No dejaba de pensar en todo lo que planeaba disfrutar esta noche. Federico no dejaba de mirar mi habitación. Me daba vergüenza, pero no podía dejarlo en la sala. De hecho, no vino para estar en la sala; vino para una noche alocada.
—Eres fanática de The Weeknd —cuestionó, mirando los pósters en mi pared.
—Sí, me encanta su música y sus locuras.
—También te gusta ella —dijo, señalando el póster de Isabella la Rosa.
—Sí, ella también. ¿Y a ti qué te gusta?
—Tu look es parecido al de ella, Luna —dijo inspeccionándome.
—Ups, ¿no te gusta?
—Tranquila, de hecho me encanta —me sonrojé— Y me gustan la música electrónica y el metal.
—Casi tenemos el mismo gusto —declaré sin dejar de verlo. Su mirada se posó en mi hombro y luego trazó líneas con un dedo. Me puse nerviosa por su tacto.
—Me gusta tu tatuaje —expresó, luego dejó un beso en mi hombro donde tenía una línea y una rosa, e incluso mi lunar. Sentí cómo su lengua mojaba mi piel y me ericé como un pollo desplumado.
—Federico, ¿puedo apagar la lámpara? —pregunté, cohibida.
—Quiero verte desnuda —asentí, dejándome llevar por sus placenteros toques.
Me dejó caer sobre la cama. Sus manos viajaron al cierre de mi vestido, se quitó su camiseta y luego siguió con su pantalón.
Su cuerpo era musculoso y bien trabajado, varios tatuajes adornaban su pecho y un costado de sus costillas. Sus pectorales estaban bien definidos. Mordí mi labio inferior al verlo.
—Eres exquisito —susurré, pasando mis manos por su brazo.
—Tú eres hermosa —Comentó sincero. Terminó de desnudarme y se detuvo un momento para verme—Me encanta tu cuerpo. Y ese piercing, ni se diga.
—Te encantará aún más cuando estés dentro de mí —mencioné sin pensar. Él sonrió, besando mis pies y luego subiendo a mis muslos, bajó a mi vagina lamiendo cada parte de mí. Se quitó su calzoncillo y quedé asombrada por el tamaño de su pene.
—Sé que te va a encantar —susurró instalándose dentro de mí. Al verme mojada, me penetró despacio. Cerré los ojos al sentir su deliciosa invasión, quería soltar un gemido, pero tenía pena— Wow, qué caliente —murmuró moviéndose lento. Moví mi cadera para que lo hiciera con rapidez, y así fue.
—Federico, más duro —le pedí ansiosa.
—Como lo desees, mi Luna. Déjame llevarte a las estrellas.
Y así fue. Aceleró sus movimientos con fuerza. Solté varios quejidos por el delicioso momento. Luego se salió de mí y me hizo quedar encima de él. Me moví rápido, lo miré y estaba más que a gusto. El sudor de ambos se mezclaba. Federico chupó mis pechos, bajó su lengua por mi vientre, me elevó y luego cambiamos de posición. Esta vez estaba de espaldas a él y sus estocadas eran más fuertes y deliciosas. Quería gritar, pero recordé que mi hermana aún seguía despierta, así que solo me moví rápido. Él continuaba haciéndome lo que yo quería, regaba besos por mi espalda, luego fue a mis nalgas y las masajeó.
—Eres demasiado exquisita.
Esta vez bajó sus movimientos y me besó, chupó mi lengua y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Sentí miles de estrellas artificiales explotar en mi interior. El orgasmo me golpeó dejándome rendida. Al instante, él hizo lo mismo, cayó rendido en mi cama, me miró fijamente y sonrió.
—¿Cómo te sientes? —cuestionó acariciando mi mejilla caliente.
—Me siento en las estrellas, ¿y tú? —quise saber.
—Yo igual, preciosa. No olvides la píldora.
Asentí, soltando un suspiro. Eso fue demasiado.
Luego de ese delicioso momento, él tuvo que irse, pero antes me preguntó si nos volveríamos a ver.
—Si deseas, podremos vernos de nuevo —declare elevando la comisura de mis labios.
Él asintió, luego me besó y su mano viajó a mi intimidad, metiendo un dedo y haciéndome gemir de nuevo.
—Federico, son las 12 de la madrugada, es mejor que te vayas. Tus padres se pueden molestar.
—No te preocupes, muero por hacerte el amor de nuevo —mordió mi labio, luego sacó sus dedos y los chupó. Me sonrojé por tal locura.
—Buenas noches, Fede.
—Buenas noches, hermosa luciérnaga.
Quedé ahí mirando mientras saltaba por el cerco. Desde mi ventana, podía verlo entrar a su casa.
Me encantó lo que había pasado esta noche. Fue tremendo.
***
Al día siguiente, me levanté adolorida por lo que sucedió anoche. Me desperecé de la cama para tomar una ducha caliente. Prendí la regadera y me bañé. Al salir, terminé de secarme el cuerpo y me apliqué crema corporal.
Me vestí con un top corto blanco que dejaba ver un poco de mi abdomen. Encima, me puse un cardigan gris suave y cómodo. Combiné el conjunto con unos shorts de mezclilla desgastados y unos botines negros que le daban un toque moderno a mi look. Mi cabello negro y largo caía en ondas naturales sobre mis hombros, y mis ojos grises destacaban aún más con mi piel clara. Me miré en el espejo, y me miraba bien hermosa, lista para enfrentar el día.
Salí y vi a mi hermana Estrella desayunando. Martha, la señora que trabaja como doméstica, me saludó como siempre y luego me dejó el desayuno en la mesa: un sándwich de jamón, manzana y kiwi, y un café negro cargado, como siempre. Amo el café.
—Señorita, ¿va a querer jugo?
—No, Martha, muchas gracias. Esto es suficiente —mencioné agradecida.
—Bueno.
—Hermana, ¿irás con la motocicleta? ¿Me llevarás? —preguntó Estrella.
La miré y suspiré. Quería irme en la ruta, pero tenía que llevar a mi hermana. Hoy le tocaba clase de ballet.
—No te preocupes, te llevo. Anda, desayuna.
Desayuné tranquilamente mientras veía a Estrella terminando su comida. Luego, nos preparamos para salir. Me puse mi casco y le pasé el suyo a Estrella. Salimos de la casa juntas y me dirigí a la cochera donde estaba mi moto.
Prendí la moto y Estrella se subió detrás de mí, abrazándose a mi cintura. Arranqué y nos dirigimos a la escuela de ballet, cerca de plaza España.
"Academia de Ballet Danzante", que no quedaba muy lejos de nuestra residencia, solo que era metido y las rutas no entraban ahi.Después de dejar a Estrella, continué mi camino hacia la universidad. Estudio en la Universidad de Bellas Artes de la Ciudad. El trayecto en moto siempre me relajaba y me daba un tiempo para pensar.
Al llegar, estacioné la moto y me dirigí a mi primera clase del día. Los chicos de mi aula al verme empezaron a propia como siempre, negué sentándome en mi pupitre, vi una carta sin nombre.
—Eres como una bella estrella Fugaz, sal conmigo. Si aceptas puedes llamarme.
Sonreí negando, baboso, hice una pelota con el papel y lo lancé al basurero. Benjamin se acercó a mí posando su manos en mi hombro.
—Bebecita deseas un café late.
—No Benjamin, puedes dejarme en paz. —Le pedí pero el se acercó corrió mi cara y beso mis labios. ¡Mierda que le pasa!
—Me encantas, que lastima. —dicho eso salio corriendo del salón.
Idiota. Miro por la ventanilla y suelto un suspiro de aburrimiento.
—Lastima que no vi a mi Vecino esta mañana.
Lunaicy.Salí de la universidad a toda prisa. Sabía que mamá me iba a matar si no llegaba a tiempo para recoger a Estrella. Se me había olvidado que mi hermana salía de su clase de ballet a las 11, mientras que yo terminaba a las 12:30. Me quedé investigando sobre el tema que quiero exponer, pero bueno, debía apurarme.Monté en mi moto y salí lo más rápido que pude hacia la escuela de ballet. Cuando llegué, Estrella ya me esperaba en la puerta, con el ceño fruncido y los brazos cruzados. —Lo siento, cariño,—dije mientras me quitaba el casco. —Sabes que hoy me tocaba salir tarde.—Ya sé, pero tengo hambre,— respondió ella, aunque su tono se suavizó un poco.—Vamos, te llevo a casa,— añadí. Justo en ese momento, mi teléfono sonó. Era mamá.—¿Ya están en casa? —preguntó con su tono serio habitual.—Ya vamos para allá —respondí, intentando mantener la calma—. Estrella está conmigo.—Bien. Quiero que se queden en casa. Voy a llevar a una persona que estará un tiempo con nosotras.—¿Una pe
Lunaicy.No podía creer lo que mi madre estaba diciendo. Entiendo que tiene derecho a rehacer su vida, pero un hombre tan joven... todo esto no me cuadraba. Su mirada no me agradó, y cuando su mano apretó la mía al saludarme, sentí una incomodidad que me recorrió la espalda. Mientras estábamos almorzando, mi madre estaba eufórica, más feliz de lo que la había visto en años. Yo, por otro lado, solo sentía una creciente necesidad de salir de ahí, pero no podía. Era su casa, su decisión. No me correspondía intervenir.—¿Cómo va todo en la escuela, hija? —preguntó mi madre con esa sonrisa brillante que no le gusta mostrarnos a nosotras sus hijas y tal parece que a él si.—Bien, mamá, gracias por preguntar —respondí con una sonrisa forzada.— ¿Y tú cómo vas, Estrellita?—Le pregunto a mi hermanita.—Estoy aprendiendo mucho. Pronto habrá un evento.—Me alegro. Esta vez espero poder ir a cada uno de tus eventos, cariño —respondió mi madre, casi orgullosa, aunque la última vez no pudo asistir.
Lunaicy.Los días pasaban tan rápido que me sentía abrumada. Quisiera que, al igual que el tiempo volaba, mi madre pudiera abrir los ojos y ver que ese hombre no era para ella. Pero claro, los sentimientos no se eligen, ¿verdad? Entiendo que tiene derecho a ser feliz, pero desde que lo vi, algo no me cuadraba. Lo siento, pero no confío en él. No puedo explicarlo bien, es más la forma en la que me mira. Hay algo inquietante, algo que me pone nerviosa. ¿Es que lo imagino o en verdad me observa como un pervertido? No lo sé, pero esa incomodidad está ahí, constante, como una sombra.Lo peor de todo es que ahora quiere llevarnos lejos de aquí, lejos de todo lo que conocemos. No puedo aceptarlo. Siempre hemos estado juntas, y Marta, los vecinos de la cuadra, crecimos aquí en este vecindario. No necesitamos irnos. Ella jamás quiso estar aquí de verdad, mientras trabajaba apenas pasaba tiempo en casa, y cuando lo hacía, dormía. Su trabajo la tenía viajando de un lado a otro, y solo venía los
Este capitulo contiene demasiado 🥵🔞🔞FedericoNo podía quitarme a Luna de la cabeza, estaba molesto conmigo mismo. Al principio, solo la deseaba, como cualquier otra mujer con la que me había cruzado. Quería acostarme con ella y seguir adelante, como siempre lo hacía. Pero esta vez era diferente. No sé en qué momento la cosa cambió. De repente, me encontraba deseándola a todas horas, pensando en ella más de lo que debería. Lo peor era que me estaba afectando de una manera que no había previsto, algo que no me había permitido sentir desde aquella vez. La mujer que amé antes me traicionó, me dejó por su marido. Después de eso, decidí no volver a enamorarme. No más. Solo diversión, sin compromiso, sin complicaciones. Pero ahora, con Luna, todo era distinto.Esta noche la traigo a la casa de Pablo. No era cualquier lugar, era donde ocurrían las cosas que las personas "normales" no entenderían. Desde que bajamos al coche, noté que estaba nerviosa. No me extrañaba, esto no era su ambien
Lunaicy.Abrí los ojos con dificultad, mi cuerpo pesaba, y cada parte de mí dolía. Giré mi cabeza y lo vi, Federico estaba completamente desnudo a mi lado. ¿Qué rayos había pasado? Me pregunté mientras una ola de pánico me invadía. Y miles de imágenes se filtraron en mi cabeza, me levanté rápidamente buscando mi ropa con desesperación. Al encontrarla, me la puse torpemente, sintiendo un mareo horrible. Todo a mi alrededor daba vueltas y las náuseas me golpearon de lleno.—¿Qué diablos hice? —me susurré, confundida y asustada. El dolor en mi cuerpo era extraño, incluso tenía marcas de mordidas. Mi corazón latía con fuerza cuando Federico comenzó a despertar.—Oye, cálmate —dijo con una voz suave pero irritante—. Solo disfrutamos.—¡Suéltame! —le grité, alejándome—. Esto es una locura. ¿Qué hora es? ¡Dios!Federico se levantó con una calma desquiciante y, tras echar un vistazo al reloj, comentó: —Son pasadas las ocho.Mi corazón se hundió. No solo era tarde, sino que había perdido total
FedericoDaba vueltas en mi habitación, la cabeza me daba mil vueltas como cada vez que la voz de mi padre se convertía en el despertador de mis malas mañanas. Gritaba de todo, y a pesar de que yo sabía que no traía suficiente dinero a la casa, me dolía ver cómo nunca parecía alcanzar para sus gastos. ¿Es que acaso él no veía el esfuerzo que hacía? Era como un disco rayado, siempre el mismo sermón, día tras día, rebotando en mi cabeza como una m*****a alarma imposible de apagar. Esta mañana, sin pensarlo dos veces, agarré mi chaqueta y salí de casa rumbo a la plaza. Solo quería escapar de esa espiral de quejas y reproches.Caminé por la calle y, como era costumbre, me detuve en una tienda de la esquina. Compré un emparedado y una gaseosa; en casa, el ambiente era tan sofocante que prefería comer solo, en silencio, lejos de los gritos. Me senté en una de las bancas de la plaza, observando a las familias que disfrutaban del día. De alguna manera, me dolía ver a los niños reír mientras co
Lunaicy El aire era cálido, envolviéndome mientras me aferraba a la cintura de Federico. Sentía cómo la motocicleta avanzaba con velocidad, y la carretera se extendía frente a nosotros, alejándonos de Managua. No me importaba realmente a dónde íbamos; solo quería distraerme, dejar atrás la carga del día. Quizás aceptar salir con él no había sido la mejor idea, pero necesitaba respirar, aunque fuera por un momento.La verdad, aún estaba consternada por lo que ocurría en casa. Mi madre parecía más interesada en su relación con ese hombre que en nosotras, sus hijas. Algo en él no me inspiraba confianza; me parecía alguien falso, como si solo estuviera buscando algo pasajero, más un placer momentáneo que un verdadero amor. Tal vez solo quería asegurarse un buen futuro a costa de mi madre. Y lo peor de todo era su idea de sacarnos de nuestra casa, de nuestra vida en el barrio, y llevarnos a una mansión en algún lugar desconocido. ¿Para qué? La casa en la que vivíamos era grande y había sid
Lunaicy Llegamos al hotel donde pasaríamos la noche. Dejé mis cosas sobre la mesa y me acerqué a la ventana para admirar la iluminada noche. El reflejo de las luces parecía danzar sobre el cristal, mientras el silencio del lugar me envolvía. Las manos de Federico rodearon mi cintura con fuerza, y su abrazo me hizo sentir una inexplicable sensación de paz. En ese momento, supe que esa noche sería especial, que a su lado no existían los juicios ni las dudas.Por primera vez, no me preocupaba lo que mi madre pudiera pensar. Siempre me criticaba, como si tener un novio fuera algo indebido, mientras ella vivía su relación como le daba la gana. Ya me daba igual. Si ella podía hacer su vida, ¿por qué yo no podía hacer la mía? Por mucho tiempo pensé en los prejuicios, en lo correcto y lo incorrecto, pero ahora no quería arrepentirme de nada. Quizá lo que hacemos no es perfecto, tal vez Dios me juzgue, pero esta noche solo quiero ser feliz. Nos quedamos abrazados, hablando de cosas triviales