compartido. Y luego estaba Christian, con sus ojos oscuros y su presencia dominante, que la confundía aún más.

Decidió no responderle a Enrique. Necesitaba tiempo para pensar. Sin embargo, Enrique no se dio por vencido. Al día siguiente, viajó hasta la universidad de Alya para intentar reconciliarse con ella.

Cuando Enrique llegó, Alya se sorprendió al verlo. Había una mezcla de emociones en su rostro: sorpresa, confusión y un poco de esperanza.

—Alya, por favor, escúchame —dijo Enrique, su voz llena de sinceridad—. Sé que te lastimé, pero te amo y quiero arreglar las cosas.

Alya lo miró, sus sentimientos encontrados.

—Enrique, no es tan simple. Me lastimaste mucho —respondió Alya, tratando de mantener la calma.

—Lo sé, y me arrepiento cada día. Por favor, dame otra oportunidad para demostrarte que he cambiado —suplicó Enrique, tomando las manos de Alya.

Alya suspiró, sintiendo la tensión en su pecho. Miró a Enrique, viendo la sinceridad en sus ojos.

—Está bien, Enrique. Te daré otra oportunidad —dijo finalmente—. Nos vemos en el comedor de la universidad en una hora.

Enrique sonrió, aliviado.

—Gracias, Alya. No te arrepentirás.

Más tarde, Alya llegó al comedor de la universidad y vio a Enrique esperándola.

Al acercarse, Enrique la recibió con una sonrisa y la abrazó. Sin decir una palabra, la besó suavemente, y Alya sintió una mezcla de emociones: nostalgia, cariño y una pizca de duda.

—Gracias por venir, Alya —dijo Enrique, mirándola a los ojos—. Te prometo que haré todo lo posible para que esto funcione.

—Espero que así sea, Enrique. No quiero volver a pasar por lo mismo —respondió Alya, con un tono serio.

Se sentaron en una mesa y comenzaron a hablar sobre lo que había pasado y cómo podían mejorar su relación. Enrique le contó cómo había estado trabajando en sí mismo y cómo había aprendido de sus errores. Alya escuchaba atentamente, tratando de decidir si realmente podía confiar en él de nuevo.

Desde la lejanía, Christian observaba la escena. Estaba en el comedor, viendo cómo Alya hablaba con Enrique. La forma en que lo miraba, con ojos llenos de amor y una sonrisa en los labios, hizo que Christian frunciera el ceño y apretara los puños. Se preguntaba por qué Alya le sonreía a ese tipo y no a él. ¿Qué tenía Enrique que él no?

Christian sintió una oleada de celos y frustración. Estaba a punto de levantarse e ir hacia ellos cuando un pensamiento lo detuvo: "No somos nada." Y tenía razón. No eran nada. Intentó despejar la molestia y la presión que sentía en el pecho, pero no era fácil.

Alya, por su parte, estaba en una lucha interna. Sabía que Enrique había cometido errores, pero también sabía que lo amaba. Sin embargo, la presencia de Christian en su vida la había hecho cuestionarse muchas cosas. Al final, decidió darle una oportunidad a Enrique, esperando que las cosas pudieran mejorar.

Christian observó desde lejos, sintiendo una mezcla de resignación y tristeza. Sabía que no podía hacer nada para cambiar la situación. Mientras Alya y Enrique se alejaban juntos, Christian se quedó solo, tratando de aceptar que, tal vez, era mejor así.

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