—Tienes un problema serio con las puertas —comentó Isla sin levantar la mirada.Horatio sonrió divertido.Desde que Gio se había tomado sus vacaciones, Horatio había comenzado a visitar la oficina de Isla casi todas las mañanas.En la mayoría de ocasiones, sus visitas terminaban en un enfrentamiento, que disfrutaba más de lo que debería.Isla, por supuesto, nunca lo dejaba ganar. Ella siempre tenía algún comentario ocurrente, a diferencia de su primo que, en su mayoría, se limitaba a ignorarlo.Además, entre ver a Isla o el malhumorado rostro de su primo, no era difícil decir que opción le gustaba más.—Ese sería el menor de mis problemas —dijo y cerró la puerta detrás de él.Avanzó hasta el escritorio de Isla y dejó la taza de café que le había conseguido. Luego se dejó caer en la silla frente a ella y se reclinó en el espaldar.—También soy atractivo, inteligente y…—Tienes un concepto demasiado alto de ti mismo. —Isla le dio una mirada divertida—. No creo que alguna vez hayas escuc
Isla estaba terminando de revisar un proyecto cuando Mattia llamó a la puerta de su oficina y entró.—¿Estás lista?Por un instante, se sintió confundida. Entonces, miró la hora en la pantalla de su computadora y se dio cuenta de que ya era la hora del almuerzo, había estado demasiado enfocada en el trabajo que ni siquiera se había dado cuenta del tiempo.—Necesito unos segundos, por favor.—Tómate tu tiempo.Isla regresó su atención al documento en su computadora para guardar el avance.—Lamento haber aparecido aquí en la mañana, espero no haberte metido en problemas con el jefe por interrumpir vuestra reunión.—Descuida, no pasa nada. Listo, podemos irnos ahora. —Se puso de pie y tomó su cartera.—Me preguntaba por qué no habías venido a verme aún.Isla miró en dirección a la puerta al escuchar la voz de Horatio.Él estaba reclinado en el marco de la puerta con los brazos cruzados y una sonrisa de suficiencia adornaba su rostro.Eso no podía significar nada bueno.Se preguntó qué de
Horatio eliminó el mensaje en su celular sin siquiera molestarse en leerlo. Era el tercero en la semana.Cinzia parecía no entender la indirecta.No entendía porque de pronto ella estaba tratando de contactarlo y tampoco le interesaba averiguarlo. Esperaba que se diera vencida pronto porque comenzaba a ser molestoso.—Esta debe ser la primera vez que te veo tan serio, ¿está todo bien?Levantó la cabeza para encontrar a Isla de pie en la puerta.—No es nada.—Sí, tú lo dices. —Isla se acercó y le tendió la propuesta para la remodelación de uno de los hoteles de Filipo Boneto—. ¿Qué te parece?—Siéntate.Revisó los papeles y luego miró a Isla con una sonrisa.—¿Cómo fue que te dejaron ir en tu último trabajo?Isla tensó los hombros, pero mantuvo una expresión relajada.No conocía los motivos que la habían llevado a renunciar de su último trabajo y tampoco por qué no había recibido una recomendación. Era claro que era bastante buena en lo que hacía y, después de cuatro años trabajando pa
Isla dejó sus cosas sobre la superficie más cercana tan pronto entró en su departamento y se dirigió directo a la habitación de su madre.Martina, su vecina, estaba sentada en el sillón y le dio una sonrisa en cuanto la escuchó entrar.—¿Cómo está? —preguntó en un susurro al ver que su mamá estaba durmiendo.—Un poco mejor, pero el médico dijo que el malestar podría volver. Ella insistió en regresar aquí y él médico estuvo de acuerdo que quizás era lo mejor.Asintió. Sabía cómo era.—Le dieron algo para las náuseas, pero no ayudó mucho.Soltó un suspiro. Algunas veces, los medicamentos eran suficientes para calmar los efectos secundarios de la quimioterapia, pero otras veces simplemente no funcionaba. Siempre era una moneda en el aire.—Gracias por quedarte con ella hasta que llegué. —No te preocupes, niña. Si deseas, puedo volver mañana para hacerle compañía durante el día.—Eso sería estupendo. No sabes lo agradecida que estoy por todo lo que nos has ayudado.Martina se acercó y l
Horatio mantuvo un ojo sobre Isla durante el resto del día buscando cualquier excusa para ir a su oficina. Le asustaba que fuera a desmayarse en cualquier momento. Pese a la siesta de la tarde, ella todavía lucía agotadaSi tan solo se habría ido a casa como le sugirió.Cuando el día llegó a su fin, Horatio fue a buscar a Isla. Tenía que asegurarse de que llegaba a casa a salvo.La puerta de su oficina estaba abierta y entró directamente.—¿Estás lista?—¿Para qué?—Para irnos. —Debo compensar las horas que me tomé el día de ayer.—No puedes estar hablando en serio —dijo cerca de perder la paciencia. Algo que no sucedía a menudo—. Irás a casa en este momento y no está a discusión.Durante un instante pareció que ella estaba a punto de discutir y Horatio se preparó para llevarla sobre su hombro, de ser necesario. Si tenía que sacarla dando gritos, bueno que así fuera.Isla debió recuperar el sentido común porque al final se limitó a asentir.—Te voy a llevar a tu casa. No estás en co
Isla gimió mientras la boca de Horatio se volvía exigente. Él podía tomar lo que quería de ella porque no pensaba poner ninguna resistencia.Cuando lo invitó a ir por unos tragos, no era así como había esperado que terminara la noche.Su semana había sido más larga de lo usual y apenas había logrado llegar hasta ese día, aunque no estaba segura que habría podido hacerlo sin la ayuda de Horatio. Él se había asegurado de que cada día fuera llevadero.Su madre había amanecido mucho mejor ese día e Isla había decidido darse un respiro. El plan era salir y emborracharse. Irse a la cama con su jefe no formaba parte de la lista. Aun así, no quería detenerse. Había luchado contra la atracción entre ellos durante semanas, pero el deseo no había desaparecido. Entonces, tal vez la solución era permitirse una noche para sacarlo de su sistema. Solo una noche y podría seguir con su vida. Horatio bajó los labios por su mentón hasta su cuello y le dio un ligero mordisco.Su cuerpo vibró con antic
Horatio había tenido el sueño más excitante. En él estaba Isla, desnuda encima de su cama mientras de su boca salían los sonidos más sensuales y provocativos que alguna vez había escuchado. Ella había acogido su miembro en su cálido interior y se había aferrado a él como si fuera su salvavidas.Abrió los ojos de golpe mientras los recuerdos de la noche anterior se volvían más nítidos. No había sido un sueño. Esperaba encontrar el seductor cuerpo de Isla a lado suyo, pero ella no estaba allí. Frunció el ceño confundido y se sentó.—¿Isla? —llamó y esperó en silencio.Cuando no recibió respuesta, se levantó para buscarla.Después de revisar la habitación de invitados y recorrer el resto de su departamento, llegó a la conclusión de que ella se había marchado.Horatio soltó un suspiro y regresó a su habitación.Su mirada se dirigió a la cama y fue inevitable pensar en lo que allí había sucedido. Su miembro comenzó a cobrar vida.—Demonios.Necesitaba una ducha helada.Se metió al baño y
Isla se dejó caer en su asiento con un sonoro suspiro.Eso no había salido para nada como esperaba. Tan pronto Horatio se había acercado a ella, su determinación había flaqueado. Lo único en lo que había podido pensar era en lo mucho que ansiaba sentir sus labios sobre los suyos otra vez y cuando eso sucedió, su traicionero cuerpo se había rendido a él como si no le perteneciera más. Quizás lo mejor sería evitarlo tanto como fuera posible ya que no era capaz de resistir la tentación.El vaso de café llamó su atención, lo miró como si tuviera la culpa de sus problemas y lo agarró dispuesta a lanzarlo a la basura. No pudo hacerlo.Le dio un sorbo y sonrió. Después de una semana tomando la misma bebida amarga, Horatio le había devuelto su bebida favorita.Un golpe en la puerta la devolvió a la realidad. Durante un instante se tensó al pensar que podría ser Horatio otra vez.—Como si él fuera a llamar a la puerta —murmuró—. Adelante —ordenó alzando la voz.—Buenos días —saludó Mattia y