Lunaicy.
No podía creer lo que mi madre estaba diciendo. Entiendo que tiene derecho a rehacer su vida, pero un hombre tan joven... todo esto no me cuadraba. Su mirada no me agradó, y cuando su mano apretó la mía al saludarme, sentí una incomodidad que me recorrió la espalda. Mientras estábamos almorzando, mi madre estaba eufórica, más feliz de lo que la había visto en años. Yo, por otro lado, solo sentía una creciente necesidad de salir de ahí, pero no podía. Era su casa, su decisión. No me correspondía intervenir.
—¿Cómo va todo en la escuela, hija? —preguntó mi madre con esa sonrisa brillante que no le gusta mostrarnos a nosotras sus hijas y tal parece que a él si.
—Bien, mamá, gracias por preguntar —respondí con una sonrisa forzada.
— ¿Y tú cómo vas, Estrellita?—Le pregunto a mi hermanita.
—Estoy aprendiendo mucho. Pronto habrá un evento.
—Me alegro. Esta vez espero poder ir a cada uno de tus eventos, cariño —respondió mi madre, casi orgullosa, aunque la última vez no pudo asistir.
—Gracias, mamita —murmuró ella. Y yo ni siquiera quise creerle, por dentro, algo me carcomía, ella nunca tiene tiempo para nosotros.
—Que bueno, madre.
—No te preocupes tanto, Luna—dijo, mi hermanita tocando mi mano—, ahora mamá estará más presente.
Tuve que rodar los ojos en mi mente. "Ya era hora", pensé. Nunca estaba para nosotras, y ahora, con un desconocido, decide quedarse en casa como si nada hubiera pasado. La situación me asfixiaba.
Marta, se acercó y me preguntó si quería más comida o algún postre.
—No, gracias, Marta —le respondí, deseando terminar aquella tortura cuanto antes. Cuando terminé de comer, me levanté de la mesa sin pensar mucho en las consecuencias.
—¿Por qué te levantas tan pronto? —preguntó el novio de mi madre, mirándome con esos ojos que me ponían los nervios de punta—. Acabas de comer, pequeña.
La palabra "pequeña" me molestó más de lo que debería.
—Sí, pero tengo muchas tareas.—espete y me levanté con los platos para llevarlo a la cocina.
—Me imagino que la empleada puede recoger los platos —mencionó y yo fruncí el ceño, camine queriendo deshacerme de esa incomodidad lo antes posible.
—Siempre llevamos los platos a la cocina luego de cada comida.
—No es necesario que lo hagas —insistió él—. Marta se encargará.
Miré a mi madre esperando que dijera algo, pero ella simplemente asintió.
—Sí, cariño, Marta lo hará. No te preocupes.
"¿Desde cuándo?" pensé. Siempre habíamos ayudado a Marta con los quehaceres, sin hacer distinciones. Pero ahora, con este hombre en casa, mi madre parecía haber olvidado nuestras costumbres.
—Está bien —dije, ocultando mi molestia.
Me levanté de la mesa, fui a la cocina y Marta me detuvo.
—Deja los trastes, Lunaicy. Yo me encargo.
—No, Marta —respondí, más firme de lo que esperaba—. Aquí nada va a cambiar. Yo lo haré.
—Baja la voz, tu mami se puede molestar —me advirtió en un susurro.
Bufé de frustración y dejé los trastes sobre la encimera, subiendo a mi habitación a toda prisa. Cerré la puerta con llave, tratando de alejarme de todo.
Poco después, escuché un golpecito en la puerta. Federico, asomó la cabeza con esa sonrisa que normalmente me hacía sentir tranquila.
—Me asusté, por un momento pense que era tu madre —bromeó. Pero yo no estaba para bromas.
—No es el mejor momento, Federico —dije, con la voz más apagada de lo que pretendía.
—¿Qué pasa? ¿Estás bien? —se acercó un poco, pero levanté la mano, deteniéndolo.
—Nada, son cosas familiares. No es gran cosa.
Se acercó aún más, e intentó besarme, pero me aparté.
—Deberías irte, Federico. De verdad, no me siento bien ahora —mencione mirando hacia la puerta, incómoda, y espero que nadie entre.
—Discúlpame, no quería incomodarte.
—Todo está bien, pero no... ahora no es el momento. Hablamos después, ¿sí?
—¿Esto tiene algo que ver con tu madre?
—Digamos que ella siente que tiene 18 años otra vez. Es complicado.
—Entiendo. Me voy entonces, no quiero causarte más problemas.
—Cuídate, y por favor, la próxima vez llama antes de entrar —le recordé, un poco más relajada.
—Lo haré, preciosa —dijo antes de salir apresuradamente por el balcón.
Cuando cerré la ventana detrás de él, apreté los puños. Si alguien lo hubiera visto, estaría en serios problemas.
***
La noche había llegado, y justo cuando me acomodaba en la cama, recibí un mensaje de Eliana. —¿Vas a la fiesta?—, me preguntó. Solté un suspiro y le respondí que le avisaría. Su respuesta llegó casi al instante.
—No seas huevona, por favor vamos— Sonreí, aunque no lo admití en voz alta.
—Bueno, veré, ya sabes que mamá no está y puedo dejar a Estrella sola.
—Bah, la sirvienta, te la puede cuidar...Igual, te espero. Recuerda que eres la más bonita de la sección.
Me quedé un rato mirando la pantalla. —La más bonita, la más popular— repetí en mi mente, sin mucha convicción.
Bajé al salón en busca de agua. Seguro Estrella estaba, probablemente entretenida con su tablet o en alguna de sus prácticas. Mi madre estaba en su habitación, pero él, el hombre que se supone sería mi "futuro padrastro", estaba en el salón, hablando por teléfono. Cuando me vio, cortó la llamada con rapidez.
—Buenas noches, ¿cómo estás? —pregunto, con una sonrisa que me resultaba falsa.
—Hola —respondí sin mucho ánimo, intentando esquivar su mirada mientras iba hacia la cocina.
—¿Vamos a salir un rato con tu madre? —continuó, como si nuestra conversación tuviera que durar más de lo necesario.
—Oh, qué bueno —dije, sin poder ocultar la indiferencia.
—Veo que no te agrado —afirmó, dándome una mirada que pretendía ser compasiva.
—¿Así lo ves? Quizá, si quieres que sea sincera —repliqué, desafiante.
El tipo sonrió y se atrevió a posar su mano en mi mejilla. Retrocedí instintivamente.
—Quiero ser como un padre para ti.
—Mi padre... solo tengo un padre, y está lejos.
—Lo entiendo, pero... no sé, quizá no te caigo bien porque me veo más joven que tu madre. —Rió, como si todo fuera una broma.
—Vaya, lo sabes bien. —Lo miré de reojo, intentando entender de dónde sacaba tanta confianza—. Pero en fin, a mamá le gustas mucho, ¿no? Es una señora hermosa, carismática... y tiene mucho dinero —agregué, dejando que la última palabra se deslizara con cierta malicia.
Levantó las cejas, sorprendido por mi sinceridad.
—Yo también tengo mucho dinero —dijo, casi como si se defendiera—. De hecho, estaba pensando que deberíamos mudarnos, salir de este barrio.
—¿Para qué? Esta es la casa de mamá. No veo razón para irme.
—Bueno, de todos modos, tranquila. Soy un hombre bueno y no le haría daño a tu madre.
Lo miré de arriba abajo, con una mueca que no pude disimular. Él sonrió, un gesto que solo me confirmó lo que ya sospechaba: había algo en él que me hacía sentir incómoda, algo cínico, falso.
***
Por la mañana, desperté aún con esa extraña sensación. Tras cepillarme los dientes, me metí a la ducha. El agua caliente me relajó un poco, pero mi mente seguía inquieta. Salí, me sequé y como siempre, me apliqué la crema hidratante antes de vestirme. Dos trenzas simples y ropa holgada acompañada de mis Converse. Al salir de mi habitación, escuché el bullicio en la cocina.
—Vamos a desayunar —dije, viendo a Estrella sentada en la mesa.
—Está bien —respondió, sin apartar la vista de su juego en la tablet.
—No deberías jugar tanto —le advertí.
Ella solo asintió, pero no le prestó mucha atención a mis palabras. Caminé al comedor y ahí estaba él, sentado junto a mamá. Apenas me vio, recorrió mi cuerpo de pies a cabeza. Esa mirada me hizo sentir incómoda. De nuevo esa sensación, como si algo no estuviera bien.
—Buenos días, pequeñas, ¿cómo amanecieron?
Me limité a asentir, pero Estrella como siempre, respondió con una sonrisa perfecta.
—Muy bien.
Miré a Estrella, esa respuesta no era cierta, y ambas lo sabíamos. Se notaba desvelada, tendré que ponerle más atención.
—Y tú, Luna... —Su tono no me agradaba—. ¿Puedo llamarte Luna?
Apreté los puños. Apenas lo conocía y ya quería que le otorgara esa confianza.
—No sé... Luna me dicen solo mis cercanos—Afirme apretando el tenedor en mis manos.
—Hija, es tu padrastro, puede llamarte como nosotros —intervino mamá.
El ambiente se tensó más cuando el tipo soltó la bomba.
—¿No les ha contado cariño? Pronto nos iremos de esta casa.
—¿Cómo? —pregunté, desconcertada.
—Sí, cariño —confirmó mamá, pero su tono no era convincente—. Vamos a mudarnos.
Estrella abrió los ojos, sorprendida, y no pude evitar sentir un nudo en la garganta. Esto no estaba bien.
—¿Por qué, mamá? —preguntó Estrella, reflejando mis propios pensamientos.
—Porque tenemos una oportunidad, una mansión hermosa. Nos irá muy bien.
Pero estábamos bien en nuestra casa, era una de las mas grande en esta residencia y teniamos todo. Todo era tan precipitado.
—¡No es necesario! —levanté la voz, intentando mantenerme serena—. ¡Apenas lo conoces!
—Luna, soy tu madre y ya tomé una decisión —dijo, casi como si no tuviera derecho a opinar.
Me levanté, el corazón latiendo con fuerza. No podía creer que ella prefiriera a ese tipo sobre nosotras. Sin decir una palabra más, salí del comedor.
Aferrada a mis pensamientos, caminé fuera de la casa. El mundo parecía dar vueltas mientras intentaba descifrar la confusión que sentía. No era solo desconfianza, era mucho más que eso.
Lunaicy.Los días pasaban tan rápido que me sentía abrumada. Quisiera que, al igual que el tiempo volaba, mi madre pudiera abrir los ojos y ver que ese hombre no era para ella. Pero claro, los sentimientos no se eligen, ¿verdad? Entiendo que tiene derecho a ser feliz, pero desde que lo vi, algo no me cuadraba. Lo siento, pero no confío en él. No puedo explicarlo bien, es más la forma en la que me mira. Hay algo inquietante, algo que me pone nerviosa. ¿Es que lo imagino o en verdad me observa como un pervertido? No lo sé, pero esa incomodidad está ahí, constante, como una sombra.Lo peor de todo es que ahora quiere llevarnos lejos de aquí, lejos de todo lo que conocemos. No puedo aceptarlo. Siempre hemos estado juntas, y Marta, los vecinos de la cuadra, crecimos aquí en este vecindario. No necesitamos irnos. Ella jamás quiso estar aquí de verdad, mientras trabajaba apenas pasaba tiempo en casa, y cuando lo hacía, dormía. Su trabajo la tenía viajando de un lado a otro, y solo venía los
Este capitulo contiene demasiado 🥵🔞🔞FedericoNo podía quitarme a Luna de la cabeza, estaba molesto conmigo mismo. Al principio, solo la deseaba, como cualquier otra mujer con la que me había cruzado. Quería acostarme con ella y seguir adelante, como siempre lo hacía. Pero esta vez era diferente. No sé en qué momento la cosa cambió. De repente, me encontraba deseándola a todas horas, pensando en ella más de lo que debería. Lo peor era que me estaba afectando de una manera que no había previsto, algo que no me había permitido sentir desde aquella vez. La mujer que amé antes me traicionó, me dejó por su marido. Después de eso, decidí no volver a enamorarme. No más. Solo diversión, sin compromiso, sin complicaciones. Pero ahora, con Luna, todo era distinto.Esta noche la traigo a la casa de Pablo. No era cualquier lugar, era donde ocurrían las cosas que las personas "normales" no entenderían. Desde que bajamos al coche, noté que estaba nerviosa. No me extrañaba, esto no era su ambien
Lunaicy.Abrí los ojos con dificultad, mi cuerpo pesaba, y cada parte de mí dolía. Giré mi cabeza y lo vi, Federico estaba completamente desnudo a mi lado. ¿Qué rayos había pasado? Me pregunté mientras una ola de pánico me invadía. Y miles de imágenes se filtraron en mi cabeza, me levanté rápidamente buscando mi ropa con desesperación. Al encontrarla, me la puse torpemente, sintiendo un mareo horrible. Todo a mi alrededor daba vueltas y las náuseas me golpearon de lleno.—¿Qué diablos hice? —me susurré, confundida y asustada. El dolor en mi cuerpo era extraño, incluso tenía marcas de mordidas. Mi corazón latía con fuerza cuando Federico comenzó a despertar.—Oye, cálmate —dijo con una voz suave pero irritante—. Solo disfrutamos.—¡Suéltame! —le grité, alejándome—. Esto es una locura. ¿Qué hora es? ¡Dios!Federico se levantó con una calma desquiciante y, tras echar un vistazo al reloj, comentó: —Son pasadas las ocho.Mi corazón se hundió. No solo era tarde, sino que había perdido total
FedericoDaba vueltas en mi habitación, la cabeza me daba mil vueltas como cada vez que la voz de mi padre se convertía en el despertador de mis malas mañanas. Gritaba de todo, y a pesar de que yo sabía que no traía suficiente dinero a la casa, me dolía ver cómo nunca parecía alcanzar para sus gastos. ¿Es que acaso él no veía el esfuerzo que hacía? Era como un disco rayado, siempre el mismo sermón, día tras día, rebotando en mi cabeza como una m*****a alarma imposible de apagar. Esta mañana, sin pensarlo dos veces, agarré mi chaqueta y salí de casa rumbo a la plaza. Solo quería escapar de esa espiral de quejas y reproches.Caminé por la calle y, como era costumbre, me detuve en una tienda de la esquina. Compré un emparedado y una gaseosa; en casa, el ambiente era tan sofocante que prefería comer solo, en silencio, lejos de los gritos. Me senté en una de las bancas de la plaza, observando a las familias que disfrutaban del día. De alguna manera, me dolía ver a los niños reír mientras co
Lunaicy El aire era cálido, envolviéndome mientras me aferraba a la cintura de Federico. Sentía cómo la motocicleta avanzaba con velocidad, y la carretera se extendía frente a nosotros, alejándonos de Managua. No me importaba realmente a dónde íbamos; solo quería distraerme, dejar atrás la carga del día. Quizás aceptar salir con él no había sido la mejor idea, pero necesitaba respirar, aunque fuera por un momento.La verdad, aún estaba consternada por lo que ocurría en casa. Mi madre parecía más interesada en su relación con ese hombre que en nosotras, sus hijas. Algo en él no me inspiraba confianza; me parecía alguien falso, como si solo estuviera buscando algo pasajero, más un placer momentáneo que un verdadero amor. Tal vez solo quería asegurarse un buen futuro a costa de mi madre. Y lo peor de todo era su idea de sacarnos de nuestra casa, de nuestra vida en el barrio, y llevarnos a una mansión en algún lugar desconocido. ¿Para qué? La casa en la que vivíamos era grande y había sid
Lunaicy Llegamos al hotel donde pasaríamos la noche. Dejé mis cosas sobre la mesa y me acerqué a la ventana para admirar la iluminada noche. El reflejo de las luces parecía danzar sobre el cristal, mientras el silencio del lugar me envolvía. Las manos de Federico rodearon mi cintura con fuerza, y su abrazo me hizo sentir una inexplicable sensación de paz. En ese momento, supe que esa noche sería especial, que a su lado no existían los juicios ni las dudas.Por primera vez, no me preocupaba lo que mi madre pudiera pensar. Siempre me criticaba, como si tener un novio fuera algo indebido, mientras ella vivía su relación como le daba la gana. Ya me daba igual. Si ella podía hacer su vida, ¿por qué yo no podía hacer la mía? Por mucho tiempo pensé en los prejuicios, en lo correcto y lo incorrecto, pero ahora no quería arrepentirme de nada. Quizá lo que hacemos no es perfecto, tal vez Dios me juzgue, pero esta noche solo quiero ser feliz. Nos quedamos abrazados, hablando de cosas triviales
Lunaicy Al día siguiente regresé a casa. Le pedí a Federico que me dejara en la esquina, no quería que nadie lo viera conmigo. Eran más de las ocho de la mañana, y sabía que este día sería crucial. Algo dentro de mí lo presentía, pero no estaba preparada para enfrentarlo, mamá estará muy furiosa conmigo, esta vez me comparte como una Rebelde.Toqué el timbre varias veces, y cuando la puerta se abrió, ahí estaba él, el idiota de mi padrastro.—Buenos días, por lo menos, Luna. Creo que estás empezando a ser un poco irresponsable, preocupándonos por ti mientras estás quién sabe dónde —dijo con su habitual tono sarcástico.Lo miré con desprecio y entré sin decir una palabra.—¡Luna! ¿Cómo es posible que llegues a esta hora? —gritó mi madre desde la sala.Cerré la puerta tras de mí y me dirigí hacia ella. Estaba sentada en el sillón, con los brazos cruzados y una expresión que no presagiaba nada bueno.—Lo siento, madre. Estaba con una amiga —respondí con calma, aunque por dentro sabía qu
LunaicyNo lo podía creer. Mamá había cumplido con su palabra. La casa había sido entregada a los nuevos dueños mientras nosotros esperábamos en el auto. Desde la ventanilla, vi cómo mamá entregaba los papeles, firmando el final de nuestra vida en ese lugar. Marta, nuestra fiel empleada y casi una segunda madre para mí, me acarició el cabello, intentando consolarme. Mi hermanita Estrellita, sentada junto a mí, bajó la cabeza en silencio, evitando mirarme a los ojos. Y luego estaba Gabriel, mi padrastro, con esa sonrisa de satisfacción que me hervía la sangre. ¿Cuál era su plan? ¿Qué pretendía mamá al vender nuestra casa y llevarnos lejos de todo?No dejaba de llamar a papá, pero no contestaba. No sabía nada de él desde hacía meses y su ausencia pesaba en mi pecho. Lo necesitaba ahora más que nunca. No quería mudarme a esa mansión. Pero, ¿qué opciones tenía? No trabajaba, apenas estudiaba en la universidad, y no tenía adónde ir. Intenté llamar a Federico, el único refugio que sentía qu