Carmen Hernández es una joven sin hogar, ni familia, que trabaja como sirvienta de un hombre millonario desde hace muchos años. Bastián Hidalgo, un hombre frío, arrogante y déspota, conocido por su mal carácter y mala cara, con un lado apasionado que solo Carmen conoce, pues desde hace muchos años, Carmen y Bastián, son amantes. Carmen es feliz de estar con él hombre que ama y siempre amó, aunque sea bajo las sombras de un amor clandestino del que absolutamente nadie sabe. Pero repentinamente todo cambia cuando Carmen se entera de que Bastián, el amor de su vida, se casará en con otra mujer por un matrimonio arreglado por su madre. Y aunque Carmen sabía muy bien que eventualmente eso sucedería, igualmente el dolor de perder al hombre de su vida fue insoportable. Carmen no solo debía aceptar que su relación terminaba, sino que además, de ahora en adelante ella estaría condenada a ver todos los días a su amor conviviendo felizmente con otra mujer mientras ella le servía, pues seguiría siendo su empleada, pues ella no tenía a nadie con quién refugiarse, ni a dónde ir. Pero repentinamente llega una propuesta que la puede salvar del dolor que debe enfrentar, el sobrino de Bastián, Marcus, le hace una interesante propuesta a Carmen, ofreciéndole una salida a su suplicio: Un matrimonio por conveniencia. ¿Carmen de verdad será capaz de casarse con otro hombre por el que no siente nada?, y Bastián, siendo un hombre tan posesivo, ¿permitirá que su amante por años se case con su propio sobrino? Oscuros y peligrosos secretos serán revelados mientras ambos hombres luchan por su corazón…
Leer másEn medio de ese minuto de silencio, como si estuviera hipnotizado, Bastián comenzó a acercarse a Carmen, inclinándose lentamente hacia ella, sin dejar de observarle rostro, pero sobre todo, sin dejar de detallar sus rosados, tentadores y pulposos labios.—¿Dónde has estado? — Preguntó Carmen, repentinamente, nerviosa.—¿Qué? — Bastián se detuvo abruptamente, ante la repentina pregunta.—Es que no te había visto desde hace tiempo, desapareciste y ahora que volviste, que por fin te veo de nuevo, parece que tienes algunos moretones… — Carmen señaló un cardenal que se marcaba en el brazo de Bastián. — Espero que no hayas estado metido en algún problema…—No, es que, yo… — Bastián se enderezó, incómodo, intentando cubrirse el brazo, bajando la manga de la camisa arremangada. — Había estado tomando algunas clases extras, muchas clases extras de hecho, y esto… Debió ser en las clases de defensa personal o de lucha…—Eso es bueno, supongo, que aprendas de todo… — Carmen se encogió d
Bastián volvió en sí de sus recuerdos, inhalando profundo al evocar esa sensación, ese miedo que sintió al escuchar por primera vez sobre la mafia.Era joven e ingenuo, por lo que, en ese entonces, Bastián no sabía absolutamente nada sobre la realidad de su familia.Como todos, él siempre pensó que la gran familia Hidalgo, a la que pertenecía, eran respetables empresarios, pero a partir de ese día, Bastián tuvo que aprender a los golpes que había otra realidad escondida tras las sombras de su prominente familia.Luego de tomar un largo trago directo de la botella de whisky, Bastián volvió a caer en otro recuerdo.*Flashback*— Padre… ¿Qué haces? — Preguntó Bastián, cansado, con los brazos encadenados por encima de la cabeza, con unos grilletes. — Por favor, padre, déjame ir… Yo… Yo no soy esto, yo no nací para esto…—Esto es bueno para ti, Bastián, y espero que algún día entiendas que no lo hago por hacerte una maldad, castigarte o por querer hacerte sufrir, esto me duele más a
De nuevo, apareció el recuerdo de Carmen con esa expresión cruda y llena de rabia, la mujer que él amaba, hablándole con odio.La sangre de Bastián seguía hirviendo, el dolor que él sentía en el pecho se sentía incurable.Trago tras trago, el licor en la botella seguía disminuyendo, pero parecía que el whisky nunca haría su efecto, de hacerlo olvidar, de borrarle la consciencia y calmar el ardor que lo quemaba por dentro.Con la rabia intacta, Bastián volvió a recordar el momento en el que Carmen se fue junto a su prometido, Marcus y con esa imagen pegada en la mente, el sentido de impotencia y frustración colmó a Bastián.Él terminó lanzando el pequeño vaso que estaba usando para servirse el whisky contra una pared, para luego tomar del licor directamente de la botella.Tragó tras trago, los pensamientos de Bastián comenzaron a dar vueltas, llevándolo hasta los más antiguos recuerdos con Carmen, como el día en qué la conoció.Un día único e inolvidable, pues en ese entonces, Ba
Pero en ese minúsculo segundo de descuido, en el que Laura apuntó el arma hacia Carmen, el escolta aprovechó su oportunidad para arrebatarle el arma a la joven prometida y en medio de un sobresalto, Carmen se abalanzó hacia la salida, todo lo que le quedaba para salvarse.Nunca jamás Carmen pensó encontrarse con el escenario frente al que estaba, una hilera de hombres de Bastián, frente a toda la mansión, armados, apuntando a los tres autos de hombre que acompañaban a Marcus.Su prometido con las manos en alto y, ¿el disparo que sonó? Aunque sí olía a pólvora, no parecía haber nadie herido.—¡Basta! — Voceo Carmen, asustada y todos voltearon hacia ella.—¡Carmen, gracias cielo! — Exhaló Marcus desde las escaleras que llevaban a la entrada de la mansión.El hombre estaba al frente de los autos, desarmado, mientras que más atrás, tres autos llenos de escoltas sin armas, también lo acompañaban.Mientras que, tanto Bastián, como sus hombres, los apuntaban sin recelos.—¿Qué hace
Carmen sintió como se le aceleró el pulso, algo malo iba a suceder, ella lo presentía, algo terrible podía hacer Bastián si ella no lo detenía, pero qué podía hacer, estando atrapada.—Oh, vaya… — Se escuchó la voz de una mujer desde atrás, Laura se acercaba.El escolta parecía atento a la señorita que comenzó a pasearse por el salón, la prometida del jefe, sin embargo, el hombre estaba más enfocado en la acción que se escuchaba afuera de la mansión, donde se podían oír las armas siendo cargadas, los motores de autos rugiendo y también algunos gritos.—¿Qué quieres, Laura?, ahora no estoy para tus juegos… — Gruño Carmen de mala gana, cruzándose de brazos en su asiento.—Es una pena… No pareces muy contenta del lugar que te han dado en esta casa… — Murmuró Laura con un tono lleno de sarcasmo, mientras que seguía paseándose cerca de Carmen, con una sonrisa burlona.—¿De verdad crees que estoy feliz de estar aquí? Si pudiera, yo… — Carmen se contuvo, tragándose un nudo en la gar
—Entonces, ¿cómo podía una simple sirvienta cuestionarte, dejarte y salir huyendo?, ¿no es cierto?, algo imperdonable, algo intolerable… — Continuó Carmen con una pizca de ironía ligada a la rabia. — Ese era tu verdadero dolor, ¿o no?, ¿cómo una persona como yo, podía dejar al millonario, atractivo y poderoso Bastián Hidalgo, al hombre al que nadie le niega nada, el hombre al que todos temen?…—¿Quién te dijo que…? Tú no entiendes nada… — Gruñó por lo bajo Bastián.—Entonces es cierto, no lo niegas… — Asintió Carmen, con algo de tristeza en la mirada. — Eres el jefe de una mafia.Bastián la soltó, volteando la mirada con una tenue sonrisa irónica, y caminó hacia los ventanales de la oficina, como si todo ya estuviera dicho.—¡Vamos, dímelo, dime la verdad a la cara…! — Voceo Carmen, sorprendida.—La verdad es… Que ese no es tu problema… Vete, vuelve a tu habitación… — Gruñó Bastián sin voltear a verla.—¡¿Qué no es mi problema?! Eres… Eres un mafioso, un asesino, un cruel
—Me dejaste botada para traer a esa mujer de clase inferior, ¡ella es la prometida de Marcus, tu sobrino!, ¡esa mujer no debería estar aquí! — Insistió Laura y se escuchó un fuerte golpe, el de un puñetazo sobre madera, lo que sorprendió a Carmen.—¡Pues vete tú!, ¡largo!, ¡sal de mi oficina, que ya me tienes harto y no respondo por lo que termine haciendo! — Voceo Bastián acompañando su grito con otro golpe más fuerte.—¡No te tengo miedo, Bastián Hidalgo, aunque todos hablen de lo malvado y cruel que eres, no me voy a quedar con esto, vas a pagar por esta humillación! — Se abrió la puerta de la oficina y de allí salió Laura resoplando, prácticamente tropezándose con Carmen de frente. — ¡Tú, bastarda, perra regalada, todo esto es por tú culpa!—¿Qué?—¡Yo soy la prometida de Bastián y cuando me case con él, como la nueva señora del jefe, nada me va a detener, tendré el poder de echarte de patitas de esta casa, de mi casa! — Amenazó Laura en un murmuro, acercándose a Carmen l
—Entonces… ¿Tú crees que está mal que un hombre como Marcus quiera casarse conmigo?, ¿por eso debo quedarme aquí y conformarme con ser la amante del gran señor Bastián? — Preguntó Carmen, herida, soltando las manos de su amiga.—¡No, no, claro que no, Carmen!… — Aclaró Fernanda de inmediato. — No es que crea que esté mal, solo decía que… Todos sabemos como es la familia Hidalgo, el mismo Marcus lo debe saber bien y la señora Mercedes no estará de acuerdo con esto, ni Carolina, mucho menos el señor Bastián… Y me parece muy extraño, que Marcus arriesgue todo, ya sabes, que esté dispuesto a quedarse sin nada… Por un repentino compromiso que vino de la nada…—Pues… Bastián también se comprometió de la nada y no dijiste nada… — Carmen arrugó el entrecejo, volteando la mirada con incomodidad.—Sí, con una joven rica, como se espera… El señor Bastián Hidalgo es un hombre con una familia poderosa y rica, este tipo de matrimonio es algo normal en su círculo… En cambio, nosotras… — Ferna
Carmen se quedó pasmada viendo como Bastián se alejaba hacia su oficina y toda esta situación, le dio un mal presentimiento.—Ven, vamos, Carmen, acompáñame… — Insistió Fernanda, sonriéndole con dulzura a Carmen.Aunque se sentía incómoda y temerosa de lo que esté regreso a la mansión podría significar, Carmen no quiso desplantar a su amiga y solo asintió, siguiéndola.De nuevo, Carmen estaba de regreso en su antigua habitación, ese pequeño lugar en el que había vivido por varios años, ese mismo lugar que vio nacer su clandestina relación con su jefe y que ahora le traía tantos recuerdos.Carmen suspiró pensativa, ella siempre amó a Bastián y todavía lo amaba, sin embargo, ese amor no cambiaría la vida que ella llevaría a su lado si se quedaba.Cómo la amante, para siempre.No quiso siquiera imaginarlo o pensarlo, era demasiado doloroso, por eso, Carmen sabía que no podía quedarse.—¿Está todo bien? — Fernanda interrumpió repentinamente los pensamientos de Carmen, notando a s