Sinopsis de “Sombras Eternas” Aurora Blackthorn siempre creyó que era una joven común viviendo una vida tranquila en el pequeño y melancólico pueblo de Blackwood Hills. Pero en su vigésimo primer cumpleaños, todo cambia cuando un desconocido de ojos rojos aparece en su camino, desvelando secretos enterrados en las sombras de su pasado. Aurora descubre que no es quien pensaba ser: es la última descendiente de un poderoso linaje de brujas, cuyo legado fue sellado para protegerla de fuerzas oscuras que aniquilaron a su familia. Damien Velkan, un vampiro milenario marcado por la traición y el dolor, ha estado buscándola durante años. Obligado por una deuda de honor y guiado por una profecía que une sus destinos, Damien se convierte en su protector. Pero su misión no será sencilla: la Orden de la Sangre Negra, una organización implacable, quiere usar el poder de Aurora para desatar un caos inimaginable. A medida que su magia despierta, Aurora debe enfrentarse a enemigos que acechan desde las sombras, descubrir la verdad sobre su linaje y aprender a confiar en Damien, un ser tan fascinante como peligroso. Entre la traición, el deseo y la batalla por la supervivencia, ambos se embarcarán en una lucha que no solo pondrá en juego sus vidas, sino también el equilibrio entre los mundos mágicos y humanos. En un mundo donde la oscuridad y la luz se entrelazan, Aurora deberá decidir quién es realmente y si está dispuesta a abrazar su destino… incluso si eso significa perder todo lo que ama.
Ler maisEl amanecer pintaba el cielo con tonos dorados y carmesí, como si el universo mismo reconociera el peso de lo que acababa de suceder. La batalla había terminado. La Orden había sido erradicada. Pero lo que quedaba ahora era aún más trascendental. Aurora estaba sentada en la cama, envuelta en las sábanas mientras observaba a Damien, quien estaba de pie junto a la ventana, con la mirada clavada en el horizonte. Su silueta era la de un rey, un guerrero que había cruzado el infierno y regresado con algo más valioso que la victoria: un propósito. —Sigues pensando demasiado —murmuró Aurora, su voz suave pero firme. Damien giró lentamente, sus ojos escarlata brillando con intensidad. —No puedo evitarlo. Todo ha cambiado. Aurora apoyó una mano sobre su vientre, donde su hijo, su milagro, latía con vida. —Sí, pero no todo es malo. Damien cruzó la habitación en apenas dos pasos, inclinándose para colocar su mano sobre la de ella. El calor de su toque la envolvió, y en ese instante,
El campo de batalla olía a cenizas y muerte. La Orden había sido destruida, pero el precio había sido alto. Aurora yacía en los brazos de Damien, su cuerpo tembloroso, drenado por la cantidad de magia que había desatado. La luz dorada que había envuelto su piel se desvanecía poco a poco, dejando atrás solo el sudor perlado y la sensación de vacío.Damien no podía apartar la mirada de ella. Su mujer, su Aurora, su todo.—Aguanta, amor —susurró contra su frente, sosteniéndola con la misma reverencia con la que se sostendría a un milagro.Aurora intentó sonreír, pero sus labios estaban fríos.—Lo hicimos… —susurró con debilidad.Pero Damien sentía el miedo royéndole por dentro. La victoria no tenía sentido si la perdía a ella.Matilde llegó corriendo, su rostro marcado por la desesperación. Se arrodilló junto a Aurora y colocó las manos sobre su vientre.—El bebé… su energía está inestable.Damien gruñó, su ira aún burbujeando bajo su piel.—¿Qué demonios significa eso?Matilde lo miró c
El estruendo de los tambores de guerra resonaba en el horizonte. El cielo, ennegrecido por la energía oscura que emanaba de la Orden, se cernía sobre ellos como un presagio de destrucción. Aurora y Damien estaban en el frente, rodeados por sus aliados, con la mirada fija en la silueta de Eris, quien los observaba desde la colina con una sonrisa cruel. Aurora sintió cómo su magia respondía al peligro, burbujeando dentro de ella con una fuerza incontrolable. Su vientre palpitaba con energía, y por primera vez, sintió que el bebé dentro de ella también reaccionaba. Damien la miró de reojo, sus ojos rojos brillando con determinación. —Nos aseguraremos de que no viva para ver otro amanecer. Aurora asintió. Había llegado el momento. El Caos Desatado La batalla estalló como una tormenta. Flechas encantadas surcaron el aire, impactando contra los escudos de energía de los guerreros de la Orden. Damien se lanzó hacia adelante con una velocidad sobrehumana, su espada cortando a través de l
La mansión estaba sumida en un inquietante silencio. Solo el crepitar del fuego en la chimenea rompía la quietud, proyectando sombras alargadas en las paredes de piedra. Aurora, sentada en la orilla de la cama, sentía el peso de todo lo que estaba por suceder. Su mano descansaba sobre su vientre, donde la vida que crecía dentro de ella latía con una fuerza casi inhumana.Damien la observaba desde la puerta, su expresión tensa, los puños cerrados a los costados. Sabía que esa noche podía ser la última vez que estuvieran juntos en paz antes de la batalla final. Eris y la Orden estaban más cerca de lo que imaginaban, y el enfrentamiento no podía posponerse más.Aurora levantó la vista, encontrando los ojos carmesí de Damien que la miraban con una mezcla de deseo y desesperación. Sin decir una palabra, él se acercó y se arrodilló frente a ella, apoyando sus manos en sus muslos.—No quiero perderte —murmuró, su voz áspera y cargada de emoción.Aurora deslizó los dedos por su cabello oscuro
La oscuridad siempre había sido un refugio para Damien, un lugar donde sus demonios internos podían merodear sin ser molestados. Pero esa noche, la oscuridad se sentía diferente. No era un manto reconfortante, sino un recordatorio de la fragilidad que se había infiltrado en su existencia desde que Aurora entró en su vida. No podía dormir. Los pensamientos giraban en su mente como cuchillas: Eris, Vincent, la Orden… y Aurora, con su vida y la del bebé colgando de un hilo invisible.El eco de sus pasos resonaba en el pasillo de piedra fría mientras se dirigía hacia la habitación donde Aurora descansaba. La mansión temporal en la que se refugiaban tenía el olor a humedad y ceniza, un recordatorio de que nada era permanente, ni siquiera la seguridad. Abrió la puerta sin hacer ruido, dejando que la tenue luz de la luna delineara la figura dormida de Aurora.Su cabello caía en ondas desordenadas sobre la almohada, su pecho subiendo y bajando con un ritmo que parecía tan frágil y precioso qu
La mañana llegó como una herida abierta en el horizonte, teñida de un rojo pálido que presagiaba más sangre por derramar. Aurora despertó envuelta en el calor de Damien, su cuerpo aún marcado por la pasión de la noche anterior. Pero la paz era un lujo efímero en su mundo. Bastó un susurro en el viento para recordarle que la guerra nunca estaba demasiado lejos.Se apartó con suavidad, dejando que sus dedos se deslizasen por la piel de Damien, memorizando la textura de su ser. Había algo en el aire, una tensión que no podía ignorar. Se vistió rápidamente y salió de la tienda, sus sentidos agudizados por una inquietud inexplicable.Freya estaba en pie cerca de la linde del campamento, su arco colgado a la espalda mientras observaba el horizonte con el ceño fruncido. Aurora se le acercó en silencio, siguiendo su mirada hacia una figura solitaria que se acercaba entre las sombras matutinas.—¿Quién es? —preguntó Aurora, su voz apenas un susurro.Freya no respondió de inmediato. Sus dedos r
El crepúsculo caía como un manto de sangre sobre el campamento improvisado. Las llamas de la fogata crepitaban, lanzando chispas al cielo oscuro, y el aire olía a humo, sudor y a la tensión latente de un grupo que sabía que cada segundo de calma era solo una pausa antes del próximo asalto del caos.Aurora se encontraba sentada cerca del fuego, sus dedos acariciando distraídamente su vientre. Aunque su embarazo apenas era visible, su cuerpo le recordaba cada día que crecía algo dentro de ella: un vínculo irrompible, una promesa de futuro, pero también un recordatorio del peligro que eso significaba. El hijo que llevaba no era un simple bebé. Era un catalizador de poder, un símbolo de esperanza y de maldición para algunos.Kael llegó desde la oscuridad, sus pasos silenciosos, como si la noche lo aceptara como uno de los suyos. Se detuvo a su lado, su mirada fija en el fuego.—No puedes dormir, ¿verdad? —murmuró sin mirarla.Aurora soltó un suspiro, sin apartar la vista de las llamas.—D
El viento nocturno arrastraba el eco de una tormenta lejana mientras la tienda de campaña de Damien y Aurora permanecía sumida en un silencio inquietante. Las sombras danzaban en las paredes, proyectadas por la tenue luz de una lámpara de aceite, y el ambiente estaba cargado de una tensión que parecía más pesada que el aire mismo.Damien se encontraba junto a la entrada, su figura imponente recortada contra la oscuridad del exterior. Su respiración era tranquila, controlada, pero sus pensamientos estaban enredados en un torbellino de emociones. Su instinto de líder lo mantenía alerta, pero su corazón—ese órgano que creía inerte—latía con una preocupación creciente. Aurora. Su Aurora.Ella estaba recostada sobre una manta gruesa, con la mano descansando sobre su vientre ligeramente abultado. La fragilidad aparente de su cuerpo contrastaba con la fuerza que emanaba de su alma. Aurora no era una simple humana; era la chispa que encendía su oscuridad y la luz que amenazaba con consumirlo.
El amanecer se filtraba a través de los árboles, derramando una luz tenue sobre el campamento improvisado. Damien estaba de pie, apoyado contra un roble desgastado, observando en silencio. Sus ojos rojos seguían cada movimiento en la distancia, pero su atención no estaba en el horizonte. Estaba en ella.Su risa suave resonaba mientras hablaba con Matilde, su mano descansando sobre el vientre que albergaba la vida más importante del mundo para él. Un hijo. Su hijo. La simple idea de eso era un torbellino en su mente: un huracán de emociones que ni siglos de existencia lo habían preparado para enfrentar.No era miedo a la paternidad lo que lo carcomía por dentro. Era el temor más primitivo y abrumador que había conocido: la posibilidad de perderla.El peso del liderazgo y la vulnerabilidadComo líder, Damien había tomado decisiones difíciles, algunas manchadas de sangre y otras grabadas con cicatrices invisibles en su alma. Siempre había puesto la misión por encima de todo, incluso por