Horatio eliminó el mensaje en su celular sin siquiera molestarse en leerlo. Era el tercero en la semana.Cinzia parecía no entender la indirecta.No entendía porque de pronto ella estaba tratando de contactarlo y tampoco le interesaba averiguarlo. Esperaba que se diera vencida pronto porque comenzaba a ser molestoso.—Esta debe ser la primera vez que te veo tan serio, ¿está todo bien?Levantó la cabeza para encontrar a Isla de pie en la puerta.—No es nada.—Sí, tú lo dices. —Isla se acercó y le tendió la propuesta para la remodelación de uno de los hoteles de Filipo Boneto—. ¿Qué te parece?—Siéntate.Revisó los papeles y luego miró a Isla con una sonrisa.—¿Cómo fue que te dejaron ir en tu último trabajo?Isla tensó los hombros, pero mantuvo una expresión relajada.No conocía los motivos que la habían llevado a renunciar de su último trabajo y tampoco por qué no había recibido una recomendación. Era claro que era bastante buena en lo que hacía y, después de cuatro años trabajando pa
Isla dejó sus cosas sobre la superficie más cercana tan pronto entró en su departamento y se dirigió directo a la habitación de su madre.Martina, su vecina, estaba sentada en el sillón y le dio una sonrisa en cuanto la escuchó entrar.—¿Cómo está? —preguntó en un susurro al ver que su mamá estaba durmiendo.—Un poco mejor, pero el médico dijo que el malestar podría volver. Ella insistió en regresar aquí y él médico estuvo de acuerdo que quizás era lo mejor.Asintió. Sabía cómo era.—Le dieron algo para las náuseas, pero no ayudó mucho.Soltó un suspiro. Algunas veces, los medicamentos eran suficientes para calmar los efectos secundarios de la quimioterapia, pero otras veces simplemente no funcionaba. Siempre era una moneda en el aire.—Gracias por quedarte con ella hasta que llegué. —No te preocupes, niña. Si deseas, puedo volver mañana para hacerle compañía durante el día.—Eso sería estupendo. No sabes lo agradecida que estoy por todo lo que nos has ayudado.Martina se acercó y l
Horatio mantuvo un ojo sobre Isla durante el resto del día buscando cualquier excusa para ir a su oficina. Le asustaba que fuera a desmayarse en cualquier momento. Pese a la siesta de la tarde, ella todavía lucía agotadaSi tan solo se habría ido a casa como le sugirió.Cuando el día llegó a su fin, Horatio fue a buscar a Isla. Tenía que asegurarse de que llegaba a casa a salvo.La puerta de su oficina estaba abierta y entró directamente.—¿Estás lista?—¿Para qué?—Para irnos. —Debo compensar las horas que me tomé el día de ayer.—No puedes estar hablando en serio —dijo cerca de perder la paciencia. Algo que no sucedía a menudo—. Irás a casa en este momento y no está a discusión.Durante un instante pareció que ella estaba a punto de discutir y Horatio se preparó para llevarla sobre su hombro, de ser necesario. Si tenía que sacarla dando gritos, bueno que así fuera.Isla debió recuperar el sentido común porque al final se limitó a asentir.—Te voy a llevar a tu casa. No estás en co
Isla gimió mientras la boca de Horatio se volvía exigente. Él podía tomar lo que quería de ella porque no pensaba poner ninguna resistencia.Cuando lo invitó a ir por unos tragos, no era así como había esperado que terminara la noche.Su semana había sido más larga de lo usual y apenas había logrado llegar hasta ese día, aunque no estaba segura que habría podido hacerlo sin la ayuda de Horatio. Él se había asegurado de que cada día fuera llevadero.Su madre había amanecido mucho mejor ese día e Isla había decidido darse un respiro. El plan era salir y emborracharse. Irse a la cama con su jefe no formaba parte de la lista. Aun así, no quería detenerse. Había luchado contra la atracción entre ellos durante semanas, pero el deseo no había desaparecido. Entonces, tal vez la solución era permitirse una noche para sacarlo de su sistema. Solo una noche y podría seguir con su vida. Horatio bajó los labios por su mentón hasta su cuello y le dio un ligero mordisco.Su cuerpo vibró con antic
Horatio había tenido el sueño más excitante. En él estaba Isla, desnuda encima de su cama mientras de su boca salían los sonidos más sensuales y provocativos que alguna vez había escuchado. Ella había acogido su miembro en su cálido interior y se había aferrado a él como si fuera su salvavidas.Abrió los ojos de golpe mientras los recuerdos de la noche anterior se volvían más nítidos. No había sido un sueño. Esperaba encontrar el seductor cuerpo de Isla a lado suyo, pero ella no estaba allí. Frunció el ceño confundido y se sentó.—¿Isla? —llamó y esperó en silencio.Cuando no recibió respuesta, se levantó para buscarla.Después de revisar la habitación de invitados y recorrer el resto de su departamento, llegó a la conclusión de que ella se había marchado.Horatio soltó un suspiro y regresó a su habitación.Su mirada se dirigió a la cama y fue inevitable pensar en lo que allí había sucedido. Su miembro comenzó a cobrar vida.—Demonios.Necesitaba una ducha helada.Se metió al baño y
Isla se dejó caer en su asiento con un sonoro suspiro.Eso no había salido para nada como esperaba. Tan pronto Horatio se había acercado a ella, su determinación había flaqueado. Lo único en lo que había podido pensar era en lo mucho que ansiaba sentir sus labios sobre los suyos otra vez y cuando eso sucedió, su traicionero cuerpo se había rendido a él como si no le perteneciera más. Quizás lo mejor sería evitarlo tanto como fuera posible ya que no era capaz de resistir la tentación.El vaso de café llamó su atención, lo miró como si tuviera la culpa de sus problemas y lo agarró dispuesta a lanzarlo a la basura. No pudo hacerlo.Le dio un sorbo y sonrió. Después de una semana tomando la misma bebida amarga, Horatio le había devuelto su bebida favorita.Un golpe en la puerta la devolvió a la realidad. Durante un instante se tensó al pensar que podría ser Horatio otra vez.—Como si él fuera a llamar a la puerta —murmuró—. Adelante —ordenó alzando la voz.—Buenos días —saludó Mattia y
Horatio se tensó al ver a Isla reír de algo que Mattia le había dicho. Los dos parecían muy cercanos y aquello le molestó. Le habría gustado salir detrás de ellos e interrumpir el “bello” momento, pero eso despertaría las sospechas de su padre y tío.—Ni siquiera está haciendo el intento de escucharnos.Las palabras de su tío llegaron hasta sus oídos y lo sacaron de su ensimismamiento.—Por supuesto que lo hago.—¿Hay algo que quieras compartir? —preguntó su padre. Se reclinó en el asiento y se cruzó de brazos. Tenía una mirada divertida y una sonrisa ladina.Sabía que él y su tío sospechaban algo. Horatio no había sido muy precavido mientras le lanzaba indirectas a Isla. Aun así, era mejor fingir ignorancia.—No, creo que todo lo que tenía que informarles lo hice durante la reunión, pero si recuerdo algo más se los haré saber.Si algunos de los dos se enteraban de que se había acostado con Isla, tendrían algo que decir al respecto, en especial porque ella era empleada de la construct
Isla salió de su habitación tirando de su maleta de mano. La había alistado la noche anterior para asegurarse de que no se olvidaba de nada.—Martina estará contigo estos días —le informó a su madre que estaba sentada en el sofá con lo que se suponía era una bufanda a medio tejer. Se le daba muy mal, pero ella estaba empeñada en aprender— También estará pendiente por las noches. Si es que necesitas algo o si te pones mal, solo tienes que llamarla y vendrá de inmediato.—Te dije que estaría bien.—Aun así, me sentiré más tranquila si no estás sola. Podía pasar muchas cosas en dos días y no pensaba arriesgarse a dejarla sola.Su celular sonó y miró el identificador de llamadas. El nombre de Horatio estaba en la pantalla de su celular.—Estoy afuera.Él se había ofrecido a recogerla o, para ser más precisa, él le había avisado que la recogería y no le había dado oportunidad de rechazarlo.—Enseguida salgo.—¿Es tu jefe? —preguntó su madre lo suficientemente alto para que Horatio tambié