Horatio bajó del auto y se dio la vuelta para ayudar a Isla.—Con cuidado dulzura —dijo y le tendió la mano.Se alegraba de estar de regreso en casa, pero iba a extrañar el hospital. Un pensamiento demasiado raro. Uno que, estaba seguro, muchos padres primerizos entenderían. La explicación, bastante sencialla. Al menos en el hospital había personas capacitadas que parecían entender a sus hijos mejor que él.Desde que sus gemelos habían nacido, una semana atrás, no había podido relajarse. El mínimo gesto de incomodidad y él saltaba a atenderlos, la mayoría de veces sin tener idea de qué demonios los estaba fastidiando. Sus padres, las enfermeras y lo médicos le dijeron que aprendería a reconocer el motivo detrás de cada tipo de llanto. A menudo se preguntaba si esa habilidad no debería haber venido incluido en el paquete de ser padre.Siete días y él todavía se sentía igual de inútil que el primer día. Casi le dio escalofríos al recordar aquel primer día cuidando a sus hijos. Los dos
—Estás hermosa.Isla encontró la mirada de su madre a través del espejo. Ella tenía los ojos rojos y una sonrisa enorme.—A tu padre le habría encantado estar aquí. Aunque él se aseguró de estar aquí de todas formas. —Su madre se acercó a su cartera y sacó algo de su interior—. Esto es para ti.Isla tomó lo que parecía el estuche de un collar. —Adelante, ábrelo. Te va a encantar.La obedeció y, tan pronto vio el contenido, las lágrimas se agolparon en sus ojos. No podía creerlo. No se había equivocado. Sí era un collar, pero no uno cualquiera. Isla había visto ese collar en el pasado.Debía tener unos nueve o quizás diez años. Su padre se la había mostrado y ella había quedado encantada con su belleza. Era una pieza antigua y única. En el centro de la cadena colgaba un jade circular de color verde rodeado de oro en forma de lazos entrelazados.Su familia nunca había tenido el dinero suficiente para gastarla en joyas caras. El origen de aquel collar venía de muchas generaciones atrás,
Horatio soltó una carcajada mientras sus hijos se removían para tratar de que los soltara. Llevaba a Caterina bajo el brazo y a Leo sobre el hombro. —Los atrapé, tienen que rendirse. —Eso jamás —declaró Leo. Soltó otra carcajada. No sabía si se parecían más a él o a Isla, a sus tres años y medio ambos tenían una determinación que le sorprendía. —Mamá les dijo que no se ensuciaran y lo mejor que se les ocurrió fue salir a jugar al jardín. Había decidido que era hora de mudarse a un lugar un poco más espacio poco cuando los niños cumplieron dos años. El departamento no era tan pequeño, pero quería que sus hijos tuvieran aire libre donde correr. —Ella estará molesta con ustedes. Los gemelos dejaron de removerse en el acto. Ninguno de sus hijos parecía sentir la misma adoración que sentían a su mamá. Bastaba que Isla entrara en una habitación y el par de diablillos que tenía por hijos serían los niños mejor portados de la historia. Sí existía el karma, en definitiva, se estaba riend
Hola a tod@s. Gracias por llegar hasta aquí. Espero que disfrutaran de esta historia tanto como lo hice cuando lo escribí. La siguiente historia será de Vincenzo Morelli, el hermano de Gio. El título "Robando a la novia" y estará disponible en la plataforma en el transcurso de la siguiente semana. Si aun no has leído el resto de historias, te invito a hacerlo. El orden es el siguiente. Primera generación: 1. Niñera del italiano 2. Una enfermera para el italiano 3. Por una promesa (Hermanos Morelli #01) 4. Encuentro inesperado (Hermanos Morelli #02) 5. Cuestión de negocios (Hermanos Morelli #03) 6. Más que venganza 7. ¡Qué gane el mejor! Dentro del mismo universo: 1. Mi dulce bestia 2. Mi feroz protector Segunda generación (hijos): 1. Acuerdo perfecto 2. Matrimonio sobre papel 3. Rompiendo las reglas 4. El bebé sorpresa del playboy 5. Destinada a ti 6. Seducción planeada 7. Secretos en la oficina Nuevamente muchas gracias y un abrazo a tod@s.
Isla nunca podría saber cómo se las había arreglado para mantener la compostura hasta que los clientes abandonaron la sala de juntas. Estaba enfadada y quería desquitarse con los responsables. Caminó por la habitación mientras tomaba inhalaciones profundas. Necesitaba calmarse. Si dejaba que sus emociones la controlaran, podía perder su trabajo y ese era un lujo que no podía permitirse. Las facturas no se iban a pagar a solas, ni mucho menos la medicación de su mamá. Pensó en Lando, el hijo de su jefe, y la maldit@ sonrisa presumida que había tenido mientras recibía felicitaciones por sus diseños. Esas felicitaciones deberían haber sido suyas, al igual que el bono que el idiota iba a recibir. Había trabajado en aquel proyecto durante dos semanas, sin parar. No había dormido más de un par de horas y había tenido que ingeniárselas para no descuidar sus otras obligaciones, obligaciones que bien podrían hacerlas otras personas si su jefe se diera la molestia de contratar más personal.
Isla se sentó en el sofá vacío y saludó a los otros dos candidatos. Los dos hombres apenas le dirigieron la mirada, así que no hizo el esfuerzo de entablar una conversación. Además, estaba demasiado nerviosa como para intentarlo. Después de un poco más de un mes sin trabajo, estaba cerca de perder la esperanza. Al ritmo que sus ahorros se estaban desvaneciendo, no tendría nada en unos tres meses. El tratamiento de su mamá no era nada barato y, aunque el seguro cubría una gran parte, todavía le dejaba a ella con varios gastos por cubrir. Había mandado su currículo a cinco empresas en el último mes y solo un par de ellas le había devuelto la llamada. Como era de suponer, nadie la quería contratar sin tener referencias de su último trabajo, sin importar que hubiera trabajado allí más de cuatro años o que hubiera sido una de las mejores empleadas. Podía apostar que su jefe se había asegurado de difundir mentiras cada vez que alguna persona consideraba contratarla y lo llamaba para pre
Horatio le dio una mirada minuciosa a Isla. Ella estaba usando un traje de baño de una pieza en color negro, pese a que poseía más tela que muchos de los bikinis que había visto usar a algunas mujeres allí, no hacía nada por disimular las curvas naturales de su cuerpo. Sus senos eran del tamaño perfecto para caber en sus manos y sus caderas anchas le trajeron algunas imágenes bastantes eróticas a la mente. Intentó cambiar la dirección de sus pensamientos al sentir el tirón contra sus shorts. No quería dar un espectáculo. Además, la mujer frente a él, no era otra que su nueva empleada y él prefería no tener nada que ver con personas del trabajo. —Bonito traje —dijo subiendo la mirada. —Gracias. —Ella le dio una sonrisa que no llegó a sus ojos—. Jamás creí encontrarlo en un lugar como este. —¿Por qué no? Todo el mundo va a la playa de vez en cuando. —Asumí que preferiría ir a un lugar más privado. —Si quiero pasar un rato a solas, suelo ir a la casa de playa de mis padres. Pero
—De hecho, sí. —Horatio avanzó e Isla dio algunos pasos atrás hasta que quedó atrapada entre él y escritorio—. Hay algo más. Horatio inclinó la cabeza hacia adelante. Durante un instante, creyó que él iba a besarla, pero Isla no hizo ningún intento por escapar. Pensó en dejarse llevar y descubrir si sus labios serían demandantes como se los había imaginado. O, por el contrario, también podía darle un rodillazo en las bolas que él nunca olvidaría. No tuvo que tomar una decisión porque el beso nunca sucedió. Con la misma velocidad que Horatio se había acercado, se hizo para atrás. —Necesito esto —dijo él e hizo rodar un lapicero entre sus dedos. —¿Es enserio? —preguntó incrédula. —Así es —dijo él encogiéndose de hombros—. ¿Qué es lo que creías? —Deberías guardar tu distancia la próxima vez —dijo sin ceder a sus provocaciones—. Podrías perder una parte muy valiosa de su cuerpo. —Miró hacia su bragueta para que él tuviera claro de lo que le estaba hablando, luego volvió a mirarlo a