CAPÍTULO 15

El bar estaba lleno de gente, la música alta y las luces tenues creaban el ambiente perfecto para perderse. Christian se acercó a la barra y pidió un whisky doble. Mientras bebía, sus ojos recorrieron el lugar hasta que se detuvieron en una chica que estaba sola en una mesa. Era atractiva, con una sonrisa fácil y una mirada que prometía distracción.

Se acercó a ella con su habitual confianza.

—¿Te importa si me siento? —preguntó, aunque ya estaba tomando asiento.

La chica sonrió, intrigada.

—Claro, adelante. Soy Zoe.

—Christian —respondió él, extendiendo la mano—. ¿Qué hace una chica como tú sola en un lugar como este?

Zoe se rió suavemente.

—Solo necesitaba un respiro. ¿Y tú?

—Buscando olvidar —dijo Christian, su voz más seria de lo que pretendía.

La conversación fluyó fácilmente, y pronto, Christian la llevó a su dormitorio. Todo fue rápido, casi mecánico. Se besaron apasionadamente, pero en su mente, Christian no podía dejar de pensar en Alya. Cada caricia, cada beso, solo le recordaba lo que realmente deseaba.

Después de que todo terminó, Christian se levantó bruscamente de la cama.

—Tienes que irte —dijo, su voz fría.

Zoe, confundida, se sentó y lo miró.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Solo vete —repitió él, más fuerte esta vez.

—¿Hice algo mal? —preguntó ella, su voz temblando.

—¡Solo vete! —gritó Christian, su frustración desbordándose.

Zoe se vistió rápidamente y salió del Dormitorio, dejando a Christian solo. Se dejó caer en la cama, sintiendo una mezcla de ira y confusión. No entendía por qué Alya lo afectaba tanto. Pensaba que era solo un capricho, pero ahora no estaba tan seguro. Se sentía atrapado entre el deseo y la frustración, sin saber cómo salir de ese torbellino de emociones.

Christian se levantó de la cama y se dirigió al baño. Se miró en el espejo, sus ojos oscuros reflejaban la tormenta interna que lo consumía. Abrió el grifo y dejó que el agua fría le salpicara el rostro, esperando que eso calmara el fuego que ardía dentro de él. Pero no funcionó. Nada parecía funcionar.

Volvió a la habitación y se dejó caer en una silla, encendiendo un cigarrillo. El humo llenó el aire, pero no logró despejar su mente. Pensó en Alya, en su sonrisa, en la forma en que lo miraba. Había algo en ella que lo desarmaba, algo que lo hacía sentir vulnerable, y eso lo enfurecía.

—¿Qué demonios me pasa? —murmuró para sí mismo, dando una calada profunda al cigarrillo.

Se levantó de nuevo, incapaz de quedarse quieto. Caminó de un lado a otro, su mente un torbellino de pensamientos y emociones. Quería olvidarla, quería arrancarla de su mente, pero cada intento solo la hacía más presente.

Finalmente, se dejó caer en la cama una vez más, agotado. Cerró los ojos, esperando que el sueño lo reclamara y le diera un respiro de su propia mente. Pero incluso en la oscuridad, la imagen de Alya lo perseguía, y supo que no sería tan fácil escapar de ella.

ALYA

Alya salió de la biblioteca, dejando a Christian atrás. Su corazón latía con fuerza mientras caminaba rápidamente por las calles iluminadas de la ciudad.

Sabía que había hecho lo correcto al alejarse, pero eso no hacía que fuera más fácil. Christian tenía una forma de hacerla sentir deseada y especial, pero también sabía que había algo oscuro en él que la asustaba.

Llegó a su dormitorio compartido con Clara y cerró la puerta suavemente, tratando de no hacer ruido. Clara estaba sentada en su escritorio, concentrada en sus estudios. Levantó la vista y sonrió al ver a Alya.

—¿Todo bien? —preguntó Clara, notando la expresión en el rostro de Alya.

—Sí, solo un día largo —respondió Alya, tratando de sonar despreocupada.

Clara asintió y volvió a sus libros, dándole a Alya el espacio que necesitaba. Alya se dirigió a su cama y se dejó caer sobre ella, mirando el techo. Sus pensamientos estaban enredados, una mezcla de alivio y tristeza. Se dirigió a la cocina pequeña del dormitorio y se sirvió un vaso de agua, tratando de despejar su mente.

Esa noche, mientras se preparaba para dormir, no podía dejar de pensar en Christian. Había algo en él que la atraía, algo que la hacía querer saber más sobre él, a pesar de sus reservas. Se dejó caer en la cama y cerró los ojos, esperando que el sueño la reclamara rápidamente. Pero su mente seguía trabajando, recordando cada detalle de su encuentro con Christian.

Alya se levantó y se dirigió a la ventana, mirando las luces de la ciudad. Se preguntaba qué estaría haciendo Christian en ese momento. ¿Estaría pensando en ella? ¿O ya habría encontrado a alguien más para ocupar su mente?

Sacudió la cabeza, tratando de alejar esos pensamientos. No podía permitirse distraerse. Tenía que mantenerse fuerte y enfocada. Pero incluso mientras se decía eso, sabía que no sería tan fácil. Había algo en Christian que la desarmaba, algo que la hacía sentir vulnerable, y eso la enfurecía.

Finalmente, se dirigió al baño y se lavó la cara con agua fría, esperando que eso la ayudara a despejar su mente. Se miró en el espejo, viendo la determinación en sus propios ojos.

—No puedo dejar que me afecte —se dijo a sí misma en voz baja—. Tengo que seguir adelante.

Volvió a la cama y se acurrucó bajo las sábanas, cerrando los ojos con fuerza. Poco a poco, el cansancio la venció y se quedó dormida, aunque sus sueños estaban llenos de imágenes de Christian, de su sonrisa y de la intensidad de su mirada.

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