Esa única palabra provocó que la imaginación de Horatio se desviará por un rumbo nada inocente.
—De hecho, hay algo más que me gustaría —continuó Isla—. Quiero que revises estos papeles —terminó ella e hizo el intento de dar un paso hacia atrás.
Horatio fue más rápido. Envolvió una mano en su cintura y, sujetándola por la espalda baja, la mantuvo en su lugar.
La sonrisa victoriosa que ella le había dado al acabar, desapareció al verse atrapada.
Acercó su rostro hasta que sus labios rozaron los de ella.
—¿Vas a algún lugar? —preguntó y se deleitó al sentirla vibrar—. No he podido dejar de hacerme una sola pregunta desde que te conozco —susurró sobre sus labios.
—¿Qué cosa? —Incluso en un momento como aquel, ella sonaba segura. No vaciló al hablar y mantuvo una mirada desafiante.
—A qué saben tus labios.
Sacó la lengua y la pasó sobre sus labios.
—Deliciosos —declaró y esperó.
Los segundos pasaron y, en lugar de hacer algún intento de alejarlo, ella se quedó mirándolo, llamándolo con la mirada a continuar lo que había comenzado.
Horatio levantó una mano hasta la nuca de Isla y la sujetó. Hizo algunos movimientos circulares cerca de la zona donde podía sentir su pulso. Entonces, cuando ella soltó un gemido, la besó con demanda.
Isla no lo decepcionó, abrió la boca para él.
Una sensación inquietante le recorrió el cuerpo cuando su lengua exploró su boca. Trató de acercarla más, aunque sus cuerpos ya estaban lo suficientemente pegados.
Se separaron con la respiración agitada.
Isla parecía menos rígida con los ojos brillando por el deseo y las mejillas sonrojadas.
Un golpe en la puerta lo sacó de su ensoñación en el mismo instante que comenzaba a acercarse a ella para besarla otra vez. Se había olvidado de dónde estaban y que cualquiera podía entrar a su oficina en cualquier momento.
Isla dio un salto hacia atrás y desvió la mirada. Horatio sonrió entretenido.
—Adelante —dijo después de asegurarse que Isla estaba más calmada.
Rodeó su escritorio y se sentó. Quien sea que estuviera fuera no tardaría en sumar dos más dos si veían la parte delantera de su pantalón.
—Señor —saludó Mattia—. Isla —dijo luego mirando a la mujer que estaba de pie lo más lejos posible de él.
Isla tenía una expresión indescifrable, pero no tardó en devolverle la sonrisa al recién llegado.
—Mattia. ¿Cómo estás?
—Bien. Por cierto, gracias otra vez por lo del otro día.
—No fue nada.
No le hizo ninguna gracia cuando la mirada de Mattia se detuvo más del tiempo necesario en ella, así como que parecía haberse vuelto invisible para ambos.
—Entonces, ¿qué te trae aquí? —preguntó conservando una sonrisa amable.
Mattia reaccionó y le acercó una carpeta.
—Tengo los documentos que me solicitó.
—Debería volver en otro momento —anunció Isla.
—No es necesario, terminaré con esto pronto y podemos continuar con lo nuestro. —Aunque sus palabras podían parecer inocentes, no lo hacía su mirada.
Isla le dio una mirada capaz de matar a alguien, pero aun así se sentó y fingió leer los papeles que tenía en sus manos.
Horatio revisó los papeles de Mattia y luego se deshizo de él.
—¿Qué es eso que querías mostrarme? —le preguntó a Isla cuándo se quedaron a solas otra vez.
Lo menos de lo que quería hablar con ella, era sobre trabajo. Prefería ponerle las manos encima y retomar de donde lo habían dejado. Sin embargo, tenía la sospecha que esta vez no sería bien recibido.
Isla se levantó y se acomodó a su lado.
—Están arrugados —espetó ella colocando los papeles que había traído sobre el escritorio—, pero deberías poder entender lo que dice.
Horatio asintió y ambos se pusieron trabajar. Debido a que ella quería hablar sobre algunos aspectos técnicos más que de diseño, pudo orientarla para que tomará algunas decisiones.
En determinado momento se distrajo observando cada uno de los gestos que hacía cuando hablaba de su trabajo. Había algo excitante en ver la pasión que tenía.
—Creo que eso es todo —terminó ella—. Muchas gracias por tu ayuda.
—Has avanzado bastante en estos días.
—Estoy emocionada.
Asintió y miró la hora.
—Deberíamos ir a almorzar.
—Yo…
—Vamos, será un almuerzo entre colegas.
La vio dudar y decidió aliviar la tensión con una broma.
—Prometo no intentar nada por la próxima hora, si tú también prometes comportarte.
Soltó una carcajada al ver su rostro lleno de indignación.
—Jódete —dijo ella y se dio la vuelta.
—¿Recuerdas que soy tu jefe? —preguntó sin perder la sonrisa.
—Es por eso que no dije nada mucho peor. Además, no creo ser la primera persona que te lo dice.
Isla se dio la vuelta.
—No, pero nadie se atreve a decírmelo en voz alta, a excepción de mi primo. —Horatio tomó su chaqueta y la siguió.
Durante el almuerzo pudo conocerla un poco más, aunque se mantuvieron lejos de temas personales y ninguno hizo mención a lo que había sucedido en la oficina.
—Me gustaría invitarte a cenar —dijo mirándola desde la puerta de su oficina.
Ella ya estaba acomodándose para retomar el trabajo y se detuvo.
—¿Como en una cita de trabajo? ¿O es más del tipo “necesito a alguien con quien f0llar”?
Horatio se quedó sin habla durante unos segundos y luego sacudió la cabeza mientras sonreía divertido.
—No tienes reparos en decir lo que piensas.
Ella se encogió de hombros.
—A veces es mejor ser directa. Y sobre la cena, lamento decir que no. Estoy demasiado ocupada.
—Ni siquiera te he dicho cuándo.
—Para ti estaré ocupada hasta el fin de mis días.
Se llevó la mano al pecho e hizo una mueca de dolor.
—No es nada personal, solo prefiero no tener nada que ver contigo. Espera… eso lo hace personal. Bueno, como sea, la respuesta no cambia.
Horatio abrió la boca para insistir, pero él no era de los que suplicaban. Las mujeres nunca lo rechazaban, podía conseguir algo de diversión en otro lugar.
—Está bien —dijo y se dio la vuelta.
Horatio se convenció de que quizás era lo mejor. Todavía deseaba a Isla, pero si se enredaba con ella podría acarrearle problemas en la oficina a largo plazo.
—Pido un descanso —dijo casi suplicando mientras se sentaba.
Sus dos sobrinos lo miraron con tristeza y se acomodaron a ambos lados de él listos para hacerle pucheros.
—Ya escucharon a vuestro tío —dijo Fabrizio y sus dos hijos mayores miraron a su padre que había aparecido en el momento perfecto.
El par soltó un suspiro y se alejaron soltando carcajadas.
—Gracias por eso.
—Eres una presa fácil para ellos.
—Si no fueran tan calculadores como su padre, tal vez no sería nada difícil ceder a sus demandas. Me asusta lo mucho que se parecen a ti.
Fabrizio sonrió con orgullo.
—Prométeme que tú serás diferente —dijo con voz suave mientras tomaba al bulto pequeño que estaba en brazos de Fabrizio.
—Es una De Luca, la sangre depredadora corre por sus venas.
Lo miró como diciendo “¿Es en serio?”
—Sigo sin entender que fue lo que viste en él —comentó mirando a su hermana que se acercaba a ellos con una bandeja con bebidas sobre ella.
Chloe dejó la bandeja sobre la mesa y se sentó en el brazo de la silla donde estaba su esposo. Luego lo besó en la mejilla mientras compartían una mirada llena de amor.
—Eso es asqueroso —se quejó.
Su hermana era feliz y se alegraba por ella, pero no iba a desaprovechar una oportunidad para incomodarla.
—No tanto como él día que te vi…
—Nunca me vas a dejar olvidarlo ¿verdad?
—Ni una posibilidad. Por cierto, ¿cómo la búsqueda de una mujer que te ponga en línea?
—No hay ninguna búsqueda.
—Tengo algunas conocidas de buena familia que podría presentarte —dijo su hermana como si no lo habría escuchado.
—Casi suenas como mamá. Paso. Puedo conseguirme mis propias citas.
Su hermana soltó un suspiro y miró a su esposo con un puchero.
—Dile algo.
—Deberías escuchar a tu hermana, ella siempre tiene la razón.
Negó con la cabeza.
—¿Es enserio? Eras una especie de ídolo para mí, pero mírate ahora… Respeto el amor que sientes por mi hermana, pero esto es demasiado. Prefiero continuar jugando con los niños a escucharte hablar.
Horatio se puso de pie y fue a buscar a los traviesos de sus sobrinos.
En su familia los matrimonios para siempre eran algo como una regla. Sus padres, tíos, su hermana y ahora Gio, tenían una relación estable y duradera.
Horatio, sin embargo, prefería disfrutar de su soltería. Había comprobado de primera mano lo que se sentía ser utilizado y no era una experiencia que estuviera dispuesto a repetir. Es por eso que prefería las relaciones casuales. No había lugar a confusiones cuando las cosas quedaban claras desde el principio. Sus parejas temporales obtenían lo que querían y él también. Así nadie salía herido.
—¿Qué opinas? —preguntó Isla llamando la atención de su madre que estaba concentrada en una revista de tejido.Ella la observó de pies a cabeza con una enorme sonrisa en el rostro.—Como siempre estaba en lo correcto, te queda perfecto. Tu cita se quedará con la boca abierta.Isla se miró y, aunque también le gustaba su vestido y la hacía sentirse sexy, no estaba segura si era la prenda adecuada.—Creo que es demasiado. Quizás debería cambiarme.Una notificación llegó a su celular avisándole que su taxi ya la estaba esperando afuera.—Ya no tienes tiempo. Soltó un suspiro y tomó su cartera.—Llámame si me necesitas y volveré de inmediato.—Puedo cuidar de mí misma, ve y diviértete. —Su madre sacudió las manos para botarla—. Y recuerda, no hay toque de queda —ella le dio un guiño.Isla sonrió y se acercó para darle un beso.El taxi estaba esperándola estacionado frente a la puerta de su edificio. El conductor la saludó tan pronto subió para luego quedarse en silencio por el resto del
—Tienes un problema serio con las puertas —comentó Isla sin levantar la mirada.Horatio sonrió divertido.Desde que Gio se había tomado sus vacaciones, Horatio había comenzado a visitar la oficina de Isla casi todas las mañanas.En la mayoría de ocasiones, sus visitas terminaban en un enfrentamiento, que disfrutaba más de lo que debería.Isla, por supuesto, nunca lo dejaba ganar. Ella siempre tenía algún comentario ocurrente, a diferencia de su primo que, en su mayoría, se limitaba a ignorarlo.Además, entre ver a Isla o el malhumorado rostro de su primo, no era difícil decir que opción le gustaba más.—Ese sería el menor de mis problemas —dijo y cerró la puerta detrás de él.Avanzó hasta el escritorio de Isla y dejó la taza de café que le había conseguido. Luego se dejó caer en la silla frente a ella y se reclinó en el espaldar.—También soy atractivo, inteligente y…—Tienes un concepto demasiado alto de ti mismo. —Isla le dio una mirada divertida—. No creo que alguna vez hayas escuc
Isla estaba terminando de revisar un proyecto cuando Mattia llamó a la puerta de su oficina y entró.—¿Estás lista?Por un instante, se sintió confundida. Entonces, miró la hora en la pantalla de su computadora y se dio cuenta de que ya era la hora del almuerzo, había estado demasiado enfocada en el trabajo que ni siquiera se había dado cuenta del tiempo.—Necesito unos segundos, por favor.—Tómate tu tiempo.Isla regresó su atención al documento en su computadora para guardar el avance.—Lamento haber aparecido aquí en la mañana, espero no haberte metido en problemas con el jefe por interrumpir vuestra reunión.—Descuida, no pasa nada. Listo, podemos irnos ahora. —Se puso de pie y tomó su cartera.—Me preguntaba por qué no habías venido a verme aún.Isla miró en dirección a la puerta al escuchar la voz de Horatio.Él estaba reclinado en el marco de la puerta con los brazos cruzados y una sonrisa de suficiencia adornaba su rostro.Eso no podía significar nada bueno.Se preguntó qué de
Horatio eliminó el mensaje en su celular sin siquiera molestarse en leerlo. Era el tercero en la semana.Cinzia parecía no entender la indirecta.No entendía porque de pronto ella estaba tratando de contactarlo y tampoco le interesaba averiguarlo. Esperaba que se diera vencida pronto porque comenzaba a ser molestoso.—Esta debe ser la primera vez que te veo tan serio, ¿está todo bien?Levantó la cabeza para encontrar a Isla de pie en la puerta.—No es nada.—Sí, tú lo dices. —Isla se acercó y le tendió la propuesta para la remodelación de uno de los hoteles de Filipo Boneto—. ¿Qué te parece?—Siéntate.Revisó los papeles y luego miró a Isla con una sonrisa.—¿Cómo fue que te dejaron ir en tu último trabajo?Isla tensó los hombros, pero mantuvo una expresión relajada.No conocía los motivos que la habían llevado a renunciar de su último trabajo y tampoco por qué no había recibido una recomendación. Era claro que era bastante buena en lo que hacía y, después de cuatro años trabajando pa
Isla dejó sus cosas sobre la superficie más cercana tan pronto entró en su departamento y se dirigió directo a la habitación de su madre.Martina, su vecina, estaba sentada en el sillón y le dio una sonrisa en cuanto la escuchó entrar.—¿Cómo está? —preguntó en un susurro al ver que su mamá estaba durmiendo.—Un poco mejor, pero el médico dijo que el malestar podría volver. Ella insistió en regresar aquí y él médico estuvo de acuerdo que quizás era lo mejor.Asintió. Sabía cómo era.—Le dieron algo para las náuseas, pero no ayudó mucho.Soltó un suspiro. Algunas veces, los medicamentos eran suficientes para calmar los efectos secundarios de la quimioterapia, pero otras veces simplemente no funcionaba. Siempre era una moneda en el aire.—Gracias por quedarte con ella hasta que llegué. —No te preocupes, niña. Si deseas, puedo volver mañana para hacerle compañía durante el día.—Eso sería estupendo. No sabes lo agradecida que estoy por todo lo que nos has ayudado.Martina se acercó y l
Horatio mantuvo un ojo sobre Isla durante el resto del día buscando cualquier excusa para ir a su oficina. Le asustaba que fuera a desmayarse en cualquier momento. Pese a la siesta de la tarde, ella todavía lucía agotadaSi tan solo se habría ido a casa como le sugirió.Cuando el día llegó a su fin, Horatio fue a buscar a Isla. Tenía que asegurarse de que llegaba a casa a salvo.La puerta de su oficina estaba abierta y entró directamente.—¿Estás lista?—¿Para qué?—Para irnos. —Debo compensar las horas que me tomé el día de ayer.—No puedes estar hablando en serio —dijo cerca de perder la paciencia. Algo que no sucedía a menudo—. Irás a casa en este momento y no está a discusión.Durante un instante pareció que ella estaba a punto de discutir y Horatio se preparó para llevarla sobre su hombro, de ser necesario. Si tenía que sacarla dando gritos, bueno que así fuera.Isla debió recuperar el sentido común porque al final se limitó a asentir.—Te voy a llevar a tu casa. No estás en co
Isla gimió mientras la boca de Horatio se volvía exigente. Él podía tomar lo que quería de ella porque no pensaba poner ninguna resistencia.Cuando lo invitó a ir por unos tragos, no era así como había esperado que terminara la noche.Su semana había sido más larga de lo usual y apenas había logrado llegar hasta ese día, aunque no estaba segura que habría podido hacerlo sin la ayuda de Horatio. Él se había asegurado de que cada día fuera llevadero.Su madre había amanecido mucho mejor ese día e Isla había decidido darse un respiro. El plan era salir y emborracharse. Irse a la cama con su jefe no formaba parte de la lista. Aun así, no quería detenerse. Había luchado contra la atracción entre ellos durante semanas, pero el deseo no había desaparecido. Entonces, tal vez la solución era permitirse una noche para sacarlo de su sistema. Solo una noche y podría seguir con su vida. Horatio bajó los labios por su mentón hasta su cuello y le dio un ligero mordisco.Su cuerpo vibró con antic
Horatio había tenido el sueño más excitante. En él estaba Isla, desnuda encima de su cama mientras de su boca salían los sonidos más sensuales y provocativos que alguna vez había escuchado. Ella había acogido su miembro en su cálido interior y se había aferrado a él como si fuera su salvavidas.Abrió los ojos de golpe mientras los recuerdos de la noche anterior se volvían más nítidos. No había sido un sueño. Esperaba encontrar el seductor cuerpo de Isla a lado suyo, pero ella no estaba allí. Frunció el ceño confundido y se sentó.—¿Isla? —llamó y esperó en silencio.Cuando no recibió respuesta, se levantó para buscarla.Después de revisar la habitación de invitados y recorrer el resto de su departamento, llegó a la conclusión de que ella se había marchado.Horatio soltó un suspiro y regresó a su habitación.Su mirada se dirigió a la cama y fue inevitable pensar en lo que allí había sucedido. Su miembro comenzó a cobrar vida.—Demonios.Necesitaba una ducha helada.Se metió al baño y