Capítulo 6: Lágrimas en el Silencio
Aurora había esperado ser conducida a un lugar frío e impersonal, pero nada podría haberla preparado para la habitación donde Damien—o Alec, como Klaus acababa de referirse a él—le indicó que se alojaría. Este último detalle no pasó desapercibido para ella, pero la confusión tuvo que esperar, pues lo que tenía frente a sus ojos era completamente inesperado. La habitación de Aurora El cuarto era enorme, más grande que cualquier espacio que Aurora hubiera ocupado en su vida. Una cama con dosel se alzaba en el centro, con cortinas de terciopelo oscuro que caían pesadamente a los lados. La colcha era de un rojo profundo, y los cojines negros y dorados contrastaban con la madera oscura del mobiliario. Una chimenea de piedra, ahora apagada, ocupaba una de las paredes, con dos sillones frente a ella, cubiertos en cuero suave. Las ventanas estaban enmarcadas con pesadas cortinas, y un candelabro de hierro colgaba del techo, lanzando un suave resplandor que iluminaba la estancia con una luz cálida pero tenue. A un lado, un tocador con un espejo de marco dorado reflejaba la habitación. Había varias puertas más, que Aurora descubrió conducían a un baño privado y a un vestidor. Este último la dejó boquiabierta: estaba lleno de ropa. Vestidos elegantes, ropa casual, lencería delicada y hasta zapatos perfectamente alineados en estantes de madera. Aurora se giró hacia Klaus, su confusión evidente. —¿Qué es todo esto? ¿De dónde salió esta ropa? Klaus inclinó la cabeza ligeramente, como si no quisiera responder. —El maestro Alec insistió en que tuviera todo lo que pudiera necesitar. Aurora frunció el ceño. —¿Alec? ¿Quién es Alec? Klaus pareció incómodo. —El maestro Damien, señorita. Ese es el nombre que usa entre sus… negocios más públicos. —¿Negocios? —preguntó, cruzando los brazos. Había demasiadas cosas que no entendía, y esta no ayudaba. Klaus mantuvo la calma. —El maestro Damien tiene muchas identidades, pero todo lo que necesita saber ahora es que está seguro en esta casa. Por favor, si necesita algo, solo llame. —Y con eso, el mayordomo se retiró rápidamente, dejando a Aurora con más preguntas que respuestas. El duelo de Aurora Cuando Klaus finalmente se retiró, Aurora se quedó sola en la habitación. Cerró la puerta con un clic suave y se dejó caer sobre la cama, sintiendo que la colcha acolchada apenas podía amortiguar el peso que cargaba en su pecho. Todo lo que había sucedido en las últimas horas se abalanzó sobre ella de golpe: el ataque, la muerte de Helen, la revelación de su magia, y ahora esto. Estaba atrapada en un lugar que no entendía, con un hombre al que no sabía si podía confiar, y un enemigo que la perseguía desde las sombras. Aurora enterró su rostro en las manos y dejó que las lágrimas fluyeran. No eran suaves ni silenciosas; eran sollozos desgarradores que llenaron la habitación con un eco doloroso. La culpa la consumía, junto con la pérdida y la rabia. Helen había muerto para protegerla, y ella ni siquiera había podido despedirse. No había sido capaz de salvarla. Mientras lloraba, una imagen de Helen sonriendo apareció en su mente, pero pronto fue reemplazada por la mirada vacía de su cuerpo sin vida. Aurora se acurrucó sobre la cama, abrazando sus rodillas, y prometió en silencio que no permitiría que el sacrificio de Helen fuera en vano. La estricta prohibición de Damien Horas más tarde, cuando Aurora se levantó, encontró una bandeja de comida esperando junto a la puerta. No tenía hambre, pero el aroma de una sopa caliente y pan fresco la obligó a comer algo. Sabía que no podía darse el lujo de debilitarse. Mientras lo hacía, su mente volvía a girar en torno a Damien—o Alec. ¿Por qué necesitaba dos nombres? ¿Qué tipo de vida requería ese nivel de separación? Klaus apareció justo cuando terminaba de comer, con su porte rígido y su voz inalterable. —El maestro Damien desea que sepa que tiene completa privacidad en esta habitación. Nadie entrará aquí sin su permiso… incluido él. Aurora levantó una ceja, sorprendida. —¿Por qué? Klaus se tomó un momento antes de responder. —El maestro respeta el duelo, señorita. Pero no espere que esa indulgencia dure para siempre. Aurora asintió lentamente, su mente llena de preguntas. No podía entender por qué Damien le otorgaba ese espacio, pero no tenía la energía para cuestionarlo ahora. En cambio, dejó que el silencio se asentara una vez más. La oficina y las mazmorras Al otro lado de la mansión, Damien estaba en su oficina, una habitación que reflejaba su personalidad perfectamente. Las paredes estaban cubiertas de estanterías repletas de libros antiguos, muchos de ellos con títulos escritos en idiomas que pocos podían leer. Un escritorio macizo de madera oscura ocupaba el centro, con documentos perfectamente organizados y una lámpara que proyectaba un resplandor cálido. Damien estaba de pie junto a una ventana, mirando hacia los terrenos de la mansión. A su lado, un hombre alto y musculoso, vestido con un traje negro impecable, esperaba en silencio. Era su lugarteniente, Marcus, un vampiro de expresión severa y ojos tan oscuros como la noche. —¿Crees que sobrevivirá? —preguntó Marcus finalmente, rompiendo el silencio. Damien giró la cabeza ligeramente, su rostro inexpresivo. —Eso depende de ella. Pero si no lo hace, todos estamos condenados. Marcus asintió, aunque su ceño fruncido traicionaba su preocupación. —La Orden no se detendrá. Y ahora que saben dónde está, no tardarán en atacar de nuevo. —Lo sé. —Damien volvió a mirar por la ventana. —Pero primero, ella tiene que entender lo que es. Lo que lleva dentro. Hasta entonces, no estará lista. Una conexión incierta Más tarde esa noche, Aurora se aventuró fuera de su habitación, incapaz de soportar más el encierro. Vagó por los pasillos de la mansión, dejando que sus pies la llevaran sin rumbo fijo. Finalmente, encontró a Damien en uno de los salones principales, de pie junto a una chimenea encendida. Parecía perdido en sus pensamientos, pero al verla, sus ojos brillaron con una intensidad que la detuvo en seco. —¿Deberías estar aquí? —preguntó Damien, su tono más suave de lo que ella esperaba. Aurora se cruzó de brazos, su mirada desafiante. —¿Y tú? ¿Deberías estar aquí, rodeado de tanto lujo mientras otros mueren por ti? Damien se giró hacia ella, sus labios curvándose en una sonrisa que no alcanzó sus ojos. —El lujo no es un consuelo, Aurora. Es una herramienta. Una distracción para los débiles y un recordatorio para los poderosos. Aurora no supo qué responder, pero antes de que pudiera intentarlo, Damien dio un paso hacia ella, su mirada intensa. —Tu duelo es válido, pero no puedes quedarte atrapada en él. Si quieres sobrevivir, tendrás que ser más fuerte que esto. Ella lo miró, su corazón latiendo con fuerza. Había algo en sus palabras, en su tono, que la hacía sentir vulnerable y desafiante al mismo tiempo. Aunque lo odiara, sabía que tenía razón. —Entonces enséñame cómo hacerlo —dijo finalmente, su voz firme. —Enséñame cómo sobrevivir en tu mundo. Damien asintió lentamente, una chispa de aprobación cruzando por sus ojos. —Lo haré. Pero prepárate, Aurora. Mi mundo no tiene lugar para la debilidad.Capítulo 7: Sombras de Deseo Aurora bajó las escaleras con pasos inseguros, cada tablón crujiente bajo sus pies parecía anunciar su presencia. Llevaba el mismo vestido sencillo que había encontrado en el armario: una prenda de algodón azul claro, con mangas cortas y un diseño modesto que reflejaba su origen rural. Aunque el vestidor estaba lleno de opciones elegantes, ninguna parecía encajar con la imagen que tenía de sí misma. No pertenecía a ese mundo, y ese pensamiento era como un peso constante sobre sus hombros.Cuando cruzó el vestíbulo, un sonido flotó hacia ella: una risa suave y seductora que se deslizaba como terciopelo por el aire. Al acercarse al salón principal, la risa se transformó en susurros, palabras que parecían cargadas de una electricidad que hizo que la piel de Aurora se erizara. Se detuvo en el umbral, incapaz de ignorar la escena que se desarrollaba frente a ella.El impacto de LucienneDamien estaba sentado en un sofá de terciopelo negro, su postura relajada
Capítulo 8: Ecos de la DudaAurora se encerró en su habitación tras el encuentro en el salón, su respiración agitada y sus pensamientos desbocados. Cerró la puerta de un empujón y apoyó la espalda contra ella, intentando calmar el torbellino que la consumía. Su pecho subía y bajaba con un ritmo irregular, y aunque intentaba convencer a su mente de que lo que había visto no debía afectarle, su cuerpo decía otra cosa.El deseo que nace del desconciertoSe dejó caer sobre la cama, las sábanas frescas acariciando su piel. Cerró los ojos, pero no podía apartar la imagen de Lucienne y Damien. Sus movimientos sincronizados, el roce de sus pieles, las manos de Damien explorando con firmeza la espalda desnuda de Lucienne. El vestido rojo ceñido de la mujer no había hecho más que resaltar cada curva de su figura perfecta. Su piel parecía de porcelana, tan tersa y suave que Aurora casi podía imaginar cómo se sentiría bajo sus propios dedos.Damien, por otro lado, era el epítome de la fuerza cont
Capítulo 9: Confesiones y Preparativos Aurora pasó la noche inquieta, girando en la cama mientras las imágenes del día anterior se repetían en su mente. Cada vez que cerraba los ojos, veía las manos de Lucienne deslizándose por el pecho de Damien, las líneas de sus músculos tensándose bajo su toque. Esa imagen, acompañada por el ardor de su propia reacción, no la dejaba en paz. Al amanecer, un golpe suave en la puerta la sacó de su ensueño.Cuando abrió, Klaus estaba allí, imperturbable como siempre.—El desayuno está listo, señorita. El maestro Damien solicita su presencia en el comedor principal.Aurora asintió y cerró la puerta lentamente. Se vistió con lo primero que encontró, una falda marrón que se ajustaba a sus caderas con suavidad y una blusa beige que delineaba discretamente la curva de sus senos. Antes de salir, se miró en el espejo. Sus labios estaban ligeramente hinchados por haberlos mordido toda la noche, y el rubor en sus mejillas no parecía desvanecerse. "¿Por qué me
Capítulo 10: Fuego Bajo la SuperficieAurora regresó a su habitación tras el intenso entrenamiento del día anterior, pero esa noche el cansancio no fue suficiente para calmar la tormenta que se desataba dentro de ella. Cada recuerdo del día, cada roce, cada mirada de Damien, seguía repitiéndose en su mente como un fuego que no podía apagar. Su cuerpo aún temblaba, no solo por el esfuerzo físico, sino por la tensión que se acumulaba cada vez que él estaba cerca.Al amanecer, el ya familiar golpe en la puerta de Klaus la despertó.—El maestro Damien la espera en el comedor para el desayuno —dijo con su tono grave y profesional.Aurora tomó aire y se levantó con determinación. Esa vez eligió un conjunto más funcional, pero que sin duda marcaba su figura: unos leggings negros que delineaban perfectamente sus caderas y muslos, y un top deportivo gris que abrazaba la curva de sus senos y dejaba su vientre ligeramente al descubierto. Encima, una chaqueta ligera que no se molestó en cerrar. C
Capítulo 11: Fracturas en el SilencioAurora despertó al día siguiente con un cuerpo adolorido y una mente agitada. El entrenamiento con Damien había dejado marcas, pero no solo en su cuerpo. Había algo en sus interacciones que le seguía pesando, algo que no podía apartar de su mente. Se vistió rápidamente con los mismos leggings negros y el brasier deportivo del día anterior, preparándose para otra sesión intensa, aunque esta vez se prometió a sí misma mantener las emociones bajo control.El golpe en la puerta no tardó en llegar. Klaus, puntual como siempre, la esperaba para acompañarla al desayuno. Aurora asintió y lo siguió en silencio, ya acostumbrada al interminable laberinto de pasillos de la mansión.El desayuno y tensiones no resueltasLa mesa del comedor estaba dispuesta como siempre, con una variedad de opciones que harían palidecer a cualquier banquete. Aurora tomó asiento sin siquiera mirar a Damien, quien ya estaba en su lugar, vestido con un traje gris oscuro que parecía
Capítulo 12: Llamas y SecretosLa mansión parecía más silenciosa esa noche, como si incluso los muros estuvieran expectantes de lo que estaba por suceder. Aurora estaba en su habitación, intentando descansar después de lo que había sido el día más agotador de su vida. La luz dorada que había emanado de ella durante el entrenamiento seguía grabada en su mente. Damien había dicho que era solo el comienzo, pero ¿el comienzo de qué?Cada vez que cerraba los ojos, veía su mirada. Había algo en su tono, en la forma en que se dirigía a ella, que no era solo autoridad o protección. Había algo más profundo, algo que la hacía cuestionarse si todo lo que sentía era solo confusión… o si había algo creciendo entre ellos que ninguno estaba dispuesto a admitir.Un despertar abruptoUn golpe fuerte en la puerta la sacó de su ensueño. Aurora se levantó de un salto, su cuerpo todavía adolorido. Abrió la puerta para encontrarse con Klaus, cuya expresión grave la puso en alerta de inmediato.—El maestro
Capítulo 13: En las Sombras de Mi PropósitoDamien observaba a Aurora desde las sombras de la sala de entrenamiento, como lo había hecho tantas veces antes. Había algo en ella que lo desconcertaba, algo que lo obligaba a permanecer cerca incluso cuando sabía que debería mantenerse al margen. Ella no es como las demás, pensó, cruzándose de brazos mientras estudiaba su postura insegura.Aurora estaba de pie frente al altar, su mirada fija en las llamas perpetuas que danzaban como si quisieran alcanzarla. Elias la instruía con paciencia, pero Damien veía más allá de las palabras de su antiguo amigo. Sabía que esto no era solo un entrenamiento. Era una prueba. Y no solo para ella.Reflexiones sobre el pasadoLa imagen de Aurora en ese altar evocaba recuerdos que Damien había enterrado hacía siglos. Había visto a otros como ella: fuertes, prometedores, destinados a grandes cosas… y todos habían caído. El peso de sus decisiones, las traiciones y los sacrificios lo habían convertido en lo qu
Capítulo 14: El Legado ArdienteAurora permanecía en el corazón del templo, sintiendo cómo las vibraciones del lugar resonaban en lo más profundo de su ser. Las paredes de piedra blanca, adornadas con runas antiguas, parecían pulsar al ritmo de su respiración. Elias, con su cabello plateado iluminado por las llamas perpetuas que rodeaban el altar central, observaba con una mezcla de calma y expectativa. Damien, por su parte, permanecía en la penumbra, observándola desde las sombras, siempre vigilante.—Aurora —dijo Elias, su voz firme—. Este templo fue creado por los antiguos para contener poderes que el mundo no estaba listo para enfrentar. Aquí, tu magia no solo será más intensa, sino también más peligrosa. Necesitas aprender a dominarla.Aurora asintió, consciente de que cada palabra era una advertencia. La energía del lugar la envolvía como un manto, y aunque sentía el calor de las llamas a su alrededor, no la quemaban. En lugar de eso, parecían comunicarse con ella, como si la re