Lunaicy.
Los días pasaban tan rápido que me sentía abrumada. Quisiera que, al igual que el tiempo volaba, mi madre pudiera abrir los ojos y ver que ese hombre no era para ella. Pero claro, los sentimientos no se eligen, ¿verdad? Entiendo que tiene derecho a ser feliz, pero desde que lo vi, algo no me cuadraba. Lo siento, pero no confío en él. No puedo explicarlo bien, es más la forma en la que me mira. Hay algo inquietante, algo que me pone nerviosa. ¿Es que lo imagino o en verdad me observa como un pervertido? No lo sé, pero esa incomodidad está ahí, constante, como una sombra.
Lo peor de todo es que ahora quiere llevarnos lejos de aquí, lejos de todo lo que conocemos. No puedo aceptarlo. Siempre hemos estado juntas, y Marta, los vecinos de la cuadra, crecimos aquí en este vecindario. No necesitamos irnos. Ella jamás quiso estar aquí de verdad, mientras trabajaba apenas pasaba tiempo en casa, y cuando lo hacía, dormía. Su trabajo la tenía viajando de un lado a otro, y solo venía los fines de semana. Nunca se interesaba en nuestras vidas, ni siquiera iba a nuestras reuniones escolares, mucho menos cuando nos enfermabamos, todo era Marta y mi padre. Sé que no debería reprocharle nada, al fin y al cabo, es mi madre. Pero no puedo evitar preguntarme, ¿por qué de repente aparece con un hombre y quiere tomar decisiones tan precipitadas? No estoy de acuerdo, y no pienso quedarme callada.
Decido que es mejor despejarme un poco. Después de todo, ella no está en casa, así que aprovecho para salir con mi amiga. Me doy una ducha rápida, dejando que el agua caliente me relaje. Al salir, dejo mi cabello suelto, sintiendo su peso húmedo sobre los hombros. Me aplico crema hidratante, y escojo una falda corta negra con unos botines que hacen juego, un top blanco, junto a una chamarra de cuero el completa el look. Siento que necesito verme bien hoy, para mí misma. Conecto la secadora para que mi cabello quede bien.
Busco mi cartera y reviso los mensajes en el teléfono. Veo uno de Federico. Levanto las cejas cuando leo
—Quisiera verte esta noche, pero voy a salir, cuídate.— Suelto un suspiro. Yo igual saldré, hoy tampoco estaba segura de querer verlo. Le respondo rápido, diciéndole que también tenía otros planes, y que nos veríamos después.
Salgo de la habitación y le pregunto a Marta por mi hermana. Me dice que está en su cuarto, que ya hizo sus tareas.
—Muy bien, gracias Marta. Si viene mi madre, me avisas, por favor—, le digo mientras me acomodo la chamarra.
—Tenga mucho cuidado, señorita. No debería estar sola por ahí a estas horas— me advierte.
—Marta, ya tengo 19 años, soy mayorcita. Además, no estoy haciendo nada malo— le respondo, sonriendo. —Imagínate tú, mi madre que se cree jovencita y se anda metiendo con un hombre que apenas debe tener 28 años— Marta asiente, aunque se nota que no le gusta la situación.
—Sí, señorita, pero es decisión de su madre— murmura.
Cuando estoy a punto de salir, Marta me dice algo que me sorprende...—Por cierto, hay un chico esperándola afuera. Creo que es él joven Jair.
Alzo una ceja.
—¿Jair? ¿Qué hace aquí?— Salgo a ver y ahí está, apoyado en su motocicleta.
—Tu amiga me pidió que te viniera a llevar— mencionó con una sonrisa.
Lo miro, un poco dudosa.
—No hace falta, Jair, puedo irme sola. Tengo mi moto.
—Lo sé, pero quiero llevarte. Además, somos amigos, ¿no?— Me lanza una mirada suplicante y no puedo evitar ceder.
—Está bien, ya que viniste... Pero que quede claro, somos solo amigos.
Me sonrió y, antes de darme cuenta, estaba subiendo a la moto detrás de él, sujetándome de su cintura. No me puse casco, pero en ese momento no me importaba. Cuando salimos del vecindario, dejo escapar un suspiro, aliviada de estar lejos por un rato. Sin embargo, a lo lejos veo a Federico, de pie, mirándome. M****a. ¿Qué pensará al verme aquí, en la moto de Jair, mi ex.? Trato de no pensar demasiado en eso. Federico estaba fumando, y por alguna razón, eso me irrita más de lo habitual. Sacudo la cabeza, decidida a no dejar que me afecte, ese habito tan feo que tiene.
Llegamos a la discoteca y mi amiga me recibe con gritos y abrazos.
—¡Nena, qué bueno que viniste!—, exclama eufórica. Parece que ya ha estado tomando. Me río y ruedo los ojos, mientras Jair me guía hasta la mesa donde están nuestros amigos. Esta noche, decido, voy a disfrutar sin pensar en nada más.
****
Bailábamos en la pista, moviendo nuestros cuerpos al ritmo de la música. Mis amigos estaban a mi lado, riendo y divirtiéndose, mientras yo me mantenía algo apartada, observando cómo tomaban tragos. Aún no me atrevía a hacerlo. De repente, sentí unos brazos fuertes rodeando mi cintura. Al girarme, me encontré con la sonrisa de Federico. Le devolví la sonrisa, y él, sin decir una palabra, comenzó a besarme suavemente el cuello. Sentí miles de chispas recorrer mi espina dorsal.
Pude notar cómo Jair nos observaba desde un rincón, con una expresión de sorpresa, pero no me importó. No era su asunto. Federico siguió bailando conmigo, nuestros cuerpos moviéndose al mismo compás, dejándonos llevar por la música. Luego, se inclinó hacia mí y me susurró al oído:
—¿Te gustaría que fuéramos a otro lado?
Sin dudarlo, asentí. Salimos juntos de la pista, pero justo antes de llegar a la salida, Jair me interceptó.
—¿A dónde vas? —preguntó con tono serio—. Recuerda que soy yo quien debe llevarte a casa.
Federico no lo dejó terminar.
—No te preocupes por ella, yo la llevaré —dijo, mirándolo con confianza.
—¿Tú? ¿Eres su novio o un desconocido?
Suspiré, incómoda por la situación, y finalmente respondí:
—No es un desconocido, Jair. Él es mi novio.
Jair me miró incrédulo, claramente sorprendido por la revelación.
—Vaya, no lo sabía... Bueno, cuídate, Luna.
—Gracias, Nos vemos —le respondí antes de seguir adelante.
—¿En qué andas? — le pregunte a Federico mientras salíamos.
—En mi coche —respondió.
—Vaya, ¿tienes coche?
—Digamos que es de mi hermano.
Me subí al auto con Federico, el comenzó a conducir. Sin embargo, noté que cambiaba de calle inesperadamente.
—¿A dónde vamos? —pregunté, empezando a sentir una ligera inquietud.
—A un lugar que te va a encantar —dijo con una sonrisa—. Tengo unos amigos allí, y créeme, no te vas a aburrir como en la fiesta.
A pesar de mis dudas, intenté relajarme cuando puso su mano sobre mi pierna y comenzó a acariciarla suavemente.
—No me gusta esta falda —murmuró—. Es demasiado corta.
—A mí si me gusta, además que tiene.
—¿Jair? —preguntó después de un momento—. ¿Es tu amigo, o que es de ti…?
—Mi ex —respondí con franqueza.
—¿Tenías un ex? —dijo con cierto interés.
—Así es. Mi ex novio.
—¿Y cuántos ex tienes?
—Solo uno —contesté—. ¿Y tú?
—Nunca tuve una novia formal —respondió—. Solo relaciones pasajeras.
—¿Soy una de esas para ti? —le pregunté, tratando de mantener la conversación ligera.
—No, tranquila —dijo, apretando mi mano con seguridad—Tu eres diferente cariño.
Seguimos el trayecto en silencio, hasta que llegamos a una calle oscura. El lugar me provocaba una sensación de incomodidad, pero Federico me tomó de la mano con más fuerza, intentando darme confianza. Entramos en una casa, y un muchacho que estaba en la puerta nos miró desconfiado.
—A ver, pásame la llave —dijo, sin quitarle los ojos de encima a Federico—. ¿Y ella quién es?
—Tranquilo, no pasa nada, es mi chica —respondió Federico apresuradamente—. Entra.
Aunque la situación me ponía nerviosa, decidí seguir adelante. Al cruzar la puerta, todo se sentía aún más extraño. La casa estaba oscura y el ambiente era pesado. Caminamos un poco más y, al entrar en una habitación más amplia, vi personas por todas partes. Algunos estaban besándose, otros teniendo sexo, y algunos haciendo cosas que me parecían ilegales. El caos era palpable.
—¿Qué es esto? —le pregunté, asustada.
Federico me miró con una sonrisa extraña.
—Te traje a conocer mi mundo, mi Étherya.
Este capitulo contiene demasiado 🥵🔞🔞FedericoNo podía quitarme a Luna de la cabeza, estaba molesto conmigo mismo. Al principio, solo la deseaba, como cualquier otra mujer con la que me había cruzado. Quería acostarme con ella y seguir adelante, como siempre lo hacía. Pero esta vez era diferente. No sé en qué momento la cosa cambió. De repente, me encontraba deseándola a todas horas, pensando en ella más de lo que debería. Lo peor era que me estaba afectando de una manera que no había previsto, algo que no me había permitido sentir desde aquella vez. La mujer que amé antes me traicionó, me dejó por su marido. Después de eso, decidí no volver a enamorarme. No más. Solo diversión, sin compromiso, sin complicaciones. Pero ahora, con Luna, todo era distinto.Esta noche la traigo a la casa de Pablo. No era cualquier lugar, era donde ocurrían las cosas que las personas "normales" no entenderían. Desde que bajamos al coche, noté que estaba nerviosa. No me extrañaba, esto no era su ambien
Lunaicy.Abrí los ojos con dificultad, mi cuerpo pesaba, y cada parte de mí dolía. Giré mi cabeza y lo vi, Federico estaba completamente desnudo a mi lado. ¿Qué rayos había pasado? Me pregunté mientras una ola de pánico me invadía. Y miles de imágenes se filtraron en mi cabeza, me levanté rápidamente buscando mi ropa con desesperación. Al encontrarla, me la puse torpemente, sintiendo un mareo horrible. Todo a mi alrededor daba vueltas y las náuseas me golpearon de lleno.—¿Qué diablos hice? —me susurré, confundida y asustada. El dolor en mi cuerpo era extraño, incluso tenía marcas de mordidas. Mi corazón latía con fuerza cuando Federico comenzó a despertar.—Oye, cálmate —dijo con una voz suave pero irritante—. Solo disfrutamos.—¡Suéltame! —le grité, alejándome—. Esto es una locura. ¿Qué hora es? ¡Dios!Federico se levantó con una calma desquiciante y, tras echar un vistazo al reloj, comentó: —Son pasadas las ocho.Mi corazón se hundió. No solo era tarde, sino que había perdido total
FedericoDaba vueltas en mi habitación, la cabeza me daba mil vueltas como cada vez que la voz de mi padre se convertía en el despertador de mis malas mañanas. Gritaba de todo, y a pesar de que yo sabía que no traía suficiente dinero a la casa, me dolía ver cómo nunca parecía alcanzar para sus gastos. ¿Es que acaso él no veía el esfuerzo que hacía? Era como un disco rayado, siempre el mismo sermón, día tras día, rebotando en mi cabeza como una m*****a alarma imposible de apagar. Esta mañana, sin pensarlo dos veces, agarré mi chaqueta y salí de casa rumbo a la plaza. Solo quería escapar de esa espiral de quejas y reproches.Caminé por la calle y, como era costumbre, me detuve en una tienda de la esquina. Compré un emparedado y una gaseosa; en casa, el ambiente era tan sofocante que prefería comer solo, en silencio, lejos de los gritos. Me senté en una de las bancas de la plaza, observando a las familias que disfrutaban del día. De alguna manera, me dolía ver a los niños reír mientras co
Lunaicy El aire era cálido, envolviéndome mientras me aferraba a la cintura de Federico. Sentía cómo la motocicleta avanzaba con velocidad, y la carretera se extendía frente a nosotros, alejándonos de Managua. No me importaba realmente a dónde íbamos; solo quería distraerme, dejar atrás la carga del día. Quizás aceptar salir con él no había sido la mejor idea, pero necesitaba respirar, aunque fuera por un momento.La verdad, aún estaba consternada por lo que ocurría en casa. Mi madre parecía más interesada en su relación con ese hombre que en nosotras, sus hijas. Algo en él no me inspiraba confianza; me parecía alguien falso, como si solo estuviera buscando algo pasajero, más un placer momentáneo que un verdadero amor. Tal vez solo quería asegurarse un buen futuro a costa de mi madre. Y lo peor de todo era su idea de sacarnos de nuestra casa, de nuestra vida en el barrio, y llevarnos a una mansión en algún lugar desconocido. ¿Para qué? La casa en la que vivíamos era grande y había sid
Lunaicy Llegamos al hotel donde pasaríamos la noche. Dejé mis cosas sobre la mesa y me acerqué a la ventana para admirar la iluminada noche. El reflejo de las luces parecía danzar sobre el cristal, mientras el silencio del lugar me envolvía. Las manos de Federico rodearon mi cintura con fuerza, y su abrazo me hizo sentir una inexplicable sensación de paz. En ese momento, supe que esa noche sería especial, que a su lado no existían los juicios ni las dudas.Por primera vez, no me preocupaba lo que mi madre pudiera pensar. Siempre me criticaba, como si tener un novio fuera algo indebido, mientras ella vivía su relación como le daba la gana. Ya me daba igual. Si ella podía hacer su vida, ¿por qué yo no podía hacer la mía? Por mucho tiempo pensé en los prejuicios, en lo correcto y lo incorrecto, pero ahora no quería arrepentirme de nada. Quizá lo que hacemos no es perfecto, tal vez Dios me juzgue, pero esta noche solo quiero ser feliz. Nos quedamos abrazados, hablando de cosas triviales
Lunaicy Al día siguiente regresé a casa. Le pedí a Federico que me dejara en la esquina, no quería que nadie lo viera conmigo. Eran más de las ocho de la mañana, y sabía que este día sería crucial. Algo dentro de mí lo presentía, pero no estaba preparada para enfrentarlo, mamá estará muy furiosa conmigo, esta vez me comparte como una Rebelde.Toqué el timbre varias veces, y cuando la puerta se abrió, ahí estaba él, el idiota de mi padrastro.—Buenos días, por lo menos, Luna. Creo que estás empezando a ser un poco irresponsable, preocupándonos por ti mientras estás quién sabe dónde —dijo con su habitual tono sarcástico.Lo miré con desprecio y entré sin decir una palabra.—¡Luna! ¿Cómo es posible que llegues a esta hora? —gritó mi madre desde la sala.Cerré la puerta tras de mí y me dirigí hacia ella. Estaba sentada en el sillón, con los brazos cruzados y una expresión que no presagiaba nada bueno.—Lo siento, madre. Estaba con una amiga —respondí con calma, aunque por dentro sabía qu
LunaicyNo lo podía creer. Mamá había cumplido con su palabra. La casa había sido entregada a los nuevos dueños mientras nosotros esperábamos en el auto. Desde la ventanilla, vi cómo mamá entregaba los papeles, firmando el final de nuestra vida en ese lugar. Marta, nuestra fiel empleada y casi una segunda madre para mí, me acarició el cabello, intentando consolarme. Mi hermanita Estrellita, sentada junto a mí, bajó la cabeza en silencio, evitando mirarme a los ojos. Y luego estaba Gabriel, mi padrastro, con esa sonrisa de satisfacción que me hervía la sangre. ¿Cuál era su plan? ¿Qué pretendía mamá al vender nuestra casa y llevarnos lejos de todo?No dejaba de llamar a papá, pero no contestaba. No sabía nada de él desde hacía meses y su ausencia pesaba en mi pecho. Lo necesitaba ahora más que nunca. No quería mudarme a esa mansión. Pero, ¿qué opciones tenía? No trabajaba, apenas estudiaba en la universidad, y no tenía adónde ir. Intenté llamar a Federico, el único refugio que sentía qu
Gabriel.Entré a mi habitación y me quedé mirando el jardín. Las luces del atardecer pintaban un cuadro perfecto. Pasé una mano por mi barba, que empezaba a marcarse más con el tiempo, y sonreí para mí mismo. Todo iba según mi plan. Ahora las tenía aquí, bajo mi techo, y nada ni nadie podría alejarlas de mí. Miriam había sido una ingenua al aceptar traer a sus hijas a esta casa. Una madre preocupada por darles un mejor futuro... pero no sabía que había traído a sus pequeñas directamente a las fauces del lobo.Mis pensamientos se detuvieron en Luna. Esa pequeña fiera me tenía obsesionado. La había observado durante meses, desde que Miriam, en su torpeza, me mostró una foto de ella. Fue entonces cuando supe que haría cualquier cosa para tenerla. Primero, claro, debía ganarme a su madre, enamorarla más de lo que ya estaba. No voy a mentir: Miriam es una mujer apasionada, y en la cama no tiene rival. He disfrutado nuestras noches juntos, aunque me lleve algunos años. Pero ella no es más q