2. ~Me encanta.~

Lunaicy.

No dejaba de pensar en todo lo que planeaba disfrutar esta noche. Federico no dejaba de mirar mi habitación. Me daba vergüenza, pero no podía dejarlo en la sala. De hecho, no vino para estar en la sala; vino para una noche alocada.

—Eres fanática de The Weeknd —cuestionó, mirando los pósters en mi pared.

—Sí, me encanta su música y sus locuras.

—También te gusta ella —dijo, señalando el póster de Isabella la Rosa.

—Sí, ella también. ¿Y a ti qué te gusta?

—Tu look es parecido al de ella, Luna —dijo inspeccionándome.

—Ups, ¿no te gusta?

—Tranquila, de hecho me encanta —me sonrojé— Y me gustan la música electrónica y el metal.

—Casi tenemos el mismo gusto —declaré sin dejar de verlo. Su mirada se posó en mi hombro y luego trazó líneas con un dedo. Me puse nerviosa por su tacto.

—Me gusta tu tatuaje —expresó, luego dejó un beso en mi hombro donde tenía una línea y una rosa, e incluso mi lunar. Sentí cómo su lengua mojaba mi piel y me ericé como un pollo desplumado.

—Federico, ¿puedo apagar la lámpara? —pregunté, cohibida.

—Quiero verte desnuda —asentí, dejándome llevar por sus placenteros toques.

Me dejó caer sobre la cama. Sus manos viajaron al cierre de mi vestido, se quitó su camiseta y luego siguió con su pantalón.

Su cuerpo era musculoso y bien trabajado, varios tatuajes adornaban su pecho y un costado de sus costillas. Sus pectorales estaban bien definidos. Mordí mi labio inferior al verlo.

—Eres exquisito —susurré, pasando mis manos por su brazo.

—Tú eres hermosa —Comentó sincero. Terminó de desnudarme y se detuvo un momento para verme—Me encanta tu cuerpo. Y ese piercing, ni se diga.

—Te encantará aún más cuando estés dentro de mí —mencioné sin pensar. Él sonrió, besando mis pies y luego subiendo a mis muslos, bajó a mi vagina lamiendo cada parte de mí. Se quitó su calzoncillo y quedé asombrada por el tamaño de su pene.

—Sé que te va a encantar —susurró instalándose dentro de mí. Al verme mojada, me penetró despacio. Cerré los ojos al sentir su deliciosa invasión, quería soltar un gemido, pero tenía pena— Wow, qué caliente —murmuró moviéndose lento. Moví mi cadera para que lo hiciera con rapidez, y así fue.

—Federico, más duro —le pedí ansiosa.

—Como lo desees, mi Luna. Déjame llevarte a las estrellas.

Y así fue. Aceleró sus movimientos con fuerza. Solté varios quejidos por el delicioso momento. Luego se salió de mí y me hizo quedar encima de él. Me moví rápido, lo miré y estaba más que a gusto. El sudor de ambos se mezclaba. Federico chupó mis pechos, bajó su lengua por mi vientre, me elevó y luego cambiamos de posición. Esta vez estaba de espaldas a él y sus estocadas eran más fuertes y deliciosas. Quería gritar, pero recordé que mi hermana aún seguía despierta, así que solo me moví rápido. Él continuaba haciéndome lo que yo quería, regaba besos por mi espalda, luego fue a mis nalgas y las masajeó.

—Eres demasiado exquisita.

Esta vez bajó sus movimientos y me besó, chupó mi lengua y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Sentí miles de estrellas artificiales explotar en mi interior. El orgasmo me golpeó dejándome rendida. Al instante, él hizo lo mismo, cayó rendido en mi cama, me miró fijamente y sonrió.

—¿Cómo te sientes? —cuestionó acariciando mi mejilla caliente.

—Me siento en las estrellas, ¿y tú? —quise saber.

—Yo igual, preciosa. No olvides la píldora.

Asentí, soltando un suspiro. Eso fue demasiado.

Luego de ese delicioso momento, él tuvo que irse, pero antes me preguntó si nos volveríamos a ver.

—Si deseas, podremos vernos de nuevo —declare elevando la comisura de mis labios.

Él asintió, luego me besó y su mano viajó a mi intimidad, metiendo un dedo y haciéndome gemir de nuevo.

—Federico, son las 12 de la madrugada, es mejor que te vayas. Tus padres se pueden molestar.

—No te preocupes, muero por hacerte el amor de nuevo —mordió mi labio, luego sacó sus dedos y los chupó. Me sonrojé por tal locura.

—Buenas noches, Fede.

—Buenas noches, hermosa luciérnaga.

Quedé ahí mirando mientras saltaba por el cerco. Desde mi ventana, podía verlo entrar a su casa.

Me encantó lo que había pasado esta noche. Fue tremendo.

***

Al día siguiente, me levanté adolorida por lo que sucedió anoche. Me desperecé de la cama para tomar una ducha caliente. Prendí la regadera y me bañé. Al salir, terminé de secarme el cuerpo y me apliqué crema corporal.

Me vestí con un top corto blanco que dejaba ver un poco de mi abdomen. Encima, me puse un cardigan gris suave y cómodo. Combiné el conjunto con unos shorts de mezclilla desgastados y unos botines negros que le daban un toque moderno a mi look. Mi cabello negro y largo caía en ondas naturales sobre mis hombros, y mis ojos grises destacaban aún más con mi piel clara. Me miré en el espejo, y me miraba bien hermosa, lista para enfrentar el día.

Salí y vi a mi hermana Estrella desayunando. Martha, la señora que trabaja como doméstica, me saludó como siempre y luego me dejó el desayuno en la mesa: un sándwich de jamón, manzana y kiwi, y un café negro cargado, como siempre. Amo el café.

—Señorita, ¿va a querer jugo?

—No, Martha, muchas gracias. Esto es suficiente —mencioné agradecida.

—Bueno.

—Hermana, ¿irás con la motocicleta? ¿Me llevarás? —preguntó Estrella.

La miré y suspiré. Quería irme en la ruta, pero tenía que llevar a mi hermana. Hoy le tocaba clase de ballet.

—No te preocupes, te llevo. Anda, desayuna.

Desayuné tranquilamente mientras veía a Estrella terminando su comida. Luego, nos preparamos para salir. Me puse mi casco y le pasé el suyo a Estrella. Salimos de la casa juntas y me dirigí a la cochera donde estaba mi moto.

Prendí la moto y Estrella se subió detrás de mí, abrazándose a mi cintura. Arranqué y nos dirigimos a la escuela de ballet, cerca de plaza España.

"Academia de Ballet Danzante", que no quedaba muy lejos de nuestra residencia, solo que era metido y las rutas no entraban ahi.

Después de dejar a Estrella, continué mi camino hacia la universidad. Estudio en la Universidad de Bellas Artes de la Ciudad. El trayecto en moto siempre me relajaba y me daba un tiempo para pensar.

Al llegar, estacioné la moto y me dirigí a mi primera clase del día. Los chicos de mi aula al verme empezaron a propia como siempre, negué sentándome en mi pupitre, vi una carta sin nombre.

—Eres como una bella estrella Fugaz, sal conmigo. Si aceptas puedes llamarme.

Sonreí negando, baboso, hice una pelota con el papel y lo lancé al basurero. Benjamin se acercó a mí posando su manos en mi hombro.

—Bebecita deseas un café late.

—No Benjamin, puedes dejarme en paz. —Le pedí pero el se acercó corrió mi cara y beso mis labios. ¡Mierda que le pasa!

—Me encantas, que lastima. —dicho eso salio corriendo del salón.

Idiota. Miro por la ventanilla y suelto un suspiro de aburrimiento.

—Lastima que no vi a mi Vecino esta mañana.

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