Isla Rieti había desperdiciado sus últimos años trabajando para una empresa que no sabía reconocer su valor, supo que había tenido suficiente cuando el hijo de su jefe se llevó el crédito por uno de sus proyectos más importantes. Pese a como terminaron las cosas, logró encontrar trabajo más rápido de lo que había esperado. Su único objetivo ahora es demostrar de lo que es capaz y salir adelante. No contaba con conocer a Horatio Morelli, su nuevo y atractivo jefe, y que él haría sus convicciones tambalear. Horatio Morelli está acostumbrado a conseguir lo que quiere y quiere a Isla en su cama, aunque ella parece dispuesta a poner barreras entre los dos. Una noche Isla cede a la tentación y cae los brazos de Horatio. Sabe que fue un error y que su reputación se vería afectada si el secreto sale a la luz. ¿Qué pasará cuando no pueda evitar seguir cayendo bajo sus encantos?
Leer másHola a tod@s. Gracias por llegar hasta aquí. Espero que disfrutaran de esta historia tanto como lo hice cuando lo escribí. La siguiente historia será de Vincenzo Morelli, el hermano de Gio. El título "Robando a la novia" y estará disponible en la plataforma en el transcurso de la siguiente semana. Si aun no has leído el resto de historias, te invito a hacerlo. El orden es el siguiente. Primera generación: 1. Niñera del italiano 2. Una enfermera para el italiano 3. Por una promesa (Hermanos Morelli #01) 4. Encuentro inesperado (Hermanos Morelli #02) 5. Cuestión de negocios (Hermanos Morelli #03) 6. Más que venganza 7. ¡Qué gane el mejor! Dentro del mismo universo: 1. Mi dulce bestia 2. Mi feroz protector Segunda generación (hijos): 1. Acuerdo perfecto 2. Matrimonio sobre papel 3. Rompiendo las reglas 4. El bebé sorpresa del playboy 5. Destinada a ti 6. Seducción planeada 7. Secretos en la oficina Nuevamente muchas gracias y un abrazo a tod@s.
Horatio soltó una carcajada mientras sus hijos se removían para tratar de que los soltara. Llevaba a Caterina bajo el brazo y a Leo sobre el hombro. —Los atrapé, tienen que rendirse. —Eso jamás —declaró Leo. Soltó otra carcajada. No sabía si se parecían más a él o a Isla, a sus tres años y medio ambos tenían una determinación que le sorprendía. —Mamá les dijo que no se ensuciaran y lo mejor que se les ocurrió fue salir a jugar al jardín. Había decidido que era hora de mudarse a un lugar un poco más espacio poco cuando los niños cumplieron dos años. El departamento no era tan pequeño, pero quería que sus hijos tuvieran aire libre donde correr. —Ella estará molesta con ustedes. Los gemelos dejaron de removerse en el acto. Ninguno de sus hijos parecía sentir la misma adoración que sentían a su mamá. Bastaba que Isla entrara en una habitación y el par de diablillos que tenía por hijos serían los niños mejor portados de la historia. Sí existía el karma, en definitiva, se estaba riend
—Estás hermosa.Isla encontró la mirada de su madre a través del espejo. Ella tenía los ojos rojos y una sonrisa enorme.—A tu padre le habría encantado estar aquí. Aunque él se aseguró de estar aquí de todas formas. —Su madre se acercó a su cartera y sacó algo de su interior—. Esto es para ti.Isla tomó lo que parecía el estuche de un collar. —Adelante, ábrelo. Te va a encantar.La obedeció y, tan pronto vio el contenido, las lágrimas se agolparon en sus ojos. No podía creerlo. No se había equivocado. Sí era un collar, pero no uno cualquiera. Isla había visto ese collar en el pasado.Debía tener unos nueve o quizás diez años. Su padre se la había mostrado y ella había quedado encantada con su belleza. Era una pieza antigua y única. En el centro de la cadena colgaba un jade circular de color verde rodeado de oro en forma de lazos entrelazados.Su familia nunca había tenido el dinero suficiente para gastarla en joyas caras. El origen de aquel collar venía de muchas generaciones atrás,
Horatio bajó del auto y se dio la vuelta para ayudar a Isla.—Con cuidado dulzura —dijo y le tendió la mano.Se alegraba de estar de regreso en casa, pero iba a extrañar el hospital. Un pensamiento demasiado raro. Uno que, estaba seguro, muchos padres primerizos entenderían. La explicación, bastante sencialla. Al menos en el hospital había personas capacitadas que parecían entender a sus hijos mejor que él.Desde que sus gemelos habían nacido, una semana atrás, no había podido relajarse. El mínimo gesto de incomodidad y él saltaba a atenderlos, la mayoría de veces sin tener idea de qué demonios los estaba fastidiando. Sus padres, las enfermeras y lo médicos le dijeron que aprendería a reconocer el motivo detrás de cada tipo de llanto. A menudo se preguntaba si esa habilidad no debería haber venido incluido en el paquete de ser padre.Siete días y él todavía se sentía igual de inútil que el primer día. Casi le dio escalofríos al recordar aquel primer día cuidando a sus hijos. Los dos
Isla estaba nerviosa. Había llegado el momento de conocer a sus hijos. En unas horas los tendría en brazos y vería sus preciosas caras. Había esperado tanto por ese momento y no podía creer que por fin iba a suceder. Los últimos meses le habían parecido una eternidad. No estaba acostumbrada a no hacer casi nada, pero era justo lo que había tenido que hacer por la seguridad de sus bebés. El último mes, había sido el peor. Entre pasar la mayoría del tiempo sentada o recostada y los malestares del embarazo, no sabía cuál había sido peor. Pero los cuidados habían valido la pena. No había presentado dolor otra vez y había podido llevar su embarazo a término. Sus hijos estaban en condiciones de venir al mundo. —¿Quieres un poco de agua? Isla sonrió. Horatio, difícilmente podía ocultar su ansiedad y no era el único. Leonardo estaba en la misma situación. Las únicas que parecían no haber perdido la cabeza eran su madre y Natalia. Y claro que estaban divirtiéndose a costa de los dos pobres
Horatio se quedó despierto, incluso cuando Isla se relajó lo suficiente para dormir. Demasiada adrenalina corría por sus venas a causa del miedo que había pasado cuando vio a Isla quejarse de dolor. Aunque había mantenido lejos los pensamientos negativos mientras tomaba decisiones, las posibilidades de lo que pudo haber pasado rondaban su mente en ese momento.Eran cerca de las cinco de la mañana cuando no pudo más mantener los ojos abiertos, pero no durmió mucho. Se despertó apenas una hora y media después, sintiéndose como si tuviera resaca. Su cuello le dolía por la posición incómoda en la que había dormido y sus músculos, en general, parecían entumecidos.Miró a Isla, que seguía durmiendo, y con cuidado soltó su mano. Ella necesitaba descansar tanto como fuera posible. Se levantó, estiró sus brazos al aire y movió la cabeza de lado a lado.Necesitaba un vaso de café cargado y una ducha, pero iba a tener que conformarse con solo uno de ellos. Después de ir al baño y lavarse el rost
Isla se despertó a causa de un dolor en el vientre. No estaba segura de que hora era. Soltó un suspiro y se movió en la cama esperando que al cambiar de posición se sintiera mucho mejor, pero no funcionó. Respiró profundo, primero una vez y luego otra.—¿Qué sucede? —preguntó Horatio y, apenas unos segundos después, la luz de una de las lámparas iluminó la habitación.—¿Qué sucede?—Una contracción. —el dolor había comenzado a mitigar.Había sentido algunas contracciones en el pasado, pero nada parecida a esa. Siempre eran más una molestia que un dolor de verdad, algo así como si alguien tensara los músculos de su vientre por un tiempo. Su doctora les había explicado que era algo normal y que podrían ir volviéndose más frecuente hacia los últimos meses del embarazo.Horatio le alcanzó un vaso de agua. Ella vació el contenido en un par de sorbos. Luego le devolvió el vaso vacío y se levantó para ir al baño. En seguida, Horatio estuvo a su lado y la sujetó por la cintura.—Con cuidado.
Casi toda la familia de Horatio estaba en casa de Leonardo y Natalia. Giovanni y Samantha, estaban de luna de miel desde hace unos días atrás. Y algunos de los primos de horatio estaban fuera de la ciudad. Su madre estaba conversando con la madre y las tías de Horatio. Solo dios sabía lo que les estaba diciendo, pero, si tenía que adivinar, por las sonrisas de las mujeres, probablemente era alguna de las tantas locuras que siempre se le ocurrían. Rodeando a cada mujer, con un brazo sobre el hombro, estaban sus esposos, sumergidos en su propia conversación. Podría parecer que estaban distraídos, pero por como miraban a sus esposas cada cierto tiempo, era claro que estaban bastante pendientes de ella. Los chillidos de los niños llamaron la atención. Los hijos de Cloe podían causar un gran alboroto por sí solos, pero junto a sus primos podían alcanzar un nuevo nivel. Isla regresó la atención a la conversación que estaba sucediendo junto a ella. Ya no estaba muy segura de qué tema est
Horatio tomó un respiro profundo y empezó a hablar. —Eres una mujer excepcional. Divertida, inteligente y sabes cómo mantenerme con los pies sobre la tierra. Cuando te conocí no sabía lo importante que llegarías a ser para mí, pero ahora me alegro de que entraras a mi vida. —Hizo una pausa antes de continuar—. Isla Rieti, ¿me harías el honor de casarte conmigo?—Yo…Isla se quedó en silencio y permaneció así por tanto tiempo que Horatio empezó a maldecirse por no haber seguido el plan inicial. Debía haber empezado por la cena y luego ir con la propuesta de matrimonio, pero quién iba a decir que los nervios se apoderarían de él en cuanto Isla entrara a la cabaña. Antes de darse cuenta, había estado hincado sobre una rodilla en el suelo.Abrió los ojos con pánico. Incluso con la tenue iluminación, notó las lágrimas que rodaban por las mejillas de Isla.De inmediato, se levantó y la tomó del rostro con una mano. Acercó sus frentes y la miró directo a los ojos.Al parecer iba a repetir l