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4. ~ Más joven que ella~

Lunaicy.

No podía creer lo que mi madre estaba diciendo. Entiendo que tiene derecho a rehacer su vida, pero un hombre tan joven... todo esto no me cuadraba. Su mirada no me agradó, y cuando su mano apretó la mía al saludarme, sentí una incomodidad que me recorrió la espalda. Mientras estábamos almorzando, mi madre estaba eufórica, más feliz de lo que la había visto en años. Yo, por otro lado, solo sentía una creciente necesidad de salir de ahí, pero no podía. Era su casa, su decisión. No me correspondía intervenir.

—¿Cómo va todo en la escuela, hija? —preguntó mi madre con esa sonrisa brillante que no le gusta mostrarnos a nosotras sus hijas y tal parece que a él si.

—Bien, mamá, gracias por preguntar —respondí con una sonrisa forzada.

— ¿Y tú cómo vas, Estrellita?—Le pregunto a mi hermanita.

—Estoy aprendiendo mucho. Pronto habrá un evento.

—Me alegro. Esta vez espero poder ir a cada uno de tus eventos, cariño —respondió mi madre, casi orgullosa, aunque la última vez no pudo asistir.

—Gracias, mamita —murmuró ella. Y yo ni siquiera quise creerle, por dentro, algo me carcomía, ella nunca tiene tiempo para nosotros.

—Que bueno, madre.

—No te preocupes tanto, Luna—dijo, mi hermanita tocando mi mano—, ahora mamá estará más presente.

Tuve que rodar los ojos en mi mente. "Ya era hora", pensé. Nunca estaba para nosotras, y ahora, con un desconocido, decide quedarse en casa como si nada hubiera pasado. La situación me asfixiaba.

Marta, se acercó y me preguntó si quería más comida o algún postre.

—No, gracias, Marta —le respondí, deseando terminar aquella tortura cuanto antes. Cuando terminé de comer, me levanté de la mesa sin pensar mucho en las consecuencias.

—¿Por qué te levantas tan pronto? —preguntó el novio de mi madre, mirándome con esos ojos que me ponían los nervios de punta—. Acabas de comer, pequeña.

La palabra "pequeña" me molestó más de lo que debería.

—Sí, pero tengo muchas tareas.—espete y me levanté con los platos para llevarlo a la cocina.

—Me imagino que la empleada puede recoger los platos —mencionó y yo fruncí el ceño, camine queriendo deshacerme de esa incomodidad lo antes posible.

—Siempre llevamos los platos a la cocina luego de cada comida.

—No es necesario que lo hagas —insistió él—. Marta se encargará.

Miré a mi madre esperando que dijera algo, pero ella simplemente asintió.

—Sí, cariño, Marta lo hará. No te preocupes.

"¿Desde cuándo?" pensé. Siempre habíamos ayudado a Marta con los quehaceres, sin hacer distinciones. Pero ahora, con este hombre en casa, mi madre parecía haber olvidado nuestras costumbres.

—Está bien —dije, ocultando mi molestia.

Me levanté de la mesa, fui a la cocina y Marta me detuvo.

—Deja los trastes, Lunaicy. Yo me encargo.

—No, Marta —respondí, más firme de lo que esperaba—. Aquí nada va a cambiar. Yo lo haré.

—Baja la voz, tu mami se puede molestar —me advirtió en un susurro.

Bufé de frustración y dejé los trastes sobre la encimera, subiendo a mi habitación a toda prisa. Cerré la puerta con llave, tratando de alejarme de todo.

Poco después, escuché un golpecito en la puerta. Federico, asomó la cabeza con esa sonrisa que normalmente me hacía sentir tranquila.

—Me asusté, por un momento pense que era tu madre —bromeó. Pero yo no estaba para bromas.

—No es el mejor momento, Federico —dije, con la voz más apagada de lo que pretendía.

—¿Qué pasa? ¿Estás bien? —se acercó un poco, pero levanté la mano, deteniéndolo.

—Nada, son cosas familiares. No es gran cosa.

Se acercó aún más, e intentó besarme, pero me aparté.

—Deberías irte, Federico. De verdad, no me siento bien ahora —mencione mirando hacia la puerta, incómoda, y espero que nadie entre.

—Discúlpame, no quería incomodarte.

—Todo está bien, pero no... ahora no es el momento. Hablamos después, ¿sí?

—¿Esto tiene algo que ver con tu madre?

—Digamos que ella siente que tiene 18 años otra vez. Es complicado.

—Entiendo. Me voy entonces, no quiero causarte más problemas.

—Cuídate, y por favor, la próxima vez llama antes de entrar —le recordé, un poco más relajada.

—Lo haré, preciosa —dijo antes de salir apresuradamente por el balcón.

Cuando cerré la ventana detrás de él, apreté los puños. Si alguien lo hubiera visto, estaría en serios problemas.

***

La noche había llegado, y justo cuando me acomodaba en la cama, recibí un mensaje de Eliana. —¿Vas a la fiesta?—, me preguntó. Solté un suspiro y le respondí que le avisaría. Su respuesta llegó casi al instante.

—No seas huevona, por favor vamos— Sonreí, aunque no lo admití en voz alta.

—Bueno, veré, ya sabes que mamá no está y  puedo dejar a Estrella sola.

—Bah, la sirvienta, te la puede cuidar...Igual, te espero. Recuerda que eres la más bonita de la sección.

Me quedé un rato mirando la pantalla. —La más bonita, la más popular— repetí en mi mente, sin mucha convicción.

Bajé al salón en busca de agua. Seguro Estrella estaba, probablemente entretenida con su tablet o en alguna de sus prácticas. Mi madre estaba en su habitación, pero él, el hombre que se supone sería mi "futuro padrastro", estaba en el salón, hablando por teléfono. Cuando me vio, cortó la llamada con rapidez.

—Buenas noches, ¿cómo estás? —pregunto, con una sonrisa que me resultaba falsa.

—Hola —respondí sin mucho ánimo, intentando esquivar su mirada mientras iba hacia la cocina.

—¿Vamos a salir un rato con tu madre? —continuó, como si nuestra conversación tuviera que durar más de lo necesario.

—Oh, qué bueno —dije, sin poder ocultar la indiferencia.

—Veo que no te agrado —afirmó, dándome una mirada que pretendía ser compasiva.

—¿Así lo ves? Quizá, si quieres que sea sincera —repliqué, desafiante.

El tipo sonrió y se atrevió a posar su mano en mi mejilla. Retrocedí instintivamente.

—Quiero ser como un padre para ti.

—Mi padre... solo tengo un padre, y está lejos.

—Lo entiendo, pero... no sé, quizá no te caigo bien porque me veo más joven que tu madre. —Rió, como si todo fuera una broma.

—Vaya, lo sabes bien. —Lo miré de reojo, intentando entender de dónde sacaba tanta confianza—. Pero en fin, a mamá le gustas mucho, ¿no? Es una señora hermosa, carismática... y tiene mucho dinero —agregué, dejando que la última palabra se deslizara con cierta malicia.

Levantó las cejas, sorprendido por mi sinceridad.

—Yo también tengo mucho dinero —dijo, casi como si se defendiera—. De hecho, estaba pensando que deberíamos mudarnos, salir de este barrio.

—¿Para qué? Esta es la casa de mamá. No veo razón para irme.

—Bueno, de todos modos, tranquila. Soy un hombre bueno y no le haría daño a tu madre.

Lo miré de arriba abajo, con una mueca que no pude disimular. Él sonrió, un gesto que solo me confirmó lo que ya sospechaba: había algo en él que me hacía sentir incómoda, algo cínico, falso.

***

Por la mañana, desperté aún con esa extraña sensación. Tras cepillarme los dientes, me metí a la ducha. El agua caliente me relajó un poco, pero mi mente seguía inquieta. Salí, me sequé y como siempre, me apliqué la crema hidratante antes de vestirme. Dos trenzas simples y ropa holgada acompañada de mis Converse. Al salir de mi habitación, escuché el bullicio en la cocina.

—Vamos a desayunar —dije, viendo a Estrella sentada en la mesa.

—Está bien —respondió, sin apartar la vista de su juego en la tablet.

—No deberías jugar tanto —le advertí.

Ella solo asintió, pero no le prestó mucha atención a mis palabras. Caminé al comedor y ahí estaba él, sentado junto a mamá. Apenas me vio, recorrió mi cuerpo de pies a cabeza. Esa mirada me hizo sentir incómoda. De nuevo esa sensación, como si algo no estuviera bien.

—Buenos días, pequeñas, ¿cómo amanecieron?

Me limité a asentir, pero Estrella como siempre, respondió con una sonrisa perfecta.

—Muy bien.

Miré a Estrella, esa respuesta no era cierta, y ambas lo sabíamos. Se notaba desvelada, tendré que ponerle más atención.

—Y tú, Luna... —Su tono no me agradaba—. ¿Puedo llamarte Luna?

Apreté los puños. Apenas lo conocía y ya quería que le otorgara esa confianza.

—No sé... Luna me dicen solo mis cercanos—Afirme apretando el tenedor en mis manos.

—Hija, es tu padrastro, puede llamarte como nosotros —intervino mamá.

El ambiente se tensó más cuando el tipo soltó la bomba.

—¿No les ha contado cariño? Pronto nos iremos de esta casa.

—¿Cómo? —pregunté, desconcertada.

—Sí, cariño —confirmó mamá, pero su tono no era convincente—. Vamos a mudarnos.

Estrella abrió los ojos, sorprendida, y no pude evitar sentir un nudo en la garganta. Esto no estaba bien.

—¿Por qué, mamá? —preguntó Estrella, reflejando mis propios pensamientos.

—Porque tenemos una oportunidad, una mansión hermosa. Nos irá muy bien.

Pero estábamos bien en nuestra casa, era una de las mas grande en esta residencia y teniamos todo. Todo era tan precipitado.

—¡No es necesario! —levanté la voz, intentando mantenerme serena—. ¡Apenas lo conoces!

—Luna, soy tu madre y ya tomé una decisión —dijo, casi como si no tuviera derecho a opinar.

Me levanté, el corazón latiendo con fuerza. No podía creer que ella prefiriera a ese tipo sobre nosotras. Sin decir una palabra más, salí del comedor.

Aferrada a mis pensamientos, caminé fuera de la casa. El mundo parecía dar vueltas mientras intentaba descifrar la confusión que sentía. No era solo desconfianza, era mucho más que eso.

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