Los hombres lobos pasan su vida esperando a su mate, algunos esperan años y otros tiene suerte de poder encontrarse. Pero, ¿que pasa cuando un hombre lobo no quiere a su mate? Es rechazado y quizás viva una condena de soledad, esta es la historia de Elizabeth, una rechazada. YA DISPONIBLE LA PRECUELA DE ESTA NOVELA.
Leer más—Hola, mi pequeña. —Susurra con cariño mi abuela, toma uno de mis alocados mechones y lo deposita con demasiada delicadeza detrás de mi oreja. —Ya es hora.—No quiero irme.—Replico triste, no he dejado de admirar el paisaje que ahora se me hace muy familiar.—Es hora de regresar, piensa en tu mamá, en tu papá, en James, en tu mate. Piensa en ellos.—Ese es mi problema, Lala.—Mi niña, aún te acuerdas de cuando me llamabas así...—Comenta con ternura.—Lala, ¿crees que pueda verlo igual después de todo?—pregunto mirando hacia la ventana de nuevo.—No, cariño. Acuérdate que tú huiste, saliste despavorida, no le diste la oportunidad de explicarte las cosas al muchacho. Mira, cuando yo era joven, en todas las manadas había enfrentamientos así, muerte sangre, balas, peleas, todo. Era normal, el mate de mi hermana mató a su beta, porque él no le era leal. Tú te podrás imaginar las cosas, por eso Elizabeth, necesitas ver las cosas nítidas, así
Unas manos frías me toman de las muñecas, jalan de las cadenas y buscan el cerrojo, me toma del cabello y me levanta del suelo. No puedo ver su cara, pero lo único que hago, es con una agilidad increíble que ni yo sé como es que lo logro, lo ataco, empiezo a arañarlo, a patearlo, recuerdo mi entrenamiento, éste me agarra con demasiada fuerza del cabello, y me avienta contra la pared rasposa, mi mejilla se raspa levemente.—Vamos puta.—Esa voz. Esa voz. Como si alguien manejara mi memoria, los recuerdos de aquél taxista guapo que me llevó a mi y a Cuchufleto aquella vez a casa, es él. Cuando se trata de acercar a mí, le doy una patada en las piernas, se flexiona un poco y eso me da la oportunidad de derribarlo. Salgo corriendo, el pasillo se me hace casi infinito, no veo algún indicio de salida.Estoy perdida, me siento como en un laberinto, como los que soñaba cuando era pequeña.—¡Ayuda!—Abro y cierro puertas, ninguna
ZACKSeguí a Daniel, no tengo el valor de dejarlo solo. Quiero ser testigo de lo que pueda pasar en aquella casa dónde nos había pasado de todo, aquella significaba nuestro sucio pasado.—¿Pero que hacen aquí? —Pregunta Matthew sorprendido.—Necesito de tu ayuda —Le responde Daniel sin pausas. La casa está igual que siempre.—Dime Daniel, ¿para qué te soy bueno?—Necesito armas con balas de plata. —Dice sin más. Miro a Daniel como alguien diferente, alguien del pasado más bien.—Armamento pesado entonces,mira Daniel, te ayudaré, solo necesito saber para que las quieres. —Dice aquél apoyándose en su asiento de cuero café.—Para salvar a mi mate, a Elizabeth Kelley. —Las palabras de Daniel casi son inaudibles.—Oh ya veo, la chica que estaba en una de las fiestas que
Sentía un olor a podrido, un olor asqueroso, podía oler la adrenalina, mi corazón latiendo a velocidades increíbles, tenía ganas de gritar para que me ayudaran, conocía la casa como la palma de mi mano, el temor escondió a mi loba, ¿por qué no pude ser más valiente? ¿por qué fui cobarde? Ahora estoy presa, en una nube imaginaria llena de maldad y odio. Z A C KElizabeth había desaparecido, pero había olores muy familiares, pero no los pude distinguir, no los podía recocer. Basta decir que Daniel literalmente está loco, quiere destruir, pero pude tranquilizarlo, mi gran amigo del alma estaba desesperado hasta el punto de casi llorar, Elizabeth es todo para él, y que ella no éste es lo peor que le pueda pasar.—Vamos Daniel, vamos a encontrarla...— le digo.—¿Y si no es así? —Daniel es conocido por su positivida
Estoy a punto de colpasar, han pasado más de tres horas y ni Daniel ni Connor, han regresado, ya es casi de noche, y mi miedo es gigantesco, no quiero irme a casa, no quiero hasta que él éste junto a mí, hasta que lo escuche.—Vamos mi niña, ve a tu casa, esperalo ahí y descansa. —Me pide mi suegra.—No puedo.—Mi mente está casi en blanco.—Ven te llevo, Daniel se sabe cuidar muy bien, además, recuerda que está con Connor, no creo que les pase nada.—Me consuela.—Bueno, creo que tiene razón, iré a la casa.—En un sólo segundo he cambiado de opinión, la verdad es que estoy un poco cansada y decaída, necesito animo, y Técito está solo.—¿Quieres que te acompañe?— Pregunta.—No gracias, no es necesario, puedo irme sola, además oa casa no está tan lejos.— Comento con una sonrisa falsa.—Bueno hija, ve con cuidado.— Salgo de la casa y me encamino a la mía.
Domingo no me gusta nada. Principalmente, porque Daniel no está en la cama, de seguro fue a correr, y sin mí. Ruedo en la cama para llegar a su lugar, para obtener su aroma. Me levanto de la cama y voy directo a la cocina, saco de la alacena de la cocina, en recetario de comida fácil de preparar, creo que soy capaz de seguir unos cuantos pasos. (Bueno eso es lo que digo) —Buenos días.— la voz desanimada de Daniel, me distrae de mis labores, pero sin que se dé cuenta, sigo como si nada. —¿Ya se te pasó el enojo?— busco algo inexistente en el cajón de los cubiertos. —¿Podrías dejar de hacer eso?— se toca las sienes con los dedos. ¿Le duele la cabeza o solo es irritación? —¡¿El qué?! — alzo la voz. —De abrir y cerrar puertas y cajones. —se queja. —Perdóname, estaba tratando de hacer algo de desayunar.— contraataco. —Eli, no estoy tan feliz, pero por favor compórtate bien.— me deja sola y desubicada. —Ve
Mis hermanos hacen un semicírculo enfrente de mí. No lo había visto para nada, desde que casi muero, no he podido venir, y la verdad es qué tampoco quería. Me da mucho gusto poder abrazarlos y más a mi hermano preferido, ya es un niño menos tímido, si James me hubiera echado la mano para salir de mi pozo de timidez seguramente sería una persona diferente. —¿Cómo has estado, cielo? —le pregunto a Franck. —Muy bien, Eli. Te he extrañado mucho. —me abraza y me da un pequeño beso en la mejilla. —Yo igual, pequeño. —se me nubla la vista. —¡Elizabeth! —grita Melany en cuanto me ve. Quita a Franck de un empujón y se me cuelga del cuello. Sonrío incómoda, Melany es la más extrovertida de los cuatro, ¿cómo es qué no salí como ella? —Melany—miro a Franck que está con la cabeza gacha. A mi niño no le gusta compartir. Mi papá, Bárbara y Daniel miran la escena, el único que falta es Larry, que últimamente ha tenido problemas de conducta
Técito es un amor, aún no ha pasado ni tres horas y yo ya me enamoré de él. La cena estuvo muy rica, tenemos un hábito, tomar vino con la cena, con él, nos relajamos y charlamos despreocupados. —¿Vemos una película? —ofrece Daniel, pero la verdad es que estoy muy cansada ya me quiero ir a dormir aunque sean apenas las 10 de la noche. Mañana quiero tener energía para pasármela bien con mis hermanos— ¿Cansada?—pregunta con una sonrisa. —Ya sé por donde vas. —le devuelvo la sonrisa y él se parte de la risa, como si no fuera bastante obvio, amor mío, eres incontrolable. —Eres maravillosa, amor, ¿segura que estás cansada?— ese cabrón, se me está insinuando. —Muy segura bebé.— lo quiero hacer enfadar. —¿Me estás rechazando? —hace una falsa y chistosa imitación de un soldado herido. —Eso jamás, pero estoy que me caigo de cansada —le dedico una pequeña y provocativa sonrisa. —¿Ahora quién se le está insinuando a quién?—se cruza de braz
Dos días sin Cuchufleto, cuando se lo llevaron, no tuve más ganas de divertirme, regresamos a casa en silencio, un silencio demasiado doloroso. Contuve mis ganas de echarme a llorar. Daniel, solo condujo y cuando llegamos, los dos nos metimos a la ducha en silencio, no dijimos nada. Estoy demasiado aburrida, sus pisaditas nos se escuchan. Y el dolor me apuñala de nuevo. Ya son las 4 de la tarde. El proyecto de Daniel ya está en marcha, por eso tiene que irse desde muy temprano, yo voy al instituto, que por cierto casi nadie se me acerca por ser la Luna de la manada, no tengo amigas, ayer salí a dar una vuelta por la manada y conocí a un par de niños que me robaron el corazón. Daniel construyó las casas de la manada, todas iguales, pero no se dio cuenta de que hay niños, estaría bien poner juegos, es un tema del que voy a hablar con Dani. —Hola, hola.—me saluda Daniel. —Daniel— corro hacia él. Me abrazo a su cuerpo, y me siento chiquita con él, p