Lunaicy.
Salí de la universidad a toda prisa. Sabía que mamá me iba a matar si no llegaba a tiempo para recoger a Estrella. Se me había olvidado que mi hermana salía de su clase de ballet a las 11, mientras que yo terminaba a las 12:30. Me quedé investigando sobre el tema que quiero exponer, pero bueno, debía apurarme.
Monté en mi moto y salí lo más rápido que pude hacia la escuela de ballet. Cuando llegué, Estrella ya me esperaba en la puerta, con el ceño fruncido y los brazos cruzados.
—Lo siento, cariño,—dije mientras me quitaba el casco. —Sabes que hoy me tocaba salir tarde.
—Ya sé, pero tengo hambre,— respondió ella, aunque su tono se suavizó un poco.
—Vamos, te llevo a casa,— añadí. Justo en ese momento, mi teléfono sonó. Era mamá.
—¿Ya están en casa? —preguntó con su tono serio habitual.
—Ya vamos para allá —respondí, intentando mantener la calma—. Estrella está conmigo.
—Bien. Quiero que se queden en casa. Voy a llevar a una persona que estará un tiempo con nosotras.
—¿Una persona? ¿Quién? —pregunté, algo desconcertada.
—Pronto lo sabrás. Nos vemos pronto, cariño. Las quiero —mencionó, colgando antes de que pudiera preguntar más.
Me quedé pensando en lo que mamá había dicho. "¿Una persona?" Estrella me miró, notando mi desconcierto, pero no dijo nada. Nos pusimos los cascos y arrancamos hacia casa.
Al llegar, aparqué la moto en el pasillo y entramos. Marta, nuestra ama de llaves, estaba limpiando en la sala.
—Hola, Marta—saludé—Ella se acercó y me saludó.
—Señorita su Mamá llamó. Me pidió que preparé algo especial para la comida.
—Vaya, ella casi, ni viene a comer en casa—murmuró pensativa.
—Sí, señorita Luna. ¿Va a querer almorzar ahora?
—No, gracias. Iré a mi habitación. ¿Sabes quién es esa persona que vendrá?
—No, no lo sé —respondió Marta.
—Qué raro —murmuré.
Subí las escaleras con Estrella siguiéndome de cerca, y nos separamos para que cada una se fuera a su habitación. Al abrir la puerta de la mía, me quedé perpleja al ver a Federico tumbado en mi cama, sonriendo.
—¿Qué haces aquí? —le pregunté sorprendida.
—Tenía ganas de verte. Vi tu moto aparcada y me acerqué. Ni siquiera me viste, estaba sentando en la banca de la pulpería de doña Chata.
—Lo siento, es que estaba apurada.
—Ya lo sé —respondió mientras se levantaba y se acercaba lentamente—. Pero necesitaba verte.
—¿Cómo entraste? —le pregunté, algo nerviosa.
—Como la primera vez. No te preocupes, nadie me vio.
—Federico, podría venir mi madre en cualquier momento —dije, intentando mantener la compostura.
—Tranquila, te lo haré rápido. —murmuró mientras se inclinaba hacia mí.
—Fede, los vecinos, no te vieron, pueden decirle a mi mamá.—Susurré excitada por sus besos sobre mi pecho.
—No te preocupes por los vecinos, cariño. Tranquila, solo quiero estar contigo.
Se acercó más, lo suficientemente cerca como para sentir su aliento cálido en mi cuello. Empezó a besarme, lento al principio, y luego sus manos comenzaron a moverse por mi cuerpo. En un suspiro, sentí su mano deslizarse hacia abajo, desabrochando el botón de mi pantalón. Mi corazón comenzó a latir más rápido, pero no me resistí.
—¿Qué haces? —le pregunté, aunque ya lo sabía.
—Solo quiero sentirte... —su respuesta fue suficiente para hacerme ceder.
Dejé que sus manos hicieran lo que quisieran, recorriéndome con deseo. Me desnudó poco a poco, y sentí cómo la excitación crecía en cada rincón de mi cuerpo. Me coloqué sobre él, y el contacto con su cuerpo me hizo arder por dentro. Podía sentir su prominente bulto bajo mí, y todo en mi ser clamaba por más. Lo quería sentir, pero no a través de la ropa, sino de su piel desnuda contra la mía.
En un momento, me alzó y me colocó sobre el escritorio. Cada caricia, cada movimiento de su lengua en mi piel era una explosión de sensaciones. Quise contenerme, pero fue imposible no dejar escapar un gemido bajo mientras jugaba con mi sensibilidad.
—Puede venir mi madre, por favor... deja de jugar —le rogué, intentando mantener el control.
—Tranquila, será rápido —Nuevamente susurró con confianza.
Y lo fue. De pronto, lo sentí entrar en mí, y el placer recorrió cada fibra de mi cuerpo. Apreté los dientes, intentando no hacer ruido, pero un pequeño gemido se me escapó inevitablemente. Hasta que el momento se desvaneció cuando tocaron a mi puerta.
—Lu, mamá acaba de venir, aún no ha bajado de su coche—Mencionó mi hermana, y el pánico me invadió.
—Maldita sea, ¡te lo dije!— Salté del escritorio y me envolví en una toalla. Federico, que estaba conmigo, se puso nervioso.
—Diablos—Mencionó en un susurro.
—Lo siento, Fede, pero debes esconderte. Si mi mamá te ve, me va a matar. No puedes salir por la ventana, ni salir por la puerta principal porque ella está afuera, en el coche.
—Lu, te estoy hablando.
—Cariño, ve y salúdala. Yo bajo en un segundo, me estaba duchando—le mentí a mi hermana, intentando mantener la calma.
Tan pronto como mi hermana se fue, abrí la puerta para asegurarme de que no había nadie más por los alrededores. Federico, más relajado que yo, me miraba con una sonrisa pícara.
—Lo siento, no pensé que tu mamá fuera a venir tan pronto. Fue una sorpresa—dijo con un tono que intentaba calmarme.
—Por favor, quédate aquí y no te muevas. Mamá está afuera y no quiero tener problemas.
—Nos quedamos con las ganas...—Suspiré, mientras él intentaba bromear.
—¿Tú estás pensando en eso?—respondí, todavía nerviosa—Si me encuentra, me mata... y a ti también.
Él se encogió de hombros.
—Está bien, ve tranquila. Si quieres, te acompaño a la ducha—expreso con una sonrisa juguetona.
—No estoy apurada—repliqué, tratando de mantenerme seria—Métete por ahí, no creo que entre a mi habitación, pero me da miedo que te descubra, espero que no tengas problemas en tu casa.
—Tranquila, no me voy a ir. No tengo nada que hacer en casa. Nadie me espera—dijo con una calma que me exasperaba y, al mismo tiempo, me relajaba.
Entré al baño rápidamente. El agua me ayudó a calmarme, pero mi mente seguía en lo que casi pasó antes de que mi hermana interrumpiera. Mis pensamientos iban y venían, mientras terminaba de ducharme. Cuando salí, allí estaba Federico, sus ojos recorriéndome.
—Eres muy hermosa, lo sabías—me dijo con esa sonrisa que me volvía loca.
—Lo sé, gracias—le respondí, sonrojada.
Me vestí rápidamente, optando por un short corto y un top. Me dejé el cabello suelto y me apliqué un poco de rubor y labial. Al ver mi reflejo, recordé que mamá había mencionado una visita, así que decidí ponerme un cárdigan por si acaso.
—Estás hermosa—Nuevamente mencionó Federico, mientras yo me acercaba a la puerta.
—Gracias. Quédate aquí, no te muevas, y no abras la puerta hasta que yo vuelva—le ordené, intentando ser firme.
—Tranquila, no me iré a ningún lado—declaro con una sonrisa tranquila.—Además quiero terminar lo de hace un rato.
Respiré hondo y salí de la habitación. Bajé despacio las escaleras, preparándome mentalmente para lo que fuera que mamá tuviera preparado. Al llegar al salón, allí estaba ella, radiante, junto a un hombre que nunca había visto.
—Cariño, demorarste en bajar, ven.
—Hola mamá, estaba en la ducha— mencione despacio.
—Te voy a presentar a mi futuro esposo, Gabriel—anunció con una sonrisa enorme.
Me quedé en shock. ¿Futuro esposo? Esto no podía ser en serio. Gabriel se acercó, apretándome la mano con demasiada fuerza.
—Mucho gusto. Tú debes ser Luna—dijo con una sonrisa encantadora.
—Sí... soy Lunaicy—respondí torpemente.
—Todos le dicen Luna—intervino mi hermana.
Gabriel sonrió aún más y, para mi incomodidad, añadió:
—Pronto seré más que un desconocido. Seré como un padre para ustedes.
Mi madre sonrió emocionada, mientras yo solo podía mirar a aquel hombre. Me abrazó demasiado fuerte y dejó un beso en mi mejilla, lo cual me hizo sentir incómoda. Me alejé lentamente, tratando de disimular mi incomodidad. Además se notaba más joven.
—Hija—dijo mamá, acercándose a mí y abrazándome—. Estoy enamorada de Gabriel, y él también de mí. No quise decirles nada hasta estar segura. Ahora estará con nosotros.
No sabía qué decir. Esta "sorpresa" me dejó helada, y lo único que cruzaba por mi mente era: ¿en qué estaba pensando mamá para meterse con hombre mas joven?
Lunaicy.No podía creer lo que mi madre estaba diciendo. Entiendo que tiene derecho a rehacer su vida, pero un hombre tan joven... todo esto no me cuadraba. Su mirada no me agradó, y cuando su mano apretó la mía al saludarme, sentí una incomodidad que me recorrió la espalda. Mientras estábamos almorzando, mi madre estaba eufórica, más feliz de lo que la había visto en años. Yo, por otro lado, solo sentía una creciente necesidad de salir de ahí, pero no podía. Era su casa, su decisión. No me correspondía intervenir.—¿Cómo va todo en la escuela, hija? —preguntó mi madre con esa sonrisa brillante que no le gusta mostrarnos a nosotras sus hijas y tal parece que a él si.—Bien, mamá, gracias por preguntar —respondí con una sonrisa forzada.— ¿Y tú cómo vas, Estrellita?—Le pregunto a mi hermanita.—Estoy aprendiendo mucho. Pronto habrá un evento.—Me alegro. Esta vez espero poder ir a cada uno de tus eventos, cariño —respondió mi madre, casi orgullosa, aunque la última vez no pudo asistir.
Lunaicy.Los días pasaban tan rápido que me sentía abrumada. Quisiera que, al igual que el tiempo volaba, mi madre pudiera abrir los ojos y ver que ese hombre no era para ella. Pero claro, los sentimientos no se eligen, ¿verdad? Entiendo que tiene derecho a ser feliz, pero desde que lo vi, algo no me cuadraba. Lo siento, pero no confío en él. No puedo explicarlo bien, es más la forma en la que me mira. Hay algo inquietante, algo que me pone nerviosa. ¿Es que lo imagino o en verdad me observa como un pervertido? No lo sé, pero esa incomodidad está ahí, constante, como una sombra.Lo peor de todo es que ahora quiere llevarnos lejos de aquí, lejos de todo lo que conocemos. No puedo aceptarlo. Siempre hemos estado juntas, y Marta, los vecinos de la cuadra, crecimos aquí en este vecindario. No necesitamos irnos. Ella jamás quiso estar aquí de verdad, mientras trabajaba apenas pasaba tiempo en casa, y cuando lo hacía, dormía. Su trabajo la tenía viajando de un lado a otro, y solo venía los
Este capitulo contiene demasiado 🥵🔞🔞FedericoNo podía quitarme a Luna de la cabeza, estaba molesto conmigo mismo. Al principio, solo la deseaba, como cualquier otra mujer con la que me había cruzado. Quería acostarme con ella y seguir adelante, como siempre lo hacía. Pero esta vez era diferente. No sé en qué momento la cosa cambió. De repente, me encontraba deseándola a todas horas, pensando en ella más de lo que debería. Lo peor era que me estaba afectando de una manera que no había previsto, algo que no me había permitido sentir desde aquella vez. La mujer que amé antes me traicionó, me dejó por su marido. Después de eso, decidí no volver a enamorarme. No más. Solo diversión, sin compromiso, sin complicaciones. Pero ahora, con Luna, todo era distinto.Esta noche la traigo a la casa de Pablo. No era cualquier lugar, era donde ocurrían las cosas que las personas "normales" no entenderían. Desde que bajamos al coche, noté que estaba nerviosa. No me extrañaba, esto no era su ambien
Lunaicy.Abrí los ojos con dificultad, mi cuerpo pesaba, y cada parte de mí dolía. Giré mi cabeza y lo vi, Federico estaba completamente desnudo a mi lado. ¿Qué rayos había pasado? Me pregunté mientras una ola de pánico me invadía. Y miles de imágenes se filtraron en mi cabeza, me levanté rápidamente buscando mi ropa con desesperación. Al encontrarla, me la puse torpemente, sintiendo un mareo horrible. Todo a mi alrededor daba vueltas y las náuseas me golpearon de lleno.—¿Qué diablos hice? —me susurré, confundida y asustada. El dolor en mi cuerpo era extraño, incluso tenía marcas de mordidas. Mi corazón latía con fuerza cuando Federico comenzó a despertar.—Oye, cálmate —dijo con una voz suave pero irritante—. Solo disfrutamos.—¡Suéltame! —le grité, alejándome—. Esto es una locura. ¿Qué hora es? ¡Dios!Federico se levantó con una calma desquiciante y, tras echar un vistazo al reloj, comentó: —Son pasadas las ocho.Mi corazón se hundió. No solo era tarde, sino que había perdido total
FedericoDaba vueltas en mi habitación, la cabeza me daba mil vueltas como cada vez que la voz de mi padre se convertía en el despertador de mis malas mañanas. Gritaba de todo, y a pesar de que yo sabía que no traía suficiente dinero a la casa, me dolía ver cómo nunca parecía alcanzar para sus gastos. ¿Es que acaso él no veía el esfuerzo que hacía? Era como un disco rayado, siempre el mismo sermón, día tras día, rebotando en mi cabeza como una m*****a alarma imposible de apagar. Esta mañana, sin pensarlo dos veces, agarré mi chaqueta y salí de casa rumbo a la plaza. Solo quería escapar de esa espiral de quejas y reproches.Caminé por la calle y, como era costumbre, me detuve en una tienda de la esquina. Compré un emparedado y una gaseosa; en casa, el ambiente era tan sofocante que prefería comer solo, en silencio, lejos de los gritos. Me senté en una de las bancas de la plaza, observando a las familias que disfrutaban del día. De alguna manera, me dolía ver a los niños reír mientras co
Lunaicy El aire era cálido, envolviéndome mientras me aferraba a la cintura de Federico. Sentía cómo la motocicleta avanzaba con velocidad, y la carretera se extendía frente a nosotros, alejándonos de Managua. No me importaba realmente a dónde íbamos; solo quería distraerme, dejar atrás la carga del día. Quizás aceptar salir con él no había sido la mejor idea, pero necesitaba respirar, aunque fuera por un momento.La verdad, aún estaba consternada por lo que ocurría en casa. Mi madre parecía más interesada en su relación con ese hombre que en nosotras, sus hijas. Algo en él no me inspiraba confianza; me parecía alguien falso, como si solo estuviera buscando algo pasajero, más un placer momentáneo que un verdadero amor. Tal vez solo quería asegurarse un buen futuro a costa de mi madre. Y lo peor de todo era su idea de sacarnos de nuestra casa, de nuestra vida en el barrio, y llevarnos a una mansión en algún lugar desconocido. ¿Para qué? La casa en la que vivíamos era grande y había sid
Lunaicy Llegamos al hotel donde pasaríamos la noche. Dejé mis cosas sobre la mesa y me acerqué a la ventana para admirar la iluminada noche. El reflejo de las luces parecía danzar sobre el cristal, mientras el silencio del lugar me envolvía. Las manos de Federico rodearon mi cintura con fuerza, y su abrazo me hizo sentir una inexplicable sensación de paz. En ese momento, supe que esa noche sería especial, que a su lado no existían los juicios ni las dudas.Por primera vez, no me preocupaba lo que mi madre pudiera pensar. Siempre me criticaba, como si tener un novio fuera algo indebido, mientras ella vivía su relación como le daba la gana. Ya me daba igual. Si ella podía hacer su vida, ¿por qué yo no podía hacer la mía? Por mucho tiempo pensé en los prejuicios, en lo correcto y lo incorrecto, pero ahora no quería arrepentirme de nada. Quizá lo que hacemos no es perfecto, tal vez Dios me juzgue, pero esta noche solo quiero ser feliz. Nos quedamos abrazados, hablando de cosas triviales
Paseaba sin rumbo por la calle central, miraba todo a mi alrededor con total aburrimiento, — En serio que este día era fatal para mi— La universidad, el trabajo y encima él. Si él mi vecino él que últimamente me tenía con la mente ocupada con sus mensajes sin enviar o quizás ya no tenía ganas de escribirme, sin embargo ayer lo vi, cuando pasaba por su casa estaba de pies mirando su celular quise saludarlo pero no tuve valor, pase caminando a toda prisa y su voz me detuvo en seco.—Ya ni saludar quieres—Replico con seriedad a lo que fruncí el ceño expectante esperando a ver que más me decia—Muy seria mi vecina.—No lo creo—Respondi señalando su celular, el lo observo y luego sonrió, mire que empezó a escribir y a los instantes un mensaje entró, diciendo.—Parece que tu novio ya no te deja chatear conmigo—frunci el entrecejo y sonreí con burla.—No será al contrario—Comento con sarcasmo, escribo rápidamente y le mando un mensaje—Cuidado es tu mujer la que no permite que saludes a los ve