Carmen Hernández es una joven sin hogar, ni familia, que trabaja como sirvienta de un hombre millonario desde hace muchos años. Bastián Hidalgo, un hombre frío, arrogante y déspota, conocido por su mal carácter y mala cara, con un lado apasionado que solo Carmen conoce, pues desde hace muchos años, Carmen y Bastián, son amantes. Carmen es feliz de estar con él hombre que ama y siempre amó, aunque sea bajo las sombras de un amor clandestino del que absolutamente nadie sabe. Pero repentinamente todo cambia cuando Carmen se entera de que Bastián, el amor de su vida, se casará en con otra mujer por un matrimonio arreglado por su madre. Y aunque Carmen sabía muy bien que eventualmente eso sucedería, igualmente el dolor de perder al hombre de su vida fue insoportable. Carmen no solo debía aceptar que su relación terminaba, sino que además, de ahora en adelante ella estaría condenada a ver todos los días a su amor conviviendo felizmente con otra mujer mientras ella le servía, pues seguiría siendo su empleada, pues ella no tenía a nadie con quién refugiarse, ni a dónde ir. Pero repentinamente llega una propuesta que la puede salvar del dolor que debe enfrentar, el sobrino de Bastián, Marcus, le hace una interesante propuesta a Carmen, ofreciéndole una salida a su suplicio: Un matrimonio por conveniencia. ¿Carmen de verdad será capaz de casarse con otro hombre por el que no siente nada?, y Bastián, siendo un hombre tan posesivo, ¿permitirá que su amante por años se case con su propio sobrino? Oscuros y peligrosos secretos serán revelados mientras ambos hombres luchan por su corazón…
Leer másPrimero, estaban los papeles de Mila, todo parecía normal, luego, estaban los papeles de Fernanda, estaba todo bien, pero la siguiente carpeta, la de ella, lucía más abultada.Carmen la sacó y la abrió para darse cuenta de que todo, absolutamente todo en su vida, era una mentira, ella no era quien pensaba ser, es que ni su nombre era el mismo y hasta su fecha de nacimiento era diferente.Ella solo sabia que eran sus papeles porque allí estaban sus fotos del orfanato y luego de eso, la foto de sus supuestos padres.«¿Los Beltrán? ¿Esos no son…? ¿No son los mafiosos de los que me habló Marcus?» Recordó Carmen pasando la página rápidamente, nerviosa, cuando se encontró con un larguísimo testamento, enumerando múltiples propiedades, empresas y una cuantiosa fortuna para la heredera.«¿Esto es lo que Marcus quería?, entonces, ¿él conocía mi verdadera identidad? Una vez él me contó que su padre estaba peleando por la herencia de los Beltrán, quizás… Por eso Marcus me pidió matrimonio…»
*Flashback*Los quejidos de Pascual, repentinamente se hicieron más suaves, más lentos, él parecía más tranquilo, como si se estuviera dando por vencido y dejándose llevar por la inconsciencia.Sintiéndose incapaz y sin saber que más hacer, Carmen volvió a su lado, entre lágrimas, aunque intentando mantenerse fuerte.Carmen buscó su pulso, intentando recordar lo poco que sabía sobre primeros auxilios, y más miedo tuvo, cuando notó que era demasiado débil, prácticamente desaparecía.—¡No, señor Pascual! Tiene que luchar… Usted tiene que aguantar, pronto vendrá alguien y…Carmen se limpió las lágrimas y desesperada, intentó hacer compresiones sobre su pecho, a pesar de no recordar mucho al respecto de unas cuantas clases de primeros auxilios que había tomado hacía mucho tiempo.Pero por más que Carmen luchó, por más que ella gritó y lloró, por más que ella intentó llenar de fuerzas al señor Pascual Hidalgo con palabras de ánimo, fue imposible, la vida de ese hombre se apagó lenta
*Flashback*Él mismo le había abierto la puerta y apenas Carmen entró, mientras ella se dirigía tímidamente hacia el escritorio, Pascual cerraba la puerta con seguro, pensando que no vaya a ser que Bastián decida volver y los interrumpa, lo que podría terminar arruinando sus planes.—¿Ah, sí? — Carmen lo observó confundida, al tiempo que ya se sentaba frente al escritorio, tal como Pascual se lo pidió.—Escucha lo afortunada que eres, niña… Esta noche te irás de viaje… — Continuó explicando Pascual, acercándose y viendo como Carmen abría los ojos y la boca de par en par, por la sorpresa. — Irás al extranjero en lugar de Mila y ahora serás tú, quien comience desde ya una formación privilegiada en las mejores instituciones del mundo… Una grandiosa oportunidad te espera, muchacha, te convertirás en una dama, culta y elegante y serás…—Pe… Pero, señor… — Interrumpió Carmen, repentinamente. — ¿En lugar de Mila?Pascual observó a la joven, aun sin entender su queja, e intentando ign
*Flashback*Bastián simuló acomodar todo, como si de verdad hubiera revisado que los papeles estuvieran en orden, y con el entrecejo arrugado y el pulso a mil, fue a salir de la oficina.Aunque antes de irse, él se detuvo en la puerta por un corto momento, para ver por última vez a su padre, quien le devolvió la mirada de forma despectiva y llena de rabia.Al salir, un par de escoltas que siempre rondaban el pasillo cercano a la oficina de Pascual, por si el jefe necesitaba algo, se acercaban.Con el mal genio que cargaba su padre, Bastián sabía muy bien que, dentro de poco, Pascual necesitaría de sus pastillas y, al no encontrarlas al momento, llamaría a sus hombres para pedirles que las busquen o pedirles auxilio, lo que probablemente lo salvaría.Y cuando la crisis pasara e investigaran la desaparición de las pastillas, ¿quién sería el principal sospechoso?, ¿quién sería el último que salió de esa oficina? Solo era cuestión de atar cabos y Bastián estaría acabado.—¡Oigan, u
—Eres un traidor, un m@ldito cobarde, ni creas que permitiré esto… — Pascual se acercó a su hijo, rojo de la rabia.—Padre, te equivocas…—Después de trabajar toda mi vida para darles lo mejor a mi familia y a mi linaje, la vida fue tan cruel conmigo que me dio dos hijos incapaces de tomar el timón de mi legado familiar… — Murmuró Pascual en el rostro de Bastián. — Pero ahora el destino me ha sonreído y me ha dado una pista sobre lo que debo hacer…—¿Qué?—Tomaré al hijastro de Carolina bajo mi resguardo… — Pascual se giró sobre los talones para recorrer lentamente la oficina, mientras observaba los alrededores. — Le daré el apellido Hidalgo y lo convertiré en mi heredero…—Padre… Estas… ¿Estás bromeando?, ¿no es así? — Bastián comenzó tener un mal presentimiento.—Por supuesto que no… — Replicó Pascual. — Ese chico, cumple con todas las expectativas para ser mi heredero, lo entrenaré y se convertirá en el jefe de la mafia más grande del país cuando se case con la hereder
Un momento después, él se movía de nuevo por la oficina, agarró la camisa del traje que había estado usando y sacó un pañuelo del bolsillo, el cual tomó para acercarse a ella y limpiarla delicadamente en la humedad que quedaba en sus piernas.Carmen cerró los ojos con fuerza, sintiendo como el rostro se le calentaba al sentir las manos de Bastián con tal suavidad, recorriéndola mientras deslizaba el pañuelo por la piel de ella.Con la respiración agitada, Carmen se levantó cuando lo sintió detenerse, notando que ahora Bastián acomodaba su camisa y sin decir palabra, la envolvía con la pieza, cubriéndola como si fuera una bata.Luego, él se fue y abrió el cerrojo de la puerta de la oficina, para luego volver por ella, y sin previo aviso, haciendo que Carmen soltara un pequeño grito por el susto, la tomó entre sus brazos, cargándola como a una pequeña, para llevarla en brazos fuera de la oficina, hasta su habitación.A la vista sorprendida de algunas empleadas, Carmen se acurrucó to
Después de todo lo que había pasado, después de haber perdido toda esperanza, él la tenía allí una vez más, oliéndola, tocándola, sintiéndola, ¿era esto real o un sueño?Bastián rasgó el traje de sirvienta de Carmen, un tirón y los botones salieron disparados en todas las direcciones, con todo y el broche delantero del brasier, dejando los pechos de Carmen expuestos para su deleite.Él se hundió entre esas pequeñas y deliciosas montañas, succionando, saboreando y mordisqueando, mientras que Carmen sostenía su cabeza, presionándolo e incitándolo para que él la besara más.El pantalón y la ropa interior de Bastián cayeron al suelo, la falda del traje de Carmen se levantó, la pequeña ropa interior salió volando luego de rasgarla y con una certera estocada, Bastián embistió a Carmen, dejándola sin aliento.Una especie de corriente los recorrió a ambos, Carmen saltaba sobre el mástil de Bastián acoplándose a él, tan perfectamente como siempre lo había hecho, como si su cuerpo hubiera s
Pensando en todo esto mientras se dirigía a la oficina, Bastián se encontró con una escena todavía más sospechosa.Fernanda, quien no estuvo en la entrada para recibirlo con el resto de las sirvientas, ahora estaba parada justo en la puerta de su oficina como si vigilara que nadie se acercara.Ahora Bastián entendía por qué se sintió extraño el recibimiento en la entrada principal, y por qué sintió que algo no le cuadraba, fue porque no la vio a ella.—¡Fernanda!, ¿qué haces aquí? — Preguntó Bastián al acercarse a su empleada, provocando que esta se sobresaltara.—¡Eh, señor…! Es que… Yo… — Fernanda bajó la vista, nerviosa, para luego mirar hacia la puerta de la oficina de forma inquieta. — Disculpe, es que… Yo lo buscaba… Y es que… Es porque… Porque… — Se quedó pensativa, pero nada salía, ninguna explicación. Bastián se detuvo justo frente a ella.—Si de verdad me hubieras estado buscando, debías haber estado en la entrada, como todas las demás, para recibirme… — Gruñó Bastiá
Carmen no lo podía creer, todo lo que se dijo en esa cena retumbaba una y otra vez en su mente.Toda la humillación y los insultos, y el hecho de que toda la familia Hidalgo sabía sobre la relación íntima que ella tenía con Bastián supuestamente a escondida.Pero había algo más, algo que se dijo en la mesa y que también dejó a Carmen pensativa y perpleja, ¿sería cierto que en el pasado Bastián no quería tomar su lugar como cabecilla de los Hidalgo?, ¿y por qué?—Ese imbécil… ¿Quién se cree?, ¿el dueño del mundo? — Refunfuñaba Marcus en el auto, al tiempo que Carmen se mantenía inerte y cabizbaja, viendo a través de la ventana el paisaje que corría. — Ya lo verá, pronto lo verá, que él no tiene todo el poder y no manda sobre nosotros… ¿Cierto, Carmen?, estás de acuerdo conmigo, ¿verdad? — Marcus tomó una de las manos de Carmen, haciéndola reaccionar.—¿Eh? Yo… Eh, sí…—Mi tío Bastián, él piensa que va a detener nuestros planes… — Marcus observó fijamente a Carmen, con el entrec