El sábado por la mañana, Alya y Clara se preparaban para su visita al museo. Alya se puso unos jeans ajustados y una blusa oversize, complementando su atuendo con un bolso cruzado. Clara, por su parte, eligió un vestido azul que resaltaba su figura.
—¿Estás lista, Alya? —preguntó Clara mientras se miraba en el espejo. —Sí, ya casi. ¿Qué te parece? —Alya giró sobre sí misma, mostrando su atuendo. —Te ves genial. Vamos a divertirnos mucho hoy —respondió Clara con una sonrisa. Al llegar a la entrada del museo, se encontraron con Marco, quien las esperaba con una sonrisa. —¡Hola, chicas! —saludó Marco—. ¿Listas para una dosis de cultura? —¡Claro! —respondió Clara entusiasmada Alya sintió un nudo en el estómago al ver a Christian acercándose. No esperaban verlo allí, y la incomodidad de Alya era evidente. —Hola a todos —dijo Christian, con una mirada fija en Alya. —Hola, Christian —respondió Alya, tratando de sonar casual. Mientras recorrían las exposiciones, Alya intentaba mantener la calma, pero la tensión era palpable. De repente, Christian la tomó del brazo sin previo aviso y la llevó a un pequeño cuarto de limpieza. Confundida, Alya lo miró con ojos interrogantes. —¿Qué estás haciendo? —preguntó, tratando de mantener la compostura. Christian cerró la puerta detrás de ellos y la miró con intensidad. —¿Por qué me mentiste? —espetó, su voz cargada de reproche. Alya frunció el ceño, sin entender a qué se refería. —¿De qué hablas? —Sabes perfectamente de qué hablo. Dijiste que tenías novio, pero no es cierto. ¿Por qué lo hiciste? La ira de Christian era evidente, y Alya sintió una mezcla de culpa y enojo. —No tengo que darte ninguna explicación —respondió, tratando de sonar firme—. No somos nada y no estoy interesada en nadie. Christian se acercó, su presencia dominante llenando el pequeño espacio. Colocó un brazo al lado de la cabeza de Alya y con la otra mano levantó su mentón, obligándola a mirarlo a los ojos. —¿Estás segura? —susurró, su voz baja y peligrosa. Alya sintió su corazón acelerarse y el calor subir a sus mejillas. Nerviosa, apenas pudo responder. —Sí. Christian sonrió de lado, acercándose aún más hasta que sus labios casi rozaron los de ella. La tensión entre ellos era insoportable. De repente, se alejó bruscamente. —De acuerdo —dijo, antes de salir del cuarto, dejándola sola y llena de preguntas. Alya se quedó allí, con el corazón latiendo desbocado y la mente en un torbellino de emociones. No entendía por qué se sentía tan afectada; después de todo, ellos no eran nada. Solo habían tenido algunos momentos juntos, pero ninguno había declarado sus sentimientos. La tensión entre ellos la estaba volviendo loca. Casi había sentido sus labios sobre los suyos, y la frustración la consumía porque, en el fondo, deseaba que la besara. Pero al mismo tiempo, se sentía enojada y confundida. No sabía lo que quería, y los cambios de humor repentinos de Christian solo complicaban más las cosas. Alya salió del pequeño cuarto de limpieza, todavía con el corazón latiendo desbocado y la mente en un torbellino de emociones. Se unió a Clara y Marco, quienes estaban absortos en una exposición de arte moderno. —¿Todo bien? —preguntó Clara, notando la expresión perturbada de Alya. —Sí, todo bien —respondió Alya, forzando una sonrisa—. Solo necesitaba un momento para mí. Christian se mantenía a cierta distancia, observando las obras de arte con una expresión inescrutable. Alya intentó concentrarse en las exposiciones, pero su mente seguía volviendo a la intensa confrontación que acababa de tener. No entendía por qué se sentía tan afectada; después de todo, ellos no eran nada. Solo habían tenido algunos momentos juntos, pero ninguno había declarado sus sentimientos. Mientras caminaban por el museo, Clara y Marco discutían animadamente sobre las diferentes piezas, pero Alya apenas podía seguir la conversación. De repente, Clara se detuvo frente a una pintura particularmente llamativa. —Mira esta, Alya. ¿No te parece fascinante? —dijo Clara, señalando la obra. Alya asintió, aunque apenas había registrado la pintura. Su mente estaba en otra parte, tratando de procesar lo que había sucedido con Christian. La tensión entre ellos la estaba volviendo loca. Casi había sentido sus labios sobre los suyos, y la frustración la consumía porque, en el fondo, deseaba que la besara. Pero al mismo tiempo, se sentía enojada y confundida. No sabía lo que quería, y los cambios de humor repentinos de Christian solo complicaban más las cosas. Finalmente, llegaron a una sala dedicada a esculturas antiguas. Christian se mantenía alejado, su mirada fría y distante. Alya sintió un nudo en el estómago al notar su indiferencia. Era como si la confrontación de antes no hubiera significado nada para él. Clara y Marco continuaban disfrutando del museo, ajenos a la tensión entre Alya y Christian. Alya intentó concentrarse en las esculturas, pero la presencia distante de Christian la inquietaba. —¿Te sientes bien? —preguntó Marco, notando la distracción de Alya. —Sí, solo estoy un poco cansada —respondió Alya, tratando de sonar convincente. Christian no hizo ningún esfuerzo por acercarse a ella o hablarle. Su indiferencia era palpable, y Alya no podía evitar sentirse herida. Mientras recorrían el museo, la distancia entre ellos parecía crecer, llenando el aire de una tensión incómoda. Pero entonces, una idea se formó en su mente: tal vez era mejor así. Tal vez era mejor que ambos se alejaran, porque no llegarían a nada bueno. Eran demasiado diferentes, y esa diferencia solo traería más dolor y confusión. Con un suspiro, Alya decidió que era hora de dejar ir. Mientras caminaba hacia la salida, sintió una extraña mezcla de alivio y tristeza. Quizás, al final, era lo mejor para ambos.Esa noche, Alya estaba en su habitación, tratando de concentrarse en sus estudios, cuando su teléfono vibró. Miró la pantalla y vio un mensaje de Enrique, su exnovio. Dudó un momento antes de abrirlo.Enrique: Alya, te extraño. No dejo de pensar en ti.Alya sintió una punzada en el corazón. Había sido difícil dejar atrás su relación con Enrique, pero sabía que era lo mejor. Aun así, las palabras de él la hicieron dudar.Alya: Enrique, no quiero saber nada de ti. Lo que hiciste me lastimó mucho.Enrique: Por favor, Alya. Lo que hice fue en un momento de debilidad. Te lo ruego, dame otra oportunidad.Alya dejó el teléfono a un lado, su mente en un torbellino. Pensaba en el dolor que Enrique le había causado, pero también en los momentos felices que habían compartido. Y luego estaba Christian, con sus ojos oscuros y su presencia dominante, que la confundía aún más.Decidió no responderle a Enrique. Necesitaba tiempo para pensar. Sin embargo, Enrique no se dio por vencido. Al día siguient
Pasaron semanas desde que Enrique se fue, y durante ese tiempo, Alya evitó a Christian a toda costa. Cada vez que él intentaba acercarse, ella encontraba una excusa para alejarse. Esta situación lo frustraba profundamente, y la tensión entre ellos crecía con cada día que pasaba.Una noche, después de una larga jornada en la universidad, Christian decidió que ya no podía soportarlo más. Sabía que Alya solía quedarse en la biblioteca hasta tarde, así que fue allí con la esperanza de encontrarla. Al entrar, la vio sentada en una mesa al fondo, absorta en sus libros.—Alya —dijo con firmeza, acercándose a ella.Ella levantó la vista, sorprendida y un poco nerviosa. Intentó ignorarlo, pero él no se lo permitió. Se sentó frente a ella, su mirada intensa y decidida.—No podemos seguir así —dijo Christian, su voz baja pero cargada de emoción—. Necesitamos hablar.Alya suspiró, sintiendo el peso de sus palabras. Sabía que tenía razón, pero también sabía que enfrentarlo significaba abrir una pu
El bar estaba lleno de gente, la música alta y las luces tenues creaban el ambiente perfecto para perderse. Christian se acercó a la barra y pidió un whisky doble. Mientras bebía, sus ojos recorrieron el lugar hasta que se detuvieron en una chica que estaba sola en una mesa. Era atractiva, con una sonrisa fácil y una mirada que prometía distracción.Se acercó a ella con su habitual confianza.—¿Te importa si me siento? —preguntó, aunque ya estaba tomando asiento.La chica sonrió, intrigada.—Claro, adelante. Soy Zoe.—Christian —respondió él, extendiendo la mano—. ¿Qué hace una chica como tú sola en un lugar como este?Zoe se rió suavemente.—Solo necesitaba un respiro. ¿Y tú?—Buscando olvidar —dijo Christian, su voz más seria de lo que pretendía.La conversación fluyó fácilmente, y pronto, Christian la llevó a su dormitorio. Todo fue rápido, casi mecánico. Se besaron apasionadamente, pero en su mente, Christian no podía dejar de pensar en Alya. Cada caricia, cada beso, solo le recor
A la mañana siguiente, Alya se despertó sintiéndose un poco más clara. Sabía que tenía que mantenerse firme en su decisión. Christian era una distracción peligrosa, y no podía permitirse el lujo de dejarse llevar por sus sentimientos. Tenía un futuro que construir, y no dejaría que nada ni nadie se interpusiera en su camino.Mientras se preparaba para el día, su teléfono vibró con un mensaje de Enrique. Sonrió al ver su nombre en la pantalla. Su relación a distancia con Enrique estaba resultando super bien. Abrió el mensaje y leyó sus palabras cariñosas, sintiendo una calidez en su corazón.—Buenos días, mi amor. Espero que hayas dormido bien. Te extraño mucho —decía el mensaje.Alya respondió rápidamente, sintiendo que su día mejoraba solo con leer sus palabras.—Buenos días, Enrique. Yo también te extraño. Espero que tengas un buen día.Guardó el teléfono y se dirigió a la cocina para preparar el desayuno. Clara se unió a ella, y las dos amigas compartieron una conversación ligera m
El bar estaba lleno de luces parpadeantes y música ensordecedora. Clara, Marco y Alya se movían al ritmo de la música, riendo y disfrutando de la noche. Los tres estaban un poco borrachos, pero eso solo hacía que la noche fuera más divertida.En un momento, Clara y Marco se alejaron, dejándola sola en la pista de baile. Alya, con una sonrisa en el rostro, seguía moviéndose al ritmo de la música, disfrutando de la libertad del momento.De repente, sintió una presencia detrás de ella. Un chico desconocido se acercó demasiado, intentando bailar con ella. Alya se giró rápidamente, negando con la cabeza.—No, gracias —dijo, tratando de ser educada pero firme.El chico no se dio por vencido y volvió a acercarse, insistiendo.—Vamos, solo un baile —dijo con una sonrisa que no le gustó nada a Alya.Antes de que pudiera responder, sintió otra presencia, esa voz más familiar y reconfortante. Christian apareció detrás del chico, su mirada oscura y dominante.—Ella dijo que no —dijo Christian con
Sus labios se funden, el mundo a su alrededor desaparece, solo existe el calor de sus cuerpos y el deseo que los consume.Pero de repente, Alya siente un mareo, el alcohol que ha ingerido comienza a hacer estragos. Se separa bruscamente de Christian, su rostro pálido y sus ojos vidriosos. Intenta mantener la compostura, pero es inútil. Con un gemido ahogado, se inclina hacia un lado y vomita, el sonido resonando en el bar.La vergüenza la invade, sus mejillas arden de humillación. Christian, sorprendido, da un paso atrás, su expresión cambiando de deseo a preocupación.—Alya... —murmura, extendiendo una mano hacia ella.Ella se limpia la boca con el dorso de la mano, evitando su mirada.—Lo siento... —susurra, su voz quebrada.Christian se acerca, su mano cálida en la espalda de Alya, ofreciéndole apoyo.—No te preocupes, nena. Vamos a sacarte de aquí —dice con suavidad, su voz llena de comprensión.Alya asiente, agradecida por su gesto. Aunque el momento se ha vuelto vergonzoso, la c
Alya y Clara estaban sentadas en los sofás del dormitorio, la luz tenue del atardecer se filtraba por las cortinas. Alya miró a Clara con curiosidad y un toque de preocupación.—Clara, ¿dónde estabas anoche? Cuéntame todo —dijo Alya, inclinándose hacia adelante.Clara suspiró, sabiendo que no podía ocultar nada más.—Después del bar, Marco y yo intentamos buscarte, pero no te encontramos. Así que seguimos bailando... y de repente, estábamos besándonos. Luego fuimos a su dormitorio y... bueno, ya sabes. Me levanté antes de que él despertara, me bañé y le agarré ropa para venir aquí —dijo Clara, avergonzada.Alya la miró con una mezcla de sorpresa y diversión.—¿Y cómo te sientes? —preguntó Alya.—No lo sé. Me gustó, pero no sé si esto arruinará nuestra amistad o si será incómodo después —respondió Clara, con un tono de incertidumbre.Alya asintió, comprendiendo la confusión de su amiga.—Deberían hablarlo —sugirió Alya.Clara asintió en silencio. Alya, tratando de aliviar la tensión, s
Alya se quedó en la azotea, tratando de calmar su respiración y ordenar sus pensamientos. Sabía que no podía quedarse allí para siempre, pero necesitaba un momento para recomponerse. Después de un rato, se levantó y decidió que lo mejor sería regresar a su dormitorio y hablar con Clara. Necesitaba el apoyo de su amiga más que nunca.Al llegar, Clara la recibió con una sonrisa, pero esta se desvaneció al ver la expresión en el rostro de Alya.—¿Qué pasó? —preguntó Clara, preocupada.Alya se dejó caer en el sofá y comenzó a contarle todo, desde su decisión de hablar con Christian hasta el momento en que lo vio besándose con Laura. Clara escuchó en silencio, su rostro reflejando una mezcla de sorpresa y enojo.—No puedo creer que te haya hecho eso —dijo Clara finalmente, abrazando a Alya con fuerza—. No merece ni un segundo más de tu tiempo.Alya asintió, sintiendo el consuelo en las palabras de su amiga. Pero aún así, el dolor seguía ahí, latente.—Sé que tienes razón, pero duele tanto