CAPÍTULO 21

Christian se quedó inmóvil por unos segundos, su mente trabajando a toda velocidad. No estaba acostumbrado a que alguien le hablara de esa manera, y mucho menos a que lo dejaran plantado. Pero Alya era diferente, y eso solo hacía que la deseara más.

Alya, por su parte, caminaba rápidamente, tratando de calmar su respiración y sus pensamientos. No podía creer que hubiera tenido el valor de enfrentarse a Christian de esa manera.

Pero sabía que era necesario. Enrique, aunque lejos, era su ancla, y no podía permitir que Christian siguiera jugando con sus emociones.

Al llegar a su dormitorio, cerró la puerta con fuerza y se dejó caer en el sofá. Las lágrimas comenzaron a brotar, no solo por la confrontación con Christian, sino por la confusión y el dolor que sentía en su corazón. ¿Cómo había llegado a este punto? ¿Cómo había permitido que su vida se complicara tanto?

Mientras tanto, Christian, aún de pie en el mismo lugar, sacó su teléfono y marcó un número. Su voz era baja y controlada cuando habló.

—Necesito que me consigan toda la información posible sobre Alya. No quiero sorpresas —Christian, aún con el teléfono en la mano, cambió de idea. Sabía que para entender mejor a Alya, debía conocer más sobre Enrique, el hombre que tenía su corazón a distancia.

—Olvídate de Alya por ahora —dijo con voz firme—. Quiero que investigues a Enrique. Necesito saber todo sobre él.

Mientras tanto, Alya seguía en su apartamento, tratando de calmarse. No tenía idea de que Christian estaba planeando algo más grande. La tensión entre sus sentimientos por Enrique y la atracción por Christian la mantenía en un constante estado de confusión.

Christian, por otro lado, estaba decidido a descubrir todo sobre Enrique. Quería saber qué lo hacía especial para Alya y, más importante, cómo podía usar esa información a su favor. La batalla por el corazón de Alya estaba lejos de terminar, y Christian estaba dispuesto a jugar todas sus cartas.

Los días pasaron lentamente para Christian, pero finalmente recibió las noticias que estaba esperando. Su investigador le había enviado un paquete con fotos y documentos detallados sobre Enrique. Christian se sentó en en la pequeña oficina que tenía en su dormitorio, abriendo el sobre con una mezcla de anticipación y frialdad.

Las primeras fotos mostraban a Enrique con otra mujer, en una situación claramente comprometedora. Christian sonrió al verlas, pero su sonrisa se ensanchó aún más cuando encontró las pruebas de que Enrique había engañado a Alya en el pasado y que ella lo había perdonado. Sin embargo, lo que realmente capturó su atención fue la evidencia de que Enrique mantenía una relación en secreto con una mujer más joven y que tenían un bebé recién nacido juntos.

Christian se recostó en su silla, su mente trabajando rápidamente. Sabía que estas pruebas serían devastadoras para Alya, pero también sabía que era necesario. Si tenía que romperle el corazón para que dejara a Enrique, lo haría. Y él estaría allí para recoger los pedazos.

—Quiero que envíes todo esto a Alya de manera anónima —ordenó a su investigador—. Asegúrate de que reciba cada detalle.

Mientras tanto, Alya seguía con su vida, tratando de mantener la distancia emocional de Christian y enfocándose en sus estudios y su relación a distancia con Enrique. No tenía idea de la tormenta que estaba a punto de desatarse.

Cuando el paquete llegó a su puerta, Alya lo abrió con curiosidad. Al ver las fotos y los documentos, su mundo se vino abajo. Lágrimas de dolor y traición comenzaron a caer mientras revisaba cada prueba. No podía creer que Enrique, el hombre en quien había confiado, la hubiera engañado de esa manera.

Christian, por su parte, observaba desde las sombras, esperando el momento adecuado para acercarse a Alya. Sabía que ella necesitaría consuelo, y él estaría allí para ofrecerlo. La batalla por el corazón de Alya estaba lejos de terminar, pero Christian estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para ganarla.

Alya, con las manos temblorosas y el corazón destrozado, marcó el número de Enrique. Cada tono de llamada parecía durar una eternidad hasta que finalmente él contestó.

—¿Alya? —dijo Enrique, su voz sonando despreocupada.

—¿Cómo pudiste? —Alya comenzó, su voz quebrándose—. ¿Cómo pudiste hacerme esto otra vez? Me rompiste el corazón con tu traición, pero esta vez... esta vez me has destruido. No quiero que me vuelvas a buscar en tu perra vida. ¡Vete a la m****a!

Sin esperar una respuesta, Alya arrojó el celular contra la pared, viendo cómo se rompía en pedazos. Se dejó caer al suelo, las lágrimas fluyendo libremente mientras sollozaba incontrolablemente.

En ese momento, Clara llegó al apartamento. Al ver a su amiga destrozada en el suelo, se apresuró a su lado, arrodillándose junto a ella.

—Alya, ¿qué pasó? —preguntó Clara, su voz llena de preocupación.

Alya no podía hablar, solo podía señalar las fotos y documentos esparcidos por el suelo. Clara los recogió y, al ver las pruebas de la traición de Enrique, sintió una oleada de coraje y asco. No podía creer lo que estaba viendo.

—Ese maldito... —murmuró Clara, apretando los dientes.

Intentando consolar a su amiga, Clara abrazó a Alya con fuerza, permitiéndole llorar hasta que no le quedaran más lágrimas. Poco a poco, Alya comenzó a calmarse, su respiración volviendo a un ritmo más regular.

—Vamos, necesitas descansar —dijo Clara suavemente, ayudando a Alya a levantarse y llevándola a su cama.

Alya se dejó guiar, sintiéndose agotada tanto física como emocionalmente. Clara la arropó y se quedó a su lado hasta que se quedó dormida, prometiéndose a sí misma que estaría allí para Alya en cada paso del camino.

Alya despertó al día siguiente con los ojos hinchados y el corazón aún pesado por la traición de Enrique. La idea de enfrentarse a un día normal de clases le parecía insoportable. Decidió que no podía ir a estudiar, no en ese estado.

Se quedó en la cama, mirando al techo, tratando de procesar todo lo que había sucedido. La traición de Enrique, las fotos, la otra mujer y el bebé... todo se mezclaba en su mente, creando una tormenta de emociones que no podía controlar.

Clara, que había pasado la noche en el sofá para estar cerca de Alya, se levantó temprano y fue a ver cómo estaba su amiga.

—Alya, ¿cómo te sientes? —preguntó suavemente, sentándose al borde de la cama.

—No puedo ir a estudiar hoy, Clara. No puedo enfrentarme a nadie —respondió Alya, su voz apenas un susurro.

Clara asintió, entendiendo perfectamente. —Está bien, no tienes que ir. Hoy te quedas aquí y descansas. Yo me encargaré de todo lo demás.

Alya asintió, agradecida por el apoyo de su amiga. Clara se levantó y comenzó a preparar un desayuno ligero, algo que Alya pudiera comer sin sentirse peor. Mientras tanto, Alya se quedó en la cama, tratando de encontrar un poco de paz en medio del caos.

Sabía que eventualmente tendría que enfrentar la realidad, pero por ahora, solo quería un momento de respiro. Con Clara a su lado, sabía que no estaba sola en esta batalla.

Alya se quedó en la cama, escuchando los sonidos de Clara moviéndose por el pequeño apartamento. El aroma del Té recién hecho y el pan tostado llenaba el aire, brindándole una sensación de consuelo. Aunque su corazón seguía pesado, la presencia de Clara le daba un poco de alivio.

Después de un rato, Clara regresó con una bandeja. Había preparado una taza de té de manzanilla, unas tostadas con mermelada y un poco de fruta fresca. Colocó la bandeja en la mesita de noche y se sentó junto a Alya.

—Come un poco, te hará sentir mejor —dijo Clara con una sonrisa suave.

Alya asintió y tomó un sorbo del té. El calor del líquido le reconfortó la garganta y, poco a poco, comenzó a comer. Clara la observaba con preocupación, pero también con determinación. Sabía que su amiga necesitaba tiempo para sanar, pero también necesitaba apoyo para enfrentar lo que venía.

—Gracias, Clara. No sé qué haría sin ti —murmuró Alya, sintiendo una oleada de gratitud.

—Siempre estaré aquí para ti, Alya. No estás sola en esto —respondió Clara, tomando la mano de su amiga y apretándola suavemente.

Alya sonrió débilmente y continuó comiendo. Sabía que el camino por delante sería difícil, pero con Clara a su lado, sentía que podía encontrar la fuerza para seguir adelante.

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