Isla se dejó caer en su asiento con un sonoro suspiro.Eso no había salido para nada como esperaba. Tan pronto Horatio se había acercado a ella, su determinación había flaqueado. Lo único en lo que había podido pensar era en lo mucho que ansiaba sentir sus labios sobre los suyos otra vez y cuando eso sucedió, su traicionero cuerpo se había rendido a él como si no le perteneciera más. Quizás lo mejor sería evitarlo tanto como fuera posible ya que no era capaz de resistir la tentación.El vaso de café llamó su atención, lo miró como si tuviera la culpa de sus problemas y lo agarró dispuesta a lanzarlo a la basura. No pudo hacerlo.Le dio un sorbo y sonrió. Después de una semana tomando la misma bebida amarga, Horatio le había devuelto su bebida favorita.Un golpe en la puerta la devolvió a la realidad. Durante un instante se tensó al pensar que podría ser Horatio otra vez.—Como si él fuera a llamar a la puerta —murmuró—. Adelante —ordenó alzando la voz.—Buenos días —saludó Mattia y
Horatio se tensó al ver a Isla reír de algo que Mattia le había dicho. Los dos parecían muy cercanos y aquello le molestó. Le habría gustado salir detrás de ellos e interrumpir el “bello” momento, pero eso despertaría las sospechas de su padre y tío.—Ni siquiera está haciendo el intento de escucharnos.Las palabras de su tío llegaron hasta sus oídos y lo sacaron de su ensimismamiento.—Por supuesto que lo hago.—¿Hay algo que quieras compartir? —preguntó su padre. Se reclinó en el asiento y se cruzó de brazos. Tenía una mirada divertida y una sonrisa ladina.Sabía que él y su tío sospechaban algo. Horatio no había sido muy precavido mientras le lanzaba indirectas a Isla. Aun así, era mejor fingir ignorancia.—No, creo que todo lo que tenía que informarles lo hice durante la reunión, pero si recuerdo algo más se los haré saber.Si algunos de los dos se enteraban de que se había acostado con Isla, tendrían algo que decir al respecto, en especial porque ella era empleada de la construct
Isla salió de su habitación tirando de su maleta de mano. La había alistado la noche anterior para asegurarse de que no se olvidaba de nada.—Martina estará contigo estos días —le informó a su madre que estaba sentada en el sofá con lo que se suponía era una bufanda a medio tejer. Se le daba muy mal, pero ella estaba empeñada en aprender— También estará pendiente por las noches. Si es que necesitas algo o si te pones mal, solo tienes que llamarla y vendrá de inmediato.—Te dije que estaría bien.—Aun así, me sentiré más tranquila si no estás sola. Podía pasar muchas cosas en dos días y no pensaba arriesgarse a dejarla sola.Su celular sonó y miró el identificador de llamadas. El nombre de Horatio estaba en la pantalla de su celular.—Estoy afuera.Él se había ofrecido a recogerla o, para ser más precisa, él le había avisado que la recogería y no le había dado oportunidad de rechazarlo.—Enseguida salgo.—¿Es tu jefe? —preguntó su madre lo suficientemente alto para que Horatio tambié
Horatio estaba revisando algunos documentos cuando Isla salió de su habitación. Él se tomó su tiempo para apreciarla. Ella llevaba el pelo recogido en un moño. Se había puesto una blusa sin mangas y un pantalón que se amoldaba a su cintura y se ensanchaba en las piernas. Sencilla, pero elegante. No había nada provocativo en su vestimenta, pero aun así su cuerpo se encendió. El día anterior, Isla se había encerrado en su habitación. Él sabía que lo había estado evitando y le había dejado salirse con la suya. Podía ser paciente cuando era necesario. —¿Cómo dormiste? —preguntó sonriendo. Se preguntó si ella la había pasado tan mal como él. No había podido pegar un ojo hasta muy entrada la madrugada. Cada vez que cerraba los ojos se había imaginado a Isla recostada en su cama, completamente desnuda. Fue difícil resistir a la tentación cuando esta se encontraba a solo un par de puertas de distancia. —Bien. Ella desvió la mirada y creyó ver un ligero sonrojo en sus mejillas. Estaba
Isla mandó a callar la vocecita en el fondo de su cabeza que no paraba de gritarle que era una mala idea salir con Horatio. Era una cena, nada más tenía que suceder.Respiró profundo y salió de su habitación. Ya se había demorado demasiado y si seguía allí, terminaría por arrepentirse.Horatio estaba revisando su celular, pero lo guardó tan pronto la escuchó.—Comenzaba a creer que algo te había… —Él se quedó a mitad de la oración y le dio la misma mirada apreciativa que le había dado por la mañana. —Espero estar vestida adecuadamente —dijo para romper la tensión.—Estás perfecta. ¿Nos vamos?Asintió con la cabeza y tomó la delantera.Fueron los dos únicos en bajar en el ascensor y, pese a todo el espacio, Horatio se mantuvo demasiado cerca para su salud mental. Su mente siempre era un torbellino cuando estaban juntos.Horatio había cambiado el traje por una ropa más casual. Su cabello estaba algo desordenado. Su fragancia se había esparcido por el interior del ascensor.Quería pasa
—Horatio. Había una súplica implícita en la voz de Isla y él no pudo resistir más. Se acercó y la besó otra vez. Los suaves labios de Isla lo recibieron y se abrieron para él. Él la besó con la necesidad reprimida de toda la noche. No se detuvo hasta que le faltó el aliento. Cuando se alejó, ella tenía los labios hinchados y la respiración acelerada. —Antes de hacer esto quiero que te quede claro que, si te decides entregarte a mí, no será solo por esta noche. No voy a detenerme hasta que alguno de los dos haya tenido suficiente. ¿Lo entiendes? No más huir, ni fingir que no sientes esta atracción entre nosotros. Isla no dijo nada unos segundos que se hicieron eternos. Pero él no hizo nada para apresurarla a tomar una decisión. Quería que estuviera segura de su respuesta. —Entiendo —dijo, por fin, y él casi soltó un suspiro de alivio. La tomó de las caderas y la levantó en el aire. Isla entendió lo que trataba de hacer y envolvió las piernas en torno a su cintura provocando que
Isla despertó alarmada. Durante un instante no pudo recordar donde estaba, pero luego las imágenes de la noche anterior bombardearon sus recuerdos. Se sonrojó al recordar las veces que había suplicado por Horatio. El hombre sabía cómo llevarla hasta la desesperación.Giró la cabeza y lo vio aun dormido. Su pesado brazo caía sobre su vientre.Isla consideró volver a salir a hurtadillas, le preocupaba como serían las cosas entre ellos una vez el despertara. Pero no dejó que la incertidumbre la amilanara. —Horatio —llamó.Él abrió los ojos y una sonrisa se extendió por su rostro al verla.Durante solo un segundo se permitió imaginar la misma escena cada mañana.Soltó un grito de sorpresa cuando, en un solo movimiento, Horatio estuvo encima de ella.—Buenos días, dulzura —dijo él y se inclinó para rozar sus labios, luego le dio un suave mordisco en el mentón.Su cuerpo estaba adolorido y, aun así, fue inevitable reaccionar a su cercanía. Volvió a sentir la misma necesidad consumidora, a
Horatio encontró a Isla en la sala de copias, la había estado buscando por algunos minutos antes de dar con ella. La observó desde la puerta en silencio, esperando que ella se diera cuenta de su presencia, pero parecía demasiado perdida en sus pensamientos. Deslizó su mirada por su cuerpo, absorbiendo cada detalle. Una idea cruzó por su mente y entró. Cerró la puerta con cuidado de no hacer ningún ruido y colocó el pestillo. Después avanzó hasta ella en silencio. —Hola, dulzura —saludó mientras la tomaba de las caderas. —¡¿Qué demonios?! Me asustaste. —No era mi intención —comentó entre besos a lo largo de su cuello. Isla se inclinó hacia un lado y eso le sacó una sonrisa. Siempre se mostraba receptiva a sus caricias. —Seguro que no —dijo ella con ironía. Horatio le dio la vuelta y la besó como en verdad llevaba deseando toda la tarde. Necesitaba mucho más, pero eso debía bastar por el momento. Desde que regresaron de Génova, un poco más de una semana atrás, no habían tenid