CAPÍTULO 3

Alya se dirigió al aeropuerto con el corazón pesado. La despedida de su madre había sido emotiva, y la ausencia de su padre, ocupado en una reunión de trabajo, solo aumentaba su tristeza. Enrique, su novio, la acompañaba, pero el silencio entre ellos era palpable. Ninguno de los dos había mencionado qué pasaría con su relación una vez que ella se fuera.

En el camino, Alya intentó romper el hielo.

— Enrique, ¿has pensado en cómo manejaremos esto? —preguntó, su voz temblando ligeramente.

Enrique suspiró, mirándola brevemente y regresando su vista a la carretera.

— He estado pensando… —comenzó, pero se detuvo, como si buscara las palabras adecuadas—. Tal vez deberíamos considerar una relación abierta mientras estás fuera.

Alya sintió un nudo en el estómago. No era la respuesta que esperaba, pero tampoco era una sorpresa completa.

— ¿Una relación abierta? —repitió, tratando de procesar la idea.

— Sí, no quiero que te sientas atada mientras estás en otro país. Quiero que disfrutes de tu tiempo allí sin preocupaciones —explicó Enrique, aunque su tono era más práctico que emocional.

Alya asintió lentamente, aunque su mente estaba llena de dudas. ¿Podría realmente manejar una relación abierta? ¿Era eso lo que ella quería?

Llegaron al aeropuerto y, después de registrar su equipaje, se dirigieron a la puerta de embarque. Enrique la abrazó, pero el abrazo se sintió diferente, más distante.

— Cuídate, Alya. Te llamaré cuando pueda —dijo Enrique, dándole un beso en la frente.

— Tú también, Enrique. —Alya respondió, tratando de mantener la compostura.

Mientras se alejaba, Alya no pudo evitar sentir que algo había cambiado irrevocablemente. Con una mezcla de emociones, abordó el avión, lista para comenzar su nueva vida en la universidad, pero con una incertidumbre que la acompañaría en su viaje.

Alya se acomodó en su asiento del avión, mirando por la ventana mientras el paisaje familiar se desvanecía. Sus pensamientos estaban enredados en la conversación con Enrique. ¿Una relación abierta? No estaba segura de cómo se sentía al respecto, pero sabía que tendría que tomar una decisión pronto.

El vuelo fue largo, y Alya aprovechó el tiempo para reflexionar sobre su futuro. Sabía que la universidad sería un desafío, pero también una oportunidad para crecer y descubrir más sobre sí misma. Decidió que, al menos por ahora, se centraría en sus estudios y en adaptarse a su nueva vida.

Alya llegó a su destino con una mezcla de nervios y emoción. Después de recoger su equipaje, fue recibida por un representante de la universidad que la ayudó a llegar a su dormitorio. Al abrir la puerta, se encontró con una chica sonriente que estaba desempacando sus cosas.

— ¡Hola! Soy Clara, tu compañera de cuarto —dijo la chica, extendiendo la mano.

Alya sonrió y estrechó su mano.

— Hola, soy Alya. Encantada de conocerte.

Las dos chicas rápidamente se llevaron bien, compartiendo historias sobre sus vidas y sus expectativas para la universidad. Clara era extrovertida y divertida, y su energía positiva ayudó a Alya a sentirse más cómoda en su nuevo entorno.

Unos días después, mientras exploraban el campus juntas, conocieron a Marco, un estudiante de intercambio de Italia. Marco era encantador y tenía un sentido del humor que las hizo reír desde el primer momento. Los tres formaron un pequeño grupo que se volvió inseparable, apoyándose mutuamente en los desafíos de la vida universitaria.

Mientras tanto, Alya notó a un chico que parecía observarla desde la distancia. El chico era alto, con una presencia imponente y un aire de misterio que lo rodeaba. Aunque no se acercaba a hablar con ella, Alya sentía su mirada en varias ocasiones, lo que despertaba su curiosidad y un poco de inquietud.

Una tarde, mientras estudiaban en la biblioteca, Alya comentó a Clara y Marco sobre el chico misterioso.

— Hay un chico que siempre me observa, pero nunca se acerca. Es un poco inquietante —dijo Alya, tratando de sonar casual.

Clara levantó una ceja, interesada.

— ¿Cómo es? —preguntó.

— Alto, con ojos oscuros y una presencia que no puedes ignorar —respondió Alya.

Marco sonrió.

— Tal vez solo está interesado en ti y no sabe cómo acercarse —sugirió.

Alya se encogió de hombros, aunque no podía evitar sentir que había algo más en ese chico. Decidió no darle demasiada importancia y centrarse en sus estudios y en disfrutar de su nueva vida con sus amigos.

Sin embargo, la presencia del chico seguía siendo una constante en su vida, y Alya sabía que eventualmente tendría que descubrir quién era realmente y por qué la observaba con tanto interés.

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