Capítulo 3: Un Pacto en la Oscuridad
Aurora respiraba con dificultad, aún de rodillas en el suelo de la sala destrozada. Las palabras de Damien resonaban en su mente, pero el caos en su entorno hacía imposible que pudiera concentrarse. La habitación, que antes era un refugio familiar, ahora parecía un campo de batalla: cristales rotos, muebles volcados y marcas quemadas en las paredes. Helen, apoyada contra la pared, observaba a Damien con una mezcla de miedo y reconocimiento. Damien se levantó y extendió una mano hacia Aurora. Su imponente figura parecía absorber toda la luz de la habitación, y sus ojos rojos brillaban como brasas en la penumbra. Aurora dudó, pero algo en su presencia la hacía sentir segura, incluso cuando cada parte de su lógica le gritaba que huyera. —No tengo todo el día, Aurora —dijo Damien con un tono que bordeaba la impaciencia—. Si seguimos aquí, otros vendrán. Y créeme, no todos serán tan fáciles de derrotar como esa criatura. Aurora levantó la vista hacia él, su respiración aún entrecortada. —¿Qué… qué quieres de mí? —preguntó, su voz temblorosa pero cargada de desafío. Damien sonrió, una curva fría que no alcanzó sus ojos. —La pregunta no es qué quiero de ti. Es qué necesitas tú de mí. Ahora levántate. Aurora sintió cómo el peso de sus palabras la envolvía. Sabía que tenía razón. Algo más grande que ella misma se estaba desatando, y por mucho que quisiera negarlo, no podía enfrentarlo sola. Con esfuerzo, tomó su mano, y un escalofrío recorrió su cuerpo al sentir su piel fría como el mármol. Damien la ayudó a levantarse con facilidad, como si ella no pesara nada. Su mirada pasó de Aurora a Helen, quien, a pesar de su evidente miedo, mantenía una postura desafiante. —Helen Blackthorn —dijo Damien, su tono grave—. Has hecho bien en mantenerla oculta. Pero ahora todo eso ha terminado. Ya no puedes protegerla. Helen se enderezó, aunque su cuerpo mostraba las secuelas del ataque. —¿Y tú sí puedes? —espetó, su voz cargada de escepticismo—. He escuchado las historias sobre ti, Damien Velkan. Sé lo que eres. Aurora miró entre ambos, su mente tratando de encajar las piezas del rompecabezas. —¿Lo conoces? —preguntó, su voz apenas un susurro. Helen evitó su mirada. —Sé lo suficiente. Damien dio un paso hacia Helen, su presencia intimidante llenando el espacio. —Entonces también sabes que soy la única razón por la que seguirá viva. Si no me quieres aquí, dilo. Pero no te sorprendas cuando ella no sobreviva la próxima vez. Aurora interrumpió, su voz cortante como un filo. —¡Basta! —Ambos se volvieron hacia ella, sorprendidos por la intensidad de su tono. —Si tienes algo que decirme, hazlo ahora. Estoy cansada de secretos. Damien inclinó la cabeza ligeramente, evaluándola. Finalmente, asintió. —Tu cicatriz, tu magia, y todo lo que eres están conectados con un pasado que no conoces. Yo puedo ayudarte a descubrirlo, pero no será fácil. Necesitarás entrenar, pelear, y sobre todo, confiar en mí. —Su mirada se endureció—. Y eso último no será opcional. Aurora sintió una punzada de indignación, pero sabía que tenía razón. Su mente estaba llena de preguntas, pero una sobresalía sobre todas las demás. —¿Por qué tú? —preguntó, sus ojos buscando los suyos. —¿Por qué te importa lo que me pase? Damien pareció dudar por un instante, un destello de algo vulnerable cruzando por su rostro antes de desvanecerse. —Eso no importa ahora. Solo sé que si no hacemos un pacto esta noche, ambos estaremos muertos antes del amanecer. Un pacto sellado Aurora estaba a punto de preguntar qué quería decir cuando un golpe resonó en la puerta principal. Helen palideció y retrocedió, mientras Damien se giraba hacia la entrada con una expresión de pura concentración. —Ya vienen —dijo en un tono bajo, casi para sí mismo. Aurora sintió un nudo en el estómago. —¿Quiénes? Damien no respondió. En lugar de eso, se acercó a ella y le tomó ambas manos con sorprendente delicadeza, inclinándose hasta que sus rostros quedaron a escasos centímetros. Su mirada la atravesó, intensa y cautivadora. —Necesito que confíes en mí, aunque no quieras. Esto no es solo por ti. Es por algo mucho más grande. Aurora trató de apartarse, pero él la sostuvo con firmeza. —¡No entiendo nada de esto! —protestó, su voz al borde del llanto. —Lo harás —prometió Damien, su tono suave pero inquebrantable—. Pero primero, debes aceptar mi ayuda. Esto no es solo tu lucha, Aurora. Es nuestra. Y si no estamos juntos en esto, perderemos. Los golpes en la puerta se hicieron más fuertes, acompañados por un sonido gutural que hizo que Helen se estremeciera. Aurora cerró los ojos, sintiendo cómo el miedo la inundaba. Pero, en el fondo, algo más comenzaba a surgir: una determinación que no sabía que tenía. —Está bien —susurró finalmente—. Pero no porque confíe en ti. Sino porque no tengo otra opción. Damien sonrió ligeramente, una sombra de aprobación en su expresión. —Eso es suficiente por ahora. Antes de que Aurora pudiera decir algo más, Damien la soltó y se giró hacia la puerta. —Quédate detrás de mí —ordenó, mientras se preparaba para enfrentar lo que estuviera al otro lado. Aurora observó cómo el aire a su alrededor parecía oscurecerse, como si una sombra viva lo envolviera. Por primera vez, entendió que Damien era mucho más de lo que parecía. Y también supo que su vida nunca volvería a ser la misma.Capítulo 4: La Oscuridad LlamaLa noche se había convertido en un abismo de tensión insoportable. Aurora permanecía inmóvil detrás de Damien, sus sentidos en alerta máxima. El aire estaba cargado de una energía que hacía que cada respiración se sintiera como un esfuerzo titánico. El sonido de los golpes en la puerta resonaba en sus oídos como un martillo implacable, y cada golpe parecía desgarrar los pocos restos de normalidad que le quedaban.—No importa lo que pase, no salgas de detrás de mí —dijo Damien, su tono bajo y autoritario, con una calma que contrastaba con el caos que se avecinaba.Aurora asintió, su garganta demasiado seca para formar palabras. Sus manos temblaban, todavía cargadas con la sensación del poder que había desatado horas antes. Aún no entendía cómo lo había hecho ni qué significaba realmente, pero una cosa estaba clara: había cruzado un umbral del que no había retorno.Damien caminó hacia la puerta con una lentitud calculada, como si estuviera evaluando cada s
Capítulo 5: El Refugio del InmortalEl amanecer comenzó a teñir el horizonte de tonos anaranjados y dorados mientras Damien conducía a Aurora por un camino sinuoso y empedrado. Habían dejado atrás el bosque hacía horas, pero Aurora apenas lo notaba. Su mente seguía atrapada en la imagen de Helen, inmóvil en el suelo, la luz de su vida apagada para siempre. Cada vez que cerraba los ojos, veía la daga oscura atravesando el pecho de la mujer que la había criado, el rostro de Evangeline y su sonrisa cruel grabados en su memoria.Damien, por su parte, permanecía en silencio. Su postura al volante era rígida, sus ojos rojos, ahora apagados, fijos en la carretera como si cada curva fuera un enemigo que debía vencer. Aurora no tenía idea de cómo habían conseguido un coche en medio del bosque, ni adónde la llevaba. Pero no preguntó. No podía. El peso de su pérdida y la incertidumbre sobre lo que venía la mantenían paralizada.Finalmente, el paisaje cambió. La carretera se abrió hacia una colin
Capítulo 6: Lágrimas en el SilencioAurora había esperado ser conducida a un lugar frío e impersonal, pero nada podría haberla preparado para la habitación donde Damien—o Alec, como Klaus acababa de referirse a él—le indicó que se alojaría. Este último detalle no pasó desapercibido para ella, pero la confusión tuvo que esperar, pues lo que tenía frente a sus ojos era completamente inesperado.La habitación de AuroraEl cuarto era enorme, más grande que cualquier espacio que Aurora hubiera ocupado en su vida. Una cama con dosel se alzaba en el centro, con cortinas de terciopelo oscuro que caían pesadamente a los lados. La colcha era de un rojo profundo, y los cojines negros y dorados contrastaban con la madera oscura del mobiliario. Una chimenea de piedra, ahora apagada, ocupaba una de las paredes, con dos sillones frente a ella, cubiertos en cuero suave. Las ventanas estaban enmarcadas con pesadas cortinas, y un candelabro de hierro colgaba del techo, lanzando un suave resplandor que
Capítulo 7: Sombras de Deseo Aurora bajó las escaleras con pasos inseguros, cada tablón crujiente bajo sus pies parecía anunciar su presencia. Llevaba el mismo vestido sencillo que había encontrado en el armario: una prenda de algodón azul claro, con mangas cortas y un diseño modesto que reflejaba su origen rural. Aunque el vestidor estaba lleno de opciones elegantes, ninguna parecía encajar con la imagen que tenía de sí misma. No pertenecía a ese mundo, y ese pensamiento era como un peso constante sobre sus hombros.Cuando cruzó el vestíbulo, un sonido flotó hacia ella: una risa suave y seductora que se deslizaba como terciopelo por el aire. Al acercarse al salón principal, la risa se transformó en susurros, palabras que parecían cargadas de una electricidad que hizo que la piel de Aurora se erizara. Se detuvo en el umbral, incapaz de ignorar la escena que se desarrollaba frente a ella.El impacto de LucienneDamien estaba sentado en un sofá de terciopelo negro, su postura relajada
Capítulo 8: Ecos de la DudaAurora se encerró en su habitación tras el encuentro en el salón, su respiración agitada y sus pensamientos desbocados. Cerró la puerta de un empujón y apoyó la espalda contra ella, intentando calmar el torbellino que la consumía. Su pecho subía y bajaba con un ritmo irregular, y aunque intentaba convencer a su mente de que lo que había visto no debía afectarle, su cuerpo decía otra cosa.El deseo que nace del desconciertoSe dejó caer sobre la cama, las sábanas frescas acariciando su piel. Cerró los ojos, pero no podía apartar la imagen de Lucienne y Damien. Sus movimientos sincronizados, el roce de sus pieles, las manos de Damien explorando con firmeza la espalda desnuda de Lucienne. El vestido rojo ceñido de la mujer no había hecho más que resaltar cada curva de su figura perfecta. Su piel parecía de porcelana, tan tersa y suave que Aurora casi podía imaginar cómo se sentiría bajo sus propios dedos.Damien, por otro lado, era el epítome de la fuerza cont
Capítulo 9: Confesiones y Preparativos Aurora pasó la noche inquieta, girando en la cama mientras las imágenes del día anterior se repetían en su mente. Cada vez que cerraba los ojos, veía las manos de Lucienne deslizándose por el pecho de Damien, las líneas de sus músculos tensándose bajo su toque. Esa imagen, acompañada por el ardor de su propia reacción, no la dejaba en paz. Al amanecer, un golpe suave en la puerta la sacó de su ensueño.Cuando abrió, Klaus estaba allí, imperturbable como siempre.—El desayuno está listo, señorita. El maestro Damien solicita su presencia en el comedor principal.Aurora asintió y cerró la puerta lentamente. Se vistió con lo primero que encontró, una falda marrón que se ajustaba a sus caderas con suavidad y una blusa beige que delineaba discretamente la curva de sus senos. Antes de salir, se miró en el espejo. Sus labios estaban ligeramente hinchados por haberlos mordido toda la noche, y el rubor en sus mejillas no parecía desvanecerse. "¿Por qué me
Capítulo 10: Fuego Bajo la SuperficieAurora regresó a su habitación tras el intenso entrenamiento del día anterior, pero esa noche el cansancio no fue suficiente para calmar la tormenta que se desataba dentro de ella. Cada recuerdo del día, cada roce, cada mirada de Damien, seguía repitiéndose en su mente como un fuego que no podía apagar. Su cuerpo aún temblaba, no solo por el esfuerzo físico, sino por la tensión que se acumulaba cada vez que él estaba cerca.Al amanecer, el ya familiar golpe en la puerta de Klaus la despertó.—El maestro Damien la espera en el comedor para el desayuno —dijo con su tono grave y profesional.Aurora tomó aire y se levantó con determinación. Esa vez eligió un conjunto más funcional, pero que sin duda marcaba su figura: unos leggings negros que delineaban perfectamente sus caderas y muslos, y un top deportivo gris que abrazaba la curva de sus senos y dejaba su vientre ligeramente al descubierto. Encima, una chaqueta ligera que no se molestó en cerrar. C
Capítulo 11: Fracturas en el SilencioAurora despertó al día siguiente con un cuerpo adolorido y una mente agitada. El entrenamiento con Damien había dejado marcas, pero no solo en su cuerpo. Había algo en sus interacciones que le seguía pesando, algo que no podía apartar de su mente. Se vistió rápidamente con los mismos leggings negros y el brasier deportivo del día anterior, preparándose para otra sesión intensa, aunque esta vez se prometió a sí misma mantener las emociones bajo control.El golpe en la puerta no tardó en llegar. Klaus, puntual como siempre, la esperaba para acompañarla al desayuno. Aurora asintió y lo siguió en silencio, ya acostumbrada al interminable laberinto de pasillos de la mansión.El desayuno y tensiones no resueltasLa mesa del comedor estaba dispuesta como siempre, con una variedad de opciones que harían palidecer a cualquier banquete. Aurora tomó asiento sin siquiera mirar a Damien, quien ya estaba en su lugar, vestido con un traje gris oscuro que parecía