CAPÍTULO 16

A la mañana siguiente, Alya se despertó sintiéndose un poco más clara. Sabía que tenía que mantenerse firme en su decisión. Christian era una distracción peligrosa, y no podía permitirse el lujo de dejarse llevar por sus sentimientos. Tenía un futuro que construir, y no dejaría que nada ni nadie se interpusiera en su camino.

Mientras se preparaba para el día, su teléfono vibró con un mensaje de Enrique. Sonrió al ver su nombre en la pantalla. Su relación a distancia con Enrique estaba resultando super bien. Abrió el mensaje y leyó sus palabras cariñosas, sintiendo una calidez en su corazón.

—Buenos días, mi amor. Espero que hayas dormido bien. Te extraño mucho —decía el mensaje.

Alya respondió rápidamente, sintiendo que su día mejoraba solo con leer sus palabras.

—Buenos días, Enrique. Yo también te extraño. Espero que tengas un buen día.

Guardó el teléfono y se dirigió a la cocina para preparar el desayuno. Clara se unió a ella, y las dos amigas compartieron una conversación ligera mientras comían.

Alya se sentía agradecida por tener a Clara y a Enrique en su vida, personas que la apoyaban y la hacían sentir segura.

Más tarde, Alya y Clara se encontraron en la cafetería de la universidad para tomar un café antes de sus clases. Se sentaron en una mesa junto a la ventana, disfrutando del sol de la mañana que entraba por los grandes ventanales.

—Oye, ¿qué te parece si salimos esta noche? —dijo Clara, rompiendo el silencio—. Marco me ha invitado a salir y pensé que podrías venir con nosotros. Podría ser divertido.

Alya sintió un alivio inmediato al escuchar la propuesta. Marco, Clara y ella eran amigos cercanos, y la idea de pasar una noche con ellos le parecía perfecta.

—Me parece una excelente idea —respondió Alya, sonriendo—. Necesito distraerme un poco y ustedes dos siempre saben cómo hacerme reír.

Clara asintió, contenta.

—¡Genial! Entonces, es una cita. Nos divertiremos mucho, ya verás.

Alya asintió, sintiendo que, por primera vez en mucho tiempo, algo de la tensión en su pecho comenzaba a disiparse. Tal vez una noche con amigos era justo lo que necesitaba para aclarar su mente y seguir adelante.

Alya y Clara pasaron el resto del día en sus clases y estudios, pero Alya no podía evitar sentir una ligera emoción por la salida de esa noche. Sabía que pasar tiempo con Clara y Marco sería una buena distracción y una oportunidad para relajarse.

Al caer la tarde, las dos amigas regresaron a su dormitorio para prepararse. Clara estaba especialmente animada, eligiendo cuidadosamente su ropa y maquillándose con esmero. Alya, por su parte, optó por un look más sencillo pero elegante, queriendo sentirse cómoda y segura.

—¿Lista? —preguntó Clara, sonriendo mientras se miraba en el espejo.

—Lista —respondió Alya, devolviéndole la sonrisa.

Salieron del dormitorio y se dirigieron al lugar donde habían quedado de encontrarse con Marco. Él ya estaba allí, esperándolas con una sonrisa amplia.

—¡Hola, chicas! —saludó Marco, abrazándolas a ambas—. Me alegra que hayan podido venir.

—Gracias por invitarnos, Marco —dijo Alya, sintiendo que su ánimo mejoraba al estar con sus amigos.

Se dirigieron a un bar cercano, uno de sus lugares favoritos para relajarse y disfrutar de buena música. El ambiente era animado, con risas y conversaciones llenando el aire. Encontraron una mesa y se sentaron, pidiendo bebidas y comenzando a charlar.

—Entonces, ¿cómo han estado? —preguntó Marco, mirando a Alya con interés—. Hace tiempo que no salimos los tres juntos.

—He estado bien, solo ocupada con los estudios —respondió Alya, sintiendo una calidez al estar rodeada de amigos—. ¿Y tú?

—Igual, ocupado con la universidad, pero siempre hay tiempo para divertirse un poco —dijo Marco, guiñándole un ojo.

Clara se rió y añadió:

—Sí, Marco siempre sabe cómo encontrar el equilibrio perfecto entre trabajo y diversión. Deberíamos aprender de él.

Alya sonrió, sintiendo que la tensión en su pecho comenzaba a disiparse.

—Definitivamente. Necesito más de ese equilibrio en mi vida.

La conversación fluyó fácilmente, y Alya se encontró riendo y disfrutando de la compañía de Clara y Marco. Por un momento, pudo olvidar sus preocupaciones y simplemente disfrutar del presente.

—¿Recuerdan aquella vez que fuimos al museo? —dijo Clara, sonriendo—. Fue un día increíble. La exposición de arte moderno fue fascinante.

—Sí, lo recuerdo —dijo Marco—. Especialmente cuando nos perdimos en la sección de esculturas y terminamos haciendo un recorrido privado con el guía.

Alya sonrió, pero su mente se desvió hacia un recuerdo más reciente. Recordó cómo, durante esa visita al museo, Christian la había seguido y la había confrontado en una de las salas vacías. Había estado tan cerca de besarla, y la intensidad de ese momento aún la perseguía.

—Sí, fue un día muy especial —dijo Alya, tratando de mantener su voz firme.

Marco notó su cambio de expresión y se inclinó hacia ella.

—¿Estás bien, Alya? Pareces un poco distante.

Alya suspiró, apreciando la preocupación de su amigo.

—Sí, solo recordaba algo. Pero estar aquí con ustedes me ayuda mucho.

Marco asintió, sonriendo.

—Siempre estamos aquí para ti, ya lo sabes.

Clara, que había escuchado la conversación, se unió a ellos.

—Exactamente. No importa lo que pase, siempre puedes contar con nosotros.

Alya sintió una oleada de gratitud. Tener amigos como Clara y Marco era un verdadero regalo, y se prometió a sí misma no dejar que sus problemas la abrumaran.

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