Conocer a Federico fue como abrir una puerta hacia un mundo que nunca imaginé. Su presencia despertó en mí pasiones que desconocía, su amor se convirtió en mi bendición y, a la vez, en mi perdición. En este libro, exploraremos los límites del deseo y la pasión, adentrándonos en un universo de emociones intensas y encuentros ardientes. A través de las páginas, descubriremos cómo el amor puede transformar nuestras vidas, llevándonos a experimentar placeres que nunca creímos posibles. Desde el primer encuentro hasta el último suspiro, esta historia está impregnada de sensualidad y erotismo, invitándote a sumergirte en un viaje de descubrimiento y liberación. Prepárate para dejarte llevar por la intensidad de cada página, mientras exploramos juntos los rincones más íntimos de la pasión humana.
Leer másLunaicyEl nudo en mi estómago se hizo más fuerte cuando mi madre entró a mi habitación. Apenas colgué la llamada de Federico, ella se quedó mirándome con una mezcla de reproche y algo más difícil de descifrar. Me quito el teléfono pero no sin antes soltar lo que parecía ser una orden disfrazada de consejo:—Dile que terminas con él. Hazlo ahora.Quise replicar, pero su tono no dejaba espacio para discusión. No sabía siquiera si tenía algo serio con Federico, pero el hecho de que mi madre lo creyera suficiente como para intervenir me hizo sentir pequeña, impotente. Me entrego el teléfono y tuve que hacerlo. Con un suspiro entrecortado, marqué su número y terminé la conversación de manera brusca. —Esto es lo mejor— pensé, pero mi mente estaba dividida. Por un lado, quería seguir con mi vida, enfocarme en mis estudios, encontrar una salida de este infierno. Por otro lado, quería buscar a mi padre, decirle que viniera por mí y por mi hermanita Estrella, porque cada minuto en esta casa er
FedericoEstaba fuera de mí. Quería romper todo a mi alrededor. ¿Cómo era posible que Luna se hubiera ido sin siquiera avisarme? Apenas me di cuenta de que dejó el vecindario y no tuve más que deducirlo por los rumores. No hubo una llamada, una explicación, nada. Fui un idiota al pensar que podía tener una relación con ella, que había alguna esperanza para nosotros. Pero no. Prefirió irse lejos, dejarlo todo atrás, antes que quedarse en su hogar, en su barrio, cerca de mí.No lo podía creer. Me encendí un porro para calmar el torbellino en mi cabeza, pero ni la marihuana lograba apaciguar el enojo. Me quedé mirando a Jamileth. Ella bailaba, sensual, despreocupada, como si el mundo no importara. Nunca había sentido algo similar por otra mujer, no como lo que sentía por Luna. Sin embargo, era claro que a ella no le importaba lo nuestro. A decir verdad, supongo que su madre tampoco habría permitido una relación entre nosotros. Tal vez yo no era suficiente para ella, o tal vez lo sabía des
Gabriel.Entré a mi habitación y me quedé mirando el jardín. Las luces del atardecer pintaban un cuadro perfecto. Pasé una mano por mi barba, que empezaba a marcarse más con el tiempo, y sonreí para mí mismo. Todo iba según mi plan. Ahora las tenía aquí, bajo mi techo, y nada ni nadie podría alejarlas de mí. Miriam había sido una ingenua al aceptar traer a sus hijas a esta casa. Una madre preocupada por darles un mejor futuro... pero no sabía que había traído a sus pequeñas directamente a las fauces del lobo.Mis pensamientos se detuvieron en Luna. Esa pequeña fiera me tenía obsesionado. La había observado durante meses, desde que Miriam, en su torpeza, me mostró una foto de ella. Fue entonces cuando supe que haría cualquier cosa para tenerla. Primero, claro, debía ganarme a su madre, enamorarla más de lo que ya estaba. No voy a mentir: Miriam es una mujer apasionada, y en la cama no tiene rival. He disfrutado nuestras noches juntos, aunque me lleve algunos años. Pero ella no es más qu
LunaicyNo lo podía creer. Mamá había cumplido con su palabra. La casa había sido entregada a los nuevos dueños mientras nosotros esperábamos en el auto. Desde la ventanilla, vi cómo mamá entregaba los papeles, firmando el final de nuestra vida en ese lugar. Marta, nuestra fiel empleada y casi una segunda madre para mí, me acarició el cabello, intentando consolarme. Mi hermanita Estrellita, sentada junto a mí, bajó la cabeza en silencio, evitando mirarme a los ojos. Y luego estaba Gabriel, mi padrastro, con esa sonrisa de satisfacción que me hervía la sangre. ¿Cuál era su plan? ¿Qué pretendía mamá al vender nuestra casa y llevarnos lejos de todo?No dejaba de llamar a papá, pero no contestaba. No sabía nada de él desde hacía meses y su ausencia pesaba en mi pecho. Lo necesitaba ahora más que nunca. No quería mudarme a esa mansión. Pero, ¿qué opciones tenía? No trabajaba, apenas estudiaba en la universidad, y no tenía adónde ir. Intenté llamar a Federico, el único refugio que sentía qu
Lunaicy Al día siguiente regresé a casa. Le pedí a Federico que me dejara en la esquina, no quería que nadie lo viera conmigo. Eran más de las ocho de la mañana, y sabía que este día sería crucial. Algo dentro de mí lo presentía, pero no estaba preparada para enfrentarlo, mamá estará muy furiosa conmigo, esta vez me comparte como una Rebelde.Toqué el timbre varias veces, y cuando la puerta se abrió, ahí estaba él, el idiota de mi padrastro.—Buenos días, por lo menos, Luna. Creo que estás empezando a ser un poco irresponsable, preocupándonos por ti mientras estás quién sabe dónde —dijo con su habitual tono sarcástico.Lo miré con desprecio y entré sin decir una palabra.—¡Luna! ¿Cómo es posible que llegues a esta hora? —gritó mi madre desde la sala.Cerré la puerta tras de mí y me dirigí hacia ella. Estaba sentada en el sillón, con los brazos cruzados y una expresión que no presagiaba nada bueno.—Lo siento, madre. Estaba con una amiga —respondí con calma, aunque por dentro sabía qu
Lunaicy Llegamos al hotel donde pasaríamos la noche. Dejé mis cosas sobre la mesa y me acerqué a la ventana para admirar la iluminada noche. El reflejo de las luces parecía danzar sobre el cristal, mientras el silencio del lugar me envolvía. Las manos de Federico rodearon mi cintura con fuerza, y su abrazo me hizo sentir una inexplicable sensación de paz. En ese momento, supe que esa noche sería especial, que a su lado no existían los juicios ni las dudas.Por primera vez, no me preocupaba lo que mi madre pudiera pensar. Siempre me criticaba, como si tener un novio fuera algo indebido, mientras ella vivía su relación como le daba la gana. Ya me daba igual. Si ella podía hacer su vida, ¿por qué yo no podía hacer la mía? Por mucho tiempo pensé en los prejuicios, en lo correcto y lo incorrecto, pero ahora no quería arrepentirme de nada. Quizá lo que hacemos no es perfecto, tal vez Dios me juzgue, pero esta noche solo quiero ser feliz. Nos quedamos abrazados, hablando de cosas triviales
Lunaicy El aire era cálido, envolviéndome mientras me aferraba a la cintura de Federico. Sentía cómo la motocicleta avanzaba con velocidad, y la carretera se extendía frente a nosotros, alejándonos de Managua. No me importaba realmente a dónde íbamos; solo quería distraerme, dejar atrás la carga del día. Quizás aceptar salir con él no había sido la mejor idea, pero necesitaba respirar, aunque fuera por un momento.La verdad, aún estaba consternada por lo que ocurría en casa. Mi madre parecía más interesada en su relación con ese hombre que en nosotras, sus hijas. Algo en él no me inspiraba confianza; me parecía alguien falso, como si solo estuviera buscando algo pasajero, más un placer momentáneo que un verdadero amor. Tal vez solo quería asegurarse un buen futuro a costa de mi madre. Y lo peor de todo era su idea de sacarnos de nuestra casa, de nuestra vida en el barrio, y llevarnos a una mansión en algún lugar desconocido. ¿Para qué? La casa en la que vivíamos era grande y había sid
FedericoDaba vueltas en mi habitación, la cabeza me daba mil vueltas como cada vez que la voz de mi padre se convertía en el despertador de mis malas mañanas. Gritaba de todo, y a pesar de que yo sabía que no traía suficiente dinero a la casa, me dolía ver cómo nunca parecía alcanzar para sus gastos. ¿Es que acaso él no veía el esfuerzo que hacía? Era como un disco rayado, siempre el mismo sermón, día tras día, rebotando en mi cabeza como una m*****a alarma imposible de apagar. Esta mañana, sin pensarlo dos veces, agarré mi chaqueta y salí de casa rumbo a la plaza. Solo quería escapar de esa espiral de quejas y reproches.Caminé por la calle y, como era costumbre, me detuve en una tienda de la esquina. Compré un emparedado y una gaseosa; en casa, el ambiente era tan sofocante que prefería comer solo, en silencio, lejos de los gritos. Me senté en una de las bancas de la plaza, observando a las familias que disfrutaban del día. De alguna manera, me dolía ver a los niños reír mientras co
Lunaicy.Abrí los ojos con dificultad, mi cuerpo pesaba, y cada parte de mí dolía. Giré mi cabeza y lo vi, Federico estaba completamente desnudo a mi lado. ¿Qué rayos había pasado? Me pregunté mientras una ola de pánico me invadía. Y miles de imágenes se filtraron en mi cabeza, me levanté rápidamente buscando mi ropa con desesperación. Al encontrarla, me la puse torpemente, sintiendo un mareo horrible. Todo a mi alrededor daba vueltas y las náuseas me golpearon de lleno.—¿Qué diablos hice? —me susurré, confundida y asustada. El dolor en mi cuerpo era extraño, incluso tenía marcas de mordidas. Mi corazón latía con fuerza cuando Federico comenzó a despertar.—Oye, cálmate —dijo con una voz suave pero irritante—. Solo disfrutamos.—¡Suéltame! —le grité, alejándome—. Esto es una locura. ¿Qué hora es? ¡Dios!Federico se levantó con una calma desquiciante y, tras echar un vistazo al reloj, comentó: —Son pasadas las ocho.Mi corazón se hundió. No solo era tarde, sino que había perdido total