5.~ Escapadita~

Lunaicy.

Los días pasaban tan rápido que me sentía abrumada. Quisiera que, al igual que el tiempo volaba, mi madre pudiera abrir los ojos y ver que ese hombre no era para ella. Pero claro, los sentimientos no se eligen, ¿verdad? Entiendo que tiene derecho a ser feliz, pero desde que lo vi, algo no me cuadraba. Lo siento, pero no confío en él. No puedo explicarlo bien, es más la forma en la que me mira. Hay algo inquietante, algo que me pone nerviosa. ¿Es que lo imagino o en verdad me observa como un pervertido? No lo sé, pero esa incomodidad está ahí, constante, como una sombra.

Lo peor de todo es que ahora quiere llevarnos lejos de aquí, lejos de todo lo que conocemos. No puedo aceptarlo. Siempre hemos estado juntas, y Marta, los vecinos de la cuadra, crecimos aquí en este vecindario. No necesitamos irnos. Ella jamás quiso estar aquí de verdad, mientras trabajaba apenas pasaba tiempo en casa, y cuando lo hacía, dormía. Su trabajo la tenía viajando de un lado a otro, y solo venía los fines de semana. Nunca se interesaba en nuestras vidas, ni siquiera iba a nuestras reuniones escolares, mucho menos cuando nos enfermabamos, todo era Marta y mi padre. Sé que no debería reprocharle nada, al fin y al cabo, es mi madre. Pero no puedo evitar preguntarme, ¿por qué de repente aparece con un hombre y quiere tomar decisiones tan precipitadas? No estoy de acuerdo, y no pienso quedarme callada. 

Decido que es mejor despejarme un poco. Después de todo, ella no está en casa, así que aprovecho para salir con mi amiga. Me doy una ducha rápida, dejando que el agua caliente me relaje. Al salir, dejo mi cabello suelto, sintiendo su peso húmedo sobre los hombros. Me aplico crema hidratante, y escojo una falda corta negra con unos botines que hacen juego, un top blanco, junto a una chamarra de cuero el  completa el look. Siento que necesito verme bien hoy, para mí misma. Conecto la secadora para que mi cabello quede bien.

Busco mi cartera y reviso los mensajes en el teléfono. Veo uno de Federico. Levanto las cejas cuando leo

—Quisiera verte esta noche, pero voy a salir, cuídate.— Suelto un suspiro.  Yo igual saldré,  hoy tampoco estaba segura de querer verlo. Le respondo rápido, diciéndole que también tenía otros planes, y que nos veríamos después.

Salgo de la habitación y le pregunto a Marta por mi hermana. Me dice que está en su cuarto, que ya hizo sus tareas.

—Muy bien, gracias Marta. Si viene mi madre, me avisas, por favor—, le digo mientras me acomodo la chamarra.

—Tenga mucho cuidado, señorita. No debería estar sola por ahí a estas horas— me advierte.

—Marta, ya tengo 19 años, soy mayorcita. Además, no estoy haciendo nada malo— le respondo, sonriendo. —Imagínate tú, mi madre que se cree jovencita y se anda metiendo con un hombre que apenas debe tener 28 años— Marta asiente, aunque se nota que no le gusta la situación.

—Sí, señorita, pero es decisión de su madre— murmura.

Cuando estoy a punto de salir, Marta me dice algo que me sorprende...—Por cierto, hay un chico esperándola afuera. Creo que es él joven Jair.

Alzo una ceja.

—¿Jair? ¿Qué hace aquí?— Salgo a ver y ahí está, apoyado en su motocicleta.

—Tu amiga me pidió que te viniera a llevar— mencionó con una sonrisa.

Lo miro, un poco dudosa. 

—No hace falta, Jair, puedo irme sola. Tengo mi moto.

—Lo sé, pero quiero llevarte. Además, somos amigos, ¿no?— Me lanza una mirada suplicante y no puedo evitar ceder.

—Está bien, ya que viniste... Pero que quede claro, somos solo amigos.

Me sonrió y, antes de darme cuenta, estaba subiendo a la moto detrás de él, sujetándome de su cintura. No me puse casco, pero en ese momento no me importaba. Cuando salimos del vecindario, dejo escapar un suspiro, aliviada de estar lejos por un rato. Sin embargo, a lo lejos veo a Federico, de pie, mirándome. M****a. ¿Qué pensará al verme aquí, en la moto de Jair, mi ex.? Trato de no pensar demasiado en eso. Federico estaba fumando, y por alguna razón, eso me irrita más de lo habitual. Sacudo la cabeza, decidida a no dejar que me afecte, ese habito tan feo que tiene.

Llegamos a la discoteca y mi amiga me recibe con gritos y abrazos. 

—¡Nena, qué bueno que viniste!—, exclama eufórica. Parece que ya ha estado tomando. Me río y ruedo los ojos, mientras Jair me guía hasta la mesa donde están nuestros amigos. Esta noche, decido, voy a disfrutar sin pensar en nada más.

****

Bailábamos en la pista, moviendo nuestros cuerpos al ritmo de la música. Mis amigos estaban a mi lado, riendo y divirtiéndose, mientras yo me mantenía algo apartada, observando cómo tomaban tragos. Aún no me atrevía a hacerlo. De repente, sentí unos brazos fuertes rodeando mi cintura. Al girarme, me encontré con la sonrisa de Federico. Le devolví la sonrisa, y él, sin decir una palabra, comenzó a besarme suavemente el cuello. Sentí miles de chispas recorrer mi espina dorsal.

Pude notar cómo Jair nos observaba desde un rincón, con una expresión de sorpresa, pero no me importó. No era su asunto. Federico siguió bailando conmigo, nuestros cuerpos moviéndose al mismo compás, dejándonos llevar por la música. Luego, se inclinó hacia mí y me susurró al oído:

—¿Te gustaría que fuéramos a otro lado?

Sin dudarlo, asentí. Salimos juntos de la pista, pero justo antes de llegar a la salida, Jair me interceptó.

—¿A dónde vas? —preguntó con tono serio—. Recuerda que soy yo quien debe llevarte a casa.

Federico no lo dejó terminar.

—No te preocupes por ella, yo la llevaré —dijo, mirándolo con confianza.

—¿Tú? ¿Eres su novio o un desconocido?

Suspiré, incómoda por la situación, y finalmente respondí:

—No es un desconocido, Jair. Él es mi novio. 

Jair me miró incrédulo, claramente sorprendido por la revelación.

—Vaya, no lo sabía... Bueno, cuídate, Luna. 

—Gracias,  Nos vemos —le respondí antes de seguir adelante.

—¿En qué andas? — le pregunte a Federico mientras salíamos.

—En mi coche —respondió.

—Vaya, ¿tienes coche?

—Digamos que es de mi hermano.

Me subí al auto con Federico, el comenzó a conducir. Sin embargo, noté que cambiaba de calle inesperadamente.

—¿A dónde vamos? —pregunté, empezando a sentir una ligera inquietud.

—A un lugar que te va a encantar —dijo con una sonrisa—. Tengo unos amigos allí, y créeme, no te vas a aburrir como en la fiesta.

A pesar de mis dudas, intenté relajarme cuando puso su mano sobre mi pierna y comenzó a acariciarla suavemente.

—No me gusta esta falda —murmuró—. Es demasiado corta.

—A mí si me gusta, además que tiene.

—¿Jair? —preguntó después de un momento—. ¿Es tu amigo, o que es de ti…?

—Mi ex —respondí con franqueza.

—¿Tenías un ex? —dijo con cierto interés.

—Así es. Mi ex novio.

—¿Y cuántos ex tienes?

—Solo uno —contesté—. ¿Y tú?

—Nunca tuve una novia formal —respondió—. Solo relaciones pasajeras.

—¿Soy una de esas para ti? —le pregunté, tratando de mantener la conversación ligera.

—No, tranquila —dijo, apretando mi mano con seguridad—Tu eres diferente cariño.

Seguimos el trayecto en silencio, hasta que llegamos a una calle oscura. El lugar me provocaba una sensación de incomodidad, pero Federico me tomó de la mano con más fuerza, intentando darme confianza. Entramos en una casa, y un muchacho que estaba en la puerta nos miró desconfiado.

—A ver, pásame la llave —dijo, sin quitarle los ojos de encima a Federico—. ¿Y ella quién es?

—Tranquilo, no pasa nada, es  mi chica —respondió Federico apresuradamente—. Entra.

Aunque la situación me ponía nerviosa, decidí seguir adelante. Al cruzar la puerta, todo se sentía aún más extraño. La casa estaba oscura y el ambiente era pesado. Caminamos un poco más y, al entrar en una habitación más amplia, vi personas por todas partes. Algunos estaban besándose, otros teniendo sexo, y algunos haciendo cosas que me parecían ilegales. El caos era palpable.

—¿Qué es esto? —le pregunté, asustada.

Federico me miró con una sonrisa extraña.

—Te traje a conocer mi mundo, mi Étherya.

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